Del tiempo sabemos algunas cosas: que se mide, se empaqueta, se vende, se cobra, se pierde o se remata en una subasta de criogenia. Ayer, el tiempo es historia. Hoy, es el minuto que se pierde para llegar a no sabemos dónde.
Para Ulloa, el tiempo sucede en la recuperación de la memoria y lo que reactualiza la miseria, entre los ñaupas y los aconteceres cotidianos. Y sin dudar, afirma que la palabra y el debate crítico son el gran motor de salida.
1- Los tiempos de ñaupa
P:¿Cómo conceptualiza la noción de “tiempo”, en una época dónde se vive a contrareloj?
ULLOA: Próximo a cumplir 84 años, mis tiempos son un poco distintos a los de los demás, promueve la exclamación “¡Cómo corre el tiempo!”. Yo pienso en los tiempos de ñaupa, por dos razones: una es en que ya hay más de un siglo de Freud y otra, en que este año se van a cumplir los 50 años de la “Experiencia Rosario” de Pichon Riviére, que tomó el valor de un prólogo para muchos de los que participamos, en cuanto a una inclinación por llevar la práctica clínica del psicoanálisis al campo social. Fue una convocatoria muy amplia que iban formando grupos según destinos, donde coincidían personas de todas las clases sociales: alumnos universitarios, amas de casa, trabajadores del puerto, boxeadores, prostitutas…
Pero mirá vos si será ñaupa la cosa, que yo me identifico con un modelo del siglo VI a. C., el de los sabios prefilosóficos, de los cuales el primero fue Tales de Mileto. Y me identifico con ellos porque tenían dos características: primero, se interesaban por la cosa social, por las cosas de su comunidad, y yo también me intereso por llevar el psicoanálisis al campo social. Segundo, todos eran hábiles artesanos para aliviar los trabajos cotidianos, y ese es el analista que trabaja en el campo social, como es mi caso que trabajo en condiciones adversas, en equipos asistenciales y en equipos docentes, y digo condiciones adversas por la miseria o bien por la miseria y su marginación o por la manicomializacion y su marginación.
Pero hay un segundo ñaupa, que es mucho más chico, que tiene que ver con la vida del sujeto. En el campo convencional freudiano, lo legítimo es trabajar desde la intención de la asociación libre y la intención de la atención libremente flotante, dos libertades para la captura de la neurosis de transferencia. Pero en el campo público, se trata de la numerosidad social: cuando vos a ese dueto bicorporal analista-analizante y tripersonal por la constitución social que nos habita, le agregás un sujeto de cuerpo presente para otro sujeto de cuerpo presente, ahí se va haciendo la idea de numerosidad. En esa numerosidad ya no es la neurosis de transferencia; no es que no exista, pero cuando uno es convocado no es demandado como analista en su mental interpretativo: lo que prevalece es la transferencia ínter tópica, y es precisamente por los tiempos del ñaupa, por los tiempos antiguos, porque lo central en un análisis siempre remite a los primeros tiempos.
P: ¿Y en un grupo como rige la numerosidad social?
ULLOA: Yo trabajo con equipos asistenciales acotados, en el marco de la interdisciplina. Y defino a la “numerosidad social” como el campo donde cuentan tantos sujetos como sujetos cuentan. El primer “cuentan” alude a la mirada de reciprocidad que va haciendo al sujeto social, es un elemento central. Pero del discurso del segundo “cuentan”, del discurso singular del sujeto, ahí se reafirma mucho más el sujeto singular, entonces convive en cada uno de nosotros la condición de sujeto social y sujeto singular. Si yo trabajo con un equipo asistencial o docente y pongo como eje mi condición de analista promoviendo un debate critico, donde la gente se escuche y se mire en reciprocidad, ahí, empieza a ser un dispositivo elemental de esa numerosidad, acotada claro por el número, pero dispositivo esencial para la práctica clínica psicoanalítica.
2- La recuperación de la memoria
P: Usted menciona experiencias grupales, el encuentro con el otro, la numerosidad social, pero ¿cómo pensar el encuentro hoy, donde el “cara a cara” es cada vez más difícil?
ULLOA: Cuando yo trabajo en un campo social estoy pensando en un dispositivo en el que sea posible la mirada y la palabra en reciprocidad. Es el dispositivo sine qua non para que funcione. Incluso me pasa cuando doy una charla en la que transmito psicoanálisis.
Me pasó en el último Congreso Lacanoamericano, en Tucumán, hace cuatro o cinco años. Yo llevaba un tema acerca de la sublimación y entonces empecé a decir: “¿Ustedes qué quieren? ¿Escuchar cosas viejas que terminé hace un tiempo o quieren escuchar las últimas novedades sobre la sublimación que las fui haciendo en la medida en que fui escuchando muchos trabajos?”. Y en consecuencia, armé otro trabajo. Yo veía que mucha gente se entusiasmaba con eso porque se le ocurrían muchas cosas, y eso es por efecto de la escucha, como puede ser por efecto de la lectura de un libro.
La ocurrencia es la recuperación de la memoria. Si hay algo que te tocó de lo que dijo el otro, tiene efecto de interpretación. Desde la sofisticación de un diván puede ser “me acabo de dar cuenta que siempre supe lo que acabo de saber”, pero ahí, en el debate, vos ves que la gente recupera algo, dice “cómo no se me ocurrió antes”. Yo trato como analista de que la gente recupere su propia inventiva, cosas que tiene reprimidas y que generan maneras de ser, casi como rasgos caracterológicos.
Sin embargo, Freud también habla de las primigenias experiencias psíquicas y que son las que generan maneras de ser, te tocan el alma: no aparece el recuerdo, te ponen triste o alegre.
En la recuperación de la memoria, empieza a funcionar la temporalidad consciente donde el tiempo fluye como fluye el pensamiento. Pero en el toque del ánimo, uno empieza a tomar conciencia de eso y empieza a funcionar de manera mucho más precaria esa temporalidad consciente.
En una institución, en un equipo asistencial, estas cosas, que pasan en la numerosidad social en general y en tanto dispositivo, pasan a la temporalidad consciente, empiezan a envejecer, desaparecen y son las legítimas curas de la transferencia inter tópica: algo que estaba molestando en la atemporalidad inconsciente, estaba provocando maneras de ser generando cambios en el sujeto. Yo veo como los equipos empiezan a cambiar y entonces salen de la resignación.
3- La miseria y la palabra
P: ¿Cómo es trabajar sobre la resignación, en especial cuando los equipos de asistencia llegan a la misma condición?
ULLOA: Cuando se está trabajando en condiciones muy adversas, no solamente la población esta resignada sino también los equipos se empiezan a resignar. La resignación conduce al síndrome de padecimiento, que tiene tres síntomas muy claros: primero se pierde coraje, segundo se pierde lucidez, porque funciona el mecanismo de renegación por las condiciones adversas e inexorablemente se atiene a las consecuencias, y la tercera cosa que se ve no tanto en los equipos pero sí en la población a tratar, sobre todo cuando la indigencia es una chance que amenaza y se vive, es que elige solamente movimientos reflejos para sobrevivir. Pero no elige ser piquetero y cortar una ruta o salir a la protesta, la queja nunca se recibe de protesta.
Los equipos asistenciales o docentes con los que trabajo, son verdaderos expertos en condiciones adversas. Y esta situación es bastante importante para poder transformar a una sociedad, poder organizarla. Ser clínico en condiciones adversas significa tomar medidas acertadas, es decir, consensuadas en lo posible y tener un amplio espectro de duda, porque cada tanto, lo que pareció una medida acertada resultó un grosero error. Yo trabajo generalmente sobre estos errores.
Todas estas cosas que yo estoy hablando del tiempo del Ñaupa, estas ocurrencias, aparecen en la recuperación de una memoria, que Freud llama la memoria perelaborativa y también estos toques del ánimo son la recuperación de algo que no fue memorable pero que tuvo inscripción en el aparato psíquico y que generan maneras de ser.
P: ¿Qué obstáculos considera entonces para el desarrollo de sujetos que deben enfrentar día a día la inequidad de una sociedad que los excluye?
ULLOA: Yo estoy trabajando sobre la posibilidad de producir ahí salud mental, que cada grupo tenga su propia política. John Berger dice, en un libro que se llama Cada vez que decimos adiós, que la pobreza no es un problema de escasez sino de distribución perversa de los beneficios. Yo estoy hablando de una situación en donde hay un porcentual de la población que va a estar excluida, y sobre la que yo trabajo.
La pobreza es una situación que contagia el empobrecimiento del pensamiento. Un analista que trabaje en el campo social, tiene que poder coordinar un debate crítico, insisto en esto: no hay condición de pensamiento crítico con vocación de futuro si no hay procederes críticos.
P: Pero lo que abunda no es justamente el debate o la discusión, el lenguaje en sí mismo está devaluado. ¿Cómo se hace entonces para introducir la palabra, para que el otro tome la palabra en grupos donde tiene todo para perder?
ULLOA: Valorando la palabra. Y ahí la respuesta es como hacés para instalar el debate critico y elegir un analizador suficientemente convocante como para concitar la opinión e intereses de ese grupo, y lo suficientemente acotado para que ese debate no sea un debate cósmico, es decir no de cualquier cosa sino de lo que hoy está dándose. Es la disidencia lo que realmente enriquece: cuanto más restablece la intimidad, más se enriquece el debate crítico.
Una palabra que yo introduzco, sobre todo trabajando en instituciones psiquiátricas, no es tanto el preguntarse el por qué genético de un síntoma, de un delirio por ejemplo, sino el para qué prospectivo de ese síntoma, el futuro.
Yo recuerdo que hace muchos años, Marilú Marini, una actriz amiga dijo una frase muy interesante: “Como dice Cioran, la esperanza es el estado natural del delirio” y yo dije entonces que si la esperanza es el estado natural del delirio, en situaciones límites como puede ser la de un paciente en estado terminal, por ejemplo, el delirio es el estado heroico de la esperanza. Entonces, este es el ejemplo del para qué de un síntoma.
Yo advierto que son las personas menos formadas, las que tienen menos teoría, las que más beneficio encuentran de preguntarse el para qué de un síntoma, la perspectiva de un síntoma. Ahí te das cuenta que la palabra se valoriza, porque tiene un para qué. Además un analista, que trabaja con la palabra, lo primero que tiene que hacer es enriquecer esa palabra.
P: ¿Cómo operar entonces desde este modelo de producción sobre la violencia cotidiana?
ULLOA: La Salud Mental a la que yo aspiro es una producción cultural primero, es una variable política y es un contrapoder. Yo me baso en una vieja lectura de Nietzsche, que dice que el hombre no busca la felicidad, busca el poder y tiene poder aquel que logra vencer los obstáculos personales que le impiden quererse. El que lo logra, tiene un poder que no es sorpresivo ni para sí ni para el otro. Poder que dialoga, que se va haciendo comunitario.
Aristóteles, muchísimos siglos antes, dice que la felicidad es el despliegue de todo el potencial del alma (hoy diríamos de un sujeto) sin obstáculos personales. Los dos emplean la palabra “obstáculos personales”, uno para el poder y otro para la felicidad.
El psicoanálisis tiene una resistencia auto inmune a desanimar la crueldad a pesar de que es un dispositivo totalmente idóneo para hacerlo. Precisamente, yo trabajo sobre la crueldad, sobre los derechos humanos.
El que logra vencer la propia disposición universal a la crueldad tiene tanto poder como felicidad para el desarrollo de todas las potencialidades del sujeto.
Yo empecé a trabajar con la crueldad, con Abuelas de Plaza de Mayo en los juicios de apropiación y tenía que contestar una pregunta en el expediente y era qué le pasaba a un chico cuando su madre es secuestrada y torturada físicamente, una madre embarazada torturada, es un chico torturado. Una madre mantenida con vida hasta el momento del parto y luego muerta en la sala de partos. Ahí empecé a trabajar con la crueldad. Hay varias categorías sobre la crueldad, el torturador es un vero cruel por ejemplo. Pero hay una categoría que es la vera crueldad del sobreviviente de la miseria, porque un sujeto puede asistir a su propia muerte matando. En una época, hace ya tres o cuatro años, cuando herían a una persona en un acto delictivo, herido de gravedad, él decía en una especie de consigna: “No llamen a la ambulancia, quiero morir en la calle” y ahí, ante la muerte, tenía su propia ética. Entonces yo decía un oximoron, un determinismo: que la ética del sobreviviente de la miseria es la violencia.
Laura Ormando
Psicóloga
laurapsiar [at] hotmail.com