Esa escondida, evanescente, Argentina extraña para los ojos de quien no quiere ver, da siempre que hablar. El tema que nos ocupa es la cantidad de insomnes en un pueblo del sur argentino, de la Patagonia más precisamente. Allí se detecta una epidemia de insomnio de origen desconocido. Se trata de un pueblo aislado, distante muchos kilómetros de otros pueblos también lejanos y aislados. En fin, es sabido que en la Patagonia todo es distancia, viento y enigma.
Los aquejados del mal son varones de distintas edades. Al insomnio le agregan, los afectados, un impulso irrefrenable a salir de sus casas a altas horas de la madrugada, aun en noches de frío intenso.
Las consultas que estos pacientes hacen con psiquiatras y psicólogos parecen indicar que aceptan medicación para dormir que luego no usan, lo hacen intermitentemente o en forma incorrecta.
Los distintos especialistas de la zona hacen interconsultas entre sí, pero no logran detectar el origen del asunto. Se sabe que esta epidemia comenzó hace ya dos años y parece no disminuir, sino por el contrario, ir en aumento. Un informe de un periodista, que fue censurado en el diario regional, da en la tecla sobre el asunto. Haremos una sintesis de aspectos relevantes del mismo.
El primer Adelantado:
Nuestro pueblo tan carente, muchas veces, de novedades, se halla ante un hecho que parece no querer ver o, simplemente, lo niega o lo oculta. Hace tres años, si tres años, que nuestro pueblo tiene el orgullo, para algunos, la desgracia, para otros, de tener el primer travesti trabajando a altas horas de la noche en pleno centro. Lo que antes mirábamos como incrédula gente del interior, en la televisión, hoy está presente en nuestra ciudad.
El boom del travestismo ha llegado a nuestra ciudad. Claro que acorde con nuestras posibilidades no fuimos invadidos por ellas/ellos como lo fue la ciudad de Buenos Aires, sino por Agustina, primer Adelantado del travestismo sureño.
En horas de la madrugada una figura esbelta, de tez morena, alta, ofrece sus servicios sexuales a los que así lo desean. Este periodista en busca de la noticia relevante de nuestra ciudad, mientras esperaba a la intemperie, en horas de madrugada, se hacía las siguientes preguntas: ¿es simple ser travesti en una ciudad del sur argentino?¿cómo llegó hasta aquí?¿pertenece a nuestra ciudad o viene como un extranjero más para poblar el sur, es decir hacer patria?¿cómo resolverá sus males de amores?¿vive con su familia?
Todos sabemos que ser único en un pueblo tiene características muy especiales. Esta esbelta figura que recorre nuestro centro con una ropa provocativa, es el único travesti.
Desde el punto de vista de la competencia parece ser la situación ideal, pero tanta soledad, en este sur ventoso y frío, hace que la actividad que realiza Agustina merezca el mayor de los respetos. Establecer un mercado, soportar solo la discriminación y descalificaciones. Hay que tener lo que hay que tener para llevarla a cabo.
Los clientes: otra especie que en nuestro pueblo se la juega a cara o cruz en eso del amor travesaño. Temerosos de que los pesquen, arriesgándolo todo por el deseo de encontrarse con Agustina. Remake de una vieja saga: los clientes se ocultan, Agustina en plena noche brilla para atraerlos. Debe ser un secreto que todos conocen, en cada familia, el deseo de travesti que Juan, Marcelo, Pedro, tienen. Pero los tipos van al frente arriesgándolo todo: fama, dinero, prestigio, identidad, respeto.
Se dan complicaciones por cuestiones de precio o de diferencia entre lo pedido y lo ofrecido. Este cronista llegó a escuchar discusiones de este tenor: -Por tantos pesos vos me prometiste esto y lo otro- decía el cliente. Las replicas de Agustina no eran menos duras: -Por esa guita te doy sólo una francesa y basta, Tito. La personalización del servicio se debe a que se conocen desde hace mucho, el riesgo para el cliente es que esta noble empresaria del sexo le retire a Tito o a Carlitos, por ejemplo, su ración, su elixir de amor travesañal. Y como consecuencia Tito o Carlitos pueden entrar en síndrome de abstinencia. Peligrosísimo.
Si la demanda es mucha y hay urgencia amorosa de travesti, el cliente que no puede esperar, que sigue el dictado de sus impulsos, sale en plena noche al pueblo más cercano con servicio de travestis.
Espero sepan comprender los innumerables problemas epidemiológicos que ocurren a partir de desear al único travesti del pueblo. Por ejemplo, los clientes que descubren el gustito no pueden decirle a su madre o a su mujer que salen tan tarde a dar una vuelta o a comprar cigarrillos. ¿Qué hacen? Consultan a un especialista por problemas de insomnio, ya con la coartada van a sus casas y legalizan: -El terapeuta me dijo que cuando no pudiera dormir primero pruebe con salir a la calle a dar una vuelta-.
Es decir que mientras ellos van al encuentro del amor clandestino, el psicólogo o el psiquiatra llenan formularios de obra social con las dichosas categorías del DSM IV donde el amante se transforma en un deprimido. Muchos de ellos serán catalogados de impulsivos por las reiteradas veces que, a altas horas de la madrugada, salen con sus autos a grandes velocidades buscando otro centro poblado, en realidad buscando otro travesti. Prefieren ser declarados enfermos antes que confesar sus dignas inclinaciones sexuales. Como comprenderán el tema preocupa a las autoridades sanitarias de nuestro pueblo y por eso mismo lo censuran.
Quijote
César Hazaki