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HACIA UNA CLINICA PREVENTIVA DE LA VULNERABILIDAD SOCIAL

 
TRABAJOS PREMIADO DEL IV CONGRESO DE SALUD MENTAL Y DERECHOS HUMANOS – 2005 Asociación Madres de Plaza de Mayo Tercera mención

Introducción: Síntomas Sociales actuales

 

“Lo que está sucediendo causa miedo,

y no tanto por los horrores, sino por la completa seguridad  

con que se ha roto el contrato secreto que existió entre la gente.

La impresión es más o menos como si alguien, en una habitación,

levantara la voz para decir: Ya que somos casi como animales...”.

Ernst Junger

 

Pensar la prevención, es un pensar de lo Institucional y comunitario. Pensar nuestras instituciones y nuestras comunidades, es pensar los modos actuales de producción subjetiva, los nuevos modos de vivir y de sufrir.   Una Institución produce sujetos representantes de una cultura y un tiempo. El individuo ha de firmar con su cuerpo el contrato social a fuerza de no ser “casi como animales”. Ese mismo contrato que describiera Freud cuando dijera: “el hombre civilizado ha trocado una parte de felicidad posible, por una parte de seguridad” (1).   Esa renuncia lo inaugura como sujeto   de una comunidad.

Dice   René Kaes: “Como el Otro, la institución precede al individuo singular y lo introduce en el orden de la subjetividad, predisponiendo las estructuras de la simbolización: mediante la presentación de la ley, la introducción al lenguaje articulado, y mediante los procedimientos de adquisición de los puntos de referencia identificatorios” (2). Pero, ¿que ocurre cuando ese “contrato secreto” firmado en el paso del sujeto por lo institucional empieza a disolverse?, ¿qué pasa cuando sus pautas no cubren las demandas rebasadas de una sociedad desencontrada?. La filósofa Beatriz Sarlo describe: “La pérdida del contrato social no fue compensada con un nuevo contrato sino por la promesa de felicidad de las leyes del mercado...Por lo tanto, quién no puede acceder al mercado, tampoco se siente ligado por nada a la sociedad..”(3).

            El presente trabajo nace como intento de conceptualización de una práctica comunitaria (“Proyecto Suyay”- Fondo Mundial) desarrollada entre 2003 y 2005 en barrios de alto índice de pobreza del gran San Miguel de Tucumán, destinada a la reducción de daño en VIH-SIDA y Uso de Drogas. Su mirada central se dirige al espacio socio-institucional como el generador del acto mudo, como lugar transicional donde el joven sujeto “de la vulnerabilidad social”, es producido desde una función simbólica en crisis. Asimismo, pretende interrogar que es en verdad esto de la “vulnerabilidad social”. Finalmente acerca algunas reflexiones sobre un nuevo lugar posible de intervención comunitaria que dimos en llamar   CLINICA PREVENTIVA DE LA VULNERABILIDAD SOCIAL .

 

Las nuevas problematicas actuales: patologias del consumo

 

            Un dato estadístico clásico se repite en los numerosos trabajos epidemiológicos que en   cada   región del país se desarrollan para seguir el creciente fenómeno del consumo de drogas: el incremento generalizado de las tasas de uso de tóxicos, el acortamiento de la edad de inicio en el consumo, las nuevas modalidades politoxicómanas, el avance del consumo en la mujer.   (4)     

                        Lo que se ha dado en llamar las “problemáticas actuales” (abuso de alcohol, uso de drogas, violencia urbana), constituyen las nuevas preocupaciones de órganos del estado e instituciones de salud. Estas problemáticas   resultan molestas al retículo social, en tanto se escenifican en el orden comunitario e incluyen   en su acto a terceros. Ya no se trata de sufrimientos personales, sino de un síntoma social en tanto lo social aparece como “causa y cuerpo” de la manifestación de un conflicto. Pero en este punto es preciso distinguir entre lo que denominamos “problemáticas actuales”, y “patologías del consumo”.

            Las Patologías del Consumo , como sostiene Diana Rabinovich, “ son presentaciones del sujeto del lado de la pulsión y no del lado del deseo ” (5). Las impulsiones caracterizan a un sujeto en acto, en trayecto pulsional que no encabalga en la ley del otro de la cultura. Sin embargo, como señalara Mauricio Tarrab , “el adicto es en absoluto obediente del mandato social actual de gozar” (6).   Es en verdad, quién responde ciegamente el mandato consumista de estos tiempos globalizados. Bulímicos-anoréxicos, adictos a drogas, prozac, sexo, internet , shoppings o juegos de azar, son los sujetos “hiper-adpatados” de nuestros días; son los fanáticos de culto de los ideales posmodernos de la belleza, la juventud y el éxito. Patologías del vacío, del acto, sujetos de la metonimia eterna que   parecen reclamar al Amo posmoderno que los castiga por su exceso: ”pero si solo pretendo cumplir tu mandato!!”.

A su vez, las sociedades deben crear los aparatos contenedores de lo que producen. Para la   contención de estas patologías del consumo somos llamados los profesionales de la salud. Emiliano Galende   sostiene que desde el Estado y la ciencia moderna, se sanciona lo mórbido y se crea los espacios de respuestas disciplinarias: “lo que antes realizaban asilos y hospicios, hoy lo ofrecen comunidades terapéuticas, clínicas, institutos, hogares” (7). A cada momento histórico le corresponde su patología y la construcción de los dispositivos institucionales que contengan estos restos in-curables. Son entonces las patologías del consumo las nuevas enfermedades de la dialéctica sujeto-cultura.

            En cambio, lo que denominamos “problemáticas actuales” , no supone ya la consideración de las producciones mórbidas en salud mental (adicciones, psicopatías, sociopatías, etc); sino una serie de actos que conmueven al “todo social” y configuran el punto de preocupación de planificadores en salud, agentes preventivos, sanitaristas, educadores. Estas actuaciones se vuelven problemáticas en tanto se presentifican en lo social y quiebran el “Edicto” del otro. Daniel Silliti señala: “ a partir de la ley 23.737 que pena el consumo de drogas, promulgada en 1989 en nuestro país, consumir ya no es un problema de orden sanitario, sino que potencialmente implica poner en riesgo la seguridad del conjunto del tejido social " (8).

Los protagonistas de estos fenómenos disruptivos actuales, lo conforman los “consumidores-abusadores” de sustancias, que componen un porcentaje poblacional significativo, como indican las encuestas mencionadas. “Pibes chorros”, “chicos de la calle”; también “chicos del skate” y ”los redondos”; jóvenes que reivindican la cannabis como escudo identificatorio: “mucho de lo que está prohibido me hace feliz” (canción de Callejeros ) (9). Es ésta población y no exclusivamente la de la patología declarada, la que es objeto de programas sociales y control comunitario. No es el adicto el que pone en jaque el sistema social, sino el ingreso de la mayoría a los códigos de lo prohibido. El narcotráfico no vive del toxicómano; como tercer mayor negocio del mundo después de la venta de armas y el petróleo, su marketing apunta a consumidores habituales y abusadores con poder adquisitivo.

 

Pibes caretas – pibes chorros: las nuevas subjetividades

 

Gilles Lipovetsky señala el estallido de las certezas y los espacios de la modernidad. Dice: “si hay una revolución en la pos-modernidad, es la revolución del narcisismo” (10).

La indagación del mundo adolescente actual descubre un tiempo, un registro y una sexualidad dominantes. El tiempo es el de lo “fast” (cómidas rápidas, aprendizajes rápidos, ritmos vertiginosos). El registro que manda, el imaginario   videado (T.V, P.C, Video-games, internet, DVD). La imagen televisiva ganó el lugar de la palabra adulta devaluada. ¿Que discurso puede competir con una sola imagen de Gancia?. El discurso Amo es el del mercado, que pide consumir y gozar, y   que habla con imágenes a través de cualquier pantalla. Y en este juego de adrenalina, la sexualidad se expresa en lo furtivo de la “transa”: término del sexo sin tiempo ni compromiso. Sexualidad de la química y de la satisfacción inmediata. Discurso mediático del mercado, que llega, democráticamente, a los televisores de Recoleta como de las villas.

En nuestro país, una corriente musical nacida en los suburbios, la “cumbia villera”, ha ganado ya unos años atrás las pantallas televisivas con un debate nacional sobre las letras de sus canciones: apología del delito, incentivación del consumo de drogas y alcohol, son algunas de las acusaciones de las partes. Lo cierto es que, esta “subjetividad villera”, ganó el escenario, y se une al grupo histórico de los marginados que fuerzan un lugar en lo social, que gritan la injusticia de la desigualdad de derechos por su condición.   La progresiva venta de sus discos, así como el auge mediático de estos grupos, impuso un triunfo imaginario del oprimido, y una caída del opresor: “la yuta se la come, la villa se la dá”, rezan los versos de sus canciones. Ahora el otro cultural dá lugar y “avala” (al ritmo de las palmas en discos, fiestas, canales de T.V, y radios); la reivindicación imaginaria del oprimido.

La policía, los médicos, los sacerdotes, los políticos, los representantes del orden y la norma, hemos fracasado. Si la posmodernidad es una caída de los valores y las certezas de la modernidad, estos fenómenos son actos de esa premisa: en la pantalla encontramos al político, al juez y al policía sin palabras ni honor, y al “pibe chorro” en las marquesinas de una realidad   que busca construir identidad social y existencia en los medios de producción y en la cultura misma.

Sigmund Freud plantea en su Obra tres imposibles: “gobernar, educar y curar”. Los ingobernables, mal educados, y locos; han de caer del sistema como restos, y ser marginados en cárceles, orfanatos y hospicios. Toda sociedad genera sus “restos” (prostitución, homosexualidad, drogadicción). Pero cuando el “resto” adquiere “representatividad social” y casi visos de mayoría, obliga a la transformación de la ley misma.

  El “resto” que no pudo combatirse, termina ingresando al sistema y formando parte de la regulación del estado. El “marginado” encuentra lugar plebeyo en la cultura posmoderna. El mercado se nutre y reproduce con el marketing de lo trasgresor. Rodrigo y la Mona entraron a Recoleta, la cumbia villera los sigue por atrás.

La pobreza de las marchas piqueteras, los chicos de la calle y los comedores comunitarios, hacen estallar las realidades institucionales de nuestra justicia, salud y educación, que tampoco pueden contener y regular el avance de estos “pibes” que desbordan el escenario “del centro”. La cultura “fast”, “light” y “videada”, también marca y constituye a esta población excluida, aunque abandonándola a mucha más distancia de los objetos anhelados. Esta distancia enorme e intolerable justifica el estallido del acto en la cara de lo social, explica el motín y la revuelta. Ya no hay huelgas porque no hay trabajo: hay piquete, invasión de los caminos del otro que pretende circular sin ver. Y este otro intenta sostener a toda costa su ruta al “country” en la renegación del estallido: “no quiero saber de eso”. Profunda hiancia de la globalización posmoderna, que sostiene el mundo del consumo sobre el destierro de los consumidos. Totalitarismo del mercado y la imagen.   Ya no “represión” de lo que irrumpe, sino desmentida, renegación, “turn off” (apagado). Si no lo veo, no existe.

Es en esta tensión socio-cultural, que se inscribe el derrotero del joven por insertarse en su comunidad. Entre la caída de los valores clásicos acuñados en las instituciones tradicionales, la eclosión de la pobreza y el retiro del adulto y del estado en la regulación del contrato social.

Podemos definir entonces esta “vulnerabilidad social” de nuestros jóvenes, como efecto de exclusión de los sujetos de un sistema legal, de producción y cultural que ya no los representa. Un sujeto vulnerable es un individuo sin posibilidades de representación en su cultura, caído de las mallas institucionales y del lazo social que otorgan identidad referencial y representatividad ante el otro. Sólo existo, si un sistema me reconoce y me nombra. Un “chico de la calle” es justamente un niño sin   nombre, y es ahí donde reside justamente su mayor vulnerabilidad; a saber, en la pérdida histórica y sistemática del ejercicio de sus derechos humanos. Un “pibe chorro”, “un chico de la calle”, un “adicto al poxi-ram”, es un niño que ha sido avasallado histórica y sistemáticamente en sus derechos.

 

Aportes a un camino: hacia una clinica preventiva

  ¿Que es, entonces, lo que en este nuevo escenario se juega?, ¿que demanda se muestra en el acto de los chicos de la calle, de los pibes chorros, del poxiram en bolsita, y también de los jóvenes   de “Callejeros”?.   Todos, son chicos del des-borde. Desborde del chorro, desborde de la bengala, des-borde del acto en ausencia de la palabra.

¿ Por que una clínica preventiva ?. Porque hablar de prevención , supone desde el clasicismo conceptual, el imaginario de un “antes”. Y hablar de clínica , impone la idea del “cline”, de la “inclinación ante el sufrimiento del enfermo”, dando por supuesto el padecimiento ya instalado. Proponer una clínica preventiva es cuestionar los órdenes temporales, para conceptuar una lógica distinta. Proponemos inclinarnos también ante lo que aún no aparece sintomático. Desarmar la lógica de prevenir el síntoma, para justamente, provocarlo. Si de patologías sociales se trata, entonces, a desenmascarar lo real de lo instituyente, a provocar un síntoma en la Institución misma que pretende negarse como productora.   Si hablamos de mortificaciones institucionales de menores internados en Institutos penales, si hablamos de la droga villera, el pibe chorro, el chico del poxi-ram; propongo ahí, crear el síntoma: hacer hablar al otro social, descubrir la enfermedad   donde parece no haberla: escuelas, cárceles, hospitales, juzgados. Es en este mismo proceso dialéctico que se produce esta “clínica preventiva ” del perjuicio social: descubriendo que aquello que se nombra como lo enfermo , es en verdad acto “restaurador de salud”, y lo sano , que busca por siempre preservarse en su renegación histórica, constituye parte de la estructura instituyente de aquel padecimiento.

Clínica preventiva, o prevención clínica : en síntesis una estrategia de intervención comunitaria e institucional que supone la conducción de un campo grupal, hacia el movimiento saludable de la implicación, la participación comunitaria y la creatividad como nuevas formas de producción de subjetividades. Supone, nuestra clínica social del sujeto “perjudicado”, la devolución del vínculo posibilitante, la restauración de sus derechos ciudadanos, y la recuperación del afecto solidario. En este acto, los psicólogos, médicos, operadores, voluntarios, nos encontramos muchas veces como restauradores de lazo (antes y después, preventores y clínicos al mismo tiempo); re-construyendo ideales y comunidades (ideales en común), allí donde los sujetos olvidados se desbocan en el acto mortal y mudo de la venganza por el perjuicio histórico sufrido.

 

Algunas conclusiones

“ Es mejor cualquier sentido

que ninguno”.

Nietzsche

 

Nuestra época es de tránsito hacia un nuevo modo social. Convivimos y crecemos entre Instituciones clásicas   escindidas entre los “viejos” ideales y los nuevos postulados hedonistas. Nos subjetivizamos como podemos en un discurso bifronte: entre los viejos valores y las nuevos goces. Los mismos adolescentes explicitan un discurso partido: repiten palabras vacías cuando se los interroga por los valores esenciales que persiguen: “solidaridad, familia, trabajo, estudio”, pero actúan el mandato instituido de “gozar y consumir sin más”.

Lo nuevo instituido, de fuerte peso imaginario, patina en el soporte institucional simbólico pobre de una modernidad desgastada. Este nuevo mandato al goce, produce escisiones en las metas y objetivos institucionales, que se ven boicoteados en su intento de imponer tiempos y formas allí donde se venera la satisfacción Esta división muchas veces hace colapsar en “estallidos mudos” o “apocalípticos” (la yuta o el motín). Sus estallidos, sean cuales fuesen, denuncian la iatrogenia de una cultura en tránsito de re-definirse.

En una tira de “Mafalda”, en su primer cuadro, encontramos una pareja de ancianos que observa a dos jóvenes besarse apasionadamente   en la plaza. Los viejitos comentan:- Esto es el acabose!. Mafalda, que observa la escena, responde a su estilo: - Nó, esto es el “continuose” del “empezose” de ustedes…

Porque estos estallidos actuales y nuevas mortificaciones no son “el acabose” sino el corolario de una dialéctica histórica signada por un empuje avasallador de reconocimiento de lo que siempre fue “resto” y “minoría”.   Hoy, esta “pobreza de ser”, cansada, busca inclusión, identidad e historia.    

La clínica de la vulnerabilidad social ha de ser, a nuestro juicio, la construcción de una clínica-preventiva de “lo social”. Como una consigna del mayo francés, podríamos ilustrar a esta nueva lucha contra la miseria institucional,   con el slogan: “el otro al diván”. Clínica de las instituciones educativas, judiciales, gubernamentales. Clínica del Juez, del político, del maestro, del médico, del operador, del psicólogo, de los padres ausentes, de las familias desvastadas. Una clínica Institucional, que tome a las Instituciones como objeto, y conciba su transformación como una dirección de cura.   Hablamos de un accionar concreto sobre los modos resolutivos que nuestras comunidades tienen sobre el supuesto problema. Cuando el problema pasa a ser del “centro”, ganar las pantallas, cobrar valor colectivo y verdad social, entonces, son nuestras propias instituciones las estalladas. La locura está de nuestro lado. El grito del chorro, la bolsita del pibe, habla de nuestra inconsistencia. La mudez de sus actos grita nuestra propia “encerrona trágica”, al decir del Dr. Fernando Ulloa. Y esta nueva clínica aparece como doblemente paradojal: primero, se vuelve sobre lo “instituyente instituido” y no sobre el “sospechoso”; y segundo, es clínica y prevención a la vez.

En suma, un accionar que desde la comunidad misma se   aboque a re-escribir el contrato social caduco que ya no dá lugar ni existencia. Porque solo la inclusión en un proyecto social, brinda al menos, algún sentido.

 

 

CITAS

 

 

•  Freud, Sigmund : “Obras Completas: EL Malestar en la cultura (1930)”. Vol. XXI, Buenos Aires,   Editorial Amorrortu, 1983, Pag. 88.

•  Kaes, René y otros : “La institución y las instituciones: estudios psicoanalíticos”. Buenos Aires, Editorial Paidós, 1989, Pag. 15.

•  Sarlo, Beatríz : “Instantáneas: medios, ciudad y costumbres en el fin de siglo”. Buenos Aires, Editorial Ariel, 1996, Pag. 86

•  Damm, Luisa y otros : “Del malestar a la creatividad: prácticas clínicas en prevención”. San Miguel de Tucumán, Ediciones Magna, 1999, Pag. 61.

•  Rabinovich, Diana : “Una clínica de la pulsión: las impulsiones”. Buenos Aires, Editorial Manantial, 1989.

•  Tarrab, Mauricio y otros : “Sujeto, Goce y Modernidad: fundamentos de la clínica”. Buenos Aires, Editorial Atuel, 1993, Pag. 37.

•  Galende, Emiliano : “Psicoanálisis y salud mental: para una crítica de la razón psiquiátrica”. Buenos Aires, Editorial Paidos, 1990, Pag. 102.

•  Sillitti, Daniel y otros : “Sujeto, Goce y Modernidad III: de la monotonia a la diversidad”. Buenos Aires, Editorial Atuel, 1995, Pag. 35.

•     Grupo “Callejeros” : Disco “Presión”.

(10) Lipovetsky, Gilles : “La era del vacío: ensayos sobre el individualismo contemporáneo”. Barcelona, Editorial Anagrama, 1986. Pag. 9.

 

 

BIBLIOGRAFIA

 

.   Freud, Sigmund : “Obras Completas”.   Buenos Aires,   Editorial Amorrortu, 1983.

. Kaes, René y otros : “La institución y las instituciones: estudios psicoanalíticos”. Buenos Aires, Editorial Paidós, 1989.

.   Sarlo, Beatríz : “Instantáneas: medios, ciudad y costumbres en el fin de siglo”. Buenos Aires, Editorial Ariel, 1996.

. Olievenstein, Claude : “Instituciones y perversidad”. Buenos Aires, Conferencia Sedronar, 1996.

.    Damm, Luisa y otros : “Del malestar a la creatividad: prácticas clínicas en prevención”. San Miguel de Tucumán, Ediciones Magna, 1999.

.   Rabinovich, Diana : “Una clínica de la pulsión: las impulsiones”. Buenos Aires, Editorial Manantial, 1989.

.   Galende, Emiliano : “Psicoanálisis y salud mental: para una crítica de la razón psiquiátrica”. Buenos Aires, Editorial Paidos, 1990.

.   Sillitti, Daniel y otros: “Sujeto, Goce y Modernidad III: de la monotonía a la diversidad”. Buenos Aires, Editorial Atuel, 1995.

 
Articulo publicado en
Noviembre / 2005