El deterioro de la Salud Pública es francamente calamitoso. A la falta de un presupuesto adecuado se le suma una política al servicio de los intereses privados. Sin embargo la lucha en el campo de Salud Mental continúa. Por un lado, el anteproyecto de Ley Nacional de Salud Mental que tuvo media sanción a fines del año pasado es cuestionado por el conjunto de las asociaciones de psiquiatras y diferentes organizaciones médicas, quienes realizaron un lobby para oponerse a su sanción en la Cámara de Senadores con diferentes argumentos. El principal es que la Ley pone el centro del tratamiento en Salud Mental en el equipo interdisciplinario, que equipara al psiquiatra con otros profesionales de la Salud Mental. Esto implica cuestionar el poder del psiquiatra y su función de garantizar que el eje del tratamiento sea la medicación. El objetivo de estos grupos es psiquiatrizar el padecimiento subjetivo planteando una disputa en relación a las prácticas profesionales para no debatir los contenidos éticos, científicos y políticos que debe sostener una Ley Nacional de Salud Mental. Por otro lado, frente al poder de las movilizaciones, hay sectores que intentan intimidar a quienes apoyamos los cambios. Hoy debemos sumar la agresión al Dr. Luis Mazzarella del Hospital Braulio Moyano, participante del Colectivo 448.
Las leyes son pasos necesarios para avanzar en el campo de Salud Mental. Pero no son suficientes ya que el poder se encuentra en una alianza entre sectores del Estado, los grandes laboratorios, las instituciones de medicina privada, la burocracia sindical que manejan sus intereses en las obras sociales y las organizaciones médicas que se oponen a cualquier proyecto de transformación. Esto bien lo sabemos en la Ciudad de Buenos Aires con la ley 448. De allí que sostener la socialización de la salud no implica solamente una formulación ideológica sino ser consecuentes con una ética para llevar adelante una perspectiva racional y científica en el campo de la Salud Mental. En este sentido para oponerse al poder privado es necesario que el Estado sostenga la salud pública desarrollando una política universalista de seguridad social con la participación de equipos interdisciplinarios y los usuarios. Para ello debe asignar un presupuesto adecuado para dar una cobertura de Salud a todos los ciudadanos independientemente de sus posibilidades económicas y que los profesionales cobren un sueldo acorde con la práctica que realizan. Esto no sólo es posible sino necesario.
Caso contrario si la Ley Nacional de Salud Mental se sanciona, sus artículos quedaran como meros enunciados si el poder va a seguir estando en manos de las empresas privadas. En este camino intentamos seguir haciendo aportes para esta lucha. Una lucha que no debe quedar solamente en cuestiones profesionales sino también debe incluir a otros sectores sociales.
En este número hay aportes imprescindibles para el campo de Salud Mental. Por un lado, “La psiquiatría en Francia: negación de la locura y domesticación del sujeto”, donde el prestigioso periodista y colaborador de Le Monde Diplomatique Patrick Coupechoux nos relata cuál es el estado de situación de la “contrarreforma psiquiátrica” a la francesa que intenta destruir la tradición de las reformas hechas el siglo pasado. Por otro lado, Juan Pundik hace un exhaustivo análisis del origen y los alcances hoy de “el” manual psiquiátrico en “El DSM: la biblia del totalitarismo”. Darío Valladares y Daniela Cavacini nos traen la actualidad de la violencia institucional en el manicomio.
El Dossier está dedicado a la crisis de la familia patriarcal. Enrique Carpintero analiza en el editorial la crisis de la novela familiar freudiana, lo que “nos lleva como psicoanalistas a reconocer la necesidad de desarrollar instrumentos teóricos y clínicos que puedan dar cuenta de una autoridad diferente a la del patriarcado.” Irene Meler analiza la vitalidad del patriarcado hoy; Eva Giberti revisa el concepto de “madre abandonante” en la adopción; Jorge Horacio Raíces Montero toma la cuestión de la mutilación genital femenina y Carlos Barzani afirma los motivos de nuestra posición frente al matrimonio igualitario.
Topía en la Clínica aborda diferentes cuestiones. Alejandro Vainer revisa la cuestión del fin de análisis como una utopía de pacientes y analistas. La sección “Cómo trabaja con…”, en este caso implica a Rogelio Rimoldi y la bulimia. Ana Berezin muestra el dispositivo de trabajo clínico empleado en el programa de asistencia psico social y humanitaria a los solicitantes de refugio y refugiados en Ecuador, Venezuela y reasentados en Argentina. Finalmente Ricardo Klein amplía la cuestión de la contratransferencia trabajada en nuestro número anterior en su carta de lectores.
Como siempre hay más. Héctor Freire trabaja sobre los espacios poéticos en el cine; César Hazaki sobre la leyenda de “El familiar”, los adolescentes y el suicidio; Carlos Trosman sobre el discurso mediático como fábrica del cuerpo humano del siglo XXI; Ilena Celotto denuncia los lazos económicos entre los capitales mineros y el rectorado de la UBA planteando la necesidad de rechazar los fondos de la empresa La Alumbrera en el presupuesto de la Universidad.
Ya estamos en pleno año XX de Topía Revista. Se multiplican las ocasiones para celebrar los veinte años de producción de un pensamiento crítico. Y para terminar los festejos vayan agendando el viernes 19 de noviembre a las 21 hs. donde están todos invitados para la fiesta que vamos a realizar en la calle Armenia 1242, CABA. En ella va cantar Caracol (cantor de música ciudadana), tocarán Fernando Rusconi-Hammond Trío (jazz local) y se entregaran los premios del Tercer Concurso Libro de Ensayo Topía. Como broche se sorteará entre los presentes la escultura “Ringtone Rodin” donada especialmente para la revista Topía por Miguel Vayo.
Veinte años es motivo suficiente para festejar.
Los esperamos.