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IMAGEN CORPORAL: Manipulación. Violencia

 

Gran parte de las adolescentes que llegan a la consulta por los llamados cuadros de trastornos alimentarios (anorexia, bulimia o combinados), que siempre incluye la enorme insatisfacción con su imagen corporal, están afectadas por problemáticas de violencia graves, dentro del ámbito familiar, silenciadas o encubiertas.   Lo oculto y latente se hace manifiesto en algún momento del vínculo terapéutico con ellas.

De hecho, en la bibliografía médica, hay una casuística muy numerosa que muestra la coincidencia de cuadros de anorexia y bulimia con violencia familiar y abuso sexual, con una mayor incidencia que en grupos testigos no afectados por violencia o abuso.

Me referiré a la Violencia, tanto en su forma verbal como en acciones que intentan anular al otro en su singularidad. Y respecto a la violencia discursiva, cabe incluir no solo la palabra violenta, si no también el gesto, así como la omisión que deja al otro sin reconocimiento, el “te mato con la indiferencia”.

En la temprana constitución de la criatura humana, su supervivencia y subjetividad surgen entrelazadas en el seno de la vinculación con la madre. Esta se da en condiciones de Violencia, tomando los conceptos de Violencia Primaria y Secundaria de Piera Aulagnier.

Se refiere al encuentro entre el bebé y el pecho materno, en el que las palabras y los actos maternos se anticipan siempre a lo que el infante puede conocer de ellos. La oferta precede a la demanda, el pecho es dado antes de que la criatura sepa que lo espera.   La palabra materna, que es portavoz del lenguaje de la cultura, derrama un flujo portador y creador de sentido, que se anticipa en mucho a la capacidad del infans de reconocer su significación y de retomarla por cuenta propia para su metabolización. De los efectos de este encuentro surgen los primeros rudimentos de actividad psíquica del infante.

La madre le habla al niño y habla del niño. Es decir la madre decide por el niño. Esta es la Violencia Primaria o necesaria. Pensamiento , elección o acción motivados en el deseo del que lo impone, pero que se apoyan en el reconocimiento de algo necesario para el niño y que muchas veces es en detrimento del placer. Este alto costo tiene un objetivo fundamental: la supervivencia biológica y la subjetivación. Se da en el encuentro, vínculo asimétrico en creación y progreso, donde el entorno familiar y la cultura no están ausentes, aunque en esta primera etapa lo es a través de la psique materna.

En cambio la Violencia Secundaria se abre camino por el mismo carril de su predecesora, pero conlleva un exceso perjudicial y nunca necesario para el Yo.

La Violencia primaria aporta a la construcción del Yo. La Violencia Secundaria se ejerce contra el Yo, se genera en un conflicto entre distintos Yoes constituídos   o precarios, pero también desde el discurso o modelo social, cuando su meta es oponerse a todo cambio en el modelo instituido.   Las distintas formas de este poder intrusivo y excesivo incluyen la persuasión. Esta Violencia Secundaria puede ser tan amplia y penetrante, al punto de ser desconocida por sus propias víctimas. Se debe a que logra apropiarse abusivamente de los calificativos de necesaria y natural, llevando al sujeto individual a confundirlas con las prescripciones beneficiosas de la Violencia Primaria.

Alejándonos de la temprana infancia, en otras etapas podemos deslindar un funcionamientos de los vínculos familiares y sociales en un nivel adecuado de influencia o por el contrario, con las deformaciones, carencias o excesos que desconocen las reales necesidades y singularidad de cada sujeto.

En la adolescencia femenina, una pregunta siempre implíscíta es ¿qué es ser mujer y como se llega?. Desde un contexto regido por una legalidad adecuada, le llegarán a la niña las   pautas pertinentes de prohibición de lo incestuoso, que conlleva límites generacionales, las diferencias sexuales, y la temporalidad, es decir el camino de la salida exogámica. Este camino se transita desplegando la consabida confrontación generacional   Desde estas condiciones puede ella sostener su pregunta sobre la femineidad, y recorriendo, experimentando y reconociendo distintas opciones, que incluye modelos e ideales, arribar a una respuesta y elección singular.    Estaríamos en el orden de la Violencia Primaria.

Mientras que la respuesta unívoca, sin lugar a otras modalidades, provenga del modelo cultural de la época, como “mujer delgada unisex” o de expectativas de “niña diez” para sus padres, a título de ejemplos, tendría la patogenicidad de la Violencia Secundaria.   Este exceso suele provenir de un reforzamiento mutuo y potencializador entre los vínculos familiares y sociales.

La violencia detectada en los casos clínicos que motivaron estas reflexiones tienen como protagonistas a padres e hijos en distintas combinatorias, y la paciente afectada por el trastorno alimentario puede aparecer en el lugar de víctima , de observadora pasiva o teniendo actuaciones violentas contra sus padres o hermanos. Está incluido todo tipo de abuso sexual dentro de estas consideraciones.

Las conductas anoréticas, bulímicas,   de autoflagelación, o intentos de suicidio, presentes en algunas pacientes graves, deben ser minuciosamente analizadas para conocer cuál es su sentido, más allá de que el discurso manifiesto sea “hacerse dueñas de su vida, de su cuerpo, de sus ideas”.

Las conductas autoagresivas, generalmente remiten a severas fallas en el reconocimiento familiar, nada más necesario para el sostén subjetivo de “ser alguien para otro”, la violencia por omisión.

En estas pacientes hay que diferenciar si hay un deseo de sucumbir o por el contrario un deseo de emerger de la posición de sometimiento a los deseos parentales, al modo de la violencia necesaria o útil, aunque por un camino fallido. El alto precio de enfermar para rescatarse. Reconocer un sentido vital y no tanático en estas conductas abre senderos terapéuticos muy interesantes, no por ello menos difíciles.

 

  En otro ámbito, el artístico, dentro de una corriente llamada Arte Carnal, Orlan, artista multimedia francesa, en 1997, teniendo 52 años de edad, presentó su obra en Buenos Aires.

Se presentó en la Alianza Francesa, a través de una conferencia y la proyección de filmaciones de sus performances.   Estas consisten en diferentes intervenciones quirúrgicas practicadas sobre ella misma, que se filman y trasmiten por vía satélite.

Se trata de cirugías transformadoras de su rostro, frente, barbilla, nariz. Anunció una próxima operación   consistente en implantarse la nariz más grande que resistiera anatómicamente su cara.

Incluye el quirófano como escenario y a los cirujanos como partenaires, alrededor de ella misma.

Orlan fundamenta su obra en la idea de transitar por la vida con una identidad transumante, múltiple, móvil y mutante. Su desafío consiste en demostrar que el cuerpo no le pertenece a la Biología, ni a la Religión ni al Estado .

Orlan niega ser masoquista, para ella el dolor no es una fuente de goce, ni de ocupar un lugar de sometimiento, sino sólo una contrariedad en el proceso de su producción creativa. Por el contrario, asume que lejos de ser masoquista, hace sufrir artísticamente a sus espectadores.

Por otra parte ya ha previsto, que luego de su muerte, su cuerpo sea expuesto en un museo, momificado y/o modelado en resina, y además se propone obtener una nueva identidad legal acorde a su nueva cara.

Ha tomado y elegido rasgos que evocan modelos míticos de distintas épocas. No abordó el transexualismo. Parece desafiar todos lo cánones de la época. Dice demoler los patrones de belleza modernos,   pero su apariencia aún con toda clase de renovados implantes, es la de una mujer que aparenta menor edad.

¿Es tan radical su cometido de defender la libertad de elegir? O también sucumbe a la imposición cultural , transitando un camino artístico en el orden de la   Violencia Secundaria?

Tomé esta referencia del campo del arte actual,   para reflexionar tanto como con las historias de muchas de nuestras pacientes, sobre intentos fallidos en el camino de elegir, definir, decidir el “ser mujer”

Acaso ayunar, atiborrarse de alimentos o vomitar, desplegar incansables esfuerzos físicos o someterse a cirugías plásticas complejas, son intentos de apropiarse de algo para sí mismas, pero apelando a un camino riesgoso y algunas veces sin retorno. Se les va la vida y por sí solo este tortuoso camino no les devuelve el derecho a una identidad plena.

 
Articulo publicado en
Abril / 2006