Isaac Asimov sostenía que la más extraña industria humana es la elaboración de robots a imagen y semejanza del hombre, estos son ya más una realidad presente que asuntos de la ciencia ficción imaginados para un futuro lejano. Uno de los nichos económicos donde se han afincado muy bien los androides, son en los servicios de salud, sector donde la demanda aumentó un setenta y dos por ciento en el año 2020.
La crisis producida por el virus y las cuarentenas han terminado de consolidar un Planeta Cyborg en el que es imposible la vida sin que todos los usuarios tengan prótesis comunicacionales adosadas al cuerpo y que vivan 24/7 en y por ellas
En el número anterior pusimos nuestra atención en el androide Sophia que recorre el mundo haciendo presentaciones y hablando con líderes mundiales como Angela Merkel, se presentó en las Naciones Unidas, conferencias organizadas por bancos, personalidades de la economía, etc. Es decir, estamos ante un marketing de negocios del más alto nivel cuyo objetivo es que los usuarios no teman, se trata de imponer y comercializar una presencia no humana, lo más humana posible, es decir “a imagen y semejanza”. Sabemos que ese encuentro hombre-androide ha sido siempre un tema complejo que va, esa ambigüedad dirá Freud, desde lo familiar a lo secreto y se ancla a lo extraño y no muy definible. El androide tiene todos estos elementos que lo convierten en una alteridad tecnológica que atrae y amenaza al sujeto por su condición de doble, de autómata servicial y al mismo tiempo temido, en la novela Máquinas como yo de Ian McEwan, un personaje expresa estas contradicciones luego de comprar al androide Adán: “Ante nosotros teníamos el último juguete, el sueño inmemorial, el triunfo del humanismo, o a su ángel de la muerte (…) Mientras la gente artificial vaya pareciéndose más a nosotros, y luego se convierta en nosotros, y luego llegue a superarnos, jamás podremos cansarnos de ella (…) La tragedia es una posibilidad, el aburrimiento no.” Este recorrido sobre los androides, la inteligencia artificial nos permitirá puntualizar el imparable avance de la inteligencia artificial y cómo detrás de ella está el interés permanente de pensar y vivir el capitalismo como una religión que sólo tiene el dinero y la propiedad como fines.
El riesgo de morir intubado, aislado en una terapia intensiva y las cuarentenas que le siguieron, terminaron de apuntalar el Planeta Cyborg, aceleró el capitalismo de plataformas que terminó de completar su dominio sobre toda la economía mundial
La crisis producida por el virus y las cuarentenas han terminado de consolidar un Planeta Cyborg en el que es imposible la vida sin que todos los usuarios tengan prótesis comunicacionales adosadas al cuerpo y que vivan 24/7 en y por ellas. El modo cyborg ya venía transformando a los usuarios, se había instalado como una prótesis, como una parte más del cuerpo del hombre y las acciones del mismo estaban permanentemente monitoreadas e incentivadas por la inteligencia artificial, no había aburrimiento, pero poco se aceptaba la parte siniestra de la hibridación. Nada podía realizarse sin un celular adosado a la mano (imprescindible), era difícil de aceptar para el usuario la permanente novedad tecnológica como una vía regia para mantener las diversas formas de sometimiento y así amortiguar la comprensión del colapso del planeta al que nos lleva aceleradamente. Los androides son una parte importante en la ilusión del progreso permanente pese al mar de muerte que nos rodea.
El riesgo de morir intubado, aislado en una terapia intensiva y las cuarentenas que le siguieron, terminaron de apuntalar el Planeta Cyborg, aceleró el capitalismo de plataformas que terminó de completar su dominio sobre toda la economía mundial. Estas condiciones obligaron a vivir en la virtualidad como única manera de estar en el mundo: cuerpos encerrados y comunicación instantánea, una enorme transformación donde el trabajo, la enseñanza, las relaciones familiares, las amorosas, todo fue devorado por las pantallas como única y exclusiva posibilidad de encuentro entre usuarios.
En el caso de la salud mental existen cada vez más programas de atención psicológica por inteligencia artificial, algunos de ellos puestos a disposición de los empleados por las propias empresas en las que trabajan
Un combo de cyborgs encerrados por las cuarentenas, la vida virtual como única posible, la consolidación de la economía de plataformas y un exponencial aumento del control social como nunca antes conocido es lo que denominamos Planeta Cyborg. Para tanto colapso faltan ilusiones y es por ello que cada vez más se insiste, desde todas las grandes empresas tecnológicas, que el año 2050 será el año hito, un punto de llegada para el sueño tecnocientífico dirigido por el capitalismo. Un modo de mirar hacia el futuro con una promesa de mejora permanente gracias al desarrollo tecnocientífico, al decir de Charly García: “es parte de la religión”. Se sufre hoy, pero el futuro será venturoso por la enorme cantidad de robots que estarán a nuestro servicio, por ello se vuelcan cada vez más recursos para producir androides en serie. El objetivo es ocupar más espacio en la medicina, la educación, la vida dentro del hogar, etc. En el caso de la salud mental existen cada vez más programas de atención psicológica por inteligencia artificial, algunos de ellos puestos a disposición de los empleados por las propias empresas en las que trabajan.
Elon Musk cuya empresa ha lanzado androides para tareas sencillas proclamando que en no mucho tiempo la humanidad se liberará del trabajo de la vida cotidiana. Los comunicados de la empresa informan que estos androides son lo más avanzado de la industria, lo ejemplifica con que ya no hará falta agacharse para buscar algo, el androide servicial que cada familia tendrá, lo hará por nosotros, como se observa un modelo que afinca en las clases altas y que está al servicio de agudizar las diferencias entre pobres y ricos. Un impactante desarrollo que es posible por la omnipresente inteligencia artificial y sus despliegues.
En el año 1996 Big Blue, una computadora desarrollada por IBM, derrotó al campeón mundial de ajedrez Gary Kasparov. Victoria que fue cuestionada con el siguiente planteo: la gran acumulación de partidas que Big Blue conservaba en su memoria le daba una considerable ventaja y era la base de su triunfo. Algo así como un entendimiento burocrático del juego.
Luego de ese match se señaló que la verdadera prueba de fuego para la inteligencia artificial era el milenario juego del Go donde la intuición y la creatividad son, según los expertos, mucho mayores que en el ajedrez. El tablero del Go por sus ramificaciones se lo suele comparar con una constelación de átomos. Quienes cuestionaban a Big Blue plantearon que el Go era la frontera que la inteligencia artificial no podría alcanzar fácilmente. No fue así.
Deep Mind, producida por Alphabet-Google, tardó diez años en desafiar al campeón mundial del Go a un match de cinco partidas por el título de campeón mundial. Enfrentó al surcoreano Lee poseedor de la corona en juego. La preparación de Deep Mind tuvo dos caminos estratégicos, en el primero los ingenieros a cargo de la computadora cargaron la inteligencia artificial de Deep Mind con treinta millones de movidas expertas. Lo que continuó muestra lo que hace a la inteligencia artificial admirable y temible: la máquina jugó, antes del match con el surcoreano, millones de partidas contra sí misma. En ellas adquirió una creatividad e intuición para el juego que Big Blue, pese a su triunfo ante Kasparov, no tenía.
Estos ejemplos demuestran que la tecnología piloteada por el capitalismo va construyendo la ilusión de una nueva edad dorada para el hombre por vía de la inteligencia artificial; en esta Edad de Oro los seres humanos tendrán compañía no humana, construida a su imagen y semejanza, a su servicio que los irá sustituyendo en las tareas y organizándoles un entorno cómodo y lleno de entretenimientos. El genio de la lámpara de Aladino acudiendo pronto para otorgar deseos se va convirtiendo en un humanoide cuya presencia es constante.
Este remake del sueño de la Edad de Oro se fundamentó en la cibernética y marcó un hito para insuflar una creencia: un nuevo destino se arma para la humanidad en tanto y en cuanto el capitalismo de plataformas amplíe sin cesar su dominio del mundo. Mirado en perspectiva, todo el proceso de creación cibernética fue construyéndose hacia un objetivo ambicioso: apoderarse de la inteligencia humana, expandirla y transformarla en algoritmos que están en dispositivos de inteligencia artificial. Este avance en múltiples direcciones trata de consolidar el gran objetivo de estas multinacionales: la conversión del humano en un ser cada vez más dependiente de las máquinas de comunicar y que vaya anulando su autonomía para decidir. Esto es, nada más y nada menos, que estas multinacionales tecnológicas tengan el poder de dirigir las acciones humanas por vía de la inteligencia artificial. Una manera de proponer una nueva Edad de Oro donde los seres humanos vivan sin preocupaciones y en el caso de ocurrir algún tropiezo, que un algoritmo lo resuelva. La ilusión de un mundo de dioses donde la ambrosía y el néctar estarán provistos por las máquinas. Una excelente manera de vivir para los ricos y una zanahoria inalcanzable para los pobres con la convicción de habitar “un mundo feliz”. Marcelo Rodríguez, en la revista Topía Nº 92 lo advierte: “Más allá de sus funciones específicamente técnicas, de las posibilidades que da su uso, de la innovación que es capaz de aportarle al mundo y de cómo lo modifica, una tecnología puede ser además símbolo de un proyecto de dominación (para algunos y, por lo tanto, de sometimiento para otros.)”
En las diversas explicaciones del origen del mundo y del hombre, producidas en diferentes culturas antiguas, siempre existió lo que se ha dado en llamar “Edad de Oro”. Por ejemplo, en el caso de los griegos la Edad de Oro fue situada por Heródoto en un tiempo anterior a los dioses olímpicos. En ella los hombres no conocían la muerte, alguna forma de maná proveía alimentos, no existía el hambre y mucho menos que el ser humano tuviera que afanarse para producir alimentos. Dadas estas condiciones, los humanos no tenían conocimiento de la maldad y de la guerra. En definitiva, la Edad de Oro es un mito idealizado sobre el pasado. Heródoto comenta que el gobierno de esta sociedad idílica estaba ejercido por los Titanes, deidades previas a los dioses del Olimpo. El gobierno de los Titanes se denominaba Titanomaquía, en el mismo no había triunfado totalmente el patriarcado dado que la junta de gobierno estaba compuesta por seis mujeres y seis hombres en pie de igualdad. Igualdad que la guerra entre los Titanes y los Dioses Olímpicos destruyó.
Desaparecida la Edad de Oro el mundo de los dioses se desplazó, fue el cielo el lugar de las proyecciones con el objetivo de dominar todo lo humano. No hay grupo humano que no haya tratado de dar cuenta de sus orígenes poniendo en el cielo una duplicación del mundo. La ilusión necesaria para que la fragilidad humana tuviera dónde sostenerse, es que la finitud traía desasosiegos en los humanos y los poderes de los dioses eran la ilusión que daba tranquilidad ante el enigma de la muerte.
Primero fue el cielo visible, luego vinieron las versiones más antropomórficas. La palabra de Dios en el relato bíblico fue: “el ser humano ha llegado a ser como uno de nosotros, pues tiene conocimiento del bien y del mal. No vaya a ser cosa que extienda su mano y también tome el fruto del árbol de la vida, lo coma y viva para siempre” (Génesis 3:22). “Laura Klein siguiendo esta cita del Génesis hace notar que había que detener al hombre antes de que pudiera comer el fruto que conducía a la inmortalidad (…), es decir el fruto de la sabiduría” (El Cuerpo Mediático). Claro que no hay sabiduría sin astucia para tener y sostenerse en el poder.
En la historia humana la lucha por el poder se inicia en el mismo momento del surgimiento del hombre. Metis llamaron los griegos a la astucia necesaria para ejercer el dominio, así lo analiza Jean Pierre Vernant en su libro Érase una vez…: “Metis, la astucia, la capacidad de anticipar lo que sucederá, de no dejarse sorprender ni vencer por nada, de jamás dejar un flanco vulnerable a un ataque inesperado. Para detentar el poder hay que estar en atención permanente.”
Retengamos que Metis tiene la capacidad de mutar, de transformarse en cualquier cosa. Esta es la razón por la que Zeus tendrá como su primera esposa a Metis. Una pareja que durará poco, las múltiples capacidades de Metis para mutar de estado le producían gran inquietud a Zeus. Para derrotarla Zeus, también él dueño de una gran astucia, le pide a la mutante Metis que se convierta en una gota de agua y acto seguido la bebe. Zeus no quería que su trono peligrara, eliminar enemigos lo hacía más y más poderoso. La relación entre Metis y Zeus es una versión más de cómo el patriarcado se fue imponiendo en la historia.
En consecuencia, la pregunta sobre la inmortalidad tiene paradigmas dominantes en cada época, cómo someter a los pueblos y al mismo tiempo ofrecer un consuelo para la finitud del hombre fue siempre el objetivo. Pero no hay manera de soslayar que sabiduría y eternidad estaban unidas. Por ejemplo, el poder de los faraones se expresaba en los monumentos funerarios, pero no hacían las pirámides solamente como tumbas. Eran las viviendas donde el muerto renacía cada noche de acuerdo al movimiento de los astros, es decir, seguía su vida de poderoso en el firmamento. El sol o la luna ponían en movimiento esa vida eterna, pero había algo más: las pirámides eran precisamente reafirmar el poder de los faraones, más allá de quién fuera el que gobernara. Esa aspiración de inmortalidad estaba sustentada en creencias y saberes. Estas construcciones, como tantas otras, estaban asentadas en los conocimientos de avanzada de la época y el trabajo de una multitud de esclavos. Ciencia y religión unidas al servicio de la continuación de orden social imperante.
El Renacimiento irradiaba un entusiasmo absoluto para que la ciencia fuese borrando a la religión, empezaba a construir una separación entre ideología y tecnología sin remarcar lo suficiente que los avances tecnológicos eran consecuencia de los poderosos intereses económicos dominantes. En esos tiempos de utopías se destaca, entre otros, Francis Bacon (1561-1626), que propuso el método inductivo para el descubrimiento de la verdad, padre del empirismo e impulsor incansable de las posibilidades del método científico. En su texto inacabado Nueva Atlántida insistió en las nuevas posibilidades que traía la tecnología. De Nueva Atlántida extraemos el siguiente párrafo: “Cavernas alejadas del sol y los rayos del cielo, y de aire libre. Las llamamos Región Inferior y las usamos para toda clase de coagulaciones, endurecimientos, refrigeraciones y conservación de cuerpos (…) para la curación de enfermedades y para prolongar la vida de algunos ermitaños que prefieren vivir allí (…) viven mucho tiempo” (…) “Experimentos para iluminarnos en lo que pueda ser trabajado en el cuerpo humano. De este modo observamos muchos efectos extraños, como la continuación de la vida, aunque diversos órganos que vosotros consideran vitales, se les hayan quitado; la vuelta a la vida de algunos que parecían muertos, y cosas por el estilo (…) también los hacemos artificialmente más grandes o altos de lo que son; (…) o, de modo contrario, empequeñecemos y suspendemos su crecimiento.” Ciencia y creencia van aquí unidas para generar una sociedad sin la muerte, o donde la misma esté disminuida para alivio de los finitos seres humanos. Con dispositivos tecnológicos, las cavernas, que no solo impedían la muerte hacían del humano un ser en permanente mutación: transformación genética, úteros artificiales, clonación de personas, etc.
Fue larga y conmovedora la historia de la humanidad para desprenderse de Dios apoyándose en la razón. Pese a ello la relación entre saber y la creencia religiosa no es algo sencillo, por ejemplo, en plena Edad Media Ramón Llull (1232-1316) construyó una máquina lógica, Ars Magna, que es, a no dudarlo, la manera más antigua de anticipar la inteligencia artificial. Una máquina con engranajes que realizaba operaciones lógicas destinadas a convencer a los infieles. Llull trataba de demostrar que el único Dios era el católico por medio de la lógica del Medioevo.
Técnica, pensamiento lógico, es decir, la ciencia de la época al servicio de la dominación. La idea de Llull era que tanto judíos como musulmanes comprendiesen que el Dios católico era el único y verdadero y que Ars Magna era el dispositivo técnico de avanzada para vencer en las disputas con judíos y musulmanes. Era al dios cristianismo a quien correspondía adorar y seguir. Claro que previamente a su Ars Magna reiteradas veces golpeó las puertas del Vaticano para insistir en la urgencia de una nueva Cruzada… a Dios rogando y con el mazo dando. Avance técnico y religión o religión apoyada desde lo técnico es la idea LLull.
Cibernética
Para Eric Sadin la inteligencia artificial es una tecno-ideología, entendemos que la misma es la expresión cabal del capitalismo envuelta en la seductora magia-religiosa que viene a resolver nuestros problemas, los cuales deben quedar en sus manos. En el Planeta Cyborg en que vivimos a partir de la pandemia Sadin en su libro La inteligencia artificial o el desafío del mundo se pregunta: “¿Cómo llegamos a esa forma de narcosis y renuncia colectivos que contribuyen a dejar el campo libre a quienes obran encarnizadamente para instaurar una condición automatizada de los asuntos humanos? Esta pregunta nos deja una tarea enorme por delante, no podemos perder de vista a la Mentis de la inteligencia artificial, de poner en cuestión a cada momento las pirámides que se construyen en su nombre.
Sostener la ilusión de que las multinacionales nos van a proveer de un mundo donde estaremos tranquilos y disfrutando, es someternos a la tecno-ideología imperante
La periodista Hetti O´Hara del diario The Guardian sostiene que: “suele ser más fácil y más barato emplear humanos para que actúen como máquinas que desarrollar máquinas que imiten la conducta humana”. Lo que la editora del periódico no incorpora en este comentario es que los usuarios cyborgs hace ya tiempo que subordinan sus pensamientos y acciones a las prótesis comunicativas. Ha pasado ya mucho tiempo desde la advertencia de Freud: “No sólo parece un cuento de hadas, es directamente el cumplimiento de todos los deseos de los cuentos -no, de la mayoría de ellos- lo que el hombre ha conseguido mediante su ciencia y su técnica sobre esta tierra dónde emergió como un animal endeble…”. Recordemos que, en los cuentos de hadas, en ese País de Nunca Jamás la muerte se suprime y cobra fuerza el deseo de la inmortalidad. Es esto de que “vivieron felices por siempre”, pero aun así ocurren cosas impredecibles como le ocurrió a Gepetto con su ilusión de vivir de su marioneta: “Pero cuando las piernas de Pinocho se le despertaron completamente, Pinocho comenzó a andar por sí solo y a correr por la estancia hasta que enfiló a la puerta de la casa, saltó a la calle y se dio a la fuga.” Sostenemos que Pinocho no ha vuelto de sus andanzas arrepentido para aprender, todo lo contrario, da saltos enormes y ya sabe cómo poner a los seres humanos a su disposición, nos hace obedecer, así el humano muta hacia la dependencia, trata de remover Pinocho, de reemplazar el pensamiento crítico necesario para cuestionar y modificar las condiciones individuales y sociales en que los usuarios viven dominados por sus prótesis. Como decía Oscar Wilde detrás de cada cosa exquisita hay algo trágico que debe ser develado para no quedar a merced de la vida de la adaptación gris y obedientes. Actuar como Gepetto es sostener la ilusión de que las multinacionales nos van a proveer de un mundo donde estaremos tranquilos y disfrutando, es someternos a la tecno-ideología imperante. Así es Gepetto si Pinocho es la mente superior que dará el cómo y el para qué vivir, el usuario será a cada paso la mente inferior de la inteligencia artificial. Gepetto: mente superior domina mente inferior, no lo olvides.
César Hazaki
Psicoanalista
cesar.hazaki [at] topia.com.ar