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Representación: ¿último acto?

 

En Argentina, a partir de diciembre 2001, la idea de representación política se volatilizó: los ciudadanos van ellos mismos a deliberar, mediante nuevas formas políticas - asambleas -, sumadas a las preexistentes - piquetes - , hallando también nuevos modos de protesta - cacerolazos y escraches generalizados -. Esto coexiste con las formas tradicionales que obedecen al sistema representativo. Queda así subvertida la Constitución Nacional allí donde dice que el pueblo no delibera ni gobierna sino a traves de sus representantes. Estas prácticas políticas - con momentos más o menos activos - siguen los lineamientos de la democracia no-representativa, directa. Al decir "que se vayan todos, que no quede ni uno solo", queda explicitado el repudio a todos los representantes. Este movimiento en buena medida va contagiándose a instancias como escuelas, hospitales, instituciones de profesionales, etc., de la mano de la toma, por parte de sus obreros, de fábricas abandonadas por sus dueños, fenómeno este último que parece acelerarse/generalizarse, y que deriva en formas de autogestión. En otro lugar1 escribí que puede pensarse a la democracia como un virus que cuando se activa se apodera del cuerpo social.
Por cierto que todas estas creaciones no se dan en el vacío, sino que sobre la base de elementos históricos producen nuevas formas de lo político, nuevas determinaciones: son creaciones no explicables totalmente. Existen los antecedentes de un convulsionado año 2001, año en el cual se cumplieron 25 años del inicio de la última y más terrible dictadura militar. Su conmemoración fue absolutamente masiva, tanto como el repudio a la política económica del entonces ministro de economía - lo que produjo su recambio - , produciéndose un incremento de la lucha del Movimiento Piquetero - recordemos la solicitada impulsada por Topía en relación al intento del gobierno de criminalizar la protesta social -, el inédito voto-bronca de las últimas elecciones, que implicó un aumento del abstencionismo, voto en blanco e impugnados -, la consulta del Frente Nacional contra la Pobreza por un subsidio para desocupados - con un millonario resultado en votos -, como antecedentes inmediatos de los eventos populares de diciembre. Por lo cual estos se producen a partir de aquellos, pero inaugurando/creando algo diferenciado. Estas nuevas prácticas inauguran además una serie de interrogantes y problemáticas que me propongo desarrollar en este trabajo.
Cada forma de lo político se corresponde con concepciones filosóficas, con momentos históricos, con concepciones de la subjetividad - que involucran a partir del siglo XX al psicoanálisis -. Así, estas formas no son "inocentes".
Por lo tanto, lo primero que puede señalarse es que no se puede hablar de representación en el vacío. Es necesario historizar y analizar dicha cuestión mínimamente. Tanto a nivel psicológico, filosófico, como político.
La posición hegemónica a nivel del pensamiento considera a la representación como reproducción, semejanza, especularización sujeto/mundo.
Castoriadis va a plantear la cuestión de la representación de un modo muy diferente, ya que sus tesis sobre la imaginación radical parten de considerar a la representación como creación, partiendo inclusive de la percepción, de lo sensorial. Toma la idea de Freud del Proyecto de una psicología científica: existen fuera del aparato psíquico cantidades - ondas de sonido, de luz, sensaciones epidérmicas, cenestésicas, etc.- que se transforman en calidad al ingresar al mismo: más que de una representación se trata de una presentación/creación. Para hablar el lenguaje de la psique - representaciones, afectos, deseos - el mundo debe someterse al trabajo/metabolización de ésta. Por lo que la percepción ya es creación. Esta idea sobre la representación se basa en un postulado filosófico diferenciado del que plantea a la representación como reproducción: se trata de pensar al ser como caos, abismo, lo sin fondo. Esto quiere decir que hay una indeterminación radical en el ser de la psique, y en lo históricosocial. En lo que es dado, siempre hay un cuantum de indeterminación presente, lo que quiere decir que la creación no es algo excepcional - como veremos que se da en la posición que continúa la idea de determinación aristotélica - sino que está presente desde la percepción misma.
Un primer interrogante es si ambas concepciones de representación se van a continuar en modelos de práctica política diferenciados.
En este sentido, podemos observar diferentes postulaciones en relación a lo político: el acontecimiento, ligado al azar, por un lado - que podemos encontrar en las obras de Badiou, Deleuze, Negri en la actualidad - ; y por otro lado, la acción del imaginario social instituyente, que es pensado como productor de creación ex - nihilo, pero que no elude la historización; posición la de Castoriadis que incluye la cuestión de la elucidación crítica en la acción política - pensar sobre lo que se hace, saber sobre lo que se piensa - siendo el azar solo una de las características del ser de lo históricosocial.
Lo que podemos hallar en común es la crítica de toda teleología de la Historia (de un sentido de la misma, tanto pasado como futuro). Y esto conduce a una crítica del postulado de la existencia de una clase social llamada/empujada a cumplir las leyes inmanentes de la historia, ligadas al desarrollo de los medios de producción, y también a criticar la necesidad de un partido político cuya misión sea guiar/esclarecer la conciencia de dicha clase, para ayudarla a arribar a su destino: liderar a la humanidad en el ingreso a una sociedad socialista o comunista. Esta crítica está explicitada en la obra de Castoriadis2. Este ve en la articulación de los elementos citados el riesgo de la instauración de una nueva casta que se apropie del poder, tal como ocurriera en la URSS: de allí sus desarrollos sobre las sociedades burocráticas. El Partido está al servicio de la toma del poder para que se efectivice lo que ya está determinado históricamente; esto lleva a la burocracia - una casta al servicio del respeto/cumplimiento del dogma - y finalmente al totalitarismo.

Resumiendo: hallamos por un lado una posición que toma a la representación en el sentido del pensamiento heredado - y que conduce a una necesidad de ruptura con lo representado para hallar una creación radical. Y, por el otro, en el caso de Castoriadis, una constante apelación a la historia, que es creación, no está determinada - palmo a palmo - hallándose puntos de indeterminación a partir de los cuales se producirá la creación ex - nihilo, que no es a partir de nada: es sobre y a través de los elementos existentes en un momento dado. Lo previo podrá destruirse/incluirse.

 

Metafísica de la representación política versus la democracia como actividad.

Toda la política conocida por nosotros está fundamentada en la representación/delegación, idea surgida y formalizada a partir de la Revolución Francesa, diferenciándose del modelo griego, de no - representación.
Castoriadis va a realizar un paralelo entre las democracias burguesas/representativas y la democracia tal como fue creada en la Grecia Antigua3.
Va a señalar que hay una oposición entre democracia directa y representativa. Esta última es desconocida en Grecia. En ella los cargos que les eran asignados obligatoriamente a los ciudadanos eran permanentemente revocables. Y dentro de los magistrados, los que tenían alguna especialidad eran elegidos. Los demás accedían a sus cargos por sorteo, rotación o combinación.
En los Modernos hay justificaciones empíricas relativas a la representatividad, pero no hay una tentativa de fundar racionalmente la democracia representativa. Así, se trata de una metafísica de la representación política que lo determina todo, sin estar nunca explicitada o determinada por algo. Simplemente, como es imposible la democracia directa, la misma debe ser representativa. Cabe recordar que para los griegos la elección no es un principio democrático, sino aristocrático, ya que se trata de elegir a los mejores: por eso el sorteo.
En el mundo moderno hay un abandono de la esfera pública a los "especialistas", a los políticos profesionales. Mientras que en los griegos la política no es materia de los expertos, sino dominio de la doxa, la opinión, no la episteme. En el mundo griego no hay un Estado separado de la colectividad: en el mundo moderno, el Estado lo absorbe todo.
Para Castoriadis la democracia no debe entenderse como un modelo institucional, ni siquiera como un "régimen" en el sentido tradicional del término. La democracia es la auto-institución de la colectividad por la colectividad, y es esta auto-institución como movimiento. Es actividad permanente del colectivo de destotemización de las instituciones y de creación de nuevas. Por lo que implica una actividad lúcida, lo que ya señalamos como tarea de elucidación: saber lo que se piensa, pensar sobre lo que se hace.
Pero sobre todo debemos considerar que en Castoriadis - como mencionamos - , la idea de ser está ligada a la de caos, indeterminación, opuesto a toda teleología. No hay idea de progreso, sólo hay progreso técnico a lo sumo; no hay un destino prefijado - el socialismo sucediendo al capitalismo, por ejemplo -; la economía forma parte de un campo de determinaciones pero no es la determinación última: hay surgimiento de nuevas determinaciones; esto hace a la historia como creación. La praxis política es la de crear instituciones al servicio de ayudar a la producción de autonomía4. Y la urgencia actual es la de readueñarse del espacio público, que ha sido privatizado por una casta de representantes que obedecen a los lobbies empresarios. Castoriadis reivindica la creación de instituciones que favorezcan la autonomía de sus integrantes, los mecanismos de democracia directa y una reducción del aparato estatal a instituciones administradoras, bajo el control directo de los ciudadanos.

 

Situación y acontecimiento

Quiero cotejar este modelo de pensamiento con otro, para lo cual tomaré formulaciones producidas en un texto meridianamente claro5, ligado al pensamiento del filósofo francés A. Badiou, relacionado, a su vez, con formulaciones de G. Deleuze y T. Negri.
Se propone entender a la crisis de representación no como un problema que haya que solucionar, o como un mecanismo a mejorar. El de la representación es un principio o idea que atraviesa toda la modernidad, una concepción del sujeto, una idea que hace necesaria y natural a la representación. Esto es contemporáneo de considerar al Estado como objetivo primordial de toda política. Es necesaria la invención de un nuevo pensar-hacer la política que sea irrepresentable para las concepciones actuales de la política. La representación es entendida como ontología de lo uno (reflejo/imagen), a la que hay que oponer una presentación radical que legisla sin ley. La nueva política debe prescindir de la representación, y cada acto de la misma debe paralizar el andamiaje de aquella. La lucha política sólo es posible si escapa al marco de la representación de partidos y sindicatos. Es algo que se practica en situación. A distancia del Estado, sin proponerse la toma del poder, ni la construcción de un contrapoder, y la representación (deben caer todos estos términos). Siendo que el Estado se ocupa de las partes o conjuntos sociales, en cada una hay una situación. Allí debe hacerse y darse la política, no habiendo una situación universal. En vez de un oponer al Estado una fuerza igual pero de signo contrario, se debe desarrollar la capacidad desligante de la potencia. Es potencia versus poder: es la posibilidad en el interior de una situación del advenimiento de aquello que paraliza el poder que la organiza - que la representa - y la sostiene.
Se propone desde esta perspectiva a la política a distancia del Estado, poniendo el acento en acontecimientos que escapan al poder de representación de este. Allí la potencia desligante de la política le ha puesto un límite al poder de representación y dominio del Estado. Es una realidad concreta que convoca, en su situación, a un vacío que posibilite una nueva política, sin buscar solamente un amo que la represente.
Propone así una política que no tiene en su horizonte la toma del Estado, lo que hace que la representación pierda lugar de importancia. Se trata de hacer venir a la existencia a lo nuevo, a partir de la impresentación, del vacío, al que convoca todo acontecimiento que es un exceso sobre una situación particular dada: esto permite que las voces colectivas se manifiesten. El acontecimiento se fija en la marca de un nombre y resiste a ser dominado por el poder de los saberes y recursos disponibles en esa situación, por estar en exceso radical respecto a la misma. Así, lo impresentado hace fracasar el poder de la representación.
Esto permite el ejercicio libre y creador del pensamiento, ya que lo convoca para que se pronuncie en el vacío de una situación. Abre camino para que una persona pueda devenir sujeto. Lo impresentado, al convocar al vacío y no a una sustancia plena de la situación, permite una universalización de los enunciados. Existe lo real de la política, por imposibilidad - a posteriori - de articulación con lo ya existente en la vieja situación. Lo impresentado es algo que está ahí, pero lo que le es propio queda vacío y no puede, por lo tanto, ser representado.

Entiendo que si bien hay puntos en común entre estas concepciones, hay diferencias sustanciales, y, en el límite irreconciliabilidad entre ambas.
En Castoriadis está subrayado el lugar otorgado a la historia como creación, donde interviene el azar en cierta medida, pero donde la reflexión, el pensamiento como interrogación ilimitada ocupan un lugar central. Castoriadis da el ejemplo del movimiento obrero6 - como autocreación - que surge en países con tradición de lucha contra la autoridad opresiva y a favor de regímenes políticos populares, de libertad de pensamiento y exámen. Gracias a la herencia de movimentos democráticos. Por eso es entendible - aunque no pueda explicarse punto a punto, ya que hay creación - que antes de degenerar en burocracia bolchevique o socialdemócrata, el movimiento obrero crease instituciones democráticas, algunas de las cuales dejaban atrás formas del movimiento democrático burgués y resucitaban principios de la Grecia antigua, como la rotación de los representantes en los sindicatos británicos del primer período; la importancia de las asambleas generales soberanas de todos los interesados y revocabilidad permanente de todos los representantes introducida por la Comuna de París, reanimada o redescubierta siempre que los obreros formaron órganos autónomos, como los Consejos (Hungría, 1956).
La creación debe entenderse como algo que no depende de un acontecimiento sino como la obra del accionar humano de su imaginario social instituyente, que puede ser más o menos lúcido. En Castoriadis el lugar del azar está subordinado al de creación. Un punto tal vez de encuentro, tenga que ver con que no se sostiene un hay modelo final de sociedad. En Castoriadis esto está explicitado como la búsqueda de la institución de un estado de actividad del colectivo, actividad de revisión constante de sus instituciones, de destotemización de las mismas; también hay en Castoriadis una reivindicación de cambios no globales de la sociedad, como los producidos durante el siglo XX mediante la lucha de las mujeres, los jóvenes, los homosexuales, los negros en EEUU, etc., que implicaron instituir nuevos lugares para éstos en la sociedad.
Podemos pensar en ciertos riesgos de las propuestas expresadas en el texto de Cerdeiras: el de una tensión superyoica notable - quién decide qué es lo nuevo, la nueva subjetividad política, desde qué parámetros, así como el combate permanente contra la representación, contra lo viejo - , y la parálisis a la cual esto puede conducir.
Entiendo que sus modelos de praxis son diferentes. En Castoriadis es producir autonomía desde cada institución y crear nuevas instituciones al servicio de la misma; y la idea de que el Estado no sea una instancia separada de la colectividad, y que cumpla un papel mínimo, administrador. Es decir, no hay que arrasar con lo todo lo existente sino ponerlo al servicio de la autonomía - donde sea posible - y crear más espacios autónomos. En otro nivel de diferencias, Castoriadis hace explícita una crítica radical al capitalismo, hace un llamado a su destrucción: para esto postula como primera medida la igualdad de ingresos y salarios. Piensa en un movimiento general de los ciudadanos - sin dejar de lado el lugar preponderante de la clase trabajadora - que tenga como valores centrales - no negociables - a la igualdad y la libertad; rechaza toda idea de un programa general, instalando instancias de deliberación en vistas a la modificación radical de todas las instituciones de la sociedad - las explícitas, pero también las implícitas -, sobre todo al lugar que la economía ocupa en la sociedad actual.

Termino este trabajo con algunas preguntas, con la intención de que quede abierta la interrogación acerca de estas dos posiciones en sus entrecruzamientos, divergencias y coincidencias.
¿Debemos pensar en una política de la no-representación, o en una re - redefinición de la misma, o en cambiar su lugar/función?. El rechazo a la idea de representación va de la mano del rechazo de la de organización, sobre todo en el sentido de partidos políticos. Pero ¿no hay acaso posibilidad de pensar en distintos modos de la organización, debe ser esta inexorablemente burocrática, totalitaria?. Los desarrollos de Castoriadis van en el sentido de proponer organizaciones no-burocráticas ni totalitarias, sino generadoras de autonomía, de allí el apelar constantemente a la democracia ateniense, a la democracia directa. Inclusive en Freud encontramos, en Psicología de las masas y análisis del yo distintos modos del agrupamiento y de la subjetividad que producen. Entonces, ¿es dable pensar en la coexistencia de mecanismos representativos con directos?. ¿No será necesario pensar en distintos modos de lo representativo, tomando como base lo expresado al inicio de este texto: la contraposición entre concepciones de la representación como reflejo/reproducción o como creación/presentación?. Finalmente, la cuestión del Estado merece una amplia discusión/argumentación: pareciera que se olvida que el mismo existe (al mismo tiempo que da existencia) en una sociedad que contiene a la lucha de clases en su seno, y que ha sido objeto de apoderamiento por parte de la que detenta el poder político. ¿Debe, entonces, hacerse una política a distancia del mismo, y en ese caso, se supone que se disolverá mediante qué mecanismos?; ¿o se trata de democratizar, hacer público un espacio del que se apoderó un sector de la sociedad?; ¿es cierto que el Estado tiende a desaparecer, a borrarse, o se trata de una supuesta no - ingerencia del mismo, mientras desde sus instituciones explícitas se sigue decidiendo el rumbo de la sociedad (me refiero a los poderes legislativos, ejecutivo y judicial, concretamente); ¿no será que se confunde al Estado con una fase del mismo: el llamado Estado Benefactor?. Todas estas, cuestiones decisivas para afirmar y definir cualquier praxis política.

Yago Franco
Psicoanalista
yago.franco [at] topia.com.ar

 

Notas

 

1.  "La democracia es un virus". Edición especial de Topía en internet: Argentina 2002: de la resignación a la protesta. Enero 2002. En www.topia.com.ar
2.  Cabe resaltar "Marxismo y teoría revolucionaria". En La institución imaginaria de la sociedad, Vol I, Tusquets, 1993.
3.  Castoriadis, C. "Imaginario político griego y moderno". En El avance de la insignificancia. EUDEBA, Buenos Aires, 1997.
4.  Un ejemplo de las cuales es citado al inicio de este texto, al historizar los hechos de 2001.
5.  Cerdeiras, R. Una política de la no - representación. Rev. Acontecimiento Nro 15, Buenos Aires, 1998.
6.  Castoriadis, C. "La cuestión de la historia del movimiento obrero". En La experiencia del movimiento obrero Vol. I. Cómo luchar. Tusquets, Barcelona, 1979.
 

 
Articulo publicado en
Octubre / 2002