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Homenaje a Fernando Ulloa

 

El viernes 21 de agosto de 2009 se realizó un Homenaje a Fernando Ulloa con la mesa redonda “Las herramientas clínicas del oficio del psicoanalista”, organizado por P.E.F. (Psicólogos en frente) y la Revista Topía. En la misma participaron Ana María Fernández, Alejandro Vainer y Enrique Carpintero, con la coordinación de Ileana Celotto.

A continuación les brindamos las ponencias de Enrique Carpintero y Alejandro Vainer

Enrique Carpintero
Cuando con Alejandro le propusimos al PEF una mesa para recordar a Fernando Ulloa nuestra intención era mostrar la actualidad de su práctica y de sus ideas. De allí su título: “Las herramientas clínicas del oficio de psicoanalista”.
Desde esta perspectiva voy a mencionar algunos momentos de su vida para luego desarrollar algunos conceptos que fue elaborando.
Pero antes quiero recordar una frase de un personaje de la película “La ventana de enfrente” del director Ferzan Ozpetek: “Cuando alguien se va deja una parte en el otro. Ese es el secreto de la memoria.” Esta significativa frase se relaciona con una característica de la cultura de un pueblo llamado Swahili que habita en África. En esta cultura el pasado queda en la memoria de los demás que mueren completamente sólo cuando desaparecen los últimos que estaban en condiciones de recordarles. Y acá estamos para recordarlo. Acá estamos para trasmitir su práctica clínica y política del psicoanálisis.
A Fernando lo conocí en esta facultad en el año 1973 cursando una de las últimas materias de la carrera: “Clínica de adultos”. En esa materia trasmitía su forma de entender la práctica clínica desde el psicoanálisis. El estudio de las diferentes formaciones psicopatológicas y las características del abordaje con pacientes adultos no excluía –por lo contrario- el trabajo grupal en un debate con la participación de todos los alumnos y profesores de la cátedra. Los sábados el conjunto de la cátedra se reunía en asamblea en el aula Magna para debatir lo que aparecía en cada reunión. De esta manera nos mostraba la importancia del trabajo del psicoanalista en lo que llamaba “la numerosidad social”.
Por ello Fernando afirmaba: “hablo en mi condición no de ser `psicoanalista`, sino de la posibilidad de `estar` psicoanalista de acuerdo a lo que demande la situación”.

Fernando fue teorizando a partir de su práctica. Era médico y psicoanalista. Se había formado en la APA (Asociación Psicoanalítica Argentina) y fue uno de los discípulos más importantes de Enrique Pichon Riviére. A su lado participó en 1958, como coordinador de grupos, en la “Experiencia Rosario”.
En esta experiencia Pichon funda los grupos operativos ya que extiende lo grupal hacia diferentes sectores de la sociedad y la cultura. La idea era la de un grupo centrado en una tarea que dependía del objetivo del grupo; era una experiencia de aprendizaje grupal para comprender y ejemplificar esta teoría que concretaba la formación del denominado “Esquema Conceptual Referencial y Operativo” común (el ECRO grupal).
El objetivo explícito era realizar una experiencia de laboratorio social y de trabajo en comunidad, con el empleo de ciertas técnicas y la aplicación de una didáctica interdisciplinaria.
Esta experiencia marcó profundamente a Ulloa e influido por el auge de las comunidades terapéuticas comenzó a pensar a mediados de la década de los sesenta la posibilidad de realizar intervenciones institucionales. Desde esta perspectiva propuso a la dirección de la carrera de Psicología un concurso para seleccionar jóvenes médicos y psicólogos para llevar adelante esta tarea. Fueron seleccionados seis psicólogos y un médico. Luego se incorporó un sociólogo. Con ellos creó el CEPI (Centro Experimental de Psicología Institucional).Pero, era la época de la dictadura de Onganía que decide intervenir la Universidad en la llamada “La noche de los bastones largos”. Su consecuencia fue la renuncia masiva de profesores que los llevó alejarse de la Universidad. A partir de este hecho se organizaron de un modo semejante a una cooperativa. Desde ese momento Ulloa continuó realizando múltiples trabajos de intervenciones institucionales, siendo el CEPI el lugar de donde salieron los primeros institucionalistas de Buenos Aires.
De esta manera la psicología institucional continuó sus avances gracias a los pioneros como José Bleger y Fernando Ulloa que habían comenzado inspirados por Enrique Pichon Rivière.

Un momento importante fue la ruptura de la APA a partir de fundar el grupo Documento.
La reacción contra la dictadura de Onganía tiene un punto de inflexión en la manifestación popular que se realiza en Córdoba el 29 de mayo de 1969. A partir de “El Cordobazo” la política se transforma en el eje de discusión en la sociedad y en el campo de la Salud Mental. Algunos analistas viajan para participar en el Congreso Internacional de Psicoanálisis. Este se realizó a fines de julio de 1969 en Roma, Italia. Para los psicoanalistas del mundo era el primero luego del “Mayo Francés” del ‘68. Luego de numerosas discusiones políticas un grupo de psicoanalistas se retiran y forma un contracongreso donde surge el grupo que se denominó Plataforma Internacional. Armando Bauleo y Hernán Kesselman se convirtieron en miembros fundadores del grupo. Así nació Plataforma Argentina con once miembros de la APA en agosto de 1969.
Mientras tanto en la Argentina la escalada represiva de las luchas sociales que siguieron a “El Cordobazo”, que llevaron a la caída de Onganía primero y de Levingston después, determinaron mayores tomas de posición política durante 1970 y 1971.
En este clima social y político Fernando Ulloa era director del Centro Racker de la APA. Un grupo de psicoanalistas firmaron una nota en la que afirmaban “...queremos reivindicar la posibilidad de asumir definiciones políticas explícitas dentro de la APA y su consiguiente difusión oral y escrita... Pensamos que, aunque se lo niegue formalmente, propugnar la dedicación exclusiva de la APA a la ciencia ‘pura’, implica irremediablemente una afirmación de anuencia al sistema sociopolítico imperante. Lamentablemente la presión y tutela ideológica que se intentaban combatir, pueden ser ejercidas de forma encubierta al invocar un supuesto apoliticismo o la pureza científica.” Los reclamos se centraban en intentar modificar la estructura interna de la institución. Luego se integraron otros más y constituyeron el grupo Documento liderado por Ulloa. Su principal diferencia con Plataforma era que se centraban en el intento de modificar la estructura verticalista y poco democrática de la APA, para que hubiera mayor posibilidad de intercambio en la misma.
Ambos grupos renuncian en forma separada a la APA en noviembre de 1971. Las diferencias y similitudes entre ellos se observa en el contenido de las declaraciones y sus perspectivas ideológicas, políticas e institucionales.
De esta manera este grupo heterogéneo de psicoanalistas –en su mayoría miembros de Plataforma y Documento- intentaron un reencuentro entre Marx y Freud. Este tuvo su proyecto intelectual en la Colección “Izquierda Freudiana” de Granica Editor, dirigida por Marie Langer, que además de publicar los textos clásicos sobre el tema se centró en la producción local a través de dos compilaciones Cuestionamos y Cuestionamos 2.
Años después Ulloa comentaba: “Documento fue, más que una institución abierta, una oportunidad de transición para acompañarnos, en tanto nos dispersábamos por caminos personales, procesando, cada uno a su manera, nuestra inserción en un mundo convulsionado políticamente, que ya preanunciaba el horror genocida que se avecinaba”
Desde que presidió la FAP Capital Ulloa había comenzado a trabajar con peritaje de torturados, a pedido de la gremial de los Abogados. Fue el comienzo de su actividad en Derechos Humanos con víctimas del Terrorismo de Estado y sus familiares, tema que se extendió a lo largo de todo ese período. “Para mí fue importante no desmentir en todo este quehacer una perspectiva psicoanalítica, en cuanto preparación para la acción clínica, atento a la posibilidad de implementar una actitud pertinente en cuanto a idoneidad, en situaciones muchas veces atravesadas por el horror, pero también por el esfuerzo en establecer la verdad.”
En 1974, asumió como presidente Isabel Martínez de Perón, la derecha peronista se consolidaba en el gobierno. El reconocido Fascista Oscar Ivanissevich fue nombrado Ministro de Educación. Las “Tres AAA” (Alianza Anticomunista Argentina) liderada por el Ministro de Interior Lopez Rega aumenta la cantidad de secuestros y asesinatos. Estos son los antecedentes del genocida golpe militar del 24 de marzo de 1976. Muchos fueron desaparecidos y otros tuvieron que exiliarse.
Fernando Ulloa tuvo que irse a Bahía durante un tiempo por cuestiones de seguridad. Al volver de su exilio, antes de terminar la dictadura, comenzó a trabajar en el Movimiento Solidario de Salud Mental y luego en peritajes y supervisiones, sobre todo en relación a Abuelas de Plaza de Mayo. Junto con un grupo de psicoanalistas no institucionalizados, se agruparon en el “Foro Psicoanalítico de Buenos Aires”.
A lo largo de su vida Ulloa fue desarrollando las más variadas tareas docentes, institucionales y clínicas. Coherente con su perspectiva de “estar psicoanalista” fue descubriendo caminos cuya teorización se encuentra en muchos trabajos y entrevistas. Su obra fundamental es su libro Novela clínica psicoanalítica. Historial de una práctica (1995). Allí condensó su recorrido en la clínica y en el trabajo -como le gustaba denominar- de las “numerosidades sociales”.

Para pensar algunas de sus conceptualizaciones
Una de sus características principales era la de trasmitir sus ideas ante un grupo. Allí enhebraba sus pensamientos donde daba nuevas perspectivas a sus teorizaciones. Por ello nada mejor que dejarlo hablar para que nos explique algunas de sus conceptualizaciones fundamentales.
En relación al trabajo del psicoanalista con “la numerosidad social” planteaba que “Si el oficio fuera sólo la puesta a punto de un dispositivo legítimo, diván-sillón, creo que su alcance quedaría reducido. Cuando uno pasa a trabajar como psicoanalista con la numerosidad social, permite salir de lo bicorporal en la medida que van agregándose sujetos. Lo que hago con la numerosidad social forma parte de mi “estar” psicoanalista.
En la numerosidad social cuentan tantos sujetos como sujetos cuentan. Es una forma poética de decirlo. El primer “cuentan” dice de la cantidad y el segundo “cuentan” alude a la condición hablante del sujeto. Esto posibilita que circule la palabra dicha y la palabra escuchada. Se dan fenómenos interesantes.
En los grupos con los que trabajo, se van forjando la producción de inteligencia y de pensamiento crítico. En estos grupos algo toca esas primerísimas experiencias de las que hablaba Freud, esa atemporalidad inconsciente que no tiene memoria y que provoca la manera de ser de alguien, sus rasgos de carácter. En la medida que algo hace serie y conmueve esa situación, lo que hace es “tocar el alma”. Cuando uno habla de la memoria y sus vicisitudes, se van creando ciertas temporalidades del inconsciente, una situación transferencial en la que cada uno se pone a hablar. Y todos se ponen a hablar. Y aparece no sólo un relato, sino un estado de ánimo. Aquello que estaba en la atemporalidad de la pulsión primaria, también se hace estado de ánimo cuando pasa a la conciencia y construye pensamiento…Por ejemplo, vos tenés al “hinchapelotas” o al “regañón”, que después de un tiempo de trabajo van cambiando sus actitudes. Porque cuando pasan a la temporalidad consciente se producen cambios. Hay una cura transferencial, pero no de la neurosis de transferencia clásica del uno a uno, sino de otra forma. La conciencia entra en una especie de alianza con el inconsciente en la tarea que vuelve permeable a cambiar de perspectiva.
Lo que Ulloa llama “cultura de la mortificación” es una forma de entender la Salud Mental que posibilita definir algo inherente a las nuevas formas que hoy toman las patologías. Por ello afirma “Entiendo lo que denomino cultura de la mortificación aquellas configuraciones culturales en las que los sujetos conviven familiarmente bajo condiciones hostiles y adversas, es decir, infamiliares, a las cuales han terminado por `normalizar` como componentes de su vida cotidiana. Sabemos que esta familiaridad con lo infamiliar es definida psicoanalíticamente en términos de lo siniestro.
La mortificación como cultura a la que podemos acceder tanto desde la práctica del psicoanálisis con un sujeto individual o de las prácticas sociales del psicoanalista, permite observar algunos efectos de esa mortificación por momentos siniestra que tal vez no puedan considerarse como nuevas formas, pero despiertan actualmente el interés de los psicoanalistas que se atreven a trabajar como `visitantes`, abandonado el refugio local del dispositivo tradicional…La forma terminal de la mortificación es la manicomial, definiendo el manicomio como la encerrona trágica en la que para vivir, para recuperar la salud, para pensar e incluso para tener una vejez y una muerte asistidas, el sujeto depende de algo o alguien que lo maltrata. Esto no sólo acontece en los manicomios definidos oficialmente como tales, sino en múltiples situaciones institucionales que cobran verdadero valor manicomial; se dan manicomios en la familias, las escuelas, las fábricas, las oficinas -y de hecho- en muchas instituciones asistenciales.”
Con frecuencia me refiero, más que a las instituciones, a la numerosidad social, en tanto esta denominación abarca a los seres humanos en sociedad, sobre todo cuando éstos son maltratados o al menos ´distratados´ por esas instituciones (hospitales, colegios, administración pública, ámbitos de trabajo e incluso de esparcimiento) de las que son usuarios. Extraje este concepto de encerrona trágica de mi quehacer en el campo de los derechos humanos, principalmente referidos a la tortura como situación límite.”

Para finalizar este breve recorrido sobre la vida y la obra de Fernando Ulloa quisiera trasmitir un recuerdo personal. Unas semanas antes de que tuviera que ser internado nos encontramos para conversar. Como era su costumbre comenzó preguntándome por mis cosas personales y profesionales. Luego con su entusiasmo característico, apenas disimulado por su tono de voz difícil de escuchar, comentó sus actividades y proyectos. Quedamos en encontrarnos para armar un libro con notas y artículos publicados en diferentes revistas. Cuando lo despedí no podía saber que era la última vez que lo veía. Lo que si iba a saber que, como Fernando quería, “la muerte lo encontró vivo”. La idea de este homenaje es que sus ideas sigan estando vivas en todos nosotros.
Nada más

Alejandro Vainer
Buenas noches. Mi exposición buscará aclarar el título que hoy nos convoca, “las herramientas clínicas del oficio del psicoanalista”. Para ello empezaré con algo que Ulloa apuntaba en distintas situaciones grupales para facilitar la discusión: primero hay que aclarar desde donde uno hablaba.
Mi generación:
Estudié en los 80 en este mismo lugar. Hubo muy poco de Fernando Ulloa, como de tantos otros psicoanalistas argentinos. Si mi memoria no me falla, sólo en la cátedra de Psicología Institucional de Ricardo Malfé y en Teoría y Técnica de Grupos de Ana María Fernández. Luego hice la Residencia Interdisciplinaria en Salud Mental. Allí ya resonaba más el nombre de Ulloa. Para ese entonces, principios de los 90, trabajaba con su equipo (H8). Si no era él, era alguien de H8 quien coordinaba grupos de reflexión, realizaba intervenciones institucionales o daba clase. En esos tiempos teníamos la impresión que era la de un psicoanalista que no retrocedía ante el trabajo en instituciones públicas con aforismos dogmáticos como aquello que “el deseo no se previene” o “si un paciente no paga no puede analizarse” (que aunque parezca mentira los sigo escuchando en boca de quienes trabajan en instituciones públicas).
Todo lo contrario, Ulloa nos permitía avanzar a quienes no comulgábamos con el dogma con otra serie de aforismos productivos de su autoría, que nos abrían las puertas de nuestra praxis: “de lo que se trata no es de practicar teorías, sino de teorizar nuevas prácticas”. Aforismo que recuerdo cada vez cuando superviso y vuelvo a escuchar cómo sostener un lugar analítico trabajando en instituciones públicas. Como si no hubiera habido psicoanalistas que trabajaron y teorizaron sobre el trabajo en instituciones públicas. Renegación de la historia, en el sentido que le daba Ulloa a la renegación: negar y negar que uno niega.
No sería casualidad que una integrante de H8 me presentara a Enrique Carpintero e ingresara en Topía luego de terminar la residencia. Desde entonces en el trabajo en la revista y el largo camino que hicimos con Enrique, cuyo resultado fueron los dos tomos de Las huellas de la memoria, me permitieron no sólo entrevistar unas cuantas veces a Ulloa, sino también poder estudiar con detenimiento distintos aspectos de lo que hoy podemos apresar en el término de “su obra”, pero que seguramente sería más preciso llamar su praxis, donde teoría y práctica se conjugaban constantemente.
Por eso, no son separables posiciones políticas, clínicas y personales. Se articulan en una praxis creativa a lo largo de su vida. Sin embargo, sus formulaciones suelen ser desestimada por las hegemonías que pueblan nuestro campo, relegándolo sus aportes al campo de lo institucional y no como un psicoanalista que nutrió y se nutrió de distintas experiencias innovadoras en distintos ámbitos, individuales, grupales, familiares, institucionales y sociales.
Volviendo a mi generación, sin estos tránsitos por fuera de las hegemonías y las oficialidades que acabo de aclarar sabría algo de su historia (que tendría ribetes de heroica, como toda historia celebratoria), pero poco de sus aportes de herramientas clínicas.
Novela clínica psicoanalítica:
Todo sujeto produce y es producido atravesando distintas experiencias. Las producciones teóricas no pueden desprenderse de dichas experiencias que lo atravesaron (a él y a todos nosotr*s). “El libro” de Ulloa se llama Novela Clínica Psicoanalítica. Historial de una práctica. Allí condensa historia y conceptos que se producen mutuamente. No me remitiré a su historia, ya que Enrique Carpintero y Ana María Fernández nos mostraron cómo era Fernando, pero es importante que recuerden que fue su trabajo clínico individual, grupal, institucional y político lo que lo llevó a teorizar nuevas prácticas. Y poner a punto las herramientas de lo que denominó “el oficio del psicoanalista”. Para entonces ya estaban casi a punto las herramientas clínicas “ullonianas”.

Las herramientas clínicas “ullonianas”
Para Ulloa las herramientas clínicas con “personales, domésticas y vocacionales”. Las construimos a lo largo de las tres edades del “oficio” de psicoanalista. Ulloa formula esas tres edades en un eje diacrónico:
a-los tiempos del noviciado,
b-los amores e intereses teóricos
c-el tercer tiempo, el de la maestría que cada uno alcance con su estilo, luego de haber atravesado los desiertos necesarios hasta poblar lo propio. Así uno alcanza la veteranía del oficio clínico psicoanalítico.
“En el quehacer clínico, los contenidos conceptuales o metodológicos son descartables cuando dejan de impulsar un proceso diagnóstico o terapéutico” escribía, y sería importante recordarlo. Las herramientas tienen que ser puestas a prueba constantemente.
A lo largo de su vida y su obra sintetizó algunas herramientas que considero fundamentales para un psicoanalista que no se pretenda “iano” (siguiendo su propia definición), albergando el ciego ideal hacia un autor (freudiano, lacaniano, kleiniano, etc.), escuela o institución. En ese sentido, hay una línea que va de Pichon Rivière a Fernando Ulloa y hoy a nosotros para encontrar nuestro propio camino por fuera de hegemonías.
Estas herramientas implican una perspectiva sincrónica, y van dibujándose a lo largo de las tres edades del psicoanalista.
1-Las cinco condiciones de eficacia clínica:
-Capacidad de predicción, que funciona desde el primer momento de la entrevista, implica también poner para uno poner en claro las propias expectativas, o lo que solemos llamar contratransferencia.
-Actitud no normativa, no diagnosticar apresuradamente y no normatizar. “No pretender entender antes que entender.”
-Posibilidad de establecer relaciones insólitas en el discurso. Hacer una lectura semiológica capaz de producir inteligencia clínica.
-Definición por lo positivo o por lo que es. No diagnosticar por descarte, sino intentar advertir “aquello que para el interesado se presenta como algo eludido por temor o por ser contrario a su deseo”.
-Coherencia entre teoría y práctica o entre ser y decir. Que nuestros dichos no desmientan lo que somos. En palabras de Ulloa: “la sencillez de la coherencia es el resultado complejo de un oficio que termina por ser una manera de vivir y no ritualización que oficia”.
2- Los cuatro parámetros de un encuadre clínico (que constituyen el “encuadre interno”): Este tema lo empieza a trabajar en profundidad en su contribución a Cuestionamos (1971), con su texto“Extrapolación del encuadre analítico en el nivel institucional: su utilización ideológica y su ideologización”. Allí criticaba la rigidez del encuadre analítico, como si hubiera uno solo: “El encuadre percibido como un conjunto de leyes cuyo cumplimiento es suministro superyoico de respetabilidad y prestigio profesional, y cuyo abandono -aun no arbitrario- adquiere un sentido contrario, favorece que el analista lo utilice espuriamente, proyectando en el mismo sus propias limitaciones… de esta manera perderá el carácter de continente del proceso terapéutico para adquirir el de baluarte donde se refugiará el analista.”
El “encuadre interno” es una de las herramientas fundamentales para conducir intervenciones clínicas, desde el trabajo individual hasta con la “numerosidad social”. Es un consultorio “que se lleva puesto” donde uno trabaje. Dejarlas en claro implica poder demarcar “la cancha” donde uno jugará y explicitar a qué se jugará (diría parafraseando a Pichon Rivière). Esto implica:
a-La materialidad del campo, que no incluye solamente el escenario material, sino también el propio clima del “campo de juego”.
b-El proyecto, los objetivos de ese campo que se instaura, determinan lo que se puede hacer y lo que no, de acuerdo a la pertinencia en función de dicho proyecto.
c-Los fundamentos teóricos, metodológicos y técnicos. Muchas veces no se explicitan cuando impera una ritualización (todos los pacientes van a terapia individual con la misma frecuencia, por ejemplo). Como dice Ulloa, “entonces la técnica se habrá degradado en costumbre, la metodología será errática y ningún fundamento teórico merecerá esa clasificación”.
d-El estilo personal. “Síntesis de una forma de vivir, en estilo experiencial, en la medida en que se va haciendo conciencia acerca de sí”. Este parámetro es el que se irá adquiriendo con la veteranía del oficio clínico.

3- La abstinencia como estructura de demora: Ulloa reformula la abstinencia como una activa abstinencia implica que “el analista asume la dirección de la cura sin marcar una dirección. En esta restricción de un sujeto analista, que demora sus valores afectivos e intelectuales más personales, se funda la abstinencia.” Aquí vale desmarcarla de la neutralidad, que como tal es imposible. Lo importante es la “no neutralización”. La presencia abstinente tampoco es una constante de un ritual: la condición pertinente obliga a conocer la especificidad del quehacer institucional (las particularidades de cada trabajo clínico, sea institucional, grupal o individual de acuerdo a la situación específica).
4-La pertinencia, evidentemente tomada de su maestro Pichon Rivière. “fundamento central de lo que el psicoanálisis tiene de arte, es decir de técnica… es importante que un analista no sea impertinente, es decir inoportuno, exponiéndose al peligro de perder la ocasión cuando, tirano y tiranizado por su oficio, tal vez advenido profesión, “resbale sobre el baluarte de la ortodoxia”.
5-La interpretación psicoanalítica para Ulloa implica una triple operación, un rol activo, una lectura y una formulación hablada (o accionada) de ella. Lo interesante para destacar aquí es tomar la formulación de la interpretación como un acto (aquí subrayo que el propio hablar es un acto y no tendríamos que considerar que habría contradicción), ya que mucho de lo que “lee” un psicoanalista cae dentro de lo inefable, aquello difícil de traducir en palabras. Vale más hablar del y, sobre todo, al inconsciente que describirlo intelectualmente.
Estas son algunas de las herramientas clínicas que Ulloa deslizó en sus textos. Pero estas herramientas son para el trabajo del oficio del psicoanalista.
El oficio del psicoanalista:
Ulloa pensaba que el estar psicoanalista era más un oficio que una profesión: “un oficio que busca apoyo no tanto en lo instituido sino en la singularidad de lo que se va instituyendo sobre la marcha, sin desconocer que un rol social, asumido con solvencia y economía de esfuerzo, pretende tener basamentos conceptuales y metodológicos firmes. Ese es el sentido válido de profesión. No se trata de andar improvisando lo que ya está hecho, pero cuando se trabaja con la gente y se quiere preservar la singularidad de cada uno, es más necesaria la creatividad que oficia que la regularidad que profesa”.
La capacitación del analista:
¿Cómo se construyen las herramientas clínicas a lo largo de las tres edades? Ulloa habla de capacitación y no de formación, porque “la capacitación supone siempre una conceptualización de la práctica. La formación gira más en torno a la especulación teórica, sin considerar los métodos con que se implementa esa teoría. Este tipo de formación, sin mayor asidero metodológico simultáneo, es propicio a deformaciones en la clínica, y se refleja en la tendencia a practicar teorías y no a conceptualizar prácticas desde la excelencia teórica”
En la última entrevista que le hicimos con Enrique le preguntamos cómo se formaría hoy como analista, si tuviera que comenzar de nuevo. Se quedó un segundo en silencio pensando y respondió: “yo la empezaría por el trabajo con la numerosidad social. Como era la Residencia Interdisciplinaria en Salud Mental o la Residencia Integrada de Berisso. Empezar con eso, con el trabajo en la numerosidad social, en la comunidad. Y recién después iría al trabajo en consultorio… Y sigo sosteniendo lo que llamé “institución virtual” del psicoanálisis: analizarse y supervisar con quien uno elija y fatigar la lectura de textos en grupos. Y esto se da de distintas maneras de acuerdo a la singularidad de cada uno.”
Es impactante el camino que señala Ulloa, y que tantos recorrimos. Caminos de libertad, pero que implican sostenerse por fuera de autopistas de hegemonías que brindan ilusoria seguridad a cambio de sometimientos edulcorados.
Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica. Mañana es mejor
Las herramientas clínicas formuladas por Ulloa no están por fuera de su compromiso en el campo de Salud Mental y Derechos Humanos. Todo lo contrario, son herramientas forjadas en dicho fuego para estar a la altura de las distintas situaciones clínicas. Cuando hablamos de “Nuevos Dispositivos Psicoanalíticos”, en Topía, claramente estamos siguiendo los caminos que bosquejó Ulloa.
En sus propias palabras, en una entrevista: “Hubo un momento en que por el problema de los encuadres comenzamos a pensar en dispositivos. Ya es un avance. Para mí, lo importante es la disposición, la manera en que uno se predispone, lo que a uno le da una agilidad para trabajar… En este consultorio atiendo pacientes. Algunos usan el diván, otros se sientan donde eligen y hasta hay algunos que se pueden sentar en mi sillón. Quizá en eso hay algo de esa actitud de Pichon Rivière, que cuando me senté en su sillón dijo “todavía no”.”
Por esto mismo, en nuestra revista decidimos poner sus propias palabras como epígrafe, en su definición de qué era Topía para él, en razón del reportaje del primer número de Topía, publicado en 1991: Topía se acerca bastante a un concepto que utilizo en mi práctica institucional como psicoanalista. En cierta forma, es una redefinición “moderna” de la Utopía. Porque la utopía redefinida así, modernamente, no es un no lugar, sino que es lo contrario de la renegación. La renegación es negar una realidad social en la que se está inmerso, o negar las características de esta realidad social, y negar que se niega. Esto tiene un ejemplo exaltado y paradigmático en toda la época de la represión integral donde precisamente, lo que se buscaba era que la gente negara las situaciones siniestras que estaban aconteciendo…Esta definición moderna de utopía, no solamente tiene la fuerza clásica de la utopía, de proponerse una instancia distinta, sino que es en función de una cosa muy tópica: negarse a aceptar aquellas cosas que niegan la realidad“.
Esa es nuestra Topía.
El mejor homenaje que podemos hacerle es poder afinar nuestras herramientas para avanzar por las huellas de los caminos que Ulloa nos legó.
Tan sólo eso. Muchas gracias.

 

 
Articulo publicado en
Abril / 2010