La Reacción Terapéutica Negativa | Topía

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Titulo

La Reacción Terapéutica Negativa

 

Continuando con lo trabajado en el número anterior (las interrupciones en el análisis) en este número nos concentramos en una situación particular que se puede producir en el tratamiento psicoanalítico: la Reacción Terapéutica Negativa.Para ello consultamos a tres psicoanalistas para trabajar el tema.

1- Freud define la Reacción Terapéutica Negativa como la respuesta de algunos pacientes que se comportan "de manera extrañísima en el trabajo analítico... (en las cuales) toda solución parcial , cuya consecuencia debería ser una mejoría o una suspensión temporal de los síntomas... les provoca un refuerzo momentáneo de su padecer; empeoran en el curso del tratamiento en vez de mejorar". ¿Cómo piensa Ud. teóricamente esta descripción freudiana?

2- ¿Cómo se manifiesta en la clínica actual la Reacción Terapéutica Negativa? ¿Cómo trabaja clínicamente en dichas situaciones?

3- Podría ejemplificar lo anterior con alguna situación clínica.

 

Alejandro Maritano

Fue un suicidio en defensa propia

Mauricio Redolés “¿Quién mató a Gaete?” (1996)

Ni contigo ni sin ti, a mis males hay remedio.

Contigo porque me matas y sin ti porque me

muero

Copla popular española (circa 1600)

La Reacción Terapéutica Negativa (RTN) ha sido definida como una resistencia (wider) masiva que hace fracasar el análisis.En donde wider remite en alemán a la idea de un enfrentamiento, de una lucha, de un obstáculo, nada pasivo por cierto. Sin esa resistencia no se efectuaría el trabajo de elaboración que todo proceso de análisis conlleva.Pero cuando la resistencia en ocasiones no puede ser superada ni incluso interpretada adecuadamente, allí es donde es interrogado el analista, en su identidad y en su ética.Cuando Freud menciona la contratransferencia (gegenübertragung), -esta palabra sólo aparece en dos oportunidades en su obra- pone en la mira: las limitaciones que la neurosis del analista, sus propios puntos ciegos y sus rasgos de carácter imponen a su escucha. No podemos obviar que el “contra” (gegen) puede ser traducido también como “estar en relación con”, en el sentido del juego: un equipo juega contra otro. Cae de maduro que en esta asimétrica relación el análisis del analista es un imperativo porque con lo que se enfrenta es con el motivo último de la RTN, que se halla en el carácter radical de la pulsión de muerte.“Todo psicoanálisis nos habla de la muerte insinuada en la vida. Y si el trabajo del psicoanalista tiende a que el espacio psíquico no sea sólo una superficie sino que tome cuerpo, gane espesor, carne, adquiera una libertad de movimiento y de juego, eso implica que no puede eludir el trabajo antagonista de la muerte, que debe ir a su encuentro”. Estas palabras de Pontalis nos llevan al centro de la cuestión, pues el postulado que había guiado a Freud al comienzo: la búsqueda del placer reglada por la realidad, no puede ser suficiente. Abandona entonces el terreno seguro1 y en 1919 envía el manuscrito de Más allá del principio del placer a Eitington y Abraham para su lectura2.Freud escribe sobre la hipótesis de la pulsión de muerte, una especulación difícil de demostrar ya que la pulsión de muerte trabaja en silencio y sólo es verificable en el seno de la combinación con la pulsión de vida.La pulsión de muerte, al expresarse en el inconsciente a través de la compulsión de repetición lleva al sujeto a colocarse en situaciones dolorosas, en un amplio arco que abarca desde la insistencia por lo displacentero hasta el suicidio, en un juego de violencia fatalmente autodestructiva.A. Green señala que “El giro de 1920 se puede resumir en una triple afirmación: en primer lugar, la insistencia, con la tesis de la compulsión a la repetición, en la fuerza demoníaca” de la pulsión, después, la duplicidad del yo, cuya estructura revela que es en buena parte inconsciente, puesto que el despliegue de sus defensas está sometido al mismo enceguecimiento que afecta al deseo, por último, el desenmascaramiento de la fuerza principal que hace de obstáculo para el potencial creador de la libido: las pulsiones de destrucción.Es curioso observar como divergen los caminos a partir de 1920;3, por que los colegas de Freud están abocados a la técnica, a la búsqueda de soluciones de aplicación inmediata, mientras éste insiste en ver más lejos. Esta tendencia aún hoy es observable.El desarrollo de nuevos dispositivos psicoanalíticos, ante los síntomas extremos que muchas veces nos llegan, sólo es posible con el sustento de una teoría que los avale.¿No es eso lo que hizo Freud?

 

La fuerza demoníaca

La primera teoría pulsional permitió comprender el cuadro sintomático, y la perversión queda ligada a la sexualidad humana; el niño es perverso polimorfo y la perversión en el adulto no es otra cosa que el resultado de una fijación no superada, no reprimida.Esta primera aproximación permite comprender “lo malo” en la histeria. La clínica sin embargo, mostrará, años después, la reaparición de “lo malo” en “lo imposible de curar”, y es lo que lleva a Freud a pensar que “lo malo” está adentro y constituye el masoquismo originario, que da testimonio no solamente de la potencia de la fijación, sino también de la insensibilidad del sujeto para lo que pudiera ofrecerle el objeto.Todo analista percibe inevitablemente lo que hay de perverso en el mantenimiento inquebrantable de una RTN, pero no puede dejar de pensar que semejante tenacidad no se explica por referencia a la perversión.Se produce una ligazón paradójica: por un lado la RTN sirve para mantener la neurosis de transferencia e impedir su liquidación, y por otra parte sólo mantiene la relación transferencial en tanto rehúsa el vínculo con el analista.Es la actividad esencial de la pulsión de muerte, la desligazón que recae sobre el vínculo con el objeto. Atacar esta función de ligazón con el objeto y no al objeto mismo, destruir la función misma del vínculo con el objeto.Es este trabajo de destrucción del vínculo aquello con lo cual nos enfrentamos, cuando se despliega lo infranqueable de la RTN.De ninguna manera esto supone que la pulsión de muerte es lo opuesto a la pulsión de vida. Freud es muy claro al respecto: ambas coexisten accionando conjugada y contrariamente.

 

Un caso clínico: Sofía W.

Sofía W. tiene 37 años, de familia judía ortodoxa, vive hasta su adolescencia en una pequeña ciudad del interior del país. Hija única, su padre proviene de una familia humilde, mientras que su madre lo es de una familia de buen pasar. Muy inteligente e introvertida, pasa sin apremios primaria y secundaria y decide venir a estudiar arquitectura a la Capital. Termina la carrera en menos tiempo con el mejor promedio y logra entrar en un prestigioso estudio, cuyo dueño, Jaime (prestigioso y premiado arquitecto) la toma bajo su protección y luego de unos meses son amantes.Crea y desarrolla varios proyectos exitosos, llegan los premios, las distinciones, los viajes, la fortuna. Esto le hace pensar entre el con-futuro de su profesión y el sin-futuro de su relación (su mentor es casado, tiene hijos y ni piensa en separarse). Comienza a salir con otro (Julio), pero no le puede contar esto a nadie.Al año siguiente y a raíz de una consulta médica en marzo se le detecta una patología congénita de útero que no es tratable, que impide el embarazo. En junio, en un accidente muere su protector y en diciembre fallece su papá de un infarto.Relata el dolor y la confusión ante los tres hechos que ocupaban su mente y la paralizaban. No puede trabajar durante meses, en que es acompañada por su pareja, que no la deja sola. Pasa el tiempo, recompone su trabajo y deciden convivir con Julio.Todo parece equilibrarse, pero al hablar de adoptar un hijo aparece la angustia acompañada con cefaleas y vértigo. En esas conversaciones él le sugiere que se analice y termina ofreciéndole tres nombres (dados por su analista), Sofía accede y me llama.Así comenzamos a tener entrevistas y paulatinamente el llanto y la angustia van derivando hacia los reproches con los que intenta elaborar los duelos: a sus padres por haberla marcado con lo que llama su “falla de fábrica”, a Jaime y a su papá por haberse muerto y dejarla sola y a su mamá porque luego de un tiempo de duelo saliera a trabajar y no le reclamara nada (ni tampoco le hablara, pero lo refiere como natural “no somos de hablar”).Puede volver a proyectar en su profesión, pero del proyecto (la adopción) no habla, y se despliega en las relaciones, en el estudio que armó con dos colegas, en el deporte.Muy lentamente aparece la tristeza y puede por primera vez ir al cementerio a lo que llama “despedirse de los dos muertos ilustres”, puede hablar con su mamá y visitarla, encontrándose con familiares, vecinos, compañeros y compañeras de colegio, fue “como un baño de historia”, me dice. Vuelve contenta del viaje y se anima a decirle a Julio de adoptar. Deciden comenzar los trámites.Contenta con su proceso no vacila en derivarme dos pacientes (una colega ocasionalmente le pregunta por un analista para su hijo y un amigo de Julio para un familiar) que al tiempo me llaman y comienzan a tener entrevistas conmigo.El proceso de adopción es largo y tedioso y se enfrentan a que no están casados, lo cual es en muchos casos insalvable y deciden hacerlo. “Es el primer vínculo que logro armar”, afirma Sofía.Competitiva y exigente avanza sobre la adopción y transcurren los días entre el trabajo (que es mucho) y entrevistas y viajes para posibles adopciones. Pasan meses y no cede en su empuje. Le señalo que está poco tiempo con Julio, que armar una pareja implica cuidarla, que cuando dijo “es el primer vínculo que logro armar” ponía en juego un antes de soledad y un después de compañía al que le había llevado muchísimo esfuerzo y trabajo acceder.Obviamente una reflexión sobre su progreso, sobre sus cambios.“Es necesario que el deseo del analista se manifieste para que el paciente se traicione, ya que hasta entonces podía pasar desapercibido” (A. Green).Acá es donde se desata la RTN, porque la palabra del analista, cargada de libido para la escucha de la paciente, liga la pulsión de muerte y ésta se percibe, hace ruido, “la pulsión de muerte se delata” (J. L. Donnet).Tres semanas después llega a sesión y expresa desapasionadamente lo que le pasa: que Julio le dijo que se quería separar, que todo se iba a la mierda y que ella me hacía responsable por no haberle insistido lo suficiente en que tenía que cuidar la relación, que tendría que haberla visto todos los días, que no tendría que haber permitido que esto pasara, etc., etc., etc.; inaccesible e inabordable en su contabilidad de la desgracia.Pagó y se despidió con un “Usted no me sirve”.Ese mismo día habló con las dos personas a las cuales les había dado mi nombre y evidentemente fue muy elocuente, pues aquéllos a los que estaba entrevistando suspendieron y no respondieron mi llamado.Aquí la aniquilación, el reducir el otro a nada (“Usted no me sirve”), el producir la desinvestidura brusca y total de aquel a quien se estaba, aún ayer, unido por amor u odio y que se convierte en un desconocido, en un extraño. Aquí la destructividad se corresponde a la pulsión de muerte actuando de forma desligada, pura e insensata, que se muestra a través de la desobjetalización del otro, retirándole su condición de semejante.Por supuesto que el de Sofía W. es un caso extremo, que denuncia las carencias y los límites del análisis. El “hasta donde podemos llegar” en nuestro trabajo con la RTN.No está de más pensar que “Reacción” señala que estamos tocando un punto de urgencia, que surge del trabajo hecho. O la interpretación dio en el blanco o sin ella puntualmente, la paciente se siente próxima a situaciones peligrosas.Moviliza toda su energía en ese decir “no”, dando una lista de razones, articuladas dentro de una lógica que cierra la posibilidad de escuchar, en la magnitud de un dolor que no siente, pero que actúa.En estos casos, toda interpretación es vivida como inminencia de ruptura porque la palabra separa, y todo progreso se percibe como anticipación de un final irremediable, y el final es el final de todo.Esa madre que no le dirigía la palabra, encerrada en su dolor o aferrada a su mutismo ante esta hija brillante es disculpada con un “no somos de hablar”, y Sofía intenta a través del ostracismo en el que me coloca a que viva el “demasiado” que ella ha sufrido.

Reflexiones

La RTN tiene que ver con un proceso que concluye con una transformación de la teoría pulsional (A. Green señala “en la primera, en cuanto tales las pulsiones están fuera del aparato psíquico, únicamente por sus representantes forman parte de éste. En la segunda, el Ello incluye las pulsiones de los dos grandes grupos -Eros y destrucción- en el aparato psíquico y ya no están situadas fuera de él”) y con la elaboración de la segunda tópica.Esto dará pie a posteriores teorizaciones que intentan una mayor comprensión de la RTN, aquellos como M. Mahler que colocó el acento en la primera separación, M. Klein lo puso en la envidia primaria, J. Riviere en el altruismo inconsciente, D. Anzieu en la paradoja, J.-B. Pontalis en la negatividad originaria, A. Green en los límites y la inversión del principio placer-displacer, H. Rosenfeld la relaciona con el narcisismo y la organización maníaca del self, F. Cesio con el objeto aletargado inconciente.Freud señala que en la RTN lo que está en juego es la problemática de la constitución del yo, sus límites, la problemática de sus orígenes, de las identificaciones primarias que lo han constituido como sujeto y, al mismo tiempo, lo han alienado.Acordes con esto el yo en su evolución tendría que poder soportar la emergencia de lo pulsional, cuando esto no sucede “el yo desaparece en su función soporte al quedar atravesado por los efectos de la pulsión de muerte. En este sentido, el necesario trabajo con el yo permite que el sujeto se encuentre con su potencia de ser para posibilitar un revestimiento narcisista del yo con una identificación sostenida en un proyecto como ideal del yo” (E. Carpintero). No en el sentido de una adaptación sino de una elaboración.Elaboración dentro de una clínica, que no es reductible solamente al diván-sillón, sino que nos exige nuevos modos de intervención clínica, en donde como en el caso de Sofía W. tal vez hubiera servido el frente a frente, o aprovechar una de las escasas presencias de la madre en Buenos Aires para propiciar algunas entrevistas, etc., no lo sabemos, pero son herramientas con las que podemos contar si tenemos tiempo.Vale recordar las palabras de Freud en El Yo y el Ello: “…es honesto admitir que aquí tropezamos con una nueva barrera para el efecto del análisis, que no está destinado a imposibilitar las reacciones patológicas, sino a procurar al Yo del enfermo la libertad de decidir en un sentido o en otro”.

 

Alejandro Maritano

Psicoanalista

alejandro.maritano [at] topia.com.ar

 

Notas

1 E. Jones suponía que en 1915 Freud podría haber quedado satisfecho y dar su obra por cerrada.2 En 1919 Abraham publica la primera aproximación a la RTN en “Una forma particular de resistencia neurótica contra el método analítico”.3 Freud dejó de escribir sobre técnica analítica en 1914 y sólo en 1937 retomaría ese hilo interrumpido, en escritos que no se pueden calificar estrictamente de técnicos, a tal punto desbordan ese marco.

 

Mejoría y Subjetividad

Mario Waserman

Expondré inicialmente una ficción que relata un caso límite. Cualquier analista podrá reconocer en esta ficción un caso que se asemeja a la realidad. Esta ficción está en el borde de la RTN (Reacción Terapéutica Negativa). Estar en el borde significa que en parte está afuera del cuadro delineado por Freud y en parte está adentro. Afuera porque Freud no parece estar pensando en pacientes que sufren una descompensación, sino en algunos que se cronifican en un ciclo de empeoramiento y queja ante la menor sugerencia de mejoría y está dentro porque justamente sigue el proceso de casi-mejoría y empeoramiento que él describió. Está ficción está construida para señalar la peligrosidad que la RTN tiene para los dos protagonistas del encuentro psicoanalítico, especialmente para el analista porque pone en duda los alcances de su método y de su teoría. Esta teoría y esta clínica se expone a sí misma como limitada, y enigmática y no renuncia a exponer sus fracasos. El desaliento que estos fracasos provocan hace que muchos analistas y pacientes abandonen el camino psicoanalítico. Todavía no sabemos quién tiene razón, los que desisten o los que creen, y debo incluirme, en su propuesta porque no visualizamos en el horizonte del pensamiento ninguna teoría que por ahora alcance una cercanía mayor a la verdad de la realidad psíquica que le atañe, la de los síntomas. No nos adjudicamos la objetividad, esta posición es eminentemente subjetiva como cualquier otra. La permanencia en el psicoanálisis no significa adherir a un encuadre específico, se puede hacer psicoanálisis bajo distintos marcos. Adherir al psicoanálisis es paradojalmente reconocer su límites. Esta apuesta a lo inconciente que condujo a Freud hasta la pulsión de muerte y los límites de la mejoría que el psicoanálisis puede brindar nos sigue pareciendo la más genuina de las aproximaciones a la subjetividad, cuya mejoría misma está entre paréntesis. La sociedad esperaba en el siglo XX del Psicoanálisis y de la Política una mejoría personal y social que no se dio. Ahora, en el XXI espera esta mejoría del Consumo. ¿Será esta vez su expectativa colmada? ¿O la abundancia traerá un malestar inesperado? No lo sabemos. Pasemos entonces al espacio limitado e ilimitado de la clínica y contemos ya el ejemplo prometido:

Virginia llega a sus doce años a la consulta desesperada y negativa. Llora y maldice su vida, odia a sus compañeras y compañeros de séptimo grado, a sus maestros y a sus padres. A sus compañeros por excluirla de sus grupos. A sus maestros por no resolver los problemas que tiene con sus compañeros y exigirle por demás las cosas no interesantes que enseñan. A sus padres por exigirle que se prepare para ir a un secundario bueno y por no dejarla aislarse. Dice que no le interesa estudiar y que no es capaz de hacerlo aunque todos piensan que es académicamente muy inteligente. Me impresiona como una niña que hace pensar más en la melancolía que en la depresión aunque este cuadro no se encuentra descrito en esa edad, lo más impactante es la densidad del odio hacia todo lo que la rodea y hacia sí misma. Se trata de un break-down del desarrollo, tal como lo describe M. Laufer en “El psicoanálisis y el desarrollo sexual del adolescente” e implica una incapacidad del sujeto en soportar las transformaciones de la pubertad lo que provoca una ruptura del sistema, el cual puede acontecer en el inicio de la pubertad, en la adolescencia media y tardía, pero no más tarde. Su pronóstico es incierto, reversible o irreversible. Es traducido por P. Gutton acertadamente como fractura de historia. Debemos, por lo tanto, darle tiempo a la transferencia. Inicio con Virginia un trabajo familiar e individual y lentamente el huracán cede su furia .Vamos descubriendo que ella demanda de sus compañeros una atención tan absorbente que termina en un rechazo hacia ella. Que ella desprecia aquellos que se le acercan y anhela, en secreto, a las que la desprecian. Al mismo tiempo que tortura a sus padres con su negatividad y los acusa de ahogarla no permite que ellos se alejen de ella. Todas esas cosas sencillas van disminuyendo el odio y vamos a lo largo de lo que falta del año reestableciendo un vínculo con sus compañeras por lo cual decide ir de viaje de egresados con su grado e inicia un curso de ingreso en un Instituto que los prepara para un examen exigente. Mientras tanto en el espacio parental vamos viendo aparecer episodios y personajes melancólicos de la familia que han llegado al suicidio. Virginia extrañamente las personifica aunque no conoce, hasta aquél momento, toda la verdad de la historia. Se llega a hablar mucho de los secretos vergonzantes familiares lo cual promete un alivio duradero. Así Virginia, por su capacidad aprueba los exámenes y se inicia un primer año que resulta una experiencia de felicidad por el reconocimiento de los profesores y la aceptación del nuevo grupo. Yo sigo viéndola una vez por semana porque veo problemas para asumir su adolescencia. El carácter latente, enciclopédico y aburrido, no la abandona. Siempre trata de probar su excepcionalidad. Al mismo tiempo goza y gozo de la desaparición de aquel odio inicial. Desisto de mi visión melancólica y observo. Los padres me aman. Al final del segundo año esta dificultad para entrar en la novela adolescente la empieza a dejar afuera del grupo pesado de la división. La vulnerabilidad narcisística comienza a reaparecer. Se refugia en la computadora. Este quedarse afuera empieza a generar un malestar que insinuado en segundo año se hace cada vez más intenso en tercero. Las críticas hacia sus compañeros se hacen cada vez más abarcativas. Ya a mitad de año quiere dejar el colegio. Se molesta con los profesores porque ellos no reconocen tanto su genialidad como su incapacidad y la desaprueban en dos materias. Se encierra cada vez más en un juego sofisticado de rol con dos niñas menores. Quiere dejar el colegio porque no aguanta ni a sus compañeros ni su exigencia pero los profesores y el mismo grupo la alienta a seguir. Al fin del tercer año ella está terriblemente enojada y molesta, comienza a llorar sin parar y ahora ya habla abiertamente de ideas de suicidio. El fantasma de la familia reaparece en el punto de lanzarse al acto. Aparece de una manera mas rabiosa que al principio. Los padres están tan enojados conmigo que se la llevan al psiquiatra, instancia que veo como necesaria. Se lamentan del tiempo que han perdido, con un analista tan incapaz y poco interesado en sus pacientes. El psiquiatra les muestra su responsabilidad al haberla dejado tanto tiempo conmigo sin resultados. Supe que el psiquiatra después de intentos ambulatorios iniciales, la tiene que internar, lo cual los violenta aún más. Su enojo conmigo porque se las devuelvo igual que al traerla es semejante al que observé en Virginia. Recién ahora sé de donde viene. Llegan a hablar con los colegios aconsejando que no me deriven más casos. Me siento rechazado, amenazado y con remordimientos. A esta altura estoy igual que Bion que en Seminarios del Psicoanálisis (Ed. Paidós, Cap. VII) describe una genial y terrible historia clínica que sin duda quedará entre las grandes páginas del psicoanálisis. Así es como la termina: “Llegó un momento en que pude mostrarle al paciente que él sentía que si llegaba a ser lo suficientemente famoso, según él valdría la pena matarse, siempre que de ello se enterara la suficiente cantidad de personas. Lo imaginaba diciendo ‘Me gusta el asesinato; me agradaría asesinarme a mi mismo, estar ahí y contemplar el funeral’. Un día recibí otro mensaje: el paciente había salido de su habitación y había sido hallado muerto en unos campos a unas veinte millas de Londres. No puedo decir que tuve la sensación de haber actuado bien. Por otra parte tampoco puedo decir que errores cometí...”Yo diría que la RTN no debe referirse a aquellos casos donde persiste la queja y la insatisfacción crónica o el empeoramiento de un síntoma mientras que el paciente se mantiene llevando adelante su vida de un modo razonable a pesar de sus quejas. La RTN debe reservarse para algo que barre con todo, que en esencia destruye el marco y el valor psicoanalítico. Lo singular es que el analista sabe que no ha podido actuar bien pero todo lo que haga parece ser lo incorrecto.Virgina representa para mí, mis límites, lo que yo no pude hacer y lo peor es que cada caso tiene su parte Virginia, es decir lo que yo no puedo hacer con él, lo que no puedo hacer con aquello que sigue su curso en búsqueda de algo que Freud pensó como necesidad de castigo. Sin embargo, afortunadamente en la mayor parte de mi experiencia, esa parte Virginia es contenida dentro de límites que el paciente asume amablemente, como parte de la vida, los límites de la mejoría de la subjetividad. Paradojalmente los pacientes que más se curan, son los que aceptan los límites de su propia mejoría. En la RTN la subjetividad quiere ir más allá, al fondo. Yo, por precaución, una precaución que fácilmente se me olvida, recibo a partir de Virginia a los pacientes con un modelo climático. Pienso que si han llegado es que han atravesado un huracán que les vino de afuera o ellos han provocado y por más calmo que esté el clima nunca sé si el huracán ha pasado o si sólo estamos en su ojo. Un sistema pulsional es un sistema de huracanes. Cuando se desata el huracán es mejor que haya un equipo para desastres.El descubrimiento de ciertos fenómenos del discurso le permitió a Freud introducirse e introducirnos a un espacio del discurso mucho más extenso que el espacio de la conciencia, incluso opuesto a ella. Desde esa zona de permanentes misterios reprimidos obtuvimos y obtenemos algunos triunfos sobre el síntoma y los rasgos de carácter. Pero ya Freud vislumbró los límites de esa excursión significante, menciono la Roca y la RTN. Lacan ligó la insistencia de la cadena significante con la pulsión de muerte y también aquello que no cesa de no inscribirse para atravesar ese campo renuente. Sabemos que la palabra dentro y fuera del psicoanálisis está en crisis, no significa mucho. Llevada a ser un significante pierde cada vez más significado. Hay dos tendencias que se perfilan frente al fracaso, o intervenir directamente en el cuerpo, en la vena mediante la medicación, o convocar a lo Real mediante el acto. O una meta menos ambiciosa o un recurso de origen teatral. ¿Creemos realmente que hay una fórmula para eludir lo imposible? Freud postula la pulsión de muerte para alertarnos que no. Después de circular por las interpretaciones clásicas donde los analistas antes y después de él nos detenemos: el desafío, como evidentemente lo pensó Bion en su caso o la vulnerabilidad narcisística como lo pensé yo en el mío, Freud va al encuentro de algo más misterioso. Una pulsión muda y negativa que necesita de una pulsión positiva para ser visualizada y de un objeto que circundar para lograr su satisfacción. ¿Debemos ser el objeto de esa satisfacción? Freud se interna en el mundo enigmático de lo que él llama pulsión de muerte atada a la necesidad de castigo. Esa materia que se deposita en el ideal del yo, en el núcleo de nuestro ser en tanto ético. Lo interesante es que produce una catástrofe ética en nosotros como lo muestra el ejemplo de Bion y el mío. No se trata de encontrar siempre la explicación que nos haga sentir que hemos resuelto el misterio del caso, tampoco se trata de volver a lo instintivo. Se trata de un montaje de la pulsión cuya desmantelamiento nos excede, cuando la queremos deshacer sólo la anudamos más. Cuando nos enfrentamos a una RTN estamos en la clínica en la cuestión de los límites de la mejoría de una subjetividad. Como tuvo la valentía de descubrirlo Freud: El mejor proyecto, el proyecto secreto de una RTN es estar peor. Si hay un alivio será transitorio, poca cosa.La transferencia se podría pensar como una reactualización libidinal destinada a frenar la pulsión de muerte. Siempre habrá una batalla entre el amor y el odio. Pero si la transferencia se rompe, si el paciente llevado por la pulsión de muerte ahora dirigida a si mismo se coloca en un espacio más allá de la transferencia, ¿vale la pena insistir? ¿El empecinamiento del analista no es una forma de pulsión de muerte? ¿Insistir en aquello que le es reacio no es hacer lo mismo que el paciente, insistir en el fracaso? ¿Y si hubiese nuevas soluciones técnicas, no es otro analista muñido de otra técnica el que la tiene que implementar? El psicoanálisis (de uno) no es un método universal, tiene sus casos, los que mejoran con el psicoanálisis. La sociedad no está conforme con eso, esperaba más, esperaba una mejoría a través del psicoanálisis que eliminara el sufrimiento en cada uno de los que lo requerían y eso no la ha obtenido ni lo obtendrá. El procedimiento es largo, caro y tedioso. Y la sociedad quiere un artículo más eficiente y dinámico. El mercado no cesa de proponer innumerables técnicas de curación y misticismo, que muchas veces, debemos aceptarlo, mantienen la pulsión de muerte a raya. La religión es el producto más valioso, otorga más significado al sufrimiento que lo que puede dar el psicoanálisis y por ello puede envolver al ideal del yo en un continente que lo apacigua. El reclamo de la falta de mejoría es ahora social y más potente que nunca. ¿Podemos responder a ese reclamo? ¿Hay algo que nos haga más eficientes? No estamos cerrados a pensar accesos menos rigidificados pero debemos aceptar nuestro alcance. Así como el psicoanálisis ha sido un golpe para el narcisismo humano ahora debe absorber un duro golpe a su propio narcisismo.

 

Mario Waserman

Psicoanalista

m-waserman [at] fibertel.com.ar

 

 

Marta Gerez Ambertín

1ª PARTE

El debate en torno a la Reacción Terapéutica Negativa (RTN) aún no ha cesado. Luego de haber dedicado al tema más de un capítulo en Las Voces del superyó, lo retomo a partir del cuestionario planteado por Topía para desarrollar algunas cuestiones espinosas que, sobre este difícil obstáculo a la cura, circulan actualmente.

 

a.- Lo que no es

Efectivamente, encontré que lo que Freud constató como un empeorar al mejorar en el tratamiento es colocado, muchas veces, por fuera del tratamiento y, así, se designan como RTN obstáculos que no responden a esta especificidad clínica. Ubicarlos como RTN es asimilar, otros escollos clínicos, a esa peculiar resistencia del superyó. Hay que extremar la cautela para evitar tratar, como RTN, los profundos impasses que suelen producirse en las entrevistas preliminares para la instalación de la transferencia, o los traspiés de los fracasos para el establecimiento de la transferencia con un nuevo analista en los casos de re-análisis.

 

b.- Lo que es

Freud señala a la RTN -en Inhibición, síntoma y angustia- como resistencia del superyó (…) que “se opone a todo éxito y, por tanto, también a la curación mediante el análisis” (Freud. 1925:150). En el El yo y el ello consideraba que, para algunos pacientes, “Toda solución parcial, (…) les provoca un refuerzo momentáneo de su padecer; empeoran en el curso del tratamiento, en vez de mejorar…” (Freud, 1923:50).La RTN refiere al rechazo a cualquier mejoría o cambio de posición subjetiva que pueda derivar del análisis, lo que implica que es preciso que el dispositivo analítico esté constituido para hablar de RTN pues se trata de una respuesta específica a los avatares de la transferencia: el sujeto se abroquela silenciosamente contra cualquier mejoría... una vez que ésta se produce.Respuesta de la subjetividad en la que se juega el goce superyoico por las vías de la necesidad de castigo, verdadero cierre de las pulsaciones del inconsciente, estocada fatal de la pulsión de muerte.Una vez que se obtiene una plaza en el deseo del Otro, y a partir de allí se producen cambios en la posición subjetiva, se cierran abruptamente las puertas del deseo porque no se soporta estar en deuda con el Otro.Pero, además, la RTN se caracteriza por su pulsional silencio, lo que entraña el riesgo de perpetuar, por esa inercia, la relación con el analista: hay intolerancia a cualquier cambio de posición subjetiva, sólo se abona el padecimiento y el castigo.Aquí es preciso despejar dudas en torno al goce que promueve la RTN. Es convocada desde la necesidad de castigo que en mi propuesta del “trébol de la culpa” ubico como culpa muda. Si no se puede recibir ningún don del Otro se recibe su castigo, un castigo erotizado, por cierto. Razón de más, entonces, para que el analista -venciendo sus propias resistencias- ponga en juego su acto, ya que no puede ser cómplice de semejante posición.Freud vincula la RTN con la culpa, pero no con el sentimiento de culpa ni con la culpa inconsciente sino, específicamente, con la necesidad de castigo. Esto es nodular. Para entender la RTN es preciso diferenciar los registros de la culpa: sentimiento a nivel de la conciencia y del yo (imaginaria); respuesta al Otro y falta inconsciente ignorada por el sujeto, (simbólica); y necesidad de castigo, residuo pulsional (real).Desde esta trilogía colegimos que, en la necesidad de castigo de la RTN -desanudada de lo simbólico y lo imaginario-, irrumpe, como goce superyoico, la culpa muda que procura el padecer. Implacable rechazo a recibir cualquier don del Otro... sólo se anhela su punición. Y así la posición del analista se mantiene vacua: de él no es posible recibir nada, o menos que nada, sólo lo peor: el padecimiento de la enfermedad. Por eso Lacan reitera que la RTN es la maldición asumida de “la vida no quiere curarse” (Lacan. 1955:348).Y la vida no quiere curarse porque se rebela a recibir un don del Otro, no se soporta estar en deuda con el padre en tanto reconocer deuda tal supone soportar el peso de la castración propia y del Otro... y es éste, precisamente, el nudo acropolitano que no logra dirimirse en la RTN: el “más allá del padre” se logra sólo a condición de servirse de su herencia y sus dones, desidealizándolo, pero, ¿cómo recibir los dones del padre cuando se trama su destitución?La cura analítica abre un no siempre sorteable camino hacia la desidealización del padre que puede atravesarse sólo a costa de soportar las vicisitudes de la castración y del duelo por el objeto. Posible revelación, en esa travesía, de la inconsistencia del padre. Durante este duelo la presentificación del objeto a puede provocar la irrupción de un goce superyoico en forma de sometimiento a un Otro cruel: por no estar obligado a agradecerle está obligado a padecerle. Es aquí donde se sitúa la RTN.c.- Lo que puede hacerse

Ante esto, ¿qué coartadas posibles quedan al analista? Lacan ofrece la respuesta: culpabilizar al analizante. La coartada de culpabilizarlo es una buena baliza para la dirección de la cura, pero -partiendo de nuestra propuesta del trébol de la culpa- ¿de qué culpabilización se trata? Indudablemente de la culpa inconsciente: esa falta ignorada por el sujeto que, sin embargo, interroga, apelando al significante y puede lanzar una demanda al Otro.Se trata de efectuar dos estocadas al goce: por un lado el analista, con su acto, debe vencer su propia resistencia y desalojar del lugar de padre gozador donde el analizante lo coloca y, al mismo tiempo, efectuar el movimiento para que el analizante pueda confrontarse con el duelo, lo cual permitirá el pasaje de la culpa muda a la culpa inconsciente y, de ésta, al asentimiento subjetivo de su goce.

 

2ª PARTE

Viñeta clínica

Una paciente atravesó en el análisis por distintos momentos: una inicial fobia que le impedía estar a la altura de su profesión (que comparte con sus hermanos y el padre). Puede confrontarse al goce de su fobia y transformarla en un síntoma histérico (lo que facilita un mejor desempeño en su trabajo y su salida al mundo social). Sin embargo, mantiene la idealización del padre al que ama y reconoce como eje de su vida. El éxito en su profesión se basa, sobre todo, en el diestro manejo de una herramienta de trabajo, acaso el logro más inaccesible a su padre.Mientras la vida profesional de la joven es destacada, la amorosa es un desastre, tal su nuevo síntoma. El amor e identificación a la falta del padre estructura su relación con el mundo. Esa identificación tiene una incidencia fundamental en su vida amorosa y se manifiesta también en su carrera, en el uso de la herramienta “con la que logra capturar, aprehender imaginariamente, lo que no logra simbolizar”. El enigma “¿qué es una mujer?” -¿cómo aceptarse como objeto del deseo de un hombre?-, le hace dirigir sus pasos hacia hombres casados con sus mejores amigas, manteniéndose así y para usar su expresión: como un “sapo de otro...”, siempre ajena.El trabajo analítico encaminado en la dialéctica del deseo desemboca en un momento en que se fracturan las identificaciones imaginarias y se produce un desvanecimiento de la ficción fálica -un nuevo duelo-, lo que se manifiesta en los impasses en la profesión: las relaciones laborales se ven perturbadas porque no cumple como antes y desfallece, a veces, en el manejo de su herramienta de trabajo. Manifiesta signos de cansancio y aparecen pequeñas enfermedades por las que debe guardar cama.En el análisis se produce un impasse severo. Se instala una nada sumamente llamativa: la RTN asoma dando cuentas de que su cambio de posición es intolerable. Llega a sesión en horario, paga las mismas regularmente… pero no pasa nada, no tiene nada importante a tratar, comienza a preguntarse si no tendría que expulsarla del análisis. Sin saberlo convoca al castigo. La intervención de la analista no se hace esperar. Interrogo “si su apatía tiene que ver con la decepción causada al padre, a quien creía maravillar con el hábil manejo de su herramienta”. En suma, convoco a la culpa inconsciente, al saber no sabido del inconsciente allí donde ella precipitaba la punición. La apelación a la cadena de significantes que no se instalaba, logra una respuesta: primero una pesadilla inquietante sobre la que fue preferible no intervenir, luego un sueño edípico que hace posible la continuación del análisis sin el asedio de la necesidad de castigo, lo que abre la posibilidad de trabajar la culpa inconsciente (fantasías de incesto y parricidio) y su duelo por la caída del padre ideal. Dejar de sostener al padre y apropiarse del deseo que la liga a su herramienta de trabajo y a la herramienta de seducción por “hombres posibles” abre nuevos derroteros en su análisis. La RTN declina. Se hacía imprescindible descompletar al Otro gozador, ese Otro que ella alimentaba para escapar a la castración en esa convicción de que el Otro goza de ella.

 

Marta Gerez Ambertín

Psicoanalista

mgerez [at] rcc.com.ar

 

Referencias bibliográficas

Freud, Sigmund (1923), “El yo y el ello”, O.C. XIX, Amorrortu, Buenos Aires, 1979.

Freud, Sigmund (1925), “Inhibición, síntoma y angustia”, O.C. XX, Amorrortu, Buenos Aires, 1979.

Lacan, J. (1955), “El deseo, la vida y la muerte”, Sem. II, El Yo en la teoría de Freud y en la Técnica Psicoanalítica, Paidós, Barcelona, 1983. 

 

Articulo publicado en
Julio / 2007

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