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La Formación y los Repollos

 
Memorias para el futuro 11

Publicado en Clepios, una revista de residentes de Salud Mental Número 23, marzo 2001.

 

Un columnista “políticamente correcto” no disiente con la línea editorial. No es éste el caso, ya que por sobre todo lo importante es el desarrollo de las ideas. Tomaré el último editorial para ejercer una crítica, no sobre los contenidos, sino sobre la forma de trabajo, porque esa metodología particular se encuentra en muchos otros artículos.

En el último número de Clepios el editorial debate sobre la formación en las residencias de salud mental. Relata como se fueron construyendo los programas de residencias en las diferentes sedes, de forma “autogestiva”. Y que ahora se cuenta con un programa elaborado, acordado con el área de Capacitación de Salud Mental. No se sabe si esta área es nacional, provincial o municipal. Pero sí que se unificaron los programas, y ambas especialidades, Psiquiatría y Psicología “quedaron formando parte de la misma denominación, Residencia de Salud mental”. Luego, se vuelve a la práctica diaria y la “formación compartida”, suponiendo que ambas especialidades se encuentran en la llamada “clínica del caso por caso”. Y para terminar se afirma que “práctica compartida no sea sinónimo de formación conjunta.”

Ese texto contiene vicios comunes en la forma de trabajo que se repiten en textos de residentes.

Primero: No historizar. Se narra brevemente la cronología reciente de algunas residencias de salud mental. Sin embargo, no se la contextualizan en un marco más general de los diferentes modos de formación. Sólo algunos hechos internos. El colmo de esto es que nadie sabe dónde suceden los hechos que describen. Si en la Argentina o en Buenos Aires, cosa que no es lo mismo. El lector puede pensar que las residencias se autoengendraron. La conocida “teoría del repollo”, teoría sexual infantil con la cual se puede reprimir ciertas representaciones intolerables. Esto es, las residencias tienen padres que las engendraron y no vinieron al mundo por sí mismas. “La teoría del repollo” afirma que en las “sedes” de cada residencia, “a lo largo de los años” fueron construyendo, “autogestivamente” cada Programa de Residencia. Y la nominación de Residencia de Salud Mental que abarca a Psiquiatría y Psicología parecen haber quedado como una marca arbitraria de un pasado remoto. Lo que se soslaya es lo esencial: las residencias provienen de sociedades, historias y subjetividades que las originaron y las sostienen hasta hoy. Y lo más doloroso de todo. No sólo son herederas de esas historias, sino que muchos hicieron y pensaron antes que nosotros sobre la formación en salud mental.

Segundo: El síntoma. Las frases hechas. No historizar implica dejar un vacío que se rellena con afirmaciones categóricas, tales como “la formación conjunta”, “la clínica del caso por caso”, la “práctica compartida”. Suenan muy bien, pero que poco dicen, si tampoco se las contextualizan en una red conceptual. Falsas soluciones que afirman mucho y alumbran poco. Naturalizan los problemas en vez de problematizar los hechos. Son sintomáticas de no historizar ni contextualizar el campo sobre el que trabajamos.

Un problema similar atraviesa el excelente texto de Luciana Volco , ¿Puede el fármaco funcionar como representación psíquica en el marco de un tratamiento? . En el mismo aborda un tema de larga data en la historia del psicoanálisis, que es su relación con los tratamientos farmacológicos. La bibliografía y las experiencias son demasiado extensas como para listarlas, porque desde la aparición de los primeros psicofármacos hubo muchos que investigaron. Pero en el texto casi no hay referencias. ¿Cuánto se pueden enriquecer la investigación y la clínica de la autora con dichos aportes?

En ambos textos el mismo problema. No se parte de historizar el terreno a investigar como metodología para pensar las problemáticas de nuestro presente. Esto empobrece el pensamiento. Y por supuesto, cualquier práctica que se aborde.

El eje de mi propuesta es que no podemos tener un mínimo básico de racionalidad sin historizar las conceptualizaciones y las prácticas. Historizar implica contextualizar lo que se investiga y a uno mismo en el campo de trabajo. Abandonar los repollos para sumergirnos en las complejidades de nuestro campo.

Historizar implica recorrer la genealogía de las nominaciones, las luchas, las conceptualizaciones y las prácticas que fueron produciendo lo que hoy conocemos.

Tomar la historia y el contexto como requisito para pensar cualquier problemática es el objetivo de estas memorias para construir un mejor futuro.

 
Articulo publicado en
Marzo / 2001