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LA MÁQUINA HUMANA, ¿FICCIÓN O REALIDAD?

 

Este artículo es una síntesis del capítulo que integrará el libro "LA MUSICA CONTRA LA MAQUINA", de próxima aparición. El mismo trata acerca de la utilización de la música en el tratamiento de los trastornos psicosomáticos, con relatos de su aplicación en la clínica. Prof. Dr. Carlos E. CARUSO

"El sueño de la razón engendra monstruos"
Francisco de Goya

Los artistas ven lo que es invisible a los ojos

Podemos considerar que uno de los recursos de la ficción literaria o cinematográfica es imaginar situaciones vitales en otro tiempo y lugar partiendo de situaciones presentes, como un intento de denuncia o advertencia. Como si los autores nos dijeran: "Esto está ocurriendo", o "Esto es lo que va a ocurrir de seguir las cosas así y si no las modificamos". En el género ciencia-ficción, tan de este siglo, la acción transcurre en un futuro hipotético y la temática se basa en supuestos científicos verosímiles. En la ficción, casi siempre el desarrollo científico y tecnológico es muy superior al actual y no pocas veces las máquinas y computadoras se rebelan del gobierno humano e invierten la relación de dominio. Los artistas denuncian, de esta forma, uno de los problemas que creo centrales en nuestra cultura llamada occidental (convertida en hegemónica en el mundo actual): la fascinación y la alienación que las máquinas han producido en los seres humanos.

Desde el siglo XVIII en adelante, a partir de la invención y aplicación de la máquina de vapor, época conocida como Revolución Industrial, el cúmulo de invenciones y aplicaciones de las máquinas no ha cesado de incrementarse hasta arribar a la robótica de nuestros días, conjunción de la mecánica y la informática, y causa de la segunda revolución industrial. Pero simultáneamente, la vida cotidiana de los seres humanos fue organizándose cada vez más y más con relación al funcionamiento de las máquinas. Cada uno de nosotros lleva en su muñeca un reloj, de manera de poder coordinar su accionar diario con el ritmo de producción. Las máquinas fueron creadas para aliviar a los seres humanos de los esfuerzos más grandes, pero hemos llegado a la situación paradojal de que los humanos debimos esforzarnos cada vez más, con un ritmo más veloz, intenso y prolongado de trabajo, aumentando nuestro rendimiento a fin de ajustarlo al de las máquinas.

Cual verdaderos aprendices de brujo, en lugar de ser los amos de las máquinas nos hemos ido convirtiendo lentamente en sus esclavos. Uno de los efectos más notorios de este paulatino proceso es la instauración y difusión del requerimiento social de que las emociones no perturben el proceso de producción. Como las máquinas no sienten, para ajustarnos lo más posible a ellas, no podemos permitir que la tristeza, la incertidumbre, la excitación del amor o el festejo alegre perturben el ritmo productivo. Para lograr el funcionamiento más ajustado posible a sus ideales alienados, nuestra sociedad necesita "producir" tecnópatas 1en forma masiva; humanos-máquinas o máquinas humanas. Es necesario no pensar, no sentir, no saber, no tener memoria ni proyecto propio, o sea no tener pasado ni futuro: sólo producir y consumir lo que "se debe" consumir.

Así observamos cómo, en forma simultánea al aumento del rendimiento laboral y la velocidad de los cambios, se han ido incrementando los Trastornos de Personalidad, cuya característica más saliente es la perturbación de la expresión de las emociones y su correlato somático. Las emociones están intimamente ligadas a la memoria y ambas comparten al Sistema Límbico como la estructura del sistema nervioso central que les da asiento material.

Me referiré a tres obras literarias que se adelantaron en casi setenta años la primera, y cincuenta las otras dos, a lo que hoy está ocurriendo: "Brave New World" de Aldous Huxley, "1984" de George Orwell y "Fahrenheit 451" de Ray Bradbury. En ellas hay descripciones insuperables de situaciones que hoy vivimos y de funcionamientos psicológicos que hoy encontramos en nuestros pacientes. Estos artistas, como tantos otros, vislumbraron lo que vendría, lo que hace setenta años ya estaba en germen y se fue desarrollando y constituyendo.

No quiero dejar de mencionar que, también hace setenta años, se ocuparon de este tema Charles Chaplin en Tiempos Modernos y Fritz Lang en Metrópolis. Aún utilizando géneros y estilos cinematográficos totalmente distintos, el comienzo de ambas películas es casi idéntico: un reloj que ocupa toda la pantalla y cuyas agujas van marcando el paso del tiempo y luego la imagen de una gran masa de gente que se dirige a su trabajo (Chaplin trueca la imagen con la de una manada de ovejas). En Metrópolis la imagen de las máquinas funcionando precede a todo lo demás. En Tiempos Modernos, la máquina "traga" al hombre, ("Carlitos", el operario) en una de las más geniales metáforas cinematográficas. En su afán por seguir el ritmo de producción cada vez más acelerado de la línea de montaje, Chaplin terminará enloqueciendo. Hasta lo utilizarán para probar una "maquina de comer", artefacto ideado para evitar interrumpir la labor en la línea de montaje por una causa tan banal e improductiva como la necesidad de alimentarse. (¿Chaplin también precursor en la denuncia del fast food?)

 

 

El pensamiento único como sueño de la razón

 

En las tres obras la vida transcurre bajo una organización social totalitaria, donde la posibilidad de elección libre individual no existe. Solo difieren los métodos. Mientras en 1984 y Fahrenheit el control se ejerce a través del terror de Estado, con la amenaza de tortura física y psicológica o de muerte, en Brave New World se hace químicamente a través del soma, droga "total" y multiuso que calma la ansiedad, la tristeza y la agresividad y que la policía utiliza en lugar de gases lacrimógenos o vomitivos para calmar los disturbios: "un cm3 cura diez pasiones", "La estabilidad quedó así asegurada". El mismo Huxley dirá que el control químico solo es posible luego de un régimen de terror de Estado, que el sistema social descripto en 1984 (editado en 1949) debe ser anterior a Brave (editado en 1931), aunque la novela haya sido escrita dieciocho años después. Así, del castigo al comportamiento indeseable, y el miedo a ese castigo, se va mudando a la recompensa por el comportamiento deseable y la manipulación de ideas y sentimientos.

Todo régimen totalitario se caracteriza porque una minoría impone, a todo el resto de la sociedad, el particular punto de vista que le conviene y la beneficia, por medio de alguna coerción. Para ello es necesario que los demás renuncien, de buen o mal grado, a sus propias aspiraciones, deseos o valores si no coinciden con los de quienes detentan el poder. Las cosas se presentan como si no hubiera más que una sola opción, y si uno pretende conservar su integridad física, psicológica o su vida, más vale le conviene tomarla. El pensamiento único hoy está enunciado como que no hay otra opción o posibilidad que una organización económicosocial basada en el sistema capitalista llamado de libre mercado, donde megaconglomerados empresarios transnacionales, cada vez más concentrados, toman decisiones que afectan la vida de millones de personas sin que los Estados nacionales puedan intervenir para ejercer algún tipo de influencia o proteger los intereses de sus ciudadanos.

En nuestro país, en algunos casos, el Estado no interviene por propia decisión, aún pudiendo hacerlo, y esto es presentado como un gran mérito, porque así se fortalece el sistema económico. En otros casos colabora en forma franca con los consorcios económicos para instaurar políticas lesivas a los intereses de la población, aún burlando procedimientos y reglamentaciones legales. Es así como tenemos las telecomunicaciones, los ferrocarriles, la energía eléctrica y las rutas con peaje más caras y más ineficientes del mundo...¡y los combustibles más caros también!

En nuestro país también 1984 y Fahrenheit ocurrieron antes que el Brave. Durante más de 50 años, entre 1930 y 1983 padecimos seis golpes de Estado seguidos por regímenes totalitarios cada vez más cruentos y más extensos en el tiempo, donde los secuestros seguidos de la tortura, el asesinato y la desaparición física de las personas fueron transformándose de solo algunos casos aislados, en miles y miles de casos, como resultado de la aplicación sistemática del terrorismo por parte del Estado. A falta del sabueso robot imaginado por Bradbury, que destruía a sus víctimas identificándolas por el código genético que le era suministrado previamente, aquí se usaron métodos mucho más primitivos como la patota parapolicial o paramilitar. Al no existir el método del código genético, muchos fueron los inocentes que murieron. De todos modos la metafísica del sistema fue la misma, tan magnificamente sintetizada por el jefe de bomberos cuando define al sabueso: "No ama ni odia: funciona". Muchos militares represores han declarado que no actuaron por odio a sus enemigos, que ellos eran profesionales y simplemente cumplieron órdenes. Es decir, simplemente funcionaron, sin amor ni odio. Como el sabueso de Bradbury, que no estaba programado para reflexiones éticas de ningún tipo. Como cualquier máquina de matar.

Siguiendo a Huxley, una vez transcurrida la época punitiva, ahora ya podemos utilizar los psicofármacos para calmarles la ansiedad o el pánico, la tristeza o la depresión y la frustración o la agresividad a nuestros pacientes afectados por el Magnífico Mundo Nuevo en el cual vivimos. No contamos aún con el soma, pero si persistimos con la investigación científica puede que algún día lo logremos. De todos modos, en la actualidad, los hechos demuestran que bien se pueden usar en forma conjunta tres drogas distintas en lugar de una sola.

Para que el totalitario pensamiento único pueda imponerse es necesario que los seres humanos se "cosifiquen". Si la producción es en masa, las personas deben masificarse. Para ajustarse a lo que "deben" consumir deben desajustarse de lo que desearían. Deben dejar de ser seres "para sí" y convertirse en seres "para otros". Huxley describió al hipotético Estado Mundial con tres ideales: Comunidad (cada uno subordinado al funcionamiento del todo), Identidad (anulación de las diferencias individuales), Estabilidad (fin de la dinámica social y de todo cambio - ¿ El famoso "Fin de la historia" de Fukuyama?-)

Esto se lograba, en su novela, con la producción en serie de humanos de distinta categoría, mediante la manipulación genética de fecundaciones artificiales: los alfa, beta, gamma, etc.

El secreto está en lograr que la gente ame lo que tiene que hacer (en lugar de hacer lo que ama). Y nadie conoce otra cosa que lo que debe hacer. Terminado el trabajo, cada cual a la diversión organizada o al sexo, convertido en descarga fisiológica con utilidad social, en algo indiferente e irrelevante, por la institucionalización de la promiscuidad. Para no conocer más que lo que cada uno debe hacer, se destruye deliberadamente la memoria, las raíces, los libros. Se toma como consigna la frase atribuida a Henry Ford: "La historia es una paparruchada". Todo lo que no es nuevo debe desecharse. En un mundo así, el lenguaje se hace cada vez más inútil para quienes deben hacer sólo lo decidido por otros. Cada cual a lo suyo. Se habla sobre lo que se consume, no sobre cosas personales, que no existen. La felicidad es evitar las emociones. "Cuando el individuo siente, comunidad en peligro", dice la protagonista.

La muerte está despojada de todo sentimiento y sentido. Se muere en palacios de la muerte, solo, con el televisor prendido y la dosis de droga necesaria para estar ajeno a sí mismo. Se permite la entrada de niños que juegan entre los moribundos, para que se acostumbren desde pequeños a no darle importancia y a desdramatizar el momento. La televisión es considerada no sólo como medio de alienación y condicionamiento, como en Fahrenheit, donde la esposa del protagonista, como sus amigas, vive en el mundo "virtual" de las pantallas gigantes, ajena a sí misma e ignorando porqué una noche decidió suicidarse.

En 1984 la telepantalla no solo transmite sino que también recibe imágenes. Cerca del sueño del control total. Eso aún no existe (oficialmente conocido al menos) pero ya es realidad la posibilidad de hacerlo con los teléfonos celulares que pueden servir como micrófonos móviles. También la intervención de líneas telefónicas y la escucha y el registro ilegal de todo lo hablado por ese medio. Tenemos conocidísimos ejemplos en nuestro país y en otros. La privacidad está cada vez más jaqueada. ~> (Espionaje por cámara TV oculta: Telefónica y Gran Bret. - Red de espionaje mundial ECHELON)

También Orwell se ocupa del lenguaje. La neolengua es hablar lo menos posible con el mínimo de matices de significado. Se destruyen palabras. El objetivo es limitar cada vez más el alcance del pensamiento, no pensar, no necesitar el pensamiento. Pero además Orwell llama nuestra atención sobre el fenómeno del doble discurso: decir una cosa para designar exactamente la contraria, o decir una cosa para hacer la contraria. Las consignas máximas de 1984 son: "La guerra es la paz", "La libertad es la esclavitud", "La ignorancia es la fuerza". El Ministerio de la Paz planifica la guerra. El de la Verdad, falsifica noticias y registros del pasado. El del Amor, reprime en nombre de la ley y el orden. El de la Abundancia, planifica el racionamiento económico.

Los argentinos conocemos frases y palabras en neolengua. Por ejemplo, decir: "Los argentinos somos derechos y humanos" en el momento en que se violaban masivamente y en forma sistemática los derechos humanos. O decir: "Estamos mal pero vamos bien" cuando comenzaban a aumentar la pobreza, las muertes por causas evitables, el analfabetismo, la desnutrición y la desocupación. O decir "salariazo" para designar al salario más bajo en toda la historia del país. O decir "revolución productiva" para designar el índice más alto de desocupación por cierre de industrias y quiebre de empresas.

También se adelanta históricamente Orwell cuando instituye en su novela el sistema de las "desapariciones" durante la noche, para los que cometan "crimental", es decir el crimen mental, es decir pensar distinto o en contra de los que tienen el poder. Los argentinos conocemos muy bien lo que son las desapariciones, en el mundo se lo conoce como "el método argentino".

Para poder vivir en un mundo así, para no sentir que se "está solo, que el pasado ha muerto y el futuro es inimaginable" es necesario el "doblepensar" definido como "victorias que cada persona debía lograr sobre su propia memoria". "Saber y no saber, hallarse consciente de lo que es realmente verdad mientras se dicen mentiras cuidadosamente elaboradas, sostener simultáneamente dos opiniones sabiendo que son contradictorias y creer sin embargo en ambas," etc. Los sentimientos no deben existir, sólo emociones primarias compartidas con otros, como el odio a "los enemigos". A falta de soma, en 1984 hay ginebra de La Victoria. La sexualidad se reprime. En la forma en que se la practica no produce ningún placer. Los científicos hasta investigan para lograr la supresión del orgasmo.

Tampoco hay sentimientos en Fahrenheit 451, y fundamentalmente se preconiza el "no pensar", ya que eso trae conflictos e infelicidad. Para sentirse bien, luego del trabajo están la televisión o los deportes. "La televisión dice qué hay que hacer y lo dice a los gritos". "Si no quieres que un hombre se sienta políticamente desgraciado, no le enseñes dos aspectos de una misma cuestión, para preocuparle; enséñale uno solo. O, mejor aún, no le des ninguno". Fundamentalmente: ¡no leer! "Un libro es un arma cargada. ¿Qué podrá pensar el que lee mucho?" Para ello están los bomberos, que queman todos los libros y se consideran los Guardianes de la Felicidad. En todas las dictaduras, pero fundamentalmente en la última, también aquí tuvimos nuestros "Guardianes de la Felicidad". (Los bomberos de Bradbury, que incendian en lugar de apagar, parecen "bomberos" en neolengua de Orwell)

Además, la vida es inmediata, no hay tiempo para perder, no hay tiempo para leer. Solo historietas o pornografía. Por eso en la escuela "no permiten preguntas, lanzan respuestas". Por eso se descuida el lenguaje, el idioma. Solo se debe saber cómo se hacen las cosas, no importa el porqué. Se habla de las cosas y no de qué significan las cosas. "¿Porqué aprender algo, excepto apretar botones, enchufar conmutadores, encajar tornillos y tuercas?" Solo se debe prestar atención a lo útil, lo bello es indiferente.

Así están descriptas las condiciones de vida en la ficción, hace setenta y cincuenta años atrás. Cualquier parecido con nuestra realidad actual no es pura coincidencia, es que los monstruos soñados por la razón devinieron reales más rápido aún que lo imaginado por los artistas.

El autómata tiene trastornos. Algo falla. Algo falta.

Freud, en 1905 afirmó que "...el ser humano cae en la neurosis porque no logra superar el grado de frustración que le impone la sociedad en aras de sus ideales de cultura".

Cincuenta años después, Fromm escribió: "Nuestra sociedad occidental contemporánea, a pesar de su progreso material, intelectual y político, ayuda cada vez menos a la salud mental y tiende a socavar la seguridad interior, la felicidad, la razón y la capacidad para el amor del individuo; tiende a convertirlo en un autómata que paga su frustración como ser humano con trastornos mentales crecientes y una desesperación que se oculta bajo un frenético afán de trabajo y supuestos placeres". "...uniformidad y libertad son incompatibles. Uniformidad y salud mental son incompatibles también..." "El hombre no está hecho para ser un autómata y, si se convierte en tal, la base de la salud mental queda destruida".

Los pacientes que vemos a diario confirman lo anterior. El monstruo de la economía global de mercado, soñada por la razón del pensamiento único, no toma en cuenta a la Naturaleza ni a los seres humanos. Todo debe subordinársele. Pero al igual que un niño ignorante que fuerza un juguete más allá de sus posibilidades, estamos comenzando a escuchar: "¡Se rompió!" El afán de riqueza y poder de unos pocos está provocando daños graves, a veces irreparables, a nuestro planeta y sufrimientos innecesarios a millones de seres humanos.

Nuestros pacientes sufren ataques de pánico luego de haber sido secuestrados y torturados, luego de que su identidad sufra un cuestionamiento desde la raíz al quedar desocupados con más de 20 años de perfeccionarse en una labor, de trabar vínculos de afecto con sus compañeros y de saber que a los 40 años son considerados inservibles y descartables y no conseguirán nuevo trabajo. ¡¿Cómo no tener pánico?!

Nuestros pacientes tienen depresión, y cuando recabamos datos sobre sus vidas nos enteramos que un hermano o sus padres fueron brutalmente secuestrados y son "desaparecidos", y que durante 20 años no pudieron hablar de eso con nadie por el propio temor o el de sus interlocutores.

Nuestros pacientes tienen trastornos psicosomáticos y vemos que ellos son los que más se han ajustado al ritmo de producción (sobreadaptados). Los que se quedan después de hora y se llevan trabajo a casa sábados y domingos. Los que cuando tienen tiempo libre no saben qué hacer con él. Los que hablan poco y nada de sus sentimientos y cosas personales (alexitimia) y lo hacen de sus tareas, o de lo fáctico (pensamiento operatorio). Les resulta muy difícil o hasta imposible poder disfrutar de sus logros (anhedonia) y no pueden aceptar la gradualidad y los matices de las cosas, (pensamiento maniqueo): conocen un solo aspecto de una cuestión, como preconiza el jefe de bomberos de Bradbury, con una exigencia terrible hacia sí mismos y hacia los demás, a veces paralizante y fuente de insatisfacciones y conflictos.

¿Cómo los ayudaremos: con soma, con ginebra de la Victoria o con psicofármacos? . Lo que es seguro es que no los ayudaremos tapando, borrando o enmascarando los síntomas. Vuelvo a citar a Fromm: "Donde hay síntomas hay conflicto y el conflicto siempre indica que las fuerzas vitales que luchan por la integración y la felicidad siguen combatiendo todavía".

La ficción puede servirnos a los psiquiatras para algo más que pasatiempo. Por ejemplo, no creo que haya ningún tratado de psiquiatría que describa mejor y más detalladamente lo que es la "escisión del yo" y la "renegación" que el capítulo IX de la parte segunda de 1984. Allí se explica, además, la necesidad de la prevalencia de los Trastornos de Personalidad para poder vivir en el mundo actual: "Si la igualdad humana ha de ser evitada para siempre..., será imprescindible que el estado mental predominante sea la locura controlada."

1 - Caruso, Carlos: Acerca de los tecnópatas. "Vertex", Revista Arg. De Psiquiatría Nº 18, Bs. As. 1994

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Articulo publicado en
Septiembre / 2009