Un día de guardia ingresamos a un paciente, Jorge, que decía que tenía un microchip en el cerebro y que lo manejaban potencias mundiales. No es mi intención describir minuciosamente la entrevista, lo que quiero traerles, es una frase que todavía tengo bien presente: “no me mediquen, mejor convénzanme de que estoy equivocado”, más de uno me ha escuchado contarlo, pero lo elegí como comienzo de este escrito porque creo que puedo partir desde aquí aunque no sepa bien donde termine.
¡Que buen material para un semiólogo! En una detallada descripción llegaría a comprenderse lo irreductible o no de un delirio, su verosimilitud, si está sistematizado o no, etc., etc., ¿después qué hacemos con eso?, llegaría entonces el momento del diagnóstico... y después ¿qué haríamos?, ¡se haría presente la psicofarmacología! que no descansa hasta borrar ese molesto signo, pero... y ¿después? Bueno, llegaría la parte en que los abogados trabajen el caso y le levanten la orden judicial, y ¿después?
A Jorge lo habían denunciado los vecinos, vivía de manera muy precaria y parece que molestaba... ¡pero cómo defendía su verdad! Hasta el día de hoy Jorge continúa internado.
A esta historia se le suman trescientos y pico más, que muestran cómo una sociedad enferma expulsa lo diferente, cómo discrimina, cómo se deshace de lo que molesta, pero una sociedad que en ningún momento pide que se la convenza de lo contrario y defiende su postura a como de lugar.
¿Por qué comencé con la historia de Jorge? La traje a modo de tratar de explicar por qué vivo esta concurrencia como distinta a las demás. Es distinta porque nos enfoca la mirada hacia otro lugar, donde deja de importar la tranquilidad de un diagnóstico y nos pone frente a la historia de una persona que sufre y que necesita ayuda, nos muestra la importancia de formar parte de un gran equipo y no nos hace sentir que estamos en una fábrica de psiquiatras que nos expulsará a un afuera con todas la herramientas que necesitamos para vivir de lo que nos gusta, sino que nos aloja, nos respeta, nos habilita, deposita en nosotros un monto de expectativas para un futuro que nos une más aún a esta “Gran Experiencia Oliveros”.
En el escrito anterior hice mucho hincapié en que estábamos comenzando a construir, hoy puedo decir orgullosa que se está notando nuestro trabajo, que no nos paralizamos y que si bien tenemos claro que falta mucho, es evidente que estamos por buen camino.
Si bien hace muy poco que estamos acá se han vivido las más diversas de las situaciones, y que por más que algunas no han sido del todo agradables nos han dejado alguna enseñanza y eso es lo que vale.
Muchas puertas se han abierto en este tiempo y nos incluimos en muchos lugares donde dejamos la comodidad de ser meros espectadores para sumarnos a un equipo que trabaja arduamente para demostrarle a la sociedad que nadie tiene la verdad y mucho menos que alguien puede segregar a quienes ven la realidad con otros ojos.
No todos los caminos son fáciles de transitar, nos encontramos con unos pocos que no coinciden con nuestros objetivos, pero lo importante es no perder de vista nuestra meta y defenderla aunque a veces el esfuerzo sea agotador, es nuestra manera de sostener nuestra verdad para, como pidió Jorge, convencer a esos pocos de que están equivocados.
Los progresos son evidentes, deseo que en un futuro se vean aún más triunfos, por mi parte renuevo mi compromiso con esta concurrencia, como creo que es fundamental que lo haga cada uno de nosotros.
¡Sigamos yendo por más!
Daniela Di Clérico.
Concurrente Colonia de Oliveros, Provincia de Santa Fe