Presentación de A la Izquierda de Freud | Topía

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Presentación de A la Izquierda de Freud

 

El domingo 3 de mayo, en el marco de la Feria del Libro de Buenos Aires, con una sala llena, Enrique Carpintero, Juan Carlos Volnovich y León Rozitchner presentaron A la izquierda de Freud de Alejandro Vainer (compilador),Enrique Guinsberg, Enrique Carpintero, Fernando Fabris, Mabel Inés Falcón, Raúl Páramo Ortega, Ángel Rodríguez Kauth, Juan Carlos Volnovich, Silvia Werthein y Vicente Zito Lema.

A continuación transcribimos las emotivas palabras de Juan Carlos Volnovich.

Con este texto abrimos una sección que incluirá los debates y polémicas sobre psicoanálisis y marxismo. En este número se incluye a continuación una crítica sobre A la izquierda de Freud realizada por Hernán Scorofitz.

 

 

Cada cual tiene su “sueño del pibe”. El mío no ha sido, como podría suponerse, estar a la izquierda de Freud. El mío es estar a la izquierda de León Rozitchner. (Lo que no es nada fácil).

Junto a la alegría que me dio Alejandro Vainer cuando me convocó para esta presentación, me asaltaron tres pensamientos.

El primero fue ese. Pensé. Me voy a sentar a la izquierda de León y lo voy a decir. Me ganó, obviamente, la lógica especular que supone lo siguiente: si me siento a la izquierda de León, ustedes me verán a su derecha. Y, si quiero que ustedes me vean a la izquierda, debería ponerme a la derecha.

Anyway ¡Gracias Alejandro! por permitirme cumplir mi sueño del pibe y poder estar en este estrado a la izquierda de León frente al público... aunque para eso haya tenido que sentarme a su derecha.

La segunda idea que me vino a la cabeza la disparó el título del libro. “A la izquierda de Freud” es tan eficaz, es tan incitante que, difícilmente, iba a poder eludir la tentación de reflexionar sobre el tema y ceñirme al texto, de manera tal que mi trabajo de esta noche va a consistir en recordar a cada instante que estoy hablando de un libro y no de la “izquierda de Freud”. Entonces, contraigo con ustedes, desde ahora, el compromiso de referirme a este volumen, a su compilador y a los autores antes que dejarme llevar por los caminos que el libro evoca. Pero dejo consignado aquí que tanto el título como la tapa con los retratos de Freud y Marx a lo Warhol, me parecen un hallazgo. Felicito a Victor Macri por el diseño.

El tercer pensamiento que me asaltó cuando fui invitado se me revela casi como el reverso del segundo. Si antes se me había hecho presente lo atractiva que era la propuesta -“A la izquierda de Freud”- ahora me encontraba sospechando que era éste un proyecto anacrónico. Pensé: una iniciativa de este tipo no se parecerá demasiado a esos encuentros deanciencombattant nostálgicos de glorias pasadas; a esas reuniones de viejos desgastados que fueron pioneros en otros tiempos y que en la actualidad se nos presentan como piezas de museo, un poco aburridos, un poco patéticos. Wilhem Reich, Vera Schmidt, Otto Fenichel, Sigfried Bernfeld, Erich Fromm, Marcuse (eludiendo por cortesía a los argentinos), no estarán demasiado superados, demasiado fuera de moda como para dedicarles un libro y, mucho más, para agruparlos y juntarlos y entrelazarlos y ponerlos a hablar con la voz de psicoanalistas, y hasta un poeta que, vaya uno a saber por qué, son todos ajenos a las instituciones psicoanalíticas oficiales.

Si antes se me había hecho presente lo atractiva que era la propuesta -“A la izquierda de Freud”- ahora me encontraba evocando el Szoborpark. Recordé haberlo visitado hace más de diez años. En Hungría, a pocos kilómetros de Budapest, en un descampado de difícil acceso, está el Szoborpark, Parque de las Estatuas, también conocido como el Museo del Totalitarismo. Allí se han reunido muchas estatuas de la época comunista que estaban en las calles o plazas de Budapest. Mientras la mayor parte de los países del Este derribaron, redujeron a cascotes las de piedra y fundieron los metales de las grandes estatuas heroicas del realismo Socialista -las de Marx, Lenin, Stalin, Engels- en Hungría las pusieron todas juntas en una especie de cementerio solitario de estatuas donde Lenin alza su rostro inflamado y su dedo señero ante un Marx altivo que se codea con un Stalin espectral y gigante, más grande que el Engels que lo acompaña.    

 

Así las cosas, decidí organizar esta presentación alrededor de tres puntos:

 

1) Panorama actual y contexto de aparición del libro

2) Reseña del libro con algunos comentarios sobre el compilador, las autoras y los autores

3) Reflexiones acerca de la “izquierda de Freud”

 

Panorama actual y contexto de aparición

 

Este libro aparece en medio del colapso capitalista y de una profunda crisis en el campo ampliado del psicoanálisis. Aparece en la Argentina, donde el psicoanálisis -los psicoanálisis, para ser más explícito- tuvieron un desarrollo inconmensurable y único. Aparece compilado, liderado, diría por un analista joven, apasionado por la herencia recibida, que no sólo atesora el haber producido junto a Enrique Carpintero Las Huellas de la Memoria -esa obra monumental acerca de la sobredeterminación histórica y social del psicoanálisis- sino que es uno de los protagonistas fundamentales de Topía, la fecunda colmena en cuya revista, digámoslo de paso, publicó un texto memorable: “La contrarreforma psiquiátrica”. 

Quiero decir: no es un dato menor que sea Alejandro Vainer el compilador y no es una casualidad ni el momento en que aparece ni la usina que lo produce. Porque este libro se inscribe como un eslabón más de la entramada cadena que Topía viene tejiendo hace más de veinte años y nos proporciona las huellas a partir de las cuales podrían arrancar los pasos futuros de un nuevo psicoanálisis.

Freud y Marx. El freudomarxismo. Como afirma por ahí, Raúl Páramo “los primeros freudomarxistas fueron el propio Freud y el propio Marx”. Por eso, este libro que, como decía, canta presente en medio del colapso capitalista y de una profunda crisis en el campo ampliado del psicoanálisis, es un libro oportuno.

La oportunidad no depende de que figuras de la talla de un Derrida o de un Castoriadis -que en otros tiempos fueron pioneros en el arte de denostar al socialismo y que durante décadas despotricaron contra el marxismo- hayan augurado a fines del siglo pasado el renacimiento de Marx. Es cierto que Derrida alzó su voz de alerta en 1993 cuando en El Fantasma de Marx afirmó que (y lo cito) "Marx es el pensador del siglo XXI" y "no hay porvenir sin Marx", augurio que hoy en día aparece confirmado a partir de la sorprendente popularidad obtenida por El Capital. Pero, me parece más bien que la oportunidad de este libro, se basa en el hecho de que el mercado capitalista mundial ha llegado a un estado tal de desarrollo que hace necesario volver a pensar la subjetividad desde la sobredeterminación histórica que el materialismo dialéctico propone. Cuando Marx reconoce la imposibilidad de un cambio revolucionario debido a la inmadurez del capitalismo de su época y en el Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política nos dice que: "ninguna formación social desaparece antes que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella", solo anticipa lo que -hoy en día- se nos presenta a la vista: las contradicciones intersistémicas (entre el capitalismo y el socialismo) que ocuparon casi todo el siglo XX han caducado para dejarle el lugar a las contradicciones intrasistémicas que testimonian el colapso del capitalismo tardío. Por primera vez en la Historia el capitalismo satisface la presuposición básica del marxismo. A saber: el capitalismo como sistema constituye un todo autónomo y maduro cuyos determinantes, tensiones y conflictos -insolubles en sus propios términos- residen en su interior. De modo tal que las teorías acerca de la construcción de subjetividad en los procesos históricos, más que oportunas han adquirido el estatus de ineludibles e inevitables.

La oportunidad del libro reside, también, en la situación actual del psicoanálisis

Sospecho, no sin fundamentos, que entre nosotros circula un psicoanálisis tan desplegado como escondido. Sospecho que entre nosotros se encuentra atrapada una inconmensurable riqueza productiva. Riqueza singular y fecunda del psicoanálisis argentino disimulado por las mil máscaras que vanamente intentan definirlo como versión mimética, ecolálica, del psicoanálisis metropolitano. Así, el psicoanálisis argentino que parece condenado a ser considerado copia diferida y deficiente de un original que está en Londres, en París, o vaya uno a saber dónde, ha dado sobradas muestras de una producción original que -este libro lo recuerda- retorna en Pichon Rivière, en Bleger, en Marie Langer, en Rozitchner. Y, yo agregaría, en la izquierda argentina de Freud que incluye la gesta de los pioneros contra la psiquiatría manicomial hegemónica en la década del 40, el Servicio de Psicopatología del Policlínico de Lanús que por primera vez incorporó la asistencia psicológica en un hospital general, la psicoterapia de grupo y el psicodrama cuando el psicoanálisis individual se postulaba como el único legítimo, el grupo Plataforma que partió en dos al psicoanálisis mundial. La izquierda argentina de Freud incluye, claro está a Enrique Carpintero que es lo mismo que decir Topía, a los equipos asistenciales de los Organismos de Derechos Humanos, a Fernando Ulloa, a Silvia Bleichmar, a Gilou García Reinoso y a tantos más.  

Entre nosotros lo "nuevo" del psicoanálisis a la izquierda de Freud ya está construido. Habita en los consultorios, en las instituciones hospitalarias, en las escuelas, en los Medios de Comunicación de Masas. No es necesario inventarlo. Lo que sí es necesario -y lo que sí sería extremadamente innovador- es que aparezca en la multiplicidad de su devenir y que esa identidad polisémica se legitime ante nuestros propios ojos y ante los ojos de los demás. Lo que sí es necesario -y A la izquierda de Freud viene a contribuir generosamente- es recuperar nuestra historia y reconocer nuestras glorias. Porque “para poder avanzar (como dice Alejandro Vainer en la introducción) es preciso el entrañable trabajo de la herencia. Heredar implica hacer el trabajo crítico para seleccionar con qué nos quedamos y qué dejamos.”

 

Reseña del libro con algunos comentarios sobre el compilador, las autoras y los autores

 

De la compilación que Alejandro Vainer llevó a cabo se desprenden varias reflexiones:

Una de ellas, y no la menos significativa, es que hay aquí reunidos autores metropolitanos (europeos) y autores argentinos.

Otro dato: la producción de los autores europeos se desplegó en la década del 20, del 30, del 40. La producción de los argentinos, del 50 en adelante. Eso quiere decir que hay una suerte de relevo, de continuidad local con los pioneros.

Además de haberle dedicado un afectuoso capítulo a Erich Fromm, Alejandro Vainer escribió la introducción. Allí aborda varias cuestiones: Justifica la recuperación del cruce entre psicoanálisis y marxismo, y la elección de los autores. Aclara el concepto de “subjetividad” y traza las líneas fundamentales que surgen a partir de Wilhem Reich y de Bleger. Dibuja un panorama que permite ubicar las constelaciones mayores que fueron diseñándose a la izquierda de Freud, dejando bien en claro que por allí no circula Lacan y que es muy difícil imaginar el paisaje a la izquierda de Lacan.

La justificación de este libro nos la da Alejandro Vainer. “¿Por qué recuperar hoy estos intentos de cruce entre psicoanálisis y marxismo?”

“Nos encontramos en tiempos posmodernos, dice Alejandro, con versiones estructuralistas y posestructuralistas del psicoanálisis y del marxismo, donde quedaron depurados ciertos elementos “negativos” tales como el colesterol malo que significan el sujeto histórico, el humanismo, la transformación social y la revolución. Parecería que somos efectos de estructuras ahistóricas que nos trascienden. La versión hegemónica y posmoderna del psicoanálisis lo ha transformado en una cosmovisión. Sostiene que, en última instancia, toda nuestra subjetividad depende de una estructura del deseo inconciente. Y a partir de allí se pueden entender los fenómenos, incluidos los sociales, tal como los desarrollos de Lacan y sus discípulos a partir de la formulación de los cuatro discursos y tomar el propio capitalismo como discurso.

Rescatar estos cruces entre psicoanálisis y marxismo nos permite rescatar la posibilidad de la lucha emancipadora, además de sostener la complejidad de nuestra subjetividad.”

Volveré, después, sobre este tema: “el psicoanálisis como cosmovisión.”

Enrique Guinsberg toma a dos autores mayores que han tenido un destino totalmente antitético: Reich, tan conocido y Bernfeld, tan ignorado. Alejandro Vainer ve en Reich al que interpela. El que hizo preguntas que aun hoy siguen siendo vigentes. Bernfeld, en cambio, se mantuvo discreto conservando un espíritu crítico, pionero en la denuncia del autoritarismo en la educación.

Junto a Angel Rodríguez Kauth, Mabel Falcón abordó a Marcuse y sola, a Vera Schmidt, la psicoanalista que logró instalar el Hogar Experimental de Niños en la naciente Unión Soviética.

Raúl Páramo de México se dedicó a Otto Fenichel el enciclopedista y cronista del psicoanálisis que murió en los Estados Unidos junto con el proyecto emancipador del psicoanálisis.

De los argentinos. Vicente Zito Lema y Fernando Fabris rescatan el aspecto subversivo de Pichon Rivière. A Enrique Carpintero le tocó el privilegio, único, de hacer la crónica de León Rozitchner, un autor en plena producción; junto a Silvia Werthein compartimos imágenes de Marie Langer, y yo escribí sobre el Bleger que conocí.

 

Reflexiones acerca de la izquierda de Freud

 

Citando a Raúl Páramo dije antes que “los primeros freudomarxistas fueron el propio Freud y el propio Marx”. También dije que volvería sobre la versión posmoderna que pretende transformar al psicoanálisis en una weltanschauung.

Freud dejó constancias suficientes de su oposición a suscribir una ética convencional y, más aún, a transformar el psicoanálisis en una cosmovisión normativa. Para eso no hace falta más que revisar sus diferencias con Putnam[1] junto al exergo freudiano que encabeza el libro: “Políticamente, no soy nada”[2]. Esa es, en realidad, la respuesta de Freud ante el interrogante de Max Eastman:

-¿Qué es usted políticamente?

-Políticamente, no soy nada

Hay un interesante libro de Gerard Pommier al respecto: Freud ¿Apolítico? Pero la supuesta neutralidad política de Freud no le impidió enviar una copia de El porqué de la guerra con la siguiente dedicatoria:

“A Benito Mussolini, con el cortés saludo de un anciano que reconoce en el soberano al héroe de la cultura.”

Sigmund Freud

Viena, 26 de Abril de 1933.[3]

El 10 de Mayo de 1933, dos semanas después que Freud enviara a Mussolini ese texto -El porqué de la guerra, el epistolario que mantuvo con Albert Einstein- se produjo el hecho que justifica el libro que hoy nos convoca. En las plazas de las grandes ciudades de la Alemania Nazi se quemaron juntos los libros de Marx y de Freud. Acompañado por desfiles de antorchas y estandartes portadas por apasionados estudiantes y profesores, ese acto -al que Gerard Haddad le dedicó un bello libro, Los Biblioclastas- puso en acto la profecía de Heinrich Heine: “Donde se empieza por quemar libros, se termina quemando personas”.

No obstante, informado en Viena por Lou Andreas-Salomé sobre la quema de sus libros, Freud le dijo a Jones: “¡Qué progreso estamos haciendo! En la Edad Media me hubieran quemado a mí; hoy en día se conforman con quemar mis libros.” No quiso saber que, poco después, también estaban dispuestos a quemarlo a él.

Freud fue, como la contundente obra de León Rozitchner confirma, un autor materialista dialéctico que, aun así, no era inmune a los prejuicios burgueses. Sencillamente no podía creer que una cultura que había producido a un Göethe, a un Kant, a un Leibnitz, fuera capaz de hacer lo que le referían sus amigos de Berlín. Recién al final le confió a George Silvester Viereck: “Mi idioma es el alemán. Mi cultura, mis logros son germanos. Me consideré intelectualmente germano hasta advertir el crecimiento del prejuicio antisemita en Alemania y en Austria. Desde ese momento, prefiero considerarme judío.”

Antes dije que A la izquierda de Freud era un libro oportuno y que su pertinencia residía en la situación actual del psicoanálisis.

Sospecho, dije, no sin fundamentos, que entre nosotros circula un psicoanálisis tan desplegado como escondido. Sospecho, dije, que entre nosotros se encuentra atrapada una inconmensurable riqueza productiva. Riqueza singular y fecunda del psicoanálisis argentino disimulado por las mil máscaras que vanamente intentan definirlo como versión mimética, ecolálica, del psicoanálisis metropolitano. Pero, con esto, lejos estoy de proponer la creación, o de suponer la existencia, de un psicoanálisis de izquierda alternativo a un psicoanálisis de derecha. No es a un psicoanálisis alternativo que convalide por oposición al psicoanálisis hegemónico al que este libro se suma. No es a la formación de un nuevo polo de poder en el disputado Mercado psicoanalítico a la que se pretende contribuir. No se trata de resucitar cadáveres para volver a competir por un lugar en el saturado universo psicoanalítico. Es al reemplazo de un psicoanálisis decadente por uno innovador y, si se quiere, "molesto", al que aspiramos. Lejos de intentar agregarle un cierto carácter heterodoxo, la intersección de Marx y Freud garantiza un psicoanálisis ortodoxo, si por ortodoxia se entiende la legitimidad, la seriedad, la rigurosidad de la teoría psicoanalítica que lo sustenta.

Seguramente nosotros, los que nos proponemos situarnos a la izquierda de Freud, no somos mejores psicoanalistas que los demás. Tampoco nadie es, sospecho, demasiado diferente a la sociedad que lo parió. El autoritarismo, la tendencia al burocratismo, la ineficiencia, la irresponsabilidad frente al sufrimiento de los demás, esos males que caracterizan a los sectores dominantes interesados en justificar y perpetuar la desigualdad y la injusticia, se reflejan también en nosotros. Los psicoanalistas que queremos el cambio -o que al menos nos negamos a ser cómplices de este régimen de oprobio- no estamos vacunados contra la ideología de la opresión. Quizás nuestra salud consista en saber que estamos enfermos, no mucho menos enfermos que el Sistema que nos hizo y que quisiéramos ayudar a deshacer. Quizás nuestra salud consista en confiar sin límite en el poder instituyente que dispara este mundo desgraciado. Nuestra salud descansa en la convicción de que la Historia no perdonará nuestra cobardía si, compartiendo el mismo interrogante sobre un mismo abismo, no logramos hermanarnos.

Antes afirmé que la hoguera que consumió juntos los libros de Freud y de Marx es la justificación perfecta del libro que hoy presentamos; terminaré entonces, diciendo que si juntos los quemaron ¿por qué no verlos arder juntos en su productividad deseante?

 

Notas

 

[1] “Sólo cuando el conocimiento del alma sea más profundo, sólo entonces llegaremos a establecer lo que es posible en el dominio de la ética... sin riesgo de hundirnos en el dominio de la educación” le dice Freud a Putnam en carta del 14 de Mayo de 1911.

[2] Respuesta de Freud ante el interrogante de Max Eastman : “¿Qué es usted políticamente?”. Para profundizar en este tema remito al Freud ¿Apolítico ? de Gerard Pommier.

[3]El Dr. Kurt Eissler, secretario del Sigmund Freud Archiv, después de larga búsqueda encontró en Roma el mencionado ejemplar que permitió corregir la versión distorsionada que dio Ernest Jones en la biografía de Freud. Freud, S. Weiss, E : Problemas de la práctica psicoanalítica, Gedisa, Barcelona, 1979, Pág. 40.

 

 
Articulo publicado en
Agosto / 2009