Con el paso de los años, el psicoanálisis logró ganarse un lugar en los pabellones de salud mental de las clínicas y hospitales gracias al arduo empeño de los analistas que han trabajado incansablemente para transmitir algo del acto analítico. Esta entrada del psicoanálisis al hospital, al igual que a otros espacios institucionales como la universidad, nunca ha sido por la puerta grande, siempre ha sido desde los costados; su ingreso siempre es por las orillas, al mejor estilo de un virus o incluso, como lo enunciaba el mismo Freud, como una peste. Una peste no solo que enferma sino también que apesta, que incomoda. Este malestar pareciera ser parte necesaria de la subversión que siempre ha propuesto la invención freudiana, tanto en los consultorios privados con los pacientes como en los ámbitos institucionales. Este marco, un poco tenue, es el punto de partida para la primera pregunta que orienta el presenta trabajo: ¿Cómo sostener la práctica analítica dentro del discurso institucional, un discurso que generalmente apunta a la uniformidad y a la igualdad?
La presencia actual del psicoanálisis en el hospital ha sido producto de idas y venidas, de largos debates con varias disciplinas que atañen la salud (mental) de los individuos. En el presente ensayo, se hará un breve recorrido por la posibilidad (y necesidad) de trabajo con algunos de estas disciplinas