Vivimos en una cultura que reniega o demoniza a los otros. La entronización de la era de Narciso tiene consecuencias sobre nuestra subjetividad. Por un lado, no ver más allá del propio ombligo reflejado en los espejos oscuros que nos circundan. La placenta mediática en la que vivimos es un laberinto donde nos perdemos entre espejos donde los otros se vuelven imágenes evanescentes. Y allí caemos en las redes donde lo familiar se vuelve siniestro. Empezamos a ver a todo y todos los que quedan “afuera” de nuestras imágenes como amenazantes de nuestra ilusión de la felicidad privada espejada. Y como contraparte, el terror al desvalimiento nos persigue sin cesar. Son las formas del sometimiento de este capitalismo tardío.
La cultura actual reniega de la alteridad de las formas más diversas. La ilusión de la supuesta globalización llevó a desestimar todo lo que fuera diferente y no tuviera lugar en el mercado único mundial. Las diferencias han vuelto con el resurgir de los fascismos. Donde los otros no son los diferentes, sino quienes amenazan nuestra vida. Y por ello hay que denostarlos, y en un extremo, eliminarlos. El siglo XX parece no haber dejado enseñanzas sobre dicha cuestión.
Los otros, los diferentes, los ajenos, son intimidantes si vivimos en un laberinto de espejos. Donde tenemos que vernos a nosotros, a “gente como uno”. Y los otros, los diferentes, se vuelven monstruosos. Porque tienen todo aquello que nosotros rechazamos. No de ellos, sino de nosotros mismos. Los demonios que nos persiguen son los propios que echamos por la ventana.
Si podemos soportar la otredad, aquello radicalmente diferente, tendremos la riqueza de los aportes de la alteridad. No es un camino fácil para soportar. Caetano Veloso describe poéticamente ese choque con la alteridad en su encuentro con la ciudad de San Pablo en su canción Sampa. “Algo pasa en mi corazón/que solo al cruzar Ipiranga y Avenida São João/cuando te enfrenté cara a cara no vi mi cara/ Llamé a lo que vi mal gusto, mal gusto/ es que Narciso encuentra feo lo que no es un espejo”. El encuentro, la lucha subjetiva que se produce… Difícil, pero siempre fructífero de salir del imperio de Narciso.
Por todo ello, este número lo dedicamos al Elogio de la alteridad. Los otros humanos que nos permiten convertirnos en nosotros mismos. Los otros humanos son cuerpos que nos rodean y en cuyos encuentros “nos” encontramos. Con nosotros y los otros. A lo largo del dossier se profundiza desde distintas perspectivas cómo el otro humano nos constituye. El artículo editorial de Enrique Carpintero, “El Complejo de Edipo como continuidad entre el campo del deseo y el campo de lo socio-histórico-político” presenta tanto una revisión como una propuesta sobre el Edipo y la castración, dando cuenta que el mito es “un modo social que da cuenta de lo mítico-histórico-político cuyas variaciones enuncian las relaciones de poder de la cultura hegemónica” y que “la subjetividad está estructurada como alteridad”.
En consonancia, Alejandro Vainer, en “Nosotros somos los otros” plantea de qué forma nuestros otros dan forma a nuestra corposubjetividad, lo que suele ser desestimado por la cultura actual que plantea que cada uno se hace “solo”. En la misma línea, Carlos Barzani profundiza la cuestión en “El odio al otro es odio a uno mismo”. Allí, postula cómo lo que se considera monstruoso no es otra cosa que las proyecciones: “se establece un objeto amenazante exterior: varones ‘femeninos’ y/o gays, personas trans, no binaries, etc., desplazando un ‘peligro’ interno hacia el exterior”. Susana Sternbach aborda la cuestión de la subjetividad a partir de analizar la complejidad de las pulsiones de vida y de muerte en la constitución del lazo social. Lo que permite analizar el odio y la consecuente objetalización tanática del otro en distintas situaciones que van del Terrorismo de Estado a las actuales guerras. El filósofo italiano Antonino Infranca aporta un recorrido historizante sobre el odio racial en su artículo “Ir más allá de los ‘otros’”. Y termina con las ideas de Enrique Dussel con el horizonte del “fin de la discriminación y la exclusión, que tiende a una integración completa de toda la humanidad”.
Cristián Sucskdorf, en “Y todo es del Otro. Categoría y poder”, postula develar “el sentido político que el uso acrítico de la categoría el Otro supone en nuestra actualidad”: un “Otro” abstracto como “campo de pacificación” y de encubrimiento de contradicciones políticas. Marcelo Rodríguez articula el modo en que las pantallas y un mundo “personalizado” han reemplazado a los otros en “Mi Amigo de Facebook y mi Vecino de Al Lado”.
En la sección Área corporal, Anabel Caeiro relata diferentes abordajes de los cuerpos en la pandemia y la pospandemia en “Nuevos escenarios, nuevos paradigmas en la danza”.
Topía en la Clínica aborda diferentes situaciones clínicas ligadas con nuestro dossier. María Florencia Almagro, aborda las distintas cuestiones del cuerpo y los otros en “Sufrimiento psíquico en la adolescencia. Dimensiones de lo corporal en la clínica psicoanalítica actual”. También publicamos “La sexualidad plural” de Enrique Carpintero, -que continua el artículo editorial sobre el Complejo de Edipo- donde propone una línea divisoria entre erotismo y perversión en el reconocimiento (o el odio) de la alteridad.
Y a lo largo de la revista también incluimos “El maltrato entre lesbianas en relaciones amorosas/sexuales”, de Patricia Claudia Rossi, un anticipo exclusivo de un próximo ebook de nuestra editorial. Tom Máscolo, en su columna habitual, expone cómo los derechos se defienden en las luchas de cuerpo presente, en “Colombia y la cuestión LGTBI: las calles marcan el camino”. Un agudo análisis de Augusto Spinelli sobre los efectos de la pandemia y los confinamientos sobre nuestro padecimiento subjetivo en “La pandemia de salud mental en la pos-pandemia del covid-19”. César Hazaki avanza en sus investigaciones sobre los efectos de la tecnología en la subjetividad, enfocando la manera en que se avasalla el tempo subjetivo con la hipótesis de que “tenemos menos tempo subjetivo, una infinidad de contactos por las redes sociales y menos encuentros cuerpo a cuerpo con los otros”. Finalmente, publicamos la Segunda Mención Séptimo concurso Topía, “Todo cerrado y el viento adentro. Apuntes sobre autismo y una infancia devastada”, de Gabriel Alejandro Aflalo.
La pandemia ha puesto en evidencia como nunca la necesidad que tenemos del otro humano para nuestros procesos de subjetivación. Seguimos apostando por ampliar los territorios del pensamiento crítico, nuestras topías que compartimos desde hace 32 años.
Hasta el próximo número.
Enrique Carpintero, César Hazaki y Alejandro Vainer