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La Matrix de la Clínica

 
Memorias para el futuro 25

Publicado en Clepios, una revista de residentes de Salud Mental, Número 37, julio 2005.
La sobremesa es el momento indicado. Allí los pensamientos vuelan de otra forma. Una sublime comida regada por nobles bebidas. Los postres y los cafés. El clima está preparado luego de una puesta al día con dos de los más lúcidos Trabajadores de Salud Mental de mi generación. Siempre fueron buenos críticos. Y eso no suele encontrarse en medio de tanta complacencia y corrección política.
La madrugada llegaba antes del segundo café, entre algún cigarrillo, cuando uno de ellos dijo al pasar:
-Tus columnas de Clepios son correctas, agradables, de fácil lectura…
Hizo un silencio mientras yo sorbía un café ya frío. En ese momento sabía que venía la fiel estocada, pero aún no intuía por donde.
- …tu intención de recuperar la memoria para el futuro es prácticamente incuestionable. Pero… ¿para qué le puede servir a un residente en su clínica?
En ese momento respondí con alguna idea defensiva. La noche y el diálogo derivaron en otras cuestiones que nos llevaron al amanecer. Pero me quedé con la inquietud que me llevan a estas líneas, porque uno aprende con estas preguntas.
Nuestra capacitación en Salud Mental es compleja. Lleva muchos años y diferentes suministros: la experiencia clínica, el propio tratamiento, las supervisiones, las lecturas de la especialidad y las de fuera de la misma, el encuentro de maestros, pares, discípulos, las discusiones, los debates, las polémicas y toda una sumatoria de experiencias de vida terminan organizando la riqueza (o pobreza) de nuestro desarrollo.
Pero desde hace un tiempo se ha impuesto la tendencia a considerar que la formación sólo debe incluir lo que mecánicamente ayude a la especialidad. Y se propone que se debieran leer las novedades. El último grito de la moda científica. Y que el resto quedó en los baúles de una historia vieja.
Esta posición tiene varias consecuencias.
Primero, convertir a cada Trabajador de la Salud Mental en un técnico especialista que se dedica a concentrarse en los últimos avances. Nada del resto del universo debiera detenerlo en esta carrera desenfrenada. Segundo, suponer que la historia (de nuestro campo) es lineal y progresiva. Lo cual se contradice mirando la situación de la Salud y la Salud Mental en nuestro país. Las perspectivas que luchan por la hegemonía en nuestro presente (la psiquiatría biologicista, el establishment psicoanalítico y hasta un cognitivismo ascendente) se postulan como ese punto de llegada. Eso es lo que intentan vender con una buena operación de marketing. Se proponen como los dueños de la última verdad en el shopping de la Salud Mental.
Y proponen un ideal del especialista actualizado, al cual poco debe importarle la historia y el mundo en el que vive. Construyen su propia “historia oficial”, tan aburrida como celebratoria. Con lo cual las enseñanzas consisten en una historia confirmatoria de la grandeza de sus enfoques, considerando que todo lo pasado que no sea precedente de ellos quedó como un escalón olvidable del ascenso irrefrenable hacia la cumbre. Y todo lo que no les sirva con este propósito directamente no existe. Con lo cual, quedan en el olvido toda psiquiatría que no sea antecedente válido para la biologización de la subjetividad y todo psicoanálisis que no siga los designios de la propia versión institucionalizada de Freud. Con esta operación, las hegemonías intentan que no se posean elementos para cuestionar. Y además deja la caja de herramientas para la clínica únicamente con los instrumentos que se brindan. Mejor dicho, venden.
Por supuesto que no estoy proponiendo un eclecticismo. Considero que es un requisito básico que uno pueda y tenga que leer distintas perspectivas desde una visión crítica dentro y fuera de nuestro campo. Eso no transforma a nadie en ecléctico. Un ecléctico es alguien que intenta conciliar distintas posturas, considerando que puede elegir e integrar lo mejor de cada teoría.
Las diversas situaciones clínicas en la residencia fueron las que me llevaron a la búsqueda de la memoria silenciada por estas hegemonías. Empecé a encontrar que no se transmitían herramientas teórica-clínicas necesarias para atender las problemáticas que se me presentaban. Ahí comenzó mi propia búsqueda. Pero esta tarea hubiera sido imposible de realizar solitariamente. Al decir de Fernando Ulloa, fue y es una tarea solidaria. Siempre con otros, discutiendo y debatiendo, buscando y encontrando maestros, tejiendo redes con pares. Aquí y en el mundo hay tantos que trabajaron y trabajan con tanto más talento, inteligencia e intuición que nosotros. Y los necesitamos. Es sólo una cuestión de humildad.
En cambio, estas hegemonías, en consonancia con el poder de los sectores dominantes de la sociedad, obstaculizan el encuentro con teorizaciones, autores y experiencias pasadas y presentes que cuestionen su lugar. Por eso intentan crear “fieles”, que funcionen con el “Síndrome de Falta de Curiosidad”, enfermedad maligna que hace que uno sólo termine alimentándose (engordando para ser más precisos) por lo que dicen los sacerdotes de su propia escuela. No se lee ni un renglón de más de lo que se le indica. Se contagia del mismo y se empieza con otros síntomas: el “mito de la actualización permanente” y la “obediencia debida”. Con lo cual hay que leer siempre lo último, lo que está de moda, lo que dicen otros. Finalmente, el síntoma terminal de la enfermedad es una soberbia ignorancia, que le hace creer poseedor de la verdad última, mientras terminó de ser lobotomizado por el poder.
Sintetizando, este es el proyecto de la Matrix en Salud Mental (modelo que tomo y transformo de Alfredo Grande, quien lo desarrolló en su libro en Psicoanálisis Implicado 3).
La Matrix impide que se abran las puertas a la angustiosa complejidad de nuestro campo. Una gran ventaja es vivir dentro de ella con la fallida ilusión de la “utopía de la felicidad privada”, tal como la llamar Enrique Carpintero. Lo más peligroso es que su poder actúa inconscientemente, lo que implica que nadie dentro de la Matrix sabe que está dentro de ella. Podemos inferir sus efectos: no se estimula a pensar por uno mismo, debatir, discutir y confrontar. Se produce el encierro de la llamada fidelidad “transferencial”, como algunos quieren llamar a esta clase de alienación.
Las enseñanzas dentro de la Matrix fomentan una perspectiva cerrada. A someternos y, si progresamos, convertirnos en un policía del sistema, un Mr. Smith de película. No se registran otras teorizaciones y experiencias de nuestra rica historia. Sólo intenta chupar la vitalidad de nuestros cuerpos para reproducir el poder.
La salida es difícil, pero no imposible. Los caminos pueden ser varios. La memoria de lo censurado por la Matrix puede ser uno de ellos. Todo lo que contradiga es ocultado, ninguneado o banalizado. Por eso estas memorias para el futuro. Y algunos ejemplos:
En el abordaje de pacientes graves no se estudia a nada que no lleve a la cresta de la ola actual. Nada de trabajo en equipo. Y así se ningunea desde Frida Fromm Reichmann, la primera psicoanalista que empezó a trabajar en equipo en la década del 20 y 30. Sus textos desbordan situaciones clínicas. También a los discípulos de Lacan que organizaron dispositivos novedosos de trabajo. Pero claro, se distanciaron del maestro para hacer sus caminos. Y no son parte del establishment. Por ejemplo a Maud Mannoni, con su trabajo con niños en Bonneuil. A Felix Guattari, que en la Clínica de Laborde con Jean Oury y otros promovieron un dispositivo que sigue utilizándose hasta hoy. Claro, pero estos autores tenían cercanía con dos de los “demonios” de la Matrix, David Cooper y Ronald Laing, líderes de la Antipsiquiatría. La mayor parte de quienes los desacreditan jamás los han leído. Psiquiatría y Antipsiquiatría de David Cooper es un libro que merecería ser revisado críticamente, porque la mayor parte son situaciones y estrategias clínicas para salir del encierro de la psiquiatría manicomial. Aunque es cierto, el ideal de que el capitalismo es el productor de la enfermedad mental es absolutamente insostenible hoy, esto no quita la necesidad de relectura crítica.
Son tantos los autores, las experiencias y las pasiones ocultadas que pueden ayudar en situaciones clínicas que serían imposibles mencionarlos en estas breves líneas. Apenas nos alcanzaron las 1000 páginas de los dos tomos de Las Huellas de la Memoria.
Pero sigamos con nuestro país. Desde Pichon Rivière a Marie Langer. Pero no sólo autores. También experiencias renegadas: en los ’70 el Centro Piloto del Hospital Esteves en Lomas de Zamora, los trabajos de Psiquiatría Social en el Lanús. En los ‘80 la desmanicomialización en Río Negro, el Plan Piloto de Salud Mental y Social de Boca-Barracas. Y hasta ahora hay cosas que se desconocen como el trabajo en el Hospital Escuela de San Luis, o experiencias en algunos lugares que no tienen ninguna difusión. Sólo para mencionar algunas y dejar otras en las inquietudes y las curiosidades de los lectores. Sólo nombres de puertas de salida. Semillas de pensamiento crítico.
Los grandes avances que se han producido en nuestro campo en las últimas décadas no han garantizado que se esté trabajando y atendiendo mejor. Todo lo contrario, la atención manicomial se ha extendido por fuera de los manicomios, como una metástasis en nuestro campo. Mientras tanto, las hegemonías siguen vendiendo novedades y avances mientras paradójicamente retrocedemos.
Esto nos lleva a retomar la lucidez de Walter Benjamin, quien a fines de la década del ’30 afirmaba que “sólo quieren considerar los progresos del dominio sobre la naturaleza, no las regresiones de la sociedad. Prefigura ya los rasgos de la tecnocracia que más adelante encontramos en el fascismo.”
Vivimos tiempos difíciles.
Avanzar es intentar salir de la Matrix.

 
Articulo publicado en
Julio / 2005