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Este es el listado de notas de los blogs

MONEDA

Camina segura de sí misma. Los transeúntes se detienen y la buscan. Intercambia autógrafos por una sonrisa, por un suspiro o una frase halagadora. La reconocen. Hoy eso le basta.

 

Da vuelta la esquina. Un anciano se le acerca. No le pide ningún autógrafo. Menos aún sabe quien es ella.

 

Ella recuerda a su padre: todos los ancianos se le parecen. Éste arrastra su pierna izquierda como él lo hacía. Pero es más sucio. Ahora lo advierte: un pordiosero.

 

UN TAL DON JUAN LEDESMA

Un tal Don Juan Ledesma                                                              Silvia Sajaroff   

     

Bajaba lentamente la colina con un bastón hecho de rama de algún árbol duro de la zona, meticulosamente tallado con el facón del abuelo, ese blasón indiscutido de la familia Ledesma.

Eran las seis y pico de la tarde. Esa hora en la que el sol apenas lame la superficie de los sembrados. La misma hora en que los girasoles rotan sus frágiles e imponentes cabezas hacia la tierra.

Le quitaron la ilusión a un niño

Susana Ragatke
susana.ragatke [at] topia.com.ar

ELTANGO CAMBALACHE EN EL SIGLO XXI

Susana Frida Ragatke

susana.ragatke [at] topia.com.ar

Era un domingo del otoño del 2000, solitario para Elena como todos sus domingos.

Cruzó la ciudad para acercarse a recorrer el Abasto, guiada por las noticias sobre la recuperación del viejo barrio. Su abuelo Pascual le había contado muchas anécdotas de cuando atendía el puesto de frutas en el mercado, allá por el 50.

MELINDRA, LA MADRINA Y LAS MANDARINAS

Melindra, la madrina y las mandarinas                                   Irene Tolkachier

 

-¡Ay madre¡ ¿Dónde habrás puesto los visones?

La vieja Paulina, arrastrando  las chancletas se asomó por la puerta de la habitación de Melindra, preguntándose que le ocurría  a su hija.

-         Madre, madre, no hallo los visones.

-         ¿Qué decís, las colas negras esas? No  sé por ahí deben estar, me parece que las puse con naftalina, del año pasado que no las usas.

IGUANA & CIA

Cierto temblor en la mano denuncia un estado de inquietud, simula el mismo apoyando el cigarrillo en el cenicero para que la ceniza deje libre el núcleo de fuego. El hombre tiene barba rubia y entrecana, debajo unos hoyuelos producto de la viruela o de un acné mal curado. Una señora sentada enfrente suyo mientras se sirve una taza de chocolate –por el festejo del cumpleaños de un amigo- comenta la resolución paraguaya de dejar entrar a los marines yanquis en la zona de la Triple Frontera.

Diálogo de otros

Ella: Buenos días, yo soy la otra.

 

EL: Buenos días, cuando usted me dice que es la otra yo pienso inmediatamente en que es la amante de alguien.

 

La boda de Encarna. Homenaje a Manuel Váquez Montalbán.

Triunfo, 25 / 11 / 1972

La del alba sería cuando han llamado a mi puerta, y en mi puerta se ha recortado una Encarna con sueño, pero alada y sonriente.
    —Don Sixto. Me caso.

Una noche cualquiera

Ella notó que el tiempo había pasado en demasía cuando su hijo mayor trajo a la casa paterna una niña pequeña y frágil, una compañera de escuela, claro. El muchacho tenía un carácter fuerte y agresivo, no consultó, ni preguntó, ni aceptó esperar, todo tenía que ocurrir esa noche, la muchacha dormiría en su habitación, expresó prepotente. Impuso, así,  su rito de pasaje en doce horas de una larga noche.

Después del silencio

Nada en el corazón. Apenas el soplo o la corazonada de que volvería a tropezar con él.

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