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La tenue luz de las luciérnagas

 
Cartografías de una experiencia: intervenciones frente al abuso sexual intrafamiliar contra infancias y adolescencias. Primera mención Séptimo Concurso Internacional “30 años de Topía” de Libro de Ensayo 2020/21

A fines de 2021, el Jurado compuesto por Ursula Hauser, Juan Carlos Volnovich, Vicente Zito Lema, Irene Meler y Enrique Carpintero otorgaron la primera mención a “La tenue luz de las luciérnagas. Cartografías de una experiencia: intervenciones frente al abuso sexual intrafamiliar contra infancias y adolescencias” de Andrea V. Quaranta y Nadina M. Goldwaser.

A continuación, transcribimos las ideas y propuestas finales del texto.

Por una ética de la responsabilidad

En una provincia del norte de nuestro país, un sujeto viola a su ex pareja delante de sus tres hijos de cinco, dos y un año. Un año después de ser denunciada la situación por la mujer y su abogada, los niños no cuentan aún con un tratamiento psicológico ni son tomados como víctimas por el sistema judicial ni por los organismos de niñez que llevan adelante el caso.

¿Falta de recursos?, ¿negligencia?, ¿o más bien ausencia de una mirada ética y responsable hacia las infancias como sujetos de derechos y con derecho? No encontramos otro motivo que pueda explicar que nada se haya hecho con estos niños cuando la abogada que representa a la mujer y la mujer misma han advertido desde el principio a los organismos de protección y al juzgado de esta situación. ¿Es que no se observa el daño que causa en estas niñas y niños ver, escuchar, intuir el horror que está viviendo su madre, aunque no sepan o no puedan nombrarlo? ¿Hay dudas acerca de la comprensión de ese niño, de esa niña y, por ende, el daño que pueden estar sufriendo, sea de la edad que sea, ante la violencia sexual que está soportando su madre? “¿Cuántos abusos caben dentro de un abuso?”1

Un miedo que inquieta a mamá. Un hijo sin destino. Una soledad desolada. Una esperanza postergada. Un cuerpo roto. Un alma herida. Una vida sin usar.2

Muchas veces la lógica de quienes se erigen como responsables de impartir decisiones sobre estos delitos deja sin protección a quienes están en situación de mayor vulnerabilidad. Sostenemos que este tipo de violencia “pasivizante” se vincula con la falta de escucha producto de no asumir que se tiene una responsabilidad frente a ese otro. La psicoanalista Silvia Bleichmar lo define así: “En la medida en que yo defino a quién me debo y a quien no, aquel a quien no me debo se invisibiliza como víctima. El problema es qué define cómo miro a quién, sobre qué parámetros se establece el mirar al otro, si se establece sobre parámetros que tienen relación con una diferenciación de universos de obligaciones.”3

Dice Lapoujade: “No se es real por el solo hecho de que se existe; uno solo es real a condición de haber conquistado el derecho a existir.”4 Así, estas infancias constantemente deben bregar por ser visibilizadas. “Las infancias no garpan”, decía una colega. Las consecuencias: a pesar de todo lo sufrido, estas niñas y niños no son inmediatamente protegidos. Lewcowicz, por su parte, señala el agotamiento de las figuras heredadas de la responsabilidad (entre las que se encuentra también la figura jurídica). Estas figuras han venido sosteniendo una idea de la responsabilidad “a priori”; una responsabilidad que, suponen, viene incluida en el “combo” familiar y las figuras parentales. Nos interrogamos si el modo aplastante de pensar los vínculos desde una visión familiarista en la que se da por supuesto que siempre es el pater familiae quien ejerce la función de ley, no produce también una invisibilización, por parte de las instituciones, de otros modos de pensar la “eficacia simbólica” que puede suponer una madre protectora suficientemente contenida y provista de recursos y que estas instituciones, en lugar de culpabilizarla, la sostengan (a ella o a quienes puedan hacerse cargo del cuidado de esos niños).

Hacerse cargo como acto, cargar con las consecuencias de las decisiones que se toman, sean estas positivas o negativas. Particular idea que engloba una ética ante el otro como alteridad, ¿acaso las infancias y las adolescencias son consideradas menos aptas para recibir protección?

En la actualidad se estigmatiza a niñas y adolescentes que ya han padecido abusos previos o simplemente a las que han mantenido relaciones sexuales anteriores al abuso, acusándolas de ser quienes lo han propiciado

En el mismo sentido, observamos cómo en la actualidad se estigmatiza a niñas y adolescentes que ya han padecido abusos previos o simplemente a las que han mantenido relaciones sexuales anteriores al abuso, acusándolas de ser quienes lo han propiciado. Juan Carlos Volnovich señala el prejuicio que existe hacia las adolescentes por su condición a la vez de adolescentes y mujeres:

“La virginidad deviene así una virtud capaz de conferir una presencia o una ausencia de los derechos jurídicos y morales de una niña; y el himen desgarrado, se convierte en responsabilidad exclusiva de la portadora puesto que sirve de agravante y “justifica” que la niña tenga que explicar (…) lo que el varón no necesita explicar desde el lugar de abusador dado que él, en realidad, se comportó como un macho normal que hace uso de su virilidad y ejerce así el derecho que le otorga la fuerza de las costumbres.”5

Observamos el claro borramiento de los derechos de niñas y adolescentes bajo la ideología de ese Otro patriarcal. Va de suyo que la función de la justicia, de las instituciones y de quienes la representan no es la de reafirmar una ideología sostenida en prejuicios sino la de ser garantes de derechos y obligaciones que se sostienen en una ética de la responsabilidad. Se hace necesaria entonces la actuación efectiva de estas instituciones para promover una reparación simbólica y producir un posicionamiento distinto de quien ha sido víctima para que pueda así salir de su condición de tal. No buscamos actos heroicos sino algo tan esencial como tomar en cuenta la existencia, el contexto y las circunstancias de las infancias sujetas de derecho.

La ternura6 y la ética del reconocimiento

Siendo tiernos, elaboramos la ternura
que hemos de gozar nosotros.
-Y sin pan se vive: -sin amor- ¡no!

José Martí, Obras Completas

A la crueldad oponemos la ternura.

Ternura: “una capacidad de afectuosidad respetuosa, en una relación marcada por el componente emocional, afectivo, por los sentimientos, como una manera de establecer un vínculo emancipador.”7

La ternura conlleva un modo de resonancia que hace que lo que viene del otro constituya una instancia válida, legitimada por la disponibilidad a alojar, opuesta a la mirada estigmatizante y desconfiada

Ternura como concepto ético. Como nos enseña Fernando Ulloa, opuesta a la “cultura del acostumbramiento” en la que a veces quedamos atrapados como sociedad. A la crueldad hay que develarla, evidenciarla. La ternura conlleva un modo de resonancia que hace que lo que viene del otro constituya una instancia válida, legitimada por la disponibilidad a alojar, opuesta a la mirada estigmatizante y desconfiada que genera una sensación de vacío en quien ha logrado exponer su verdad. Ternura opuesta a lo siniestro, opuesta a la negación de una verdad compleja de ser narrada, quizás nunca revelada y, aun así, a flor de piel. Para que esa verdad pueda ser dicha es indispensable que el que escucha pueda hacerlo desde un posicionamiento ético que, en primer lugar, aloje a quien ha padecido el abuso ayudándolo en este movimiento a reposicionarse como sujeto. Este reposicionamiento del sujeto padeciente no es posible sin la ternura en tanto concepto político, en tanto ética del reconocimiento.

El concepto mismo de niño/a se redefine pensado desde la ternura. Este sujeto social y político, con derecho a ser oído y a que sus opiniones sean tenidas en cuenta en todos los asuntos que le conciernen, que tiene derecho a hacer valer su interés superior:

“…que transcurre sus días curiosx, ansiosx por conocer, inquietx, preguntando, que siente urgente jugar, que necesita el encuentro con pares tanto para disfrutar y subjetivarse como para amortiguar la incomprensión que gran parte del mundo adulto tiene sobre sus necesidades, y que, como escribiera Gabriela Mistral, no tiene espera: ‘está haciendo ahora mismo sus huesos, criando su sangre y ensayando sus sentidos, a él no se le puede responder: mañana. Él se llama ahora’.”8

Tampoco se le puede decir: “Tal vez -dice el centinela- pero no por ahora”, ni: “No se puede hacer nada, cuando son pobres es así”, no se le puede decir que “de esas cosas no se habla” ni pedirle “cristiana resignación”.

La objetalización de la que son víctimas los niños y niñas que sufren abusos inhibe capacidades elementales como son las de la confianza y el despliegue de la omnipotencia y de la agresividad

Una niña, un niño, para adquirir autonomía, para poder experienciarse como alteridad y desplegar la creatividad necesaria para subsistir, debe disponer de un ambiente que le facilite las herramientas para reafirmarse en su propio self.9 Cuando no es posible esa interacción del self del niño/a con el otro para poder ese niño/a ser reconocido como tal, esa experiencia se vuelve reactiva hacia el propio niño/a y su espacio mental, su vitalidad decae. La objetalización de la que son víctimas los niños y niñas que sufren abusos inhibe capacidades elementales como son las de la confianza y el despliegue de la omnipotencia y de la agresividad.10 La crueldad en las escenas de abuso y de violencia se despliega como ataque al reconocimiento de la alteridad del otro.

Cuando se habla de ternura, Ulloa señala que, lejos de referirse a lo “blando del amor” connota más bien el escenario en el que el sujeto adquiere su condición ética. Para no claudicar ante la crueldad, el escenario de la ternura promueve el reconocimiento del otro como distinto y ajeno y la empatía como garante de su autonomía. Ternura que nos da permiso para jugar, para celebrar lo que la vida tenga para celebrar. Ternura como sinónimo de buen trato.

“Un buen trato del que derivan todos los “tratamientos” que el sujeto recibe a lo largo de la vida, en relación a la salud, la educación, el trabajo, de hecho, al amor. También de buen trato proviene ‘contrato social’.”11

Reconocer al otro, escucharlo en su singularidad, establecer con él lazos afectivos que permitan reconstruir lo dañado en los vínculos, relanzar la apuesta hacia lugares más saludables que puedan ser nuevamente habitados, habilitarse a habilitar, legitimar a otro alojando lo que ha sido desalojado, destituido y degradado por la violencia. De eso se trata, en definitiva, la ética del reconocimiento.

El reconocimiento de la alteridad en la clínica del abuso se hace posible también gracias al trabajo vincular entre pares, con lazos de paridad entre colegas que puedan armar red

El reconocimiento de la alteridad en la clínica del abuso se hace posible también gracias al trabajo vincular entre pares, con lazos de paridad entre colegas que puedan armar red. El sostén de lo colectivo como resistencia es mucho más que la suma de los conocimientos de cada profesional que interviene en la situación. Así como consideramos siempre la inclusión de lo fraterno (cuando esto es posible) como uno de los vínculos privilegiados para con los niños y niñas que han padecido abusos, así también pensamos el trabajo entre pares a la hora de abordar las intervenciones. Los pares son quienes sostienen y arman trama. Es con ellos con quienes podemos cartografiar lo inexistente pero potencialmente posible para avanzar en estos procesos. Favorecer la escucha común es lo que nos permite, en el trabajo conjunto, contrarrestar, desde la ternura y el reconocimiento del otro como conceptos éticos, los que podrían ser destinos inexorables ante la impunidad que se nos impone.

Sobre las luciérnagas

Y, ante todo,
¿Han desaparecido verdaderamente las luciérnagas?
 ¿Han desaparecido todas?
¿Emiten aún -pero ¿dónde?- sus maravillosas señales intermitentes?
Didi-Huberman, Supervivencia de las luciérnagas

Mucho se ha dicho y se dice sobre lo desesperanzador que es trabajar en relación a la temática del abuso. A pesar de algunas perspectivas desilusionadas que repiten “nada se puede hacer”, sostenemos que (si es que somos capaces de mirar en lo más profundo de la noche) es necesario captar algún resplandor al que aferrarse.

Luciérnagas con la fragilidad de su luz intermitente. Luz que puede desaparecer fácilmente. Su desaparición implica fracaso y desesperación. Didi-Huberman propone comparar las luciérnagas con nuestro “malestar en la cultura”. Señala que, a pesar de que una parte de la sociedad está convencida de que las luciérnagas han desaparecido en la noche, lo que ha sucedido en verdad es que ellas, con su lucecita incandescente, han dejado de ser percibidas por la “cegadora claridad de los feroces reflectores”.12

Quedarse mirando siempre desde el mismo lugar nos hace perder hasta el vestigio tenue y sutil que deja la luz, la estela que queda aún visible en la oscuridad luego de que ésta se ha ido. En el silencio de la noche, si se agudizan los sentidos, se comienzan a percibir sonidos: señales, indicios, intermitencias, resplandores, luminiscencia sutil que se nutre de otras energías para emitir luz. Hacer aparecer las luciérnagas en la problemática que nos convoca, implica un quehacer colectivo, sin duda. Y coraje y poesía: “fracturar el lenguaje, quebrar las apariencias, desunir la unidad del tiempo.”13

La pregunta surge siempre, ante cada nueva situación que nos convoca: ¿Nada más se puede hacer?

Se trata quizás de un trabajo de resistencia y en resistencia. Mirar más allá de lo evidente, en los intersticios, en los otros posibles, observar los resplandores para lograr trabajar con pibas y pibes que, entre la fulgurante luz de los reflectores y la oscura noche, ni vencedores ni vencidos, puedan ser escuchados, legitimada su voz y su palabra, su potencia vital. También su derecho a la memoria, al recuerdo y al olvido.

Andrea V. Quaranta
Abogada - T. en minoridad y familia
avquaranta [at] gmail.com

Nadina M. Goldwaser
Psicoanalista (UBA)
nadinagold [at] gmail.com

Notas

1. Untoiglich, G. (2015), “¿Cuántos abusos caben en un abuso?” en Graciela González (comp.), La palabra de los niños. Silencio y banalidad en la escucha de niños abusados sexualmente, Buenos Aires, Molon Labe, pp.73-83.

2. Rodríguez, J., op. cit., p.109.

3. Bleichmar, S., La construcción del sujeto ético. Parte II, Buenos Aires, Paidós, 2016, p.327.

4. Lapoujade, D., Las existencias menores, Buenos Aires, Cactus, p.84

5. Volnovich, J. C., Ir de putas. Reflexiones acerca de los clientes de la prostitución, Buenos Aires, Topía, 2da.ed., 2010, p.109.

6. “La Pedagogía de la Ternura surgió en un contexto de guerra interna en Perú. Un grupo de maestros buscaba respuesta a la violencia e indiferencia que afectaban sus vidas y la de sus estudiantes. Es un enfoque con una vista respetuosa e integral de la infancia, tomando en cuenta no solo la cognición de los estudiantes, sino también sus experiencias diarias, sus emociones y relaciones interpersonales. La idea fue y es desarrollada por colaboradores del Manthoc e IFEJANT, dos organizaciones que apoyan a niños trabajadores en la defensa de sus derechos. Tiene antecedentes y movimientos hermanos en otros países con experiencias semejantes”. Tomado del reportaje “La Pedagogía de la Ternura. Una lucha por la dignidad y la vida desde la acción educativa” al gran referente de esta pedagogía, Alejandro Cussiánovich.

7. Cussiánovich, A. y Schmalenbach, C., “La Pedagogía de la Ternura. Una lucha por la dignidad y la vida desde la acción educativa” Diálogos 16, Universidad Don Bosco, año 9, Nº16, julio-diciembre de 2015, p. 63-76.

8. Magistris y Morales (comp.), Educar hasta la ternura siempre. Del adultocentrismo al protagonismo de las niñeces, Buenos Aires, Chirimbote, 2021, p. 64.

9. En el sentido en que Winnicott plantea la experiencia de continuidad del ser y el adquirir a su propio ritmo una realidad psíquica y un esquema corporal personales.

10. Winnicott hace un giro conceptual al referirse a estas capacidades como constitutivas y saludables para el desarrollo del niño/a y para la apertura hacia la alteridad.

11. Ulloa, F., Seminario internacional La escuela media hoy. Desafíos, debates, perspectivas, 5 al 8 de abril de 2005 en Huerta Grande, Córdoba. Panel: “Brecha social, diversidad cultural y escuela”

12. Huberman, G.D., Supervivencia de las luciérnagas, Madrid, Abada, 2012, p. 22.

13. Huberman, G.D., Ibid., p. 53.

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Articulo publicado en
Agosto / 2022

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