El siguiente documento fue presentado en el marco del Cierre del XVI Congreso Argentino de Psicología, “Psicología y Compromiso Social”, que se desarrolló en la Ciudad de Mendoza a finales de Abril de 2016 y que organizó el Colegio Profesional de Psicólogos de Mendoza conjuntamente con la Federación de Psicólogos de la República Argentina (FePRA). El texto, escrito por el Comité Organizador del Congreso y miembros del Colegio Profesional de Psicólogos de Mendoza, pretende impulsar un posicionamiento ético y epistemológico sobre la dimensión de la práctica social, ampliando el concepto de Salud Mental hacia uno de Salud Social.
Muchas gracias por habernos acompañado en este querido Congreso. No queremos cerrar este encuentro sin exponer un resumen sobre el recorrido que el mismo ha planteado, ya que la intención original de organizar este 16° Congreso Argentino de Psicología, no fue otra que generar un espacio de intercambio productivo entre trabajadores de la Salud, la Educación y la Justicia. Consideramos que instancias como éstas deben ayudarnos a renovar fuerzas y entusiasmo para la tarea cotidiana, volver a pensarnos y reflexionar sobre nuestro compromiso con la comprensión del padecimiento humano y las implicancias sociales de nuestra tarea cotidiana.
Durante estas tres jornadas nos hemos encontrado con colegas de diferentes regiones del país y Latinoamérica, tanto en las mesas como en los pasillos, compartiendo experiencias que nos han dado la posibilidad de hallar nuevos caminos en la búsqueda permanente de respuestas frente a los acontecimientos que la vida nos propone como desafíos.
Nuestro recorrido nos permitió plantear la necesidad de un desarrollo científico de la Salud que tenga en cuenta las necesidades de la población y se brinde a ella en la búsqueda de soluciones concretas y eficaces. Animarnos a investigar, a producir contenido, a reproducir experiencias y a sistematizar nuestras prácticas para que puedan ser compartidas por todos y para todos.
Indagamos sobre el valor instrumental y orientativo de los códigos de ética profesionales y de las legislaciones vigentes, no como instrumentos dogmáticos, sino como herramientas abiertas que permiten al profesional, al usuario y a la comunidad toda comprender y orientar la práctica en un área tan delicada de la experiencia humana que es la intimidad del padecimiento mental. Es así que entendemos que hoy no podemos formar a ningún profesional en Salud, Educación o Justicia que no tenga cabal dimensión del sentido preformativo de los Derechos Humanos y Sociales.
También nos animamos a explorar sobre las terapéuticas actuales y a plantear la enorme dificultad que presentan los modelos conceptuales que aíslan o segmentan al sujeto. Como bien indica nuestra Ley Nacional de Salud Mental, se reconoce a la salud mental como un concepto integral, como un proceso determinado por componentes históricos, socio-económicos, culturales, biológicos y psicológicos, cuya preservación y mejoramiento implica una dinámica de construcción social vinculada al ejercicio pleno de los Derechos Humanos y Sociales de toda persona. Es por este posicionamiento ideológico que se hace necesario, en cualquier dimensión de la práctica, no recortar lo individual a lo intrapsíquico o conductual. Necesitamos mirar alrededor y comprender e incluir el entorno en el cual se despliega el sujeto, lo que muchas veces se encuentra invisibilizado en la práctica profesional y en el discurso social.
Si bien la batalla contra los acontecimientos invisibilizados es ardua, poco a poco las instituciones, los agentes de salud y los actores sociales comprometidos en esta tarea, comenzamos a reconocer la dimensión de afectación de las relaciones de poder en torno a las mujeres, a la diversidad sexual, a la infancia, la adolescencia, la ancianidad, la locura, la discapacidad, la desocupación, la migración, la pobreza. Desde nuestro lugar, la profesión de la escucha, tenemos la obligación de preguntarnos ¿desde dónde estamos escuchando? ¿Qué lugar ocupamos en la visibilización de la opresión sobre estas personas? ¿Cuánto tardamos en cuestionar teorías androdominantes, falocéntricas, liberales, neoliberales, consumistas, homogeneizantes?
No es menor el desafío de interrogarnos acerca de ¿Qué pensamos en Educación? ¿Al servicio de qué o quiénes estamos? ¿Respetamos los procesos de subjetivación, la diversidad y complejidad humana o la reducimos a normas adaptativas? ¿Dónde queda nuestro espíritu libertario y crítico cuando el sistema dice que no se puede o que no hay presupuesto? ¿Podemos mirarnos a nosotros mismos y excusarnos en la falta de recursos, cuando tenemos la capacidad de escuchar, sentir, ayudar a comprender y empoderar a sujetos de derechos?
Nos consideramos integrantes de una profesión que enaltece la escucha. No olvidemos que escuchar, es poner atención a la realidad del otro, subjetivarlo, no predeterminarlo ni encuadrarlo. Soportar la alteridad que el otro, como sujeto diverso, nos ofrece el desafío de constituirnos como humanos. Somos seres complejos, dinámicos que formamos parte de sociedades y culturas complejas y dinámicas.
Visibilizar y subjetivar, son nuestros instrumentos para luchar contra el vigilar y castigar. Reivindiquemos la dimensión humana de la diversidad, seamos creativos, pensemos por fuera, usemos nuestra capacidad crítica para crear y proponer.
No podemos quedarnos en la crítica o en la queja, debemos tener presente la maravillosa herramienta de construcción colectiva que disponemos: la palabra. Poner en palabras es visibilizar, construir sentidos de realidad. La palabra, a su vez, no es un mero recurso retórico, nos permite como especie planificar y actuar sobre la realidad. Poner en palabras no es una herramienta de contemplación pasiva, es un instrumento poderoso de transformación social que no debemos perder de vista.
Por tanto, consideramos que no podemos permanecer en una posición ingenua, en donde replicamos discursos que someten o desdibujan los contornos del semejante, que descomponen el entramado social y aíslan a los sujetos. Somos seres sociales, buscamos incesantemente relacionarnos, integrarnos y compartir. Nos realizamos junto al otro. Somos, en tanto y en cuanto, estamos incluidos. Incluidos sin borramientos, ni cesiones de derechos.
Los DDHH son inalienables de las personas, son una conquista que la humanidad ha alcanzado no sin sufrimiento y lucha. Es por eso que debemos comprender definitivamente que ese es el horizonte que debería marcar nuestro trabajo. No hay Salud Mental posible si no encontramos espacio para la Inclusión Social.
Estamos convencidos que no podemos hablar de Salud Mental, sin reconocer la necesidad de la Salud Social; la existencia de la Identidad Cultural; la potencia subjetivante del Trabajo; la función emancipadora de la Educación; el valor fundante de Memoria, la Verdad y la Justicia; el quehacer cotidiano en pos de la Inclusión y la tarea irrenunciable por la conquista de la Dignidad.
Comité Organizador del XVI Congreso Argentino de Psicología y el Colegio Profesional de Psicólogos de Mendoza