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Ocupar/habitar el banco de suplentes en el vínculo parento-filial

 
Lugares (im)posibles para la parentalidad hoy

 

Agradecemos la lectura amorosa de Lic. Sofía González

Nada ni nadie puede impedir que sufran, que las aguas avancen en el reloj, que decidan por ellos, que se equivoquen, que crezcan…”
Joan Manuel Serrat “Esos locos bajitos”

Algunas viñetas para comenzar este recorrido:

  • Su papá me contó que Gonzalo quiere dejar la carrera, y aduce que no me lo cuenta porque dice que lo voy a echar de casa. Yo entiendo que pueda estar confundido, pero mientras piensa ¿por qué no termina esto que empezó?”

  • Me preocupa Facundo, que dejó la facu, por lo menos lo hacemos levantar temprano, no sé para qué, pero se levanta. Mientras está pensando en que hacer, que quiere, me da miedo que pierda el tiempo. Viste que cuando uno hace nada, después puede agarrarte un sopor del que no salís”

  • Lo de la universidad es innegociable, estoy con mucha bronca de que no sea como tiene que ser, como lo pensé e imaginé… ¿Qué va a ser de su futuro, como se va a sostener? yo sé que todo lo que le genera esfuerzo lo deja. Le digo: “macho, tenés que estudiar”

Entre los avatares de la clínica queda de manifiesto, que el vínculo parento filial es uno de los más complejos para pensar, ya que hay todo un desarrollo teórico, conceptual y práctico que parte de la idea de un estado de inermidad inicial de cuidado absoluto hacia un sujeto que depende del otro para su subsistencia, al “éxito angustiante” que deviene de reconocer a ese otro en su alteridad y autonomía, que no depende ya de esos cuidados. Son necesarias ciertas apoyaturas para poder salir a la vida. Familia como un “tutor” que cumple la función intermediaria entre el niño y el futuro joven en que va a devenir, pensando así que ese tutor debe moverse después de cumplir su función y caer como objeto transicional.

Nos enfrentamos al desafío de pensar, junto con otros, las marcas de época, por más que los deseos parentales parezcan los mismos en cuanto a la trascendencia, y al cumplimiento narcisista del deseo propio

Para poder trabajar en la clínica con y entre los vínculos, podemos leer lo que sucede teniendo en cuenta los distintos materiales que aportan los consultantes y lo que en el encuentro con el terapeuta va gestándose. Por ejemplo, si tomamos al discurso familiar que se entrama en la escena compartida, se podrían elaborar distintas hipótesis de acuerdo a la singularidad de cada terapeuta. Se nos ocurren por lo menos tres posibles perspectivas o modos de acercamiento a lo que acontece:

  1. aquella que tiene que ver con lo biológico y el desarrollo evolutivo cumpliendo las distintas etapas vitales del desarrollo y lo que debe hacerse en cada momento,

  2. aquella relativa a la posición en el parentesco, es decir cómo se sostiene los lugares de padre/madre/hijo con las funciones para cada miembro que conforma el adentro de esa familia, con un legado familiar que recibir y transmitir,

  3. padres e hijos en el “haciendo”, produciendo un vínculo, intentando deconstruir lógicas de pensamiento, de modelos de familia naturalizados, que impiden en muchas ocasiones crear modos de relacionarse.

Este último aspecto es bastante complejo, e implica adentrarse en otros territorios, cuestionar mandatos y creencias. El sujeto necesita pensarse sobre bases de certezas con una ilusión que recubre sus vínculos, dejando poco lugar a lo imprevisible y a lo que, debido a la potencialidad vincular, va sucediendo en cada momento. No es fácil vivir en la incertidumbre, “perder el tiempo”, estar disponibles para el deseo, para los duelos, para los cambios, en una época en la que se busca a toda costa no perder nada.

Nos enfrentamos al desafío de pensar, junto con otros, las marcas de época, por más que los deseos parentales parezcan los mismos en cuanto a la trascendencia, y al cumplimiento narcisista del deseo propio. Las funciones subjetivantes son estructurantes del psiquismo más allá de quien las ejerza y de las configuraciones familiares que se armen con capacidad de alojar y ahijar y especialmente considerar al hijo como alteridad, es decir no solo diferente si no con deseos propios.

La vida familiar hoy requiere de otra actitud, el hacer familia ya no se trata del “ser”, como algo ya fijado, sino de “devenir con”, es decir, en movimiento, dinámico. La época actual destituye a los padres de un saber omnímodo y omnipotente.

Aparentemente en otras generaciones, no había tantos movimientos ni preguntas de cómo se ocupan los lugares ni cómo se amplían los territorios familiares, se era padre o madre y ya se sabía, ilusoriamente, que se esperaba de esa función. Hoy observamos el desconcierto adulto y el auge de la puericultura, escuelas para padres, formaciones en crianza respetuosa, etc. Los sostenes son precarios y las exigencias se multiplican, los hijos son mirados y evaluados desde varios espacios.

Lo de la universidad es innegociable, estoy con mucha bronca de que no sea como tiene que ser, como lo pensé e imaginé… ¿Qué va a ser de su futuro, como se va a sostener? yo sé que todo lo que le genera esfuerzo lo deja. Le digo: ‘macho, tenés que estudiar’.

La parentalidad y función de sostén tambalea, hay desorientación sin referencias claras. Los hijos a veces se sienten solos y vulnerables por la falta de claridad de los adultos, quienes se corren de su rol y no pueden mirar - bordear - procesar experiencias nuevas. Se presenta una cierta “paridad”, donde los adultos no pautan, no prohíben, fomentando la fantasía de que todo es posible, entonces niños y adolescentes terminan decidiendo sobre cuestiones que les exceden. Esto podría resultar en ciertos desamparos en la infancia y adolescencia, disfrazados con ropajes de “tiranía” hacia las figuras de autoridad, ante el exceso de permisividad. También pueden sentirse en situaciones de indiscriminación donde se borran los límites de la intimidad y los bordes derraman.

“En esa época aprendí que la puerta de mi habitación no estaba sólo para abrirse a la mañana; también podía cerrarse a la tarde, cuando el resto de la casa era un organismo vivo, para desprenderme de la Pangea familiar y reconocerme ahí adentro como un hombre en construcción hacia no sé dónde. Había atravesado la adolescencia sin grandes rebeldías, incubando el quilombo de estar vivo en silencios cada vez más largos, incapaz de conectarme con el mundo adulto sin juzgarlo y encontrando en la relación con algunos amigos las dosis mínimas de expresión sincera sobre lo que pensaba y lo que me pasaba. Santamarina, J (2023) 1

Creemos que es importante destacar algunos conceptos para pensar la dinámica vincular. Uno es el de “ocupar” (lugar de padre/madre, lugar de hijo), pensado como matriz estructural. Cada lugar estaría adscrito y prescripto y aparecería la función en estado permanente. Remite a sujetos pasivos, instalados en un lugar de certeza, cuidando un territorio, para así controlarlo, para hacer “lo que hay que hacer” a modo de un ideal.

Otro concepto es el de Habitar, aquello que se acerca a la pregunta de “qué hace hijo?”, “qué hace padre/madre?”. Este concepto requiere producción conjunta vincular. La función paterna y materna requiere de adultos capaces de donar tiempo, sentido y amor subjetivante. Se privilegia lo lúdico como potencia - potenciador. Trabaja desde la incertidumbre y debe hacer el lugar cada vez, cartografiando y extendiendo los territorios ya conocidos. También este concepto habilita a pensar en funciones subjetivantes, donde la pregunta ya no es quien las ejerce sino de qué manera lo hace. Esas funciones configuran un “entramado necesario” en el cual se constituyen los sujetos, a través del tiempo, con sus vicisitudes vinculares. Esto implica por parte de los adultos responsables funciones de sostén, corte, tolerancia a la frustración, narcisización, construcción de narrativas y bordes permeables, con reconocimiento de la alteridad entre otros. (Blumental, 2019). Funciones que implican la transmisión de una ética, una ley de cuidado y responsabilidad en relación al deseo. Y no solo una normativa a modo de prohibiciones y límites.

Al mismo tiempo asumimos que “el ocupar y el habitar no se superponen, no se excluyen, no se articulan, son movimientos que van jugando en diferido y produciendo efectos diferentes” (Kleiman, s/f)

Para ubicarse en este mapa necesitamos de más puntos referenciales que nos guíen. Nos iluminan el concepto de familiaridad, que consiste en el sentimiento y fantasía de sentirse uno, operando la semejanza e identificación como variables que hacen a la constitución familiar y al lazo subjetivante. También es de suma relevancia el concepto de crisis, sin que la misma tenga una connotación negativa puesto que implica hacerle lugar a lo singular que acontece, algo novedoso para las condiciones existentes, algo no pensado de antemano, que implique “perder el tiempo” para hospedar los cambios vitales.

La vida familiar hoy requiere de otra actitud, el hacer familia ya no se trata del ‘ser’, como algo ya fijado, sino de ‘devenir con’, es decir, en movimiento, dinámico. La época actual destituye a los padres de un saber omnímodo y omnipotente.

A diferencia de otras épocas, en las que los adultos facilitaban o promovían el cambio hacia la autonomía en sus hijos, en la actualidad observamos que algunos padres toman a los hijos al modo de un objeto transicional, es decir, no pudiendo despegarse de ellos, obstaculizando su crecimiento, como modos intrusivos de acompañar sus vivencias. Más aún, se observan, por ejemplo, padres que necesitan dormir con sus hijos, comparten actividades simétricamente, lo cual obstaculiza el pasaje hacia una mayor autonomía psíquica, que siempre será relativa.

“Desde hace varios años advierto cómo los niños pertenecientes a los sectores incluidos de la sociedad quedan cada vez más expuestos a la situación de ser innecesariamente tensionados por efecto de la confluencia de al menos dos demandas:

Uno: aquellas que alientan a los hijos a lograr la capacidad de acompañar “planes familiares” sin considerar que, lo que puede ser divertido para los adultos termina siendo agotador para los niños.

Dos: demandas orientadas a sofocar las manifestaciones infantiles cuando estas toman la forma de llantos, berrinches y gritos. En síntesis, les exigimos una capacidad de autorregulación imposible. Que acompañen, se ubiquen y que no se cansen tanto. A lo que se añade, que se expresen hablando, que no peguen y que expliquen sus sentimientos como si fueran personas grandes. Alguien que pueda comprendernos y accionar en consecuencia. El niño par es un niño que casi no necesitaría ser criado.” (Besson, M, 2023)2

Creemos que no solo en los niños aparecen demandas excesivas: los adolescentes, que apenas están intentando salir del encierro pandémico y hacer una vida por fuera de las exigencias familiares, también están al borde del colapso en relación a ser objetos de múltiples demandas y exigencias. Asimismo, asediados por el consumismo del que son objeto, como así lo son también sus padres.

La franja etaria de los jóvenes entre los 18-22 años está atravesada por el apuro de definir acerca de un futuro poco visible, con un nivel de certeza rigidizante en paralelo a una incertidumbre casi absoluta.

En palabras de algunos consultantes:

  • Cuando mi hija no hace lo que yo espero siento una tensión grande, porque no puedo controlar la situación. Pero hace poco me di cuenta de que la salida no pasa por intentar incrementar el control sino por el lado de lo lúdico. esto de “jugar” con la situación en vez de intentar retomar el control…

  • La verdad es que con esto de la pandemia la paso mejor, ya que mi hija no sale. Antes no dormía cuando salía. Creo que le temo más a lo que me puede pasar a mí a que si le pasa algo a ella.

  • Quiero que me ayudes a que mi mama entienda que no se puede vivir si estoy pasándole todo el tiempo mi ubicación en tiempo real. ¡Me hace mal…si yo quiero ir con una mina, ella lo está viendo también…!

  • Tuve que salir a llevarle la cartulina a mi hijo de 17, eso es algo que es impensable que no lo haga.

  • Yo no le perdono a Andrea que sea así. Yo le digo “vos tenes que ser organizada y estudiar”. Tengo odio y resentimiento, ¿cómo puede ser que no me escuche?

  • Me dolió mucho que Gabriel se vaya del negocio…como puede ser tan ingrato? Tiene 21 años… le dije: te va a ir mal. ¿Y qué paso?: le fue mal!

Estos adolescentes, por un lado, privilegiados ya que cuentan con las posibilidades de ingresar a una carrera si así lo quisieran, están intentando elegir su futuro, autorregulando sus emociones en un mundo adulto que no ofrece referentes para ello, que hagan lo que se espera, lo que a algunos adultos les ha funcionado, y otros que no lo lograron. “Si tiene que elegir que sea ya, no vaya a ser que pierda el tiempo”

Aprender como adultos a estar en el “banco de suplentes”3 implica tolerar el no saber, salir del rol de “solucionadores seriales”, de quien marca la cancha, quien se erige como director técnico u árbitro y validar las emociones y los sentires de estos adolescentes que los expresan como pueden. Al modo de un partido de fútbol, estar en el banco de suplentes implica tolerar la demora y la espera a ser convocados, cartografiar otro tiempo/espacio donde sea posible mirar de afuera. Y a la vez mantener el entrenamiento, el involucramiento con el equipo y con el partido que se está jugando, sentirse parte y a la vez por fuera. Una cualidad particular de lo vincular se relaciona con aquello imprevisible, el entre dos, que implica la tramitación de ese ir siendo sujeto, devenir haciendo el vínculo en clave de producción y repetición desde una mayor complejidad. Es importante destacar que la metáfora de “habitar el banco de suplentes” en ciertos momentos de la vida, tiene que ver con una posición sumamente activa, incierta y de disponibilidad.

Acá resuena el concepto de hospitalidad que nos aporta Dufourmantelle. En el prólogo de su libro “La hospitalidad", Mirta Segoviano resume: "La hospitalidad se ofrece, o no se ofrece, al extranjero, a lo extranjero, a lo ajeno, a lo otro. Y lo otro, en la medida misma en que es lo otro, nos cuestiona, nos pregunta. Nos cuestiona en nuestros supuestos saberes, en nuestras certezas, en nuestras legalidades, nos pregunta por ellas y así introduce la posibilidad de cierta separación dentro de nosotros mismos."

Nos enfrentamos al desafío de pensar, junto con otros, las marcas de época, por más que los deseos parentales parezcan los mismos en cuanto a la trascendencia, y al cumplimiento narcisista del deseo propio.

Pensar en este concepto permite descentrar y ampliar la mirada introduciendo variables tales como el desvalimiento y dependencia asistencial, las cuestiones de género y transmisión generacional invertida.

Desde un aspecto corriente el vínculo entre padres e hijos se presenta como el ejemplo paradigmático de lo que comúnmente se conoce como hospitalidad. En este contexto, los padres actuarían como anfitriones que reciben, acogen, invisten y desean, mientras que el hijo es el huésped esperado, acogido y cobijado. En esta conceptualización, los padres, ya con psiquismos constituidos (en el mejor de los casos), reciben a un psiquismo en constitución. Se trata de una perspectiva progresiva, evolucionista, con un origen y una meta a alcanzar. El énfasis está en el niño, quien irá transformándose y completando su desarrollo tanto madurativo como psicológico. Estas son las condiciones mínimas necesarias para la construcción del psiquismo desde la mirada adultocéntrica

Si lo podemos pensar desde la complejidad la noción de desamparo no se limita a la necesidad de asistencia de un bebé, arribando como huésped inmaduro y desprovisto de herramientas de supervivencia, sino que abarca el desamparo que envuelve también a todos los miembros de ese nuevo vínculo que implica a los padres y otros integrantes, en el encuentro con lo desconocido, con ese otro que adviene al vínculo. Esto ocurre con cada nacimiento, cada vez que un nuevo miembro arriba, ya que introduce elementos nunca antes vividos, lo ajeno e inquietante del otro que llega. La hospitalidad es un gesto de invitación que implica ser huésped y anfitrión al mismo tiempo. Así, ya no se trata únicamente de la historia de los padres esperando, nominando y fantaseando con el hijo que tendrán. El hecho hospitalario se produce en lo impredecible, en los efectos de la presencia real, de la imposición del encuentro con la alteridad.

La hospitalidad es un gesto de invitación que implica ser huésped y anfitrión al mismo tiempo. Así, ya no se trata únicamente de la historia de los padres esperando, nominando y fantaseando con el hijo que tendrán.

Dice Erika Olmos (2020)4 que el adolescente es un viajero que hace un trueque en ese tránsito. Deja un pedazo de su alma y a cambio se lleva otra historia: una historia contada en primera persona.

Desde el lugar de analistas el desafío será sostener los desafíos que presenta actualmente la parentalidad, sin caer en recetas ni consejos ni tampoco reemplazar el lugar de los padres para disminuir su angustia. Sino más bien habilitar esa función, poniendo de manifiesto la propia implicación en lo que les inquieta - interroga - preocupa de sus hijos, desplegando así posibles respuestas creativas.

María Noel Arcusin
noelarcusin [at] gmail.com
Licenciada en Psicología, Especialista en psicoanálisis vincular (Asociación de Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares de Córdoba), miembro del Equipo de Terapeutas en Asistencia a la Comunidad de la APCVC.

Virginia Grosso
virggrosso [at] yahoo.com.ar
Licenciada en Psicología, psicoanalista vincular. Especialista en Psicología vincular de familias con niños y adolescentes. Maestranda de “Vínculos, Familia y diversidad sociocultural” del IUHI. Docente de Grado (UES21) y Posgrado (UCC y APCVC) Miembro de CD de APCVC.

 

BIBLIOGRAFÍA

Kleiman, S (s/f) Ocupar y Habitar: diferentes operaciones vinculares. Material de cátedra de la Maestría en vínculos, familia y diversidad sociocultural del IUHI

Kleiman S. (2011) El vínculo parento-filial. Familia con niños y adolescentes. Consultas y dispositivos. Del Hospital Ediciones

Blumenthal, D y otros (2019) Lo familiar. Parentalidades en la diversidad. Lugar Editorial.

Imagen de ilustración: Soosh https://www.instagram.com/vskafandre/

Notas

3 En un equipo de fútbol, el banquillo está compuesto por varios jugadores que no están en el once inicial. Estos jugadores suelen tener habilidades y talentos similares a los titulares. Además de los cambios tácticos, los jugadores suplentes también pueden marcar la diferencia en términos de motivación y competencia interna.https://cbaleixandre.es/cuantos-jugadores-pueden-estar-en-el-banco-de-suplentes/

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Articulo publicado en
Julio / 2024

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