Candidato al Doctorado en Historia, Universidad Torcuato Di Tella, Buenos Aires.
Instituto Multidisciplinario de Historia y Ciencias Humanas, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas, (IMHICIHU-CONICET), Buenos Aires.
Texto leido en el Panel Human Rights and Solidarity in Contemporary Latin America Organiser: Marta Zabaleta, Middlesex University (UK)
Society for Latin American Studies, University of Leiden, Annual Conference, Leiden, 2-4 abril, 2004
A Margarita Martínez Vera, in memoriam
“Se reconoce y garantiza el derecho a ser diferente, no admitiéndose discriminaciones que tiendan a la segregación por razones o con pretexto de raza, etnia, género, orientación sexual, edad, religión, ideología, opinión, nacionalidad, caracteres físicos, condición psicofísica, social, económica o cualquier circunstancia que implique distinción, exclusión, restricción o menoscabo”.
Artículo 11: Todas las personas tienen idéntica dignidad y son iguales ante la ley. Título Primero, Derecho, Garantías y Políticas Especiales, Constitución de la Ciudad de Buenos Aires, 1996.
A finales de la década del noventa, el activismo por los Derechos Humanos de la población LGBT[1] pareció alcanzar un grado de visibilidad que no era fruto de una coyuntura política especial, sino resultado de décadas de lucha en condiciones adversas, muchas veces en la clandestinidad familiar y social –situación que lo emparentaba con la militancia política aunque con la desventaja del propio rechazo de la mayoría del espectro de actores políticos y de las fuerzas militares-. En 1998, las asociaciones miembros de ILGA[2] en Latinoamérica y El Caribe -ILGALAC- iniciaron un proceso de articulación y coordinación para el desarrollo de iniciativas tendientes a enfrentar la situación de los Derechos Humanos para todo el colectivo LGBT y el impacto que el VIH/SIDA había tenido en parte de esta población.[3]
Cuando las Naciones Unidas, en 1948, proclamaron la Declaración de los Derechos Humanos, no hubiera sido posible imaginar que los derechos de las minorías sexuales debieran estar inscriptos entre la gran franja de derechos de las personas, violados, no reconocidos o ni siquiera pensados. Habrían de pasar varias décadas para que las poblaciones LGBT pudieran ser incluidas dentro de estos derechos. Quizás porque la sexualidad pertenece al ámbito privado, y cuando se trata de la sexualidad de las minorías ésta permanece aún mucho más encerrada, invisibilizada[4], encerrada en el placard. Según Kornblit[5] “la dinámica de los derechos humanos, el conflicto y el debate acerca de los mismos en los espacios públicos de una sociedad democrática implica la ampliación de la “lista” de derechos considerados legítimos, bajo dos formas: la inclusión de nuevos sujetos o portadores de derechos ya reconocidos y la inclusión de nuevos derechos.[6]
“La discriminación de las minorías sexuales no es sólo una cuestión de actitudes individuales, privadas, sino fundamentalmente un problema de violación de los derechos humanos. En este sentido, existe discriminación cuando el Estado, la sociedad, un grupo social o un individuo separan, excluyen, expulsan e incluso matan a una persona o a un grupo determinado, atacan su dignidad, quitan o impiden el ejercicio de sus derechos, basándose en el sólo hecho de que esta persona o este grupo posean una característica diferente, real o imaginaria, de aquello que es instituido como normal”.[7]
En América Latina, considerado un continente altamente machista [8]–quizás como defensa de ser un continente conquistado y arrasado históricamente por distintos intereses y por distintos conquistadores- y por lo tanto con altos niveles de homofobia, ¿como símbolo de rechazo de una sodomización no deseada, no consentida?; la situación de las violaciones de derechos humanos de las minorías LGBT difiere en cada país, pero existe un denominador común, según las estadísticas y los informes anuales de la ILGA: todos los años se cometen violaciones de estos derechos, llegando al asesinato en algunos casos. Hay quienes sostienen que históricamente América Latina y El Caribe ha sido una de las regiones más permeadas por la impunidad en cuanto a violaciones de los Derechos Humanos de lesbianas y gays, entre otros grupos. A pesar de las luchas reivindicatorias que han sido libradas desde todos los rincones de la región, ha sido muy dificultoso reconstruir los mecanismos generadores de fuertes lazos de solidaridad que entretejan todo el continente y que manifiesten las acciones coordinadas y estratégicas para el mejoramiento de la población LGBT y la erradicación definitiva de la impunidad.[9]
Varios edictos a lo largo de la primera mitad del siglo XX fueron prohibiendo las relaciones homosexuales, o al menos la manifestación visible de éstas en espacios públicos. El edicto correspondiente a los bailes públicos establecía un castigo para el director, empresario o encargado de un baile público o en su defecto al dueño o encargado del local que permitiera el baile en parejas del sexo masculino. En cuanto a los procedimientos especiales, también alcanza los espacios privados, como podían ser las casas particulares. El artículo 207, “De los homosexuales” establecía que las comisarías seccionales “al tener conocimiento de que en determinadas casas o locales de su jurisdicción se reúnan homosexuales con propósitos vinculados a su inmoralidad, independientemente de las medidas preventivas y de represión que puedan corresponderles” debían comunicar el hecho a la superintendencia de investigaciones criminales para su intervención.[10] Estas y otras normas se mantuvieron en vigencia hasta fines de la década del 90 y aunque muchas resultaban anacrónicas y habían caído en desuso, eran utilizadas por la policía cuando lo creían conveniente.[11]
Cabe recordar que en la época del Campeonato Mundial de Fútbol de 1978, la dictadura inició una verdadera campaña de “limpieza” para brindar una imagen de sociedad ideal, justa y moral, donde por supuesto, no tenía lugar la trasgresión sexual; los homosexuales estaban excluidos, como los secuestrados políticos:
Es interesante el testimonio de esa época, a través de la voz de un gay: “Nosotros, con nuestro modo de vivir, éramos algo así como una red de linyeras que había que esconder o, como dije, de subversivos. Una noche hubo una razzia monumental en un boliche de la Plaza Dorrego en San Telmo, donde se hacía un show musical, y nos detuvieron a un montón de locas, incluso al cantante. Querían sacarnos de la calle, de la Feria de San Telmo, del Planeta, para que se viese que el país había sido purificado. Porque los homosexuales o los marxistas eran sólo los extranjeros; no los argentinos”.[12]
En la edición del 12 de febrero de 1975, la revista El Caudillo, publicación vinculada a López Rega, se afirma que “el marxismo ha utilizado y utiliza a los homosexuales como instrumento de penetración y aliado de su objetivo”.[13] Nada más lejos de la verdad, puesto que ni la izquierda ni la derecha quisieron apoyar a los movimientos de activistas gay surgidos a finales de la década del sesenta, como una respuesta al los disturbios del Stonewall de San Francisco, en 1969. También hay que destacar que fue en la oficina que prestaba un militante del Partido Comunista[14], donde comenzó a reunirse el Grupo Eros, en los orígenes de los movimientos que más tarde fueron surgiendo, y que en la actualidad gozan de cierto reconocimiento, en especial, hacia el interior de la comunidad gay, si es que puede llamarse así al grupo de personas LGBT, en su totalidad, con prescindencia de su articulación en grupos, o comportamientos individuales.
En 1996, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, aprobó la Constitución de la misma, y en su Libro Primero, el artículo 11 establecía que “todas las personas tienen idéntica dignidad y son iguales ante la ley”, por lo tanto nadie podría ser discriminado por su orientación sexual. En 1998 se aprueba el Código de Convivencia Urbana y se derogan los edictos policiales que venían desde 1946; y en 1999, el Código prohíbe el ejercicio de la prostitución en los espacios públicos. Pero la constitución de la ciudad, demostró ser más liberal de lo que sus ciudadanos podían soportar. La reacción de la ciudadanía es probable que pueda atribuirse a que en “la ilusión de homogeneidad que todavía opera en el imaginario de la ciudad, la defensa y protección de las minorías no tiene peso en el ‘deber ser’ del electorado. La corrección política, tan bienvenida en el contexto norteamericano, no funciona en el imaginario local” (...) Es difícil pretender que en un imaginario tenga cabida la noción de respeto y protección de los derechos de las minorías, si al mismo tiempo, ese imaginario no reconoce previamente la existencia de esas minorías”.[15]
En Argentina, parecen haber disminuido los niveles de violencia homófobica, y no se han registrado asesinatos motivados por la orientación sexual en los últimos años, excepto crímenes aislados dentro del panorama delictivo, infelizmente común a las grandes ciudades debido a causas multifacéticas que no es mi propósito analizar en este trabajo. Hay que destacar que la Ciudad de Buenos Aires, tiene el orgullo –para algunos- de ser la primera capital latinomericana que aprobó en el año 2003 las uniones de hecho para parejas del mismo sexo; lo cual reconoce sólo derechos de prestación de cobertura de obra social (servicios de atención médica) y el derecho de poder ingresar a unidades de cuidados intensivos a visitar a la pareja si estuviera internada, cosa que hasta antes de la legislación era permitida solamente a los familiares sanguíneos o a los concubinos de una pareja heterosexual. Ahora las agrupaciones LGBT siguen la lucha por los derechos de herencia y adopción. En la provincia de Río Negro, también se aprobó la unión de hecho. Lo cual no quiere decir que no existan niveles de homofobia interna y externa, por ejemplo en el caso de los travestis.[16]
Pero esto es gracias al esfuerzo de organizaciones como la CHA (Comunidad Homosexual Argentina), creada en 1983, luego del retorno de la democracia; que lucharon durante años por el reconocimiento, incluso de algo tan sencillo como en principio parecería ser la obtención de la personería jurídica.[17] En un fallo de 1991, la Corte Suprema de la Nación no otorgó la personería jurídica a la CHA, y según afirmaciones del juez Belluscio en Argentina no se daba la discriminación de la homosexualidad porque la misma no era punida legalmente, aunque en la práctica, los edictos policiales, algunos conservando casi la misma redacción que a mediados del siglo XIX, permitían el encarcelamiento, y por lo tanto, el estigma y el desprestigio social. El planteo del juez se reducía al ámbito legal, sin contemplar la “discriminación laboral, familiar y social”.[18]
Es evidente que existe una mayor visibilidad LGBT y en especial, de los gays, a nivel mundial, y en Buenos Aires. En los últimos tiempos es común la inclusión de personajes gays en las producciones culturales, sean éstas cinematográficas, teatrales, televisivas o literarias, e incluso, la economía de mercado parece haberlos descubierto como una interesante franja de consumidores a conquistar, con el ofrecimiento de variados servicios y productos, que van desde la cultura gym y la prostitución, las agencias de viajes, hasta los cosméticos y la pornografía.[19]
Reflejo del tema en las producciones culturales.
La visibibilidad homoerótica en el cine argentino desde 1933 en adelante ha sido escasa; en especial hasta la década del 70, cuando comienzan a aparecer personajes gay con mayor frecuencia, aunque bajo la forma de personajes cómicos, y sin ninguna incidencia en la trama, es decir se trataba de mucamos, como el rol encarnado por el actor Adelco Lanza en una decena de películas del binomio integrado por el director Armando Bo, y su actriz fetiche, Isabel Sarli. Los gays eran una mezcla de criaturas femeninas con hombrecitos amanerados y pasibles de ser estigmatizados y ridiculizados por la mirada heterosexual. Junto a ellos, era frecuente el travestismo inocente en comedias blancas, como las de Lolita Torres y Jorge Luz en la década del cincuenta, o las picarescas del dúo cómico de Jorge Porcel y Alberto Olmedo décadas después. Pero este travestismo contaba con la aceptación cómplice de los espectadores, que sabían, que el cambio de indumentaria no implicaba trasgresión de género, sino un divertimento.
Las películas con temática central gay del cine argentino no han mostrado hasta el presente los aspectos principales que rodean a la homosexualidad en el país, quizás porque estos no son conocidos tampoco más allá del gueto real, o de las vivencias de la gente homosexual en relación con el medio en el que se desarrollan, generalmente el urbano.
La homofobia ha sido planteada en Adiós, Roberto (1985, Enrique Dawi), más allá de las intenciones del director, desde un punto de vista interno y externo, así como en Otra historia de amor, (1986, Américo Ortiz de Zárate) proviene sólo del exterior. En otros casos, la homofobia aparece desde el interior mismo del film, de la manera en que son retratados los personajes.
Las películas argentinas que incluyeron apuntes de contenido gay no han mostrado hasta el presente la historia de la lucha por los derechos humanos y civiles de los homosexuales y lesbianas y grupos LTGB en general, la creación de asociaciones como la CHA; el SIDA –con excepción de Fotos del alma (1995, Diego Muziak)- ni la violencia física contra los homosexuales, con excepción de algunas viñetas de escaso valor testimonial.
El campo literario.
A partir del período post-dictadura, el escritor Oscar Hermes Villordo (1928-1994) publicó lo que podría considerarse una trilogía homoerótica con sus novelas La brasa en la mano (1983), La otra mejilla (1986) y El ahijado (1990). Estas obras constituyen una verdadera trilogía de la visibilidad gay, describiendo la vida y las costumbres de los personajes, varones homosexuales porteños de la segunda mitad del siglo veinte en adelante. La aparición de estas novelas es importante porque la homosexualidad estaba en un cono de sombras –históricamente, desde la colonia había estado ligada en sus breves salidas a la luz, a la delincuencia y a la enfermedad- que recién abandonaría para alcanzar un alto grado de exposición en la televisión, aunque infelizmente banalizada.[20] En La otra mejilla, Villordo, muestra la transgresión sexual enfrentada a la represión social, llevada al límite a través del terrorismo de Estado, al tiempo que permite ver una serie de estereotipos de homosexuales urbanos, como telón de fondo del erotismo, las razzias policiales, los asesinatos de gays y las detenciones de la policía ante la miníma sospecha de homosexualidad.
En forma contemporánea, aparecen los ensayos de Jáuregui, Homosexualidad en la Argentina (1985) y de Acevedo, Homosexualidad, hacia la destrucción de los mitos (1987) que pueden considerarse obras apologéticas y en cierto sentido de denuncia de los ataques y persecuciones sufridos por los gays décadas atrás y en especial en la última dictadura. También en 1985, en la antípodas, aparece la obra del crítico literario Luis Gregorich, Literatura y homosexualidad, que en cierta forma, afirmó las bases del gay como estereotipo trágico.[21]
La prensa como aporte a la construcción de los estereotipos negativos.
El tratamiento que la prensa otorgaba a hechos relacionados con homosexuales hacía girar el eje del interés en la orientación sexual de las víctimas o los implicados en distintos sucesos. En el caso de la “Fiesta del sombrero”, una gigantesca razzia policial en un festejo privado entre gays, en diciembre de 1983, es paradigmática en la manera de narrar los acontecimientos y revela los prejuicios que constituyen a elaborar los estereotipos en el imaginario popular, y el entorno histórico de la dictadura que finalizaba.
Las noticias de prensa recogían hechos de la realidad cotidiana y difundían en la sociedad, la palabra gay para designar a los homosexuales “como se les llama en Europa”, aunque en general se los vinculaba a la criminalidad: “Qué milonga con los gays”[22], “Detienen a 50 gay drogadictos en restaurant de Once”[23]. La palabra amoral es también sinónimo de homosexual: “El crimen de un amoral”[24], “Un submundo casi inexpugnable. Un amoral dirigía una pandilla”[25], “Allanan un refugio homososexual y se llevan a 31”.[26]
Al mismo tiempo, el periodismo resaltaba los prejuicios relacionados con la orientación sexual, expresados a través de adjetivos tales como bulliciosos, excéntricos, alocados. Desde el punto de vista policial, continúa como desde tiempos remotos, la vinculación con la criminalidad. Las detenciones realizadas en la “fiesta del sombrero” habían servido para fichar a quienes todavía no habían ingresado como tales en los registros. Este recurso, se decía, ayudaría a esclarecer la serie de asesinatos de homosexuales que estaban ocurriendo en Buenos Aires, la mayoría de los cuales seguirían impunes.
“Cuando muere una persona homosexual, para los medios, no ha muerto un ser humano, lo que muere es su sexualidad. Si la víctima de un crimen es una persona común y corriente, la noticia de su muerte es anunciada por los periódicos, generalmente, según la profesión de la víctima, o de acuerdo a conceptos genrales como ‘persona’, ‘individuo’, etc. En cambio (...) los homosexuales muertos son homosexuales o, mejor dicho son ‘amorales’, apelativo con el cual una sutil segunda lectura tiende a la justificación, a la explicación, cuando no a la aprobación del hecho.”[27]
Jáuregui analiza en su libro, un reportaje a dos ex comisarios de la Policía Federal, Donatto y Urricelqui, en tiempos de la serie de crímenes contra homosexuales[28] que ocurrieron entre 1982 y 1983. Las respuestas de los policías dan cuenta del arraigo de creencias y prejuicios. Respondía Urricelque:
“...desde que se inició esta verdadera cacería de desviados sexuales...existen varios tipos de consumación en estos homicidios. Por una parte está el matrimonio de desviados, que puede concluir con el crimen de uno de ellos por problemas de celos o desavenencias.” (...) También encontramos al homosexual que va a los baños públicos y mira por encima de los mármoles el sexo de los hombres y llega a desabrocharles la bragueta”.[29]
Donatto, encontraba las siguientes explicaciones:
“Son frecuentes los casos de individuos de vida equívoca que son masacrados mediante la aplicación de golpes en la cabeza. Esto puede explicarse por la especial posición que ocupan los amorales durante la relación. (...)Las mismas víctimas buscan su autoeliminación porque a veces a ellos mismos les falta valor para suicidarse. (...) Es un problema de psicosis de los homosexuales que buscan la mano ejecutora de su muerte. Los desviados saben que el suicidio no puede publicitarse, es por eso que recurren a alguien que logre el mismo objetivo saliendo del anonimato.”[30]
Es comprensible que siguiendo esta línea de razonamientos, los crímenes continuaran impunes. Sostenía Jáuregui:
“Al leer los conceptos antes mencionados, nos preguntamos cómo es posible que, quienes sustentan esas ideas, sean los encargados de investigar los crímenes, ya que para ellos la condición de homosexual parece justificar el accionar del victimario. El asesino asume en el discurso de los represores el papel de vengador anónimo de la sociedad mancillada por las acciones del homosexual.”[31]
Respecto al papel del periodismo como clave para mantener el orden vigente, Alfredo Marcotegui, del grupo de psicólogos de la C.H.A., de esa época, sostenía:
“Por más esfuerzos voluntarios que éste o cualquier otro periodista ponga, siempre será víctima de una ideología de la que no siempre él es consciente. De hecho, estará volcando en sus notas los prejuicios con los que la sociedad lo educó. Y no hará otra cosa que volcarlos, tanto en sus notas como en todo contacto que tenga con su realidad circundante”.[32]
En términos de construcción del estereotipo, Jáuregui sostiene que “nuestra sociedad ha consagrado distintos prejuicios con respecto a los homosexuales, quienes en muchos casos, hemos colaborado inconscientemente para que así ocurra.” En la narración periodística del suceso de “la fiesta del sombrero” afloran alguno de estos prejuicios: frivolidad, afeminamiento, promiscuidad y amoralidad. Estos prejuicios son los que permiten que aún en la actualidad, a través del estigma, de la violencia y la discriminación se sigan desconociendo los derechos humanos de las personas que integran esa amplia categoría denomina LGBT, y que en realidad abarca un continente por descubrir dentro de las lábiles fronteras del deseo y el género. Si bien Argentina, o específicamente Buenos Aires, parece haber tenido cierto adelanto en materia de derechos humanos de las minorías sexuales –sobre todo a partir de la reciente Constitución de la Ciudad de Buenos Aires- siguen apareciendo en los registros anuales de la ILGA, datos sobre algunas violaciones. En términos de visibilidad, el homoerotismo ha alcanzado altos niveles de exposición, especialmente en televisión -telenovelas, talk shows y gossip shows-, pero las encuestas demuestras todavía un alto grado de rechazo en la sociedad hacia los homosexuales y travestis –con excepción de dos famosos de la televisión Mariana Aria y Florencia de laV-[33] y la mayoría de los padres no desearía tener un hijo gay o una hija lesbiana. Por lo visto, la educación para una verdadera igualdad de derechos humanos de la población LGBT debería empezar por casa.
* Mi agradecimiento a The Society for Latin American Studies (London) por el Scholar Grant recibido, a Marta Zabaleta, (Middlesex University, UK) por su apoyo y estímulo intelectual, y a José Fuster Retali por sus valiosos comentarios a los primeros borradores de este paper.
[1] Sigla que designa a grupos de minorías sexuales integrados por lesbianas, gays, bisexuales, travestis y transexuales. Tomado de Murphy, Timothy F., ed. Reader’s guide to lesbian and gays studies. Chicago, Fitzroy, Dearnborn, 2000.
[2] The Internacional Lesbian and Gay Association, creada en 1978, desde entonces se ha preocupado por compartir y difundir la información sobre la situación de los derechos humanos de la población LGBT a nivel internacional.
[3] Acevedo, Claudia. Información Proyecto de Derechos Humanos, ILGALAC. (Mi agradecemiento a Jaime Guinzburg por esta comunicación del 28 feb. 2001).
[4] En realidad, si bien voy a hablar de los derechos humanos en relación con las minorías LGBT, el tema de investigación que vengo desarrollando desde hace varios años para mi tesis de doctorado, está referido a la representación de los estereotipos gay en el cine argentino del período 1933-2000, abarca otras producciones culturales, como el teatro y la literatura.
[5] Kornblit, Ana Lia, Mario Pecheney y Jorge Vujosevich. Gays y lesbianas: formación de la identidad y derechos humanos. Buenos Aires, La Colmena, 1998. pág. 119
[6] Kornblit et al. Op.cit.pág. 119
[7] Kornblit et al. Op.cit. pág. 116
[8] Ver Balderston, Daniel y Donna Guy. Sexo y sexualidad en América Latina. Buenos Aires, Paidós, 1998.
[9] Acevedo, Claudia. Op.cit.
[10] Jáuregui. Op. cit. pág. 164-165
[11] En 1998, el Código de Convivencia Urbana, del Gobierno de la Ciudad, derogaría los edictos policiales.
[12] Rapisardi, Flavio y Mondarelli. Fiestas, baños y exilios: los gays porteños en la última dictadura. Buenos Aires, Sudamericana, 2001. pág. 73-74
[13] Rapisardi y Mondarelli. op.cit. pág. 78
[14] La novela de Osvaldo Bazán La más maravillosa música (una historia de amor peronista). Buenos Aires, Perfil Libros, 2003; da cuenta de la creación del Frente de Liberación Homosexual a través de la narración del romance entre dos hombres, un montonero y un activista gay. También debe mencionarse como antecedente la novela de Manuel Puig, El beso de la mujer araña. Barcelona, Seix Barral, 1976, que contó la relación entre un preso político heterosexual y un homosexual, como metáfora de las dictaduras latinoamericanas de los setenta, y el entrecruzamiento de la militancia política, la represión, el deseo y el heroísmo del personaje gay que es mostrado como un estereotipo afeminado, sin conciencia política, y quien termina sacrificando su propia vida. La novela tuvo su versión cinematográfica hollywoodense, dirigida por Héctor Babenco, cineasta argentino, radicado en Brasil.
[15] Arfuch, Leonor, et al. Identidades, sujetos y subjetividades. Buenos Aires, Prometeo Libros, 2002. pág. 170
[16] Véase Sabsay, Leticia , “La representación mediática de la identidad travesti en Buenos Aires”. En: Arfug, Leonor, et al. Identidades, sujetos y subjetividades. Buenos Aires, Prometeo Libros, 2002. pág. 164
[17] “Una tendencia de las reivindicaciones de las minorías sexuales apunta a la igualdad: en primer lugar, el reclamo de la igualdad de los derechos humanos con respecto a los ciudadanos heterosexuales (igual edad mínima legal para el consentimiento del acto sexual, derechos derivados del matrimonio, participación en las instituciones públicas, etc.); en segundo lugar, y como contrapartida privada del primer reclamo, el derecho a la privacidad, es decir a poder realizar aquello que más le plazca al individuo en el ámbito privado, sin dañar a terceros, y el reconocimiento social”.Kornblit, pag. 120
[18] Kornblit et al.. op.ci.t. pág. 116
[19] “En los últimos años, por múltiples factores entre los que se encuentra la aparición de la epidemia del sida, el tema de la no discriminación y los derechos de las minorías sexuales ha entrado en la escena pública”. (…) “los temas que tienen que ver con la sexualidad forman parte del conjunto de aspectos fundamentales de la vida de una persona que ésta tiene la necesidad de mantener en su intimidad, fuera de lo público. Para ello existe el espacio privado, donde cada persona puede encontrarse legítimamente protegida de la mirada de los otros. Kornblit et al.. op.ci.t. pág. 116
[20] Rodríguez Pereyra, Ricardo. Oscar Hermes Villordo: literatura y homosexualidad en la Argentina. Buenos Aires, 2003 (inédito)
[21] Entrevista con Rafael Freda, presidente de SIGLA, Buenos Aires, 2001.
[22] Crónica, 20 de febrero de 1984
[23] Diario Popular, 23 de marzo de 1984
[24] Clarín, 25 de febrero de 1983
[25] Diario Popular, 18 de agosto de 1983
[26] Crónica, 28 de febrero de 1984
[27] Jáuregui, Carlos. op. cit. 122
[28] El estreno de la controvertida película Cruissing (1980, W. Friedkin) tuvo lugar en esa época. ¿Habría influido de alguna manera en lo ocurrido en Buenos Aires?
[29] Jáuregui, Carlos. Op.cit. 123
[30] Jáuregui. Op. cit. pág. 123-124
[31] Jáuregui. Op. cit. pág. 124
[32] Jáuregui. Op.cit. pág. 124
[33] Florencia de la Ve, de la Vega hasta hace poco, fue obligada por un fallo judicial a través de la demanda de una mujer cuyo verdadero nombre era Florencia de la Vega, a modificar su seudónimo artístico. ¿La demanda judicial hubiera tenido lugar contra actrices como Graciela Borges o Norma Aleandro?. Sin embargo, Florencia de la Ve, goza de la simpatía y el afecto popular y en la actualidad protagoniza a un travesti en uno de los teleteatros de mayor rating Los Roldán, que se emite de lunes a viernes, de 21 a 22 hs. Por Telefé, mientras se discuten reformas al Código de Contravenciones en lo que respecta a los travestis y a la oferta de sexo callejero en la vía pública.