Publicado en Clepios, una revista de residentes de Salud Mental, Número 24, Junio 2001.
No es habitual el agradecimiento en estos tiempos mezquinos. Bien vale rescatar ciertos gestos que han quedado en el olvido. Por eso mi gratitud a una invitación de los jefes de residentes y residentes de salud mental de los Hospitales Moyano, Ramos Mejía, Argerich y Alvarez del 2000/1. Ellos me dieron la posibilidad de volver a pensar acerca de las historias de psicoanalistas en hospitales a lo largo de muchos años en el marco de un curso acerca de los límites del psicoanálisis en el Hospital. Del intercambio surgieron estas líneas.
No es habitual historizar en estas épocas. Muchos suponen aún al psicoanálisis y al hospital como estructuras ahistóricas. Como si no hubieran habido en distintos lugares del mundo psicoanalistas que trabajaron y teorizaron en instituciones hospitalarias diferentes. Sólo algún fanático estructuralista podría soslayar esto y entrar en la dimensión desconocida del presente continuo. Entonces no habría ni historias ni diferencias en el trabajo hospitalario de psicoanalistas. Sólo el mismo fanático y sus amigos se cegarían y llevarían al empobrecimiento de lo que es multiplicidad y riqueza.
Un texto de Freud funcionó como el fundamento del trabajo hospitalario de psicoanalistas: Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica (1919). Allí pensaba en un hipotético y fantástico futuro en el que el psicoanálisis llegara a mucha más gente que los “estratos superiores y pudientes de nuestra sociedad” a través de “sanatorios o lugares de consulta” que brindaran “tratamientos gratuitos” sostenidos por el Estado. Y proseguía: “Cuando suceda, se nos planteará la tarea de adecuar nuestra técnica a las nuevas condiciones... Es posible que en muchos casos sólo consigamos resultados positivos si podemos aunar la terapia anímica con un apoyo material, al modo del emperador José. Y también es muy probable que en la aplicación de nuestra terapia a las masas nos veamos precisados a alear el oro puro del análisis con el cobre de la sugestión directa, y quizás el influjo hipnótico vuelva a hallar cabida, como ha ocurrido en el tratamiento de los neuróticos de guerra. Pero cualquiera que sea la forma futura de esta psicoterapia para el pueblo, y no importa qué elementos la constituyan finalmente, no cabe ninguna duda de que sus ingredientes más eficaces e importantes seguirán siendo los que ella tome del psicoanálisis riguroso, ajeno a todo partidismo.”
Final del texto, principio del trabajo de psicoanalistas en Hospitales. Desde la década del 20 hubo psicoanalistas tales como Sandor Ferenczi, Wilhem Reich y otros que intentaron trabajos hospitalarios en Europa. Esto llevo también al trabajo con pacientes psicóticos, que habitualmente requerían internación. Si bien Carl G. Jung trabajaba en Suiza, Frieda Fromm Reichmann fue una de las pioneras que intentó nuevas formas de abordajes psicoanalíticos para dichos pacientes, tanto en Europa como luego de su migración en EE.UU. Allí variados grupos trabajaron en tratamientos y abordajes hospitalarios y sociales, cosa que aquí solemos cubrir con los despectivos conceptos de “psicología del yo” o “psiquiatría dinámica”. Estos encubren una multiplicidad de experiencias de diverso valor.
En Inglaterra, desde la década del 20 trabajaron psicoanalistas en clínicas donde se ofrecían tratamientos gratuitos. Luego, no solamente el abordaje grupal llevado adelante por Wilfred Bion y John Rickman en el Hospital de Northfield, sino también los trabajos de muchos psicoanalistas tales como Michael Balint, John Bowlby y tantos otros en la Clínica Tavistock y otros centros extendieron los tratamientos. En Francia, desde los abordajes de la llamada “psicoterapia institucional” a las experiencias de Maud Mannoni, mucho del psicoanálisis atravesó los hospitales.
En la Argentina mucho fue realizado, pero el lector de estas columnas bien puede revisar desde Enrique Pichon Rivière a Mauricio Goldenberg y sus muchos discípulos para ver cuánto se produjo en Hospitales.
Tanto es lo producido que muchos de generaciones precedentes protestarían por esta limitada condensación. Sin embargo, alguien puede objetar si todo esto es rescatable, y si cualquiera es válida por ser del pasado. Ir a la historia implica revisar, trabajar y hacer trabajar producciones, ya que para cualquier tarea es mejor conocer logros y fracasos de la historia para no pasar nuestro tiempo descubriendo lo ya sabido ni cayendo en los mismos callejones sin salida.
El trabajo hospitalario se convirtió en un desafío que amplió los horizontes del psicoanálisis y la atención pública. Por eso, más que pensar los “límites del psicoanálisis en el hospital” nos es necesario revisar todo lo que posibilitó. Por un lado, movió a los psicoanalistas de su institución invisibilizada, el consultorio privado para las “clases pudientes”; y por el otro, aportó indispensables conocimientos y herramientas para el campo de la salud mental.
No es habitual recuperar la historia para pensar en el futuro. Pero algunos creemos que recordar para no repetir sigue siendo una buena idea.