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Lanús, paredón y después

 
Memorias para el futuro 19

*Publicado en Clepios, una revista de residentes de Salud Mental, Número 31, Junio 2003.

 

Los mitos recubren la historia. A través de ellos nos apropiamos de la misma. Pero simultáneamente velan determinaciones y contextos de producción histórica que es necesario desnudar. No sólo por aquello de conocer el pasado para que no se repita, sino porque esos mitos operan en el presente y obstaculizan la construcción de un futuro diferente.
Si preguntara a cualquier trabajador de salud mental sobre un mito fundante en nuestro campo seguramente respondería con dos palabras: “el Lanús”. El texto del mito se podría sintetizar en pocos renglones: un grupo de héroes liderados por Mauricio Goldenberg lograron organizar en tierras lejanas –a la Capital Federal- el primer Servicio de Psicopatología en un Hospital General de Latinoamérica. Allí en un clima de un pluralismo y democracia se promovió una producción sin igual en nuestro medio. Hasta que vino la Dictadura y se acabó. ¿Y entonces? Se terminó la historia dorada y sólo queda la nostalgia.
¿Qué es lo que informa este mito? Que efectivamente en dicho Servicio se realizó una de las más importantes experiencias del campo de la Salud Mental. Fue pionera en el trabajo fuera - y en contra – de los poderes de los manicomios a partir de asimilar los avances del psicoanálisis, la psicofarmacología, las psicoterapias breves, las psicoterapias de grupo y de familia, investigaciones de distinta clase, trabajo comunitario y preventivo. Y que un sector importante de al menos dos generaciones pasó por allí: Valentín Barenblit, Vicente Galli, Gerardo Stein, Hernán Kesselman, Carlos Sluzki, Lía Ricón, Aurora Pérez, Octavio Fernández Mouján, Juan David Nasio, Miguel Vayo, Emiliano Galende, Wilbur R. Grimson, Héctor Fiorini y tantos otros que seguramente me cuestionarán el no haberlos incluido en estas apretadas líneas. Cronológicamente abarca desde su fundación en 1956 hasta los inicios de la dictadura de 1976. El Servicio siguió pero la mitología no.
Este mito oculta algunos elementos esenciales.
Primero, el contexto social e histórico que dio las condiciones para que fuera posible. El Lanús fue un emergente de los devenires de la Salud Mental de los 60 hasta lo que es hoy. Reflejó parte de nuestra historia. No fue el primero, tal como nos recuerda Sergio Visacovsky en su libro El Lanús. Y tampoco el pluralismo fue tanto como se cree, ya que a pesar de la convivencia de diferentes abordajes, el psicoanálisis fue hegemónico durante muchos años. El Lanús siguió los destinos del país con un rigor impecable. Su crecimiento bajo el desarrollismo de la década del 60 fue seguido por la creciente politización de los 70. A principios de esa década, Mauricio Goldenberg dejó el servicio y se fue al ámbito privado, a dirigir el Servicio del Hospital Italiano. Algunas opiniones señalan que esto se debió a la conflictividad debido a las diferentes posiciones políticas que atravesaban al Lanús como al conjunto del país. En su lugar quedó Valentín Barenblit continuando con el proyecto. Primero la Triple A y luego la Dictadura apuntaron especialmente sus armas sobre él. Era un lugar de prestigio en el cual se había podido demostrar los avances de la Salud Mental, tanto en lo asistencial como en lo comunitario, frente a la obsoleta psiquiatría manicomial. Pero estos logros, como tantos otros, fueron tildados de “subversivos”. Por ello, Mauricio Goldenberg tuvo que exiliarse a principios de 1976. En marzo de 1977, a plena luz del día, fue secuestrada en la Sala de Espera de Consultorios Externos, Marta Brea. Era psicóloga Subjefa del Departamento de Adolescencia del Servicio. Tenía 38 años y es una desaparecida. En abril fue secuestrado el jefe de Servicio, que tras dos semanas de torturas fue liberado. Hoy vive en España. Luego de estos hechos el Servicio casi fue cerrado. Logró subsistir, pero el Lanús nunca volvió a ser el Lanús, tal como la Argentina no volvió a ser la misma.
Segundo, el mito funciona exaltando la gesta individual de un héroe (Mauricio Goldenberg), su grupo de elegidos (los que por allí pasaron), un tiempo (los 60 y 70) y la marca de un lugar (Lanús). Al resaltar idealizando las cualidades personales, geográficas y temporales se invisibilizan las herramientas que lo hicieron posible. Por ejemplo, la exaltación de la figura de Goldenberg oscurece poder problematizar las condiciones que efectivamente tuvo y de qué forma pueden ser útiles para pensar la actualidad: cómo se estimulaba a la tarea; cómo se lograban las articulaciones de diferentes marcos teóricos y disciplinas; cuáles fueron las estrategias de trabajo con el resto del Hospital, el propio Servicio, las instituciones que lo apoyaron, hasta el respeto por los pacientes. El mismo problema sucede con “el grupo de elegidos”: ¿qué condiciones fueron necesarias para que este equipo se pusiera “la camiseta del Lanús” con una motivación que asombraría a cualquier residente de hoy? ¿Qué condiciones personales tenían y cómo se logró configurar este equipo? ¿Qué problemáticas internas tuvieron a lo largo de su historia?
Algún lector/a se preguntará a esta altura para qué puede ser útil pensar la experiencia del Lanús. Este es justamente el problema. Aún no forma parte de un bagaje histórico utilizado comúnmente para nuestro quehacer. No es una memoria operativa. Las líneas que acabo de esbozar pueden configurar una parte de un plan de trabajo para situar al Lanús en función de las necesidades de nuestro presente. ¿En cuántas páginas de esta publicación se ha escrito sobre las dificultades en el trabajo interdisciplinario, la motivación, el trabajo en equipo, la investigación, el compromiso, los liderazgos, la articulación de psiquiatría y psicoanálisis? Estas experiencias pueden aportar no solamente herramientas impensadas, sino también alertarnos sobre sus obstáculos, problemáticas y puntos ciegos.
El mito produce admiración y una paralizante melancolía. Nuestra tarea es transformar esta “gesta heroica” en una experiencia que merece una revisión crítica para apropiaremos de los hilos de su herencia.
Y tejer con ellos y los nuestros la propia historia.

 
Articulo publicado en
Junio / 2003