El concepto de “salud mental” encierra una polisemia de sentidos. Nos podemos referir a distintos problemas invocando su nombre. Estas líneas intentan diferenciarlos, porque no hablamos de lo mismo cuando hablamos de “salud mental”.
1- “salud mental” con minúscula
En general se piensa en que la salud mental se opone a la enfermedad mental. La clásica encuesta de Floreal Ferrara y Milcíades Peña, “¿Qué es salud mental para los argentinos?” (1959) interrogaba cuáles eran las concepciones de enfermedad y salud mental que tenía la población en dicha época. Esta idea de salud mental, como opuesta a enfermedad mental, es la concepción que tiene la población y es el primer sentido entre los profesionales de nuestro campo. Sentido que dependerá de las concepciones ideológicas y teóricas sobre qué es enfermedad y qué es salud mental. En esta acepción, salud mental es un concepto polémico porque, entre otras cuestiones, supone que la salud puede ser sólo “mental”, sin tomar en cuenta que la salud es bio-psico-social.
2-“Salud Mental” con mayúscula
El concepto de campo de Salud Mental tiene su historia particular. Es heredero del higienismo, movimiento que tenía como objetivo prevenir los diversos problemas sanitarios en el conjunto social. La Higiene Mental surgió a principio del siglo XX en EE. UU. Sus protagonistas buscaban el cambio de la situación de las terapias, de los hospitales y de los enfermos internados en las instituciones asilares, enfatizando la necesidad de la prevención. Este higienismo se oponía al alienismo y al monopolio de las respuestas que daban la psiquiatría y su institución, el manicomio. Pero será recién con el llamado “Estado de Bienestar” -con el cual el capitalismo respondía a las influencias de las ideas socialistas en la clase trabajadora, y llevaba a una planificación del Estado y su intervención en la relación entre el capital y el trabajo tendiendo a una mejor redistribución de las ganancias- que se profundizó el higienismo con la propuesta de instalación del campo de Salud Mental. Este fue un proyecto de transformación científica y política en los abordajes de los padecimientos mentales a través de las políticas de Salud Mental. Este fue un salto cualitativo de la psiquiatría hacia la Salud Mental en varios niveles que van desde las teorizaciones a los dispositivos de trabajo y, sobre todo, de la necesidad de la política. Esto lleva a plantear el pasaje de la hegemonía de la psiquiatría al equipo interdisciplinario en los abordajes; de una única teoría a tener un conjunto de teorías para operar; del manicomio a las diferentes instituciones y dispositivos de atención y prevención del padecimiento mental; y de la atención exclusivamente psiquiátrica del padecimiento subjetivo a contemplar la necesidad de contar con políticas de Salud Mental.
En ese contexto, los organismos internacionales, como la Organización Mundial de la Salud (OMS), sostenían la necesidad del pasaje de la Psiquiatría a la Salud Mental, según el tipo de Estado de Bienestar que se iba consolidando en cada país. El consenso de este movimiento era buscar alternativas al manicomio, mediante la prevención y promoción de la Salud Mental en la comunidad. En 1953 la OMS recomendó la transformación en comunidades terapéuticas de todos los hospitales psiquiátricos, lo cual fue cumplido muy parcialmente por algunos países.
En nuestro país, el año clave fue 1957. Ese año se creó el Instituto Nacional de Salud Mental, que reemplazó a la Dirección de Establecimientos Neuropsiquiátricos y a la Dirección de Higiene Mental. A la vez se crearon las carreras de Sociología, Psicología, Antropología y Ciencias de la Educación en la Universidad de Buenos Aires. Y casi al mismo tiempo, Mauricio Goldenberg ganaba el concurso para hacerse cargo del Servicio de Psicopatología del Policlínico de Lanús. Ese fue el inicio de la batalla “antimanicomial”, contando con todas las herramientas teórico y clínicas articuladas en políticas de Salud Mental.
La oposición aquí no es salud mental/enfermedad mental, sino de sistemas: Salud Mental/Psiquiatría Manicomial.
Pero el pasaje de la Psiquiatría a la Salud Mental no es un capítulo concluido. Desde el inicio hubo una lucha con el poder psiquiátrico representado por los psiquiatras manicomiales, que combatieron y combaten el pasaje hacia la Salud Mental con variados argumentos que van desde la imposibilidad de la interdisciplina, el desdibujamiento del rol profesional dentro de los equipos, hasta la actual justificación de que la “verdadera” arma para tratar la complejidad del padecimiento subjetivo son las medicaciones y no el abordaje en un equipo interdisciplinario.
Esto llevó a que cambiara el sentido de Salud Mental.
3- “Salud Mental” como shopping
El proceso de mundialización capitalista con la hegemonía del capital financiero comenzó en la década del 70. En nuestro país se consolidó con la última dictadura militar. Esto llevó a la desaparición del llamado Estado de Bienestar. De esta forma se comenzó a cuestionar la idea de la necesidad de políticas en Salud Mental. Su resultado fue una transformación del campo de Salud Mental acorde con las necesidades del actual capitalismo con varias consecuencias:
a- Estas políticas implican el abandono de los pobres y los locos, que ya no son necesarios para la reproducción del capital financiero. Las políticas de Salud (y las de Salud Mental) se transformaron en un gasto que había que recortar. En este contexto, el campo de Salud Mental es cuestionado incluso por muchos profesionales con diferentes argumentos que van desde las descalificaciones hasta el ninguneo de las experiencias transformadoras de Salud Mental. No sólo por parte de psiquiatras manicomiales y reformistas, sino también por algunos psicólogos y psicoanalistas que descalifican a las políticas de Salud Mental. En muchos casos, las necesarias críticas de las experiencias y teorizaciones se convierten en descalificaciones que llevan a desestimar experiencias en vez de contribuir para mejorarlas. Se cuestiona desde el trabajo interdisciplinario hasta las teorizaciones, muchas veces sin conocerlas en profundidad. Vale rescatar que muchos de los defensores de las políticas de Salud Mental se encuentran entre Terapistas Ocupacionales, Trabajadores Sociales y Enfermeros.
b- Los laboratorios medicinales se han convertido en uno de los mejores negocios, lo cual llevó a entronizar a la medicación como la forma privilegiada del abordaje en Salud y Salud Mental. Su administrador, el psiquiatra, de nuevo aparece hegemonizando este campo, que más que un campo político se convirtió en un shopping de la Salud Mental, a tono con la época.
c- En este shopping de la Salud Mental conviven diferentes profesiones, profesionales e instituciones. Cada cual atiende su “negocio”, en una convivencia pacífica con los “competidores”. Cada cual cree que tiene el producto indicado para conseguir la salud mental. Es por eso que se empezó a utilizar el concepto de Salud Mental sólo en forma descriptiva para agrupar a todos los que conviven en el shopping: psiquiatras, psicólogos, psicoanalistas, trabajadores sociales, terapistas ocupacionales, enfermeros, operadores, etc. Ya no más un campo interdisciplinario, sólo un shopping en una lucha por la hegemonía, en la cual los psiquiatras son los que tienen el negocio más grande (los medicamentos de la salud mental). Desde esta perspectiva, cualquier crítica hacia el orden psiquiátrico actual es tomada como una defensa del negocio propio (de psicólogos o psicoanalistas) y no como una crítica al sistema del shopping.
Hoy, hasta el más manicomial de los psiquiatras habla de salud mental. Jamás dirán que se oponen a la salud mental. Al contrario, su trabajo es promoverla mejor que otras profesiones a través de las nuevas medicaciones. Hasta ponen “Salud Mental” de subtítulo con letra chica en cualquier Congreso de Psiquiatría sólo para convocar “colegas del shopping”(“auxiliares de psiquiatría” en viejos términos)para que se sientan representados en estos congresos (que más que congresos científicos parecen promociones de marketing del shopping de la Salud Mental, en las cuales cuanta más gente venga, mejor). Los servicios en los Hospitales y hasta los propios manicomios pueden llamarse “de Salud Mental”, aunque su trabajo puede ser absolutamente manicomial. Inclusive aunque tengan el barniz progresista con el sello del capitalismo del siglo XXI: apostar a que sólo la medicación será la piedra del cambio, considerando que el resto de los “auxiliares” sólo “entretienen” al paciente con “charlas” (psicoterapias), “talleres” (dispositivos grupales), y otros dispositivos descalificados como “auxiliares”. Mientras, se le administra su “verdadera” terapéutica: la medicación. Todo esto bajo una supuesta cientificidad que no la es, ya que no toma en cuenta la verdadera complejidad de las problemáticas del padecimiento subjetivo en su dimensión bio-psico-social. Esta complejidad es la que lleva a que el trabajo genuinamente científico tenga que ser interdisciplinario, en equipos de trabajo organizados para situaciones específicas, con abordajes de distintos profesionales y dispositivos. Esto es lo propuesto por los avances científicos en nuestro campo. Por ello, la importancia política que adquiere defender los principios básicos de la Ley 448 de Salud Mental de la ciudad de Buenos Aires.
Quienes se oponen hablan de Salud Mental. Ninguno negará que hace salud mental. E interdisciplina. Y que trabaja en equipo. Y que quieren externar. Y curar. Pero dentro del shopping.
Porque una cosa son las políticas de transformación del campo de Salud Mental y otra el shopping de Salud Mental.
Por eso es necesario diferenciar los sentidos de Salud Mental, recuperando su sentido como un campo científico, interdisciplinario, intersectorial y político que se opone al sistema manicomial y sus retoños actuales.
De allí la importancia de desenmascarar estos usos.
Porque no hablamos de lo mismo cuando hablamos de Salud Mental.