La vida, social y política, forma parte de nuestra vida. Nos implica, nos atraviesa y en estos tiempos nos provoca sufrimiento.
Si tenemos y promovemos el consenso social, la explosión justa y el respeto por la herencia cultural y la igualdad de derechos, estamos exentos de ser atravesades por tensiones de intensidad diversas que se van visibilizando en el mundo.
Algunas nos dan la fuerza necesaria para levantar la voz y ponernos de pie. Otras nos llenan de angustia, dolor y rabia o nos paralizan ante tanta violencia e injusticia en el mundo del revés.
Espesor corporal es espacio escénico de una dramática subjetiva e intersubjetiva, social, vincular y política
Me encuentro en esta etapa trabajando sobre la percepción de las tensiones dentro del espesor corporal, en la idea de darnos cuenta.
Decir espesor corporal orienta el pensamiento y la experiencia de un cierto modo. No es lo mismo que decir Espacio corporal constituido por el lugar que ocupamos en el mundo con nuestra anatomía.
Espacio corporal habitado deviene en Espesor corporal.
Espacio corporal de la anatomía, es espacio del organismo. Espesor corporal es espacio escénico de una dramática subjetiva e intersubjetiva, social, vincular y política.
Espesor corporal es lugar poético que se despliega y configura en el gesto, la postura, la actitud, el movimiento, la temporalidad, la tensión; habilitando el cuerpo y desplegando universos poéticos diversos y singulares.
Aprender a observarnos. Ser testigos. Sin intervenir, ni juzgar. Saber del cuerpo tal cual está siendo. Hacerlo consciente. Hacerlo presente. Sorprendernos a nosotres mismes en la vida cotidiana con autopercepciones breves, súbitas. Sabernos en el estar ahí, ahora.
Jugar con distintas tensiones dentro del espesor corporal, jugando con la lucha y la entrega a la fuerza de gravedad. Explorando, ejerciendo la libertad por el camino lúdico sensible y creativo, ya sea en la inmensidad del silencio como en la seducción del universo sonoro.
Desde la expresión corporal propongo de este modo devenir de unas danzas que suceden en el espacio corporal - espesor corporal, entendido como espacio expresivo y poético por excelencia.
Insisto, danzamos en el cuerpo, no con él.
El tránsito que propongo es tomar el camino de la consciencia para llegar al estado de presencia en el aquí y ahora.
Las tensiones musculares dan cuenta de diversas formas singulares de luchar contra la fuerza de gravedad que nos atrae a la tierra. Todo el tiempo acomodamos nuestro cuerpo jugando con diversas tensiones. De la mayoría no tenemos consciencia hasta que las desviaciones y el acortamiento excesivo y continuo de los músculos nos provocan dolor.
La experiencia del cuerpo es una experiencia muda.
Anterior en su origen de la palabra; no tiene palabra.
La experiencia del cuerpo es silenciosa, nos permite escuchar.
Es cierto que el cuerpo expresa, dice, al manifestarse las emociones y las imágenes en la energía, el gesto, el movimiento y la quietud, la postura, la actitud, creando una arquitectura de tensiones musculares que expresan un modo de ser y estar en el mundo, siempre dinámico, siempre en movimiento. Modo de ser encarnado en nuestra corporeidad.
Volvernos seres más sensoriales nos conecta con lo silenciado. Nos lleva a otra dimensión de la experiencia y por lo tanto de la existencia.
Nos saca del parloteo mental, de la lógica del lenguaje y el orden racional hegemónico y nos introduce en una dimensión silenciosa y activa a la vez.
No nos dormimos, nos despertamos.
El tono es el grado de tensión del músculo.
Da cuenta de la energía vital que lucha permanentemente contra la fuerza de gravedad que nos atrae a tierra.
El tono se vincula con la emoción, la imaginación y el psiquismo y es por lo tanto el material con el que se construye el aspecto expresivo del movimiento, el gesto, la postura, la actitud. Además el dialogo tónico es nuestro primer modo de encuentro con el entorno, con un otro fundante de nuestro devenir humanes. El tono es la expresión primaria de nuestras emociones.
Vivimos inmersos en universos de tensiones, internas o externas, pero siempre en diálogo permanente.
Danzamos en el cuerpo, no con él
El mundo social, vincular, político en que vivimos nos atraviesa con sus tensiones.
Algunas son agradables, amables, nos producen placer y son bienvenidas. Pero otras provocan sensaciones violentas, desagradables, displacenteras, que provocan emociones también diversas.
No hay experiencias emocionales que no tengan sus expresiones somático-tónicas. La emoción es corporal, se reconoce en su diversidad por un conjunto de sensaciones corporales antes que podamos ponerle palabra. Vivimos nuestras vidas en un flujo de emociones diversas. Nuestra mente inquieta nos lleva del pasado al futuro provocando emociones y sentimientos. Rara vez estamos ubicades en el presente de nuestro cuerpo en el mundo. Por eso no nos damos cuenta que vamos anidando tensiones en el espesor de nuestro cuerpo. Tensiones que forman el material con el que se construyen nuestros bloqueos.
A modo de defensa precaria, nuestro cuerpo crea corazas, hechas de tensiones, de energías acumuladas, que generan insensibilidad y que nos protege de esas sensaciones y emociones que nos resultan desagradables o dolorosas. A su manera esta especie de caparazón construida de tensiones que nos vuelven rígidos, sin embargo, nos protege.
Pero al mismo tiempo que ese endurecimiento tónico nos deja experimentar sensaciones y emociones dolorosas disminuyendo la sensibilidad, también impide la recepción de sensaciones placenteras, agradables, provenientes de una experiencia amable con el mundo.
Esa misma coraza que nos protege de experiencias desagradables, también nos vuelve más insensibles a las experiencias placenteras
El cuerpo es el que vive la experiencia de ser en el mundo. Vive emociones, sentimientos, pensamientos... Se defiende de lo desagradable con tensiones que, de reiterarse, se convierten en verdaderas corazas que, en cierto modo, nos protegen de lo que nos hace sentir mal, nos angustia o da miedo. Pero esa misma coraza que nos protege de experiencias desagradables, también nos vuelve más insensibles a las experiencias placenteras.
Donde hay exceso de tensión hay disminución de la sensibilidad. Y nuestras defensas corporales están hechas de tensiones.
El organismo es el que reacciona químicamente respondiendo con pautas que provienen de la memoria genética de la filogenia propia de la especie. Todo un mundo electroquímico se pone en marcha en nuestro organismo ante cada situación que vivimos como seres situados en el mundo. Ante lo que podemos vivir como amenazante, nuestro cerebro activa ciertas zonas que nos preparan para enfrentar como podemos la situación. Un flujo hormonal prepara ese cuerpo para enfrentar lo desagradable.
El cuerpo deja de estar blando y disponible.
Las emociones asociadas seguramente nos relacionen con un pasado donde experimentamos sensaciones similares y nos vamos pensando dolientes sin darnos cuenta.
Cuerpo y organismo conforman una unidad palpitante, interactuante; entramando energías danzantes y expresando nuestro ser en el mundo.
La única manera de estar en el “aquí y ahora” es estar presentes en el espesor corporal, habitando nuestro cuerpo, registrando las sensaciones de ser y estar vives en el instante.
El cuerpo es poético. El organismo no lo es. Podría decirse que el espesor corporal remite a la idea de “cuerpos sin órganos”
Experimentar las sensaciones de ser nuestro cuerpo ahora. Ubicar la atención “dentro” de nuestro cuerpo nos lleva a un estado que inicia su camino en formas intermitentes. Hay que crearse esos momentos intermitentes en la vida cotidiana. Y cambia... todo cambia
Habitar el espacio corporal implica ubicarse dentro del cuerpo situado en el mundo. Moverse desde dentro del espesor corporal, generando diversas tensiones, produciendo movimiento con una actitud exploratoria y lúdica, nos permite estar presentes en la creación espontánea de nuestras danzas en las que se configuran al azar, en un despliegue poético, sin premeditación, gestos, posturas, actitudes, movimientos, temporalidades... fragmentos de configuraciones efímeras, sin sentido, sin racionalidad. Desplegando lógicas poéticas.
Así el espacio corporal deviene en espacio escénico donde se juega y despliega en el devenir de lo espontaneo, una dramática inconsciente. Hay danzas que danzan en un texto previo. Hay otras que bailan la vida imaginaria. Danzando en el cuerpo. No con él.
Es en el espesor corporal donde danzo.
El cuerpo es poético. El organismo no lo es. Podría decirse que el espesor corporal remite a la idea de “cuerpos sin órganos”.
La exploración curiosa del movimiento sensible consciente, de la postura, de las tensiones, de la materia dramática con que se configuran el gesto y la actitud nos dan presencia, no dominio no control. Una búsqueda errática, lúdica; libre ya de prácticas mecanicistas que imprimen en los cuerpos la disciplina, la obediencia, la imitación de un modelo dado por otro, al que se automatiza por repetición matematizada y en las que la experiencia valorada es la del sufrimiento y el dolor para adquirir ciertas destrezas virtuosas y exactas.
Buscamos empoderarnos en la experiencia de ser cuerpos. Desobedientes del disciplinamiento de un orden racionalizador que domestica para tener un lugar dentro de un orden, que se manifiesta a viva voz, como un orden viejo, en caída, al que ya no queremos pertenecer.
Raquel Guido
Licenciada en composición coreográfica en Expresión Corporal
Docente Universitaria (UNA/UBA)
queliguido [at] gmail.com
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