Las sociedades antiguas inventaron la religión y la magia para mitigar la ansiedad ante la incertidumbre; en la actualidad el capitalismo ofrece el consumismo de objetos mercancías. Esta incertidumbre puede ser hacia el futuro, al no saber qué va a pasar, o hacia el pasado, al no saber qué está pasando; la incertidumbre despierta los fantasmas más primarios producto de la sensación de desvalimiento con que nacemos.
Vamos a comentar el cuento de Gabriel García Márquez “Sólo vine a hablar por teléfono” donde describe las diferentes vicisitudes de la incertidumbre que padece el personaje principal.* Este es su comienzo: “Una tarde de lluvias primaverales, cuando viajaba sola hacia Barcelona conduciendo un automóvil alquilado, María de la Luz Cervantes sufrió una avería en el desierto de los Monegros. Era una mexicana de veintisiete años, bonita y seria, que años antes había tenido un cierto nombre como actriz de variedades. Estaba casada con un prestidigitador de salón, con quien iba a reunirse aquel día después de visitar a unos parientes en Zaragoza. Al cabo de una hora de señas desesperadas a los automóviles y camiones de carga que pasaban raudos en la tormenta, el conductor de un autobús destartalado se compadeció de ella. Le advirtió, eso sí, que no iba muy lejos. -No importa- dijo María. Lo único que necesito es un teléfono.”
Veamos que dice el diccionario sobre la palabra “incertidumbre”.
“Certeza”. Conocimiento seguro, claro y evidente de las cosas. Conocimiento del que no se duda. El sujeto se adhiere a algo conocible sin temor a equivocarse.
“Incertidumbre”. Falta de certidumbre. Falta de conocimiento seguro y fiable sobre una cosa, especialmente cuando crea inquietud en alguien: “No sabía si había aprobado o no y esa incertidumbre lo angustiaba.”
Se usan como sinónimos: duda, indecisión, irresolución, perplejidad y vacilación. Sin embargo hay matices que la diferencian. La incertidumbre excluye la creencia y proviene de la falta o escasez de conocimiento. La duda excluye el conocimiento y proviene de la escasez o insuficiencia de razones o pruebas en los que se funda una opinión o un hecho.
También debemos diferenciar entre incertidumbre y riesgo. La incertidumbre no es medible, se pueden realizar “previsiones” que resulten creíbles pero no hay certeza, es pura especulación. En cambio el riesgo es mensurable sabemos qué y cuanto estamos arriesgando, por lo tanto podemos planificar un plan de acción que pueda ser factible.
Cuando María llega a un viejo edificio todas las mujeres que viajaban con ella descendieron. Los que manejaban el autobús le dicen que vaya a la oficina de la dirección para pedir el teléfono y rápidamente emprenden el regreso. En el patio del edificio unas guardianas la llevan a María con las otras mujeres a un dormitorio: “-Es que yo sólo vine a hablar por teléfono- dijo María. -De acuerdo, maja- le dijo la superiora, llevándosela hacía la cama con una dulzura demasiado ostensible para ser real-. Si te portas bien podrás hablar con quien quieras. Pero ahora no, mañana. Algo sucedió en la mente de María que le hizo entender por qué las mujeres del autobús se movían como un fondo en un acuario. En realidad, estaban apaciguadas con sedantes, y aquel palacio de sombras, con gruesos muros de cantería y escaleras heladas, era en realidad un hospital de enfermas mentales. Asustada escapó corriendo del dormitorio, y antes de llegar al portón una guardiana gigantesca con un mameluco de mecánico la atrapó de un zarpazo y la inmovilizó en el suelo con una llave maestra. María la miró de través paralizada por el terror. -Por amor de Dios -dijo-. Le juro por mi madre muerta que sólo vine a hablar por teléfono. Le bastó con verle la cara para saber que no había súplica posible ante aquella energúmena de mameluco a quien llamaban Herculina por su fuerza descomunal.” La esperanza trocó en el miedo disciplinario que instituye el manicomio.
La esperanza activa permite una búsqueda inmanente para encontrar la “alegría de lo necesario” en la potencia de ser
En la filosofía de Spinoza las pasiones del miedo y la esperanza permiten comprender diferentes problemas éticos, religiosos y políticos. Cuando los combate se enfrenta al poder teológico-político que dominaban los Estados del siglo XVII. El miedo es enemigo de la razón; la esperanza justifica la espera (de la cual etimológicamente proviene la palabra “esperanza”) de un salvador y permite la resignación y la obediencia. Con el miedo y la esperanza dominan la imaginación y la incertidumbre transformando al sujeto en un ser pasivo al servicio del poder.
Spinoza escribe en la Ética:
“XII. La esperanza es una alegría inconstante, que brota de la idea de una cosa futura o pretérita, de cuya efectividad dudamos de algún modo.
XIII. El miedo es una tristeza inconstante, que brota de la idea de una cosa futura o pretérita, de cuya efectividad dudamos de algún modo.
Explicación. De estas definiciones se sigue que no hay esperanza sin miedo, ni miedo sin esperanza. En efecto: quien está pendiente de la esperanza y duda de la efectiva realización de una cosa, se supone que imagina algo que excluye la existencia de la cosa futura y, por lo tanto, se entristece en esa medida; por consiguiente, mientras está pendiente de la esperanza, tiene miedo de que la cosa no suceda. Quien, por lo contrario, tiene miedo, esto es, quien duda de la realización de la cosa que odia, imagina también algo que excluye la existencia de esa cosa y, por lo tanto, se alegra; por consiguiente, tiene la esperanza de que esa cosa no suceda.”
Para Spinoza oponerse al miedo en la política implica rechazar el absolutismo y la razón de Estado; en términos religiosos lleva a limitar el poder de la iglesia y sus representantes como mediadores de dios. Oponerse a la esperanza significa poner en cuestionamiento la promesa de la religión de un “reino que no es de este mundo”. La obediencia a los mandamientos de la religión deja de ser la base de la ética; Spinoza los reemplaza por la importancia de la potencia de ser dentro del colectivo social a través de la elaboración de las pasiones y la razón. Es así como combate contra los partidarios del miedo y de la esperanza; es decir, los filósofos utopistas que consideran a los seres humanos como quisieran que fueran y a los políticos que los aceptan como son para utilizarlos en su beneficio.
La esperanza pasiva es una pasión triste de aquel que espera un salvador de sus males en un dios transcendente o en alguien que ocupe esa figura omnipotente
Aclaremos. Entendemos que Spinoza cuestiona, lo que denominamos, la esperanza pasiva; aquella que hace de la espera su razón de ser. Por ello aclara en el Tratado Político:
“Puesto que los hombres raramente viven según el dictamen de la razón…la esperanza y el miedo ocasionan más utilidad que daño; por consiguiente, si es verdad que no se puede dejar de pecar, es preferible pecar de este lado. En efecto, si los hombres de ánimo débil fuesen todos igualmente soberbios, si no se avergonzaran y no tuvieran miedo de nada, ¿Cómo podrían unirse y estructurarse entre sí con vínculos?
En un pueblo libre, respecto a uno esclavo, el recurso a la esperanza es sin embargo más eficaz, ya que mientras aquel trata de gozar de la vida, este se preocupa sólo de evitar la muerte.”
En este sentido la esperanza activa permite una búsqueda inmanente para encontrar la “alegría de lo necesario” en la potencia de ser. Por ello Spinoza no duda en afirmar que entre el miedo y la esperanza esta última tiene el valor de una pasión positiva. En cambio la esperanza pasiva es una pasión triste de aquel que espera un salvador de sus males en un dios transcendente o en alguien que ocupe esa figura omnipotente. El libro Zama de Antonio Di Benedetto comienza con un epígrafe dedicado “A las víctimas de la espera”. En la película que realizó Lucrecia Martel sobre esta novela el personaje principal es un funcionario de la corona española que, destinado a una pueblo perdido en la selva paraguaya a finales del siglo XVIII, espera pasivamente una orden del rey para ser trasladado a una ciudad importante. Mientras tanto deja transcurrir sus días en la miseria, el abandono y la desolación. Cuando lo atrapan unos bandidos, que creen en la posibilidad de ser ricos con unas piedras sin valor, les dice que se están engañando y que les hace un favor al sacarle la esperanza. En venganza estos le cortan las dos manos para ver si sobrevive mientras unos nativos lo llevan en un bote al pueblo. Si la esperanza pasiva lo deja al sujeto sin manos -para usar la metáfora del final de la película- la esperanza activa permite la posibilidad de afirmarse en una actividad que construya un proceso de transformación individual y colectivo.
El miedo y la desesperación fue una constante en María; cada vez que quería rebelarse la castigaban y la llenaban de medicamentos. En las instituciones totales (cárceles, manicomios, orfanatos, campos de concentración, etc.) no se duda: lo que impera es la certeza de la incertidumbre. Había que convencerla que estaba loca. Para ello está el psiquiatra que dirige esas instituciones: “No supo cuanto tiempo había pasado cuando volvió en sí. Pero entonces el mundo era un remanso de amor, y estaba frente a la cama un anciano monumental, con una andadura de plantígrado y una sonrisa sedante, que con dos pases maestros le devolvió la dicha de vivir. Era el director del sanatorio… -Aprovecha ahora para llorar cuanto quieras- le dijo el médico, con una voz adormecedora- No hay mejor remedio que las lágrimas… al cabo de una hora larga, desahogada a fondo, le pidió autorización para hablar por teléfono a su marido. El médico se incorporó con toda la majestad de su rango. <Todavía no, reina>, le dijo, dándole en la mejilla la palmadita más tierna que había sentido nunca. <Todo se hará a su tiempo>. Le hizo desde la puerta una bendición episcopal, y desapareció para siempre. -Confía en mí le dijo-. Esa misma tarde María fue inscripta en el asilo con un número de serie, y con un comentario superficial sobre el enigma de su procedencia y las dudas sobre su identidad. Al margen quedó una calificación escrita de puño y letra del director: agitada.” En las instituciones totales la identidad del sujeto no es importante, aún más, es necesario que desaparezca; un número presentifica el sometimiento a la institución: allí se las encierra por locas y quien cuestiona esa verdad, paradójicamente no hace más que confirmarla.
La palabra que podría definir la actualidad de nuestra cultura es la incertidumbre
La palabra que podría definir la actualidad de nuestra cultura es la incertidumbre. Lo que ha de venir se ha transformado en un factor generador de angustia y ansiedad que produce los síntomas característicos de la época (adicciones, anorexia, bulimia, depresión, suicidios, etc.). El no saber que depara el futuro se agrava ante la situación económica, política y social. En el capitalismo tardío el sujeto se convierte en un objeto medido como una mercancía; es vaciado en su subjetividad y transformado en un objeto cuyas variables dependen de la economía de mercado. Los sujetos se transforman en números que se definen según algoritmos organizados para beneficiar al poder, es decir: a los más ricos.
Como venimos planteando, para Spinoza el miedo y la esperanza son las emociones básicas del sujeto. La incertidumbre deviene de las vivencias propias de cada singularidad; pero también como se distribuyen las mismas en cada época histórica dentro de las diferentes clases y sectores sociales. Hay grupos sociales que viven en tales condiciones de pobreza y abandono que la incertidumbre es tan abismal que se transforma en la certeza de que no tienen salida, que nada puede ser cambiado. Por lo contrario hay otros en que la esperanza supera el miedo y el mundo se les presenta lleno de posibilidades. En este sentido las épocas se diferencian por la preponderancia del miedo y las diferentes formas de la esperanza; así como las incertidumbres provocadas por las relaciones entre sí. Por ello como dice Souza dos Santos la nuestra es una época en que la pertenencia mutua del miedo y la esperanza parecen colapsar ante la creciente polarización entre el mundo del miedo sin esperanza y el de la esperanza sin miedo, es decir, uno en que las incertidumbres se transforman cada vez más en incertezas abismales, o sea, en destinos injustos para los pobres que no tienen poder, y en la apropiación del mundo para los ricos y poderosos. En este sentido las incertidumbres no se distribuyen por igual, ni en cuanto al tipo ni en cuanto a la intensidad, entre los diferentes grupos y clases sociales que componen nuestras sociedades. Desde esta perspectiva, para enfrentar socialmente la incertidumbre es necesario modificar las bases políticas y económicas en las que el destino sin esperanza de las mayorías sin poder es causado por la esperanza sin miedo de las minorías con poder.
El marido de María, luego de un tiempo, se terminó de convencer que ella lo había dejado por otro hombre. En otras dos oportunidades María había desaparecido para armar otras parejas que duraban poco tiempo; luego regresaba con su marido como si nada hubiera pasado. Sin embargo, la intentó buscar creyendo que estaba con alguien que conocía. Pasaron los meses y finalmente por medio de una enfermera le llegó una carta donde decía que María estaba encerrada en un manicomio. Cuando se entrevistó con el director este le dijo: “-Lo único cierto es la gravedad de su estado-. Estaba dispuesto a autorizarle una visita con las precauciones debidas si Saturno el Mago le prometía por el bien de su esposa, ceñirse a la conducta que él le indicara. Sobre todo en la manera de tratarla, para evitar que recayera en sus arrebatos de furia cada vez más frecuentes y peligrosos… -sígale la corriente- dijo- Tranquilo, doctor- dijo Saturno con un aire alegre-. Es mi especialidad…Al final hizo una advertencia sobre la rara obsesión de María por el teléfono.” Cuando María vio a su marido creyó que saldría del manicomio. Sin embargo se dio cuenta que también él pensaba que estaba loca. María atinó a decirle: “-¡Pero si ya te dije que solo vine a hablar por teléfono!- Él no supo cómo reaccionar ante la obsesión temible de María. Miró a Herculina. Ésta aprovechó la mirada para indicarle en su reloj de pulso que era tiempo de terminar la visita. María interceptó la señal, miró hacia atrás, y vio a Herculina en la tensión del asalto inminente. Entonces se aferró al cuello del marido gritando como una verdadera loca… -Es una reacción típica- lo consoló el director-. Ya pasará.” La institución total había triunfado. Solo quedaba demoler los restos de rebelión y cordura a través de miedo.
Hay grupos sociales que viven en tales condiciones de pobreza y abandono que la incertidumbre es tan abismal que se transforma en la certeza de que no tienen salida
La incertidumbre ante el futuro nos motiva. La seguridad en todos los órdenes nos paraliza. De allí que hay una contradicción entre seguridad y libertad; a mayor libertad menos seguridad y mayor incertidumbre. De esta manera queremos seguridad para que no nos ataquen para que nos cuiden cuando nos enfermamos. Pero el peligro es volvernos dependientes. La actualidad de nuestra cultura nos lleva a asustarnos por nuestra fragilidad, por nuestro desvalimiento que aumenta ante la situación social que nos lleva a la incertidumbre y la desconfianza cuyo resultado es la certeza de que nada puede ser cambiado.
La actualidad de nuestra cultura nos lleva a asustarnos por nuestra fragilidad, por nuestro desvalimiento que aumenta ante la situación social que nos lleva a la incertidumbre
El marido de María intentó muchas veces verla de nuevo. Pero María se negó. Tampoco leía sus cartas. El cuento termina diciendo que “lo venció la realidad. Nunca más se supo de él, salvo que volvió a casarse y regresó a su país. Antes de irse de Barcelona le dejó el gato medio muerto de hambre a una noviecita casual, que además se comprometió a seguir llevándole cigarrillos a María… hasta un día en que sólo encontró los escombros del hospital, demolido como un mal recuerdo de aquellos tiempos ingratos. María le pareció lúcida la última vez que la vio, un poco pasada de peso y contenta con la paz del claustro. Ese día le llevó también el gato, porque ya se le había acabado el dinero que Saturno le dejó para darle de comer.”
Hay que diferenciar la certeza de la incertidumbre que promueve la cultura dominante, que nos lleva a la sensación de fragilidad y desvalimiento, de la incerteza de la incertidumbre que permite la búsqueda de una repuesta
Desde lo que venimos planteando hay que diferenciar la certeza de la incertidumbre que promueve la cultura dominante, que nos lleva a la sensación de fragilidad y desvalimiento, de la incerteza de la incertidumbre que permite la búsqueda de una repuesta. Por ejemplo, a diferencia de otros abordajes terapéuticos, un tratamiento psicoanalítico es una experiencia donde el paciente va transitando diferentes grados de incertidumbre; el devenir del análisis, en el que se anuda la contratransferencia-transferencia, transita por silencios, ruidos, regresiones, repeticiones, situaciones de avances y retrocesos, de aciertos y errores que permiten momentos de elaboración. Por lo contrario, los valores de la cultura dominante hacen que se olvide que se aprende desde el error, desde la pérdida, desde lo imprevisible; estas situaciones nos ayudan para enfrentar los sufrimientos: no todo se resuelve con psicofármacos. Tolerar la incertidumbre es necesario. La frustración es la incertidumbre que nos embarga cuando no obtenemos los resultados esperados. Necesitamos la incertidumbre para relacionarnos afectivamente. Para encontrarnos con el otro. Para adquirir nuevos conocimientos y así poder hallar las necesarias respuestas individuales y colectivas que nos plantea la crisis de nuestra época.
Bibliografía
Basile, Héctor, “Vivencia de la incertidumbre” en www.suicidioadolescente.com.ar
Carpintero, Enrique La alegría de lo Necesario. Las pasiones y el poder en Spinoza y Freud, editorial Topía, Buenos Aires 2003.
------------------------- Actualidad de El fetichismo de la mercancía, (Compilador) editorial Topía, Buenos Aires 2013.
De Souza Santos, Boaventura, “La incertidumbre, entre el miedo y la esperanza” en
http://www.casa.co.cu/publicaciones/revistacasa/285/Notas.pdf
García Márquez, Gabriel, Doce cuentos peregrinos, editorial sudamericana, Buenos Aires 1992.
Spinoza, Baruch, Ética, editorial Porrúa, S.A. México 187.
----------------------Tratado Político, editorial Universitaria, Chile 1990.
Nota
* Agradezco a Anahí Sy ya que la lectura de su texto, Locura en la literatura Latinoamericana de 1983 a 2006. Una mirada crítica de la medicina, me permitió volver a recordar el cuento de Gabriel García Márquez que estaba perdido en mi memoria. Este libro fue seleccionado como segunda mención en el Concurso Libro de Ensayo 2017 de la revista y la editorial Topía. En el próximo número se va a publicar un fragmento.