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La falta de memoria

 
Ideas sueltas

Hace algunos pocos años atrás mantuvimos una conversación sobre este tema, en aquel momento el sujeto olvidado era la praxis grupal y se trataba de recoger los hilos de una historia deshilachada.
Hoy la solicitud se refería estrictamente a la temática de la memoria, pero nuevamente mi interés me arrastra a la cuestión de la “falta de memoria”, es decir a un fenómeno, que continúa llamándome la atención, que se refiere a algo que sucede en el campo de lo recordado, y que involucra ya no sólo a un individuo sino a toda una colectividad.
Ese fenómeno de “falta de memoria” cuando se manifiesta en el dominio de la historia social atañe, por supuesto, la teoría y la práctica política.
El Psicoanálisis abrió las puertas al conocimiento sobre la rememorización, la evocación, el olvido, el recuerdo, el juego del lapsus, a la aparición hipnológica o hipnopóntica de una circunstancia perdida, al propio sueño como memoria disfrazada por la censura, las trazas mnémicas, el mismo aparato psíquico aparece con los engramas en la primera tópica.
Acompañándolo están los estudios sobre las Reglas Mnemotécnicas, el cómo acordarse de fechas, datos, historias, sujetos, claves, leyes, y las maneras en las cuales se organizaba una arborización donde ciertos índices (o indicios) nos llevaban de la mano de ítems en ítems hasta tocar aquello que intentábamos obtener.
Esos estudios tiene una larga data y sobre todo en el Medioevo hubo un resaltar de técnicas mnémicas que venían de tiempos inmemoriales (palabra perturbante, difícilmente soportable a nuestros saberes, a nuestra formalidad, estando en una cultura en la cual todos los días y en cualquier circunstancia te exigen lugar y fecha de nacimiento), a esos tiempos a los cuales nos ha acercado Colli a través de su Nacimiento de la filosofía, refiriéndonos una historia con tiempos míticos.
Los libros, Congresos, los encuentros, las polémicas, no pudieron desenmarañar la complejidad de la problemática, ni tampoco tanto se avecinaron a una comprensión sobre ciertos juegos que se producen en ella. En estos momentos nos acucia el cómo se podría enfocar la “falta de memoria” cuando la padece una comunidad, es decir un colectivo, un grupo, una colectividad, un pueblo no hace “patente” lo que ocurrió en un trozo de su historia o en sus encadenaciones sucesivas, lo cual tiene repercusiones en el campo político.
Todos han participado en mayor o en menor grado, han dado su anuencia o su rechazo, han estado en presencia o en ausencia, han apostado una positividad o una negatividad, o un silencio o una palabra, han obtenido beneficios o padecido descalabros, tuvieron satisfacciones o frustraciones, han gozado o sufrido.
A unos cuantos, sin embargo les “falta la memoria”, no comentan (o mal lo hacen) en torno a lo que ya pasó, cuánto los involucró, cómo transitaron esa situación, se extiende un velo sostenido de silencio, no intentan vincular lo actual con lo anterior, o utilizar lo actual para rever lo anterior.
La falta de memoria afecta la transmisión. Se ve herido este eje esencial, para la articulación de la historia social y la individual. Pero no tengamos en cuenta sólo la historia oficial.
Apuntamos a esa historia comentada en la casa y entre las casas de la comunidad. A esa conversación callejera que nutre el tejido de los relatos que conforman ese “espíritu del tiempo” de un territorio, más allá de las informaciones textuales.
Nos referimos a lo que se cuenta en la casa, a lo que la maestra agrega a su materia, a esa educación que rodea la escuela infiltrándola.
Es Bloch (aquel filósofo del marxismo caliente, el que propugnaba la “Esperanza” en la política) quien habló de la historia intersticial, aquella que se difunde a través las resquebraduras del edificio social.
Ocurre en diversos lugares, así como en nuestro país, que la no transmisión, casi siempre mal justificada, provocó una zanja profunda generacional.
De una manera violenta se provocaba una laguna histórica en el pensamiento juvenil. Esta circunstancia afectaba no solo la identidad de los sujetos, sino también suprimía los parámetros para que pudieran confrontar sus comportamientos.
Algunas organizaciones como las de las Madres de Plaza de Mayo trataron de subsanar esa dolorosa cuestión.
Esa transmisión quebrada perturbaba la óptica sobre las circunstancias por-venir. Sin historia difícil de programar una motivación.
Por lo tanto se estructura un actual o un presente continuo, no hay señal de discontinuidad, se establece un relato puntual sobre lo “amarillo” de último momento, los mass-media “refuerzan” las informaciones truculentas, los sucesos de crónicas se han tornado substanciales (alguna desventura de un ignoto individuo en un vago país o alguna ceremonia principesca), los mensajes claramente recortados semejan cosas dispersas en un desierto daliniano.
Entonces: votan de nuevo a sus mismos represores, buscan nuevamente quien los engañó económicamente, aplauden aquellos “compañeros trabajadores” que los traicionaron y robaron, tratan de imitar y vanagloriar a los corruptos, ruegan que tornen los malhechores.
¿Cómo entender el mecanismo de la memoria colectiva?
¿Cómo son las cualidades o las matrices de los mecanismos de esta “desmemoria” activa colectiva y cuáles podrían ser los procedimientos para comprenderlos o al menos llegarlos a intuir?
Me parece muy apretada el reducir la comprensión y encajonarla en una especie de interpretación como la de identificación con el agresor, o de complicidad o simple mecanismo de ilusión (en el sentido que ilusión tenía para el materialismo del 1800) ya que estas opiniones sólo tocarían aspectos parciales de la problemática.
Alguien -como veremos- trata de “hacer memoria” sobre un manto ideológico que perdura por más de medio siglo y que encubre mil y una situaciones sociopolíticas. La analogía le sirve para replantear la subsistencia y los alcances de ese ejercicio ideológico.

 

El peronismo como un extraño culto Oriental
Muchas religiones Orientales carecen de templos, que a la manera de occidente, permiten cobijar a sus fieles bajo la Tutela de la divinidad que reina en su interior. En las religiones de Oriente, la cercanía con el objeto de adoración se da en el territorio, el templo es un punto al cual el fiel se acerca como al centro de un mandala, para sentir sus efectos benéficos, el templo entonces se puede ubicar, en la propia casa, sin perder sus cualidades. La religión en definitiva es portátil, el dogma doctrinario se hace flexible, nadie es expulsado de un templo que está en la repisa de su casa.
La sede partidaria del peronismo expresa un problema similar, no se pelea por su control por lo que nadie permanece en su interior. Como afloramientos en el paisaje las emanaciones del poder justicialista surgen en los lugares más insospechados.
El peronismo no puede expulsar a sus fieles herejes, porque carece de interioridad, ni el General Perón pudo en 1974.
Ningún congreso partidario, ni consejo constituido puede decidir nada que altere esta realidad.
Nadie es custodio de una ideología que opera en el vacío, entre los dos grandes templos que cobijan la derecha y la izquierda, en una tercera posición, que para todo propósito acaba siendo el justo medio de las cosas. Es una búsqueda de armonía que suele no estar en la mitad, es más cercana a las sutiles oscilaciones en torno al número de oro de la serie de Fibonacci. El número tres es emblemático del justicialismo, tres ramas, tercera posición. El número tres para Pitágoras era el primer número de armonía, luego de ese fracaso de la unidad que es el dos. Tres ramas tiene el árbol simbólico de la kabala, pero la rama central expresa el vacío por donde la energía divina fluye, es el rayo relampagueante que rebota a izquierda y derecha, sin su presencia el árbol se destruiría en una oposición similar a la de Caín y Abel. En el taoísmo el vacío central es el lugar donde se manifiestan las cosas que se debaten entre el yin y el yang. Por último el monje Jesuita Athanasius Kircher en el siglo XVI expresaba con intensidad pitagórica “todo lo trino es perfecto”. En esta trinidad el justicialismo tendría el rol del Espíritu Santo, presencia sutil y mediadora entre el padre, severo custodio del capital y el hijo que se inmola olvidado, en su aventura justiciera y terrenal.
En el justicialismo sólo una voz que logre ubicarse en el centro del mandala provocará un vórtice doctrinario, una especie de tormenta invertida, que se filtrará desde las capas más profundas, y como un bálsamo protector, advertirá que llegó el momento, aflorando por millares como larvas recuperando su memoria biológica, irrumpirán en un paisaje que nunca espera este aluvión. Todas se acercarán al punto de emanación realizando una gigantesca epifanía en torno al nuevo líder.
Apelativos de tono menor para un liderazgo político de importancia, tales como, conductor, primer trabajador, capitana, jefa espiritual, pero sobre todo león herbívoro como alguna vez se definió su jefe, “tiempo en lugar de sangre” nos habla de una sutil abolición del deseo un cierto estado de liderazgo búdico, que hace al peronista apto para absorber castigos como quien lleva un eficaz exoesqueleto, incluso el propio holocausto lo recibe con la templanza de un Oriental. Rápidamente metaboliza a sus muertos a los que parece olvidar (bombardeo de la Plaza de Mayo, fusilamientos, matanza de Ezeiza)
Junto al bastón de mariscal, cada compañero lleva en su mochila esa forma ideológica moldeada en el vacío, que lo convierte en peronista, esto le permite vagabundear por el campo ideológico, y adicionarse a otros hasta que esa convergencia de unidades básicas ideológicamente autoportantes se constituyen como un organismo político megaestructural, cada unidad habrá metabolizado los nutrientes debajo de su exoesqueleto, nadie podrá determinar el tipo de mutación o matiz ideológico individual, lo que no evita que aquello que llamamos “El Peronismo” tome el poder una vez más.

Daniel Santoro

 

La descripción irónica y mordaz muestra la reflexión sobre algo en lo que está y se siente involucrado. El autor del artículo, inquietante pintor, lo señalaría como un retratista de ideas, juicios y prejuicios, exaltaciones populares, fantasmagorías que impone un discurso y una práctica que dura desde hace un cierto tiempo en nuestro país.
Se trata de entender a través de otra historia el funcionamiento de esta historia. Historias comparadas para repensar la propia.
El movimiento se encuentra en el afuera y lo que exterioriza la pintura, está en ella plasmado. ¡A quién le interesa la verdad verdadera!.
Y el “cuento chino”, ¿no nos atraía por la sagacidad de quien lo relataba? Agradezco a Santoro su reflexión escrita, creo que merece respuestas oblicuas, aquellas que apuntan al otro lado del relato.
Santana, sagaz crítico de arte, con humor, señala que los ideogramas que acompañan las pinturas ¡son para entenderlas mejor!
Pero también es posible en su texto efectuar otra lectura. Es imposible escamotear la provocación y el desafío implícitos en su escritura.
¿Quién o quiénes otros, de otros pensamientos o de otras organizaciones políticas tienen el coraje de hablar, comentar, comparar, sus propias ubicaciones?
Tratemos de buscar aquellos discursos que nos permiten confrontarnos con los hechos políticos en los que estamos involucrados.
¿Existe un espacio entre afiliación y reflexión?
Es función de un militante (o el sentirse en una posición y pertenecer a una organización) el deber sostener “solamente acciones”, una especie de compulsión sin sentido, ¿o es su obligación cuidar también ese sentido?.
Sería probable el augurar un desarrollo en las ideas y estrategias de una concepción política, pero las circunstancias se presentan como que el núcleo histórico, o primario de dicha concepción no debe ser perturbado, es decir que las experiencias no permitan enriquecerlo.
Aparece esa búsqueda ansiosa de lo “justo” en la aplicación de las ideas y por momentos se pierde lo central “el error”, aquello gracias a lo cual es posible repensar.
¿Cómo escapar a las idolatrías? ¿Cómo huir de los pensamientos perfectos?
Parecería que es técnicamente difícil analizar (o mejor dicho primero ver y luego analizar) los hechos efectuados, es decir un balance sin culpables.
Sartre ante los que impugnaban sus críticas a la izquierda, su respuesta era “critico a la izquierda porque la derecha no me interesa”.
Existe una larga historia sobre la crítica y la autocrítica, sus beneficios y sus exageraciones (que llevaron a la delación interna en las organizaciones).
También esta cuestión es necesario sumarla a la “falta de memoria”. De una manera u otra se estructuran grandes aparatos superyoicos que miran con recelo los acontecimientos y no dan respiro a un estudio minucioso de lo acaecido. Entonces es mejor colocarse en el lugar del desmemoriado.

Armando Bauleo
Psicoanalista
 

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Articulo publicado en
Agosto / 2004