Agradezco al Cómite de Jornada, en nombre de la Asociación de Profesionales a la cual represento, la oportunidad de poner en palabra aquello que me fue transmitido y que espero transmitiré en lo que hace a la posición de los analistas en las instituciones públicas.
En 1918 Freud expresa su anhelo de que el Estado comprenda su obligación con respecto al sufrimiento psíquico. Años después, en 1930, marcará los dos ejes que considera aportes específico del psicoanálisis en las instituciones públicas. Por un lado, celebrará la posibilidad que brinda el Hospital de acceder gratuitamente a los beneficios del análisis a quienes no podrían hacerlo de otro modo. Pero además de la función asistencial, señala a la institución como lugar para la transmisión y formación de sus practicantes.
Esta obligación del Estado como responsable y garante de proveer a la población el acceso a la Salud pública está hoy fuertemente cuestionado en su accionar.
Son variados los autores que sostienen el agotamiento del Estado Nación y el estado de bienestar bajo la dominancia del mercado. Sujeto a la globalización económica, el pasaje del Estado al mercado supone una alteración esencial en los modos de organización, dando lugar a un Estado técnico-administrativo.
Ahora bien, la omisión política del Estado y el exceso de política empresarial está sostenido en que todo es mercantil y lo que escapa a la mercancía debe ser segregado. Así la colonización del mundo en pro de una democracia discriminatoria ceñida de ideales predeterminados implica en Occidente mayor xenofobia y violencia y en Oriente mayor exclusión, pobreza y guerra.
En el año 252 AC., Petronio escribe en el Satiricon: “¿De qué sirven las leyes donde solo reina el dinero, donde la pobreza nunca puede salir triunfante? Incluso los Cínicos, que andan siempre con la alforja a cuestas, más de una vez, y hasta con cierta frecuencia, venden la verdad a buen precio. Así, pues, la justicia no es más que una mercancía pública y el caballero que preside el tribunal ratifica las transacciones”.
La actualidad de esta obra nos interpela en la medida que los capitales tienden a concentrarse en grandes corporaciones que con voracidad narcisista solo piensan en producir ganancias rápidamente y con mayor monto. El único significante que vale es el “dinero” en la lógica amoral del mercado de abaratar costos en el menor tiempo posible. Eficiencia tanatizante que produce mayor desubjetivización en consumidores anestesiados, estableciéndose una línea de separación que divide los de adentro y los de afuera, envolviendo a los sujetos en una masificación anónima y desresponsabilizante. Enrique Kozicki plantea que estamos ante una amenaza de privatización del orden normativo, es decir, refeudalización de los poderes estatales esenciales.
El surgimiento del Capitalismo global se presenta como una fatalidad anónima más allá del control social, así la globalización globalizó descreimiento y desprecio por lo político ligado a corrupción, cansancio físico y mental en los ciudadanos. Efectos nocivos de esta política en la salud en general pero sobre todo en lo que nos compete, la salud psíquica del sujeto. Efectos nocivos que producen Malestar en la Cultura y porque no, Malestar en las instituciones.
Recordar y retornar, a los esfuerzos que Freud realizó por extender la aplicación de los conceptos de Psa. a la sociedad, a la política y a la religión, entendiendo que la problemática del icc no concierne sólo a la esfera privada, hace al devenir del psicoanálisis.
Lo social y lo político está en el corazón del Icc. y en ese sentido el Icc. psíquico no se cierra sobre sí mismo, sino que es en función del Otro; es en función del discurso que lo identifica.
El Psa. está situado para evaluar, pensar, anticipar en el plano social y político diferentes fenómenos como el desmoronamiento, la desinstitucionalización de los lazos sociales , y sus efectos: desolación, desamparo, anomía. No podemos atrincherarnos en una extraterritorialidad, desconociendo estos efectos sin tomar posición sobre los mismos. “La política no me interesa” o “no me meto en política” dicho por voces candorosas que igual no dejan de existir como otro tipo de política.
¿Es qué esta autoexclusión en los diferentes espacios institucionales de parte de los profesionales ad-honorem y rentados sostiene una ilusión de no ser afectados por lo que pasa, en tanto descansan en que ya habrá algún otro que garantice con su accionar los destinos institucionales?
También podemos decir que de nuestra posición como analistas en una institución somos responsable, no nos deja escapatoria, excluye el alma bella. Excluye la política del avestruz, quien para ponerse al abrigo de los peligros, hunde la cabeza en la arena mientras se le despluma el trasero. Ya que según entiendo formarse en nuestra institución es apropiarse con el proyecto institucional y hacerse responsable de él, como elección y decisión.
Como dije en otra oportunidad, desde nuestra institución llevamos a cabo una larga lucha en defensa del Hospital público y gratuito, defensa de los trabajadores que sostienen día a día la asistencia a una población sufriente, defensa de la dignidad humana y de valores históricamente sostenidos y largamente vapuleados. Basta recordar como se avanzó sobre los derechos adquiridos por los trabajadores en lo que hace a su estabilidad y dignidad laboral con una ley votada entre gallos y medianoche en el año 2000, dejando las negociaciones de los destinos de los trabajadores en la cúpula del poder que desestima a las bases.
Por lo tanto, la Salud Mental no es sólo un abordaje clínico sino abordaje fuertemente comprometido con los derechos humanos, políticos, sociales y económicos. Frente a los cuales no se puede jugar de neutral, ni neutralizar las subjetividades, separando lo que se piensa como “ciudadano” del “analista que en otra escena” somos. No puede el psicoanálisis serlo frente a desapariciones, torturas, ultrajes en un Estado terrorista y tampoco frente a indultos, amenazas y desaparición en democracia, que nos retorna a la época más cruel y negra de nuestra historia.
En lo que respecta a las políticas de Salud pública cada vez más nos enfrentamos a reducir de modo drástico el costo de las financiaciones que favorecen las diferencias de condiciones y la miseria psíquica.
En el mercado, la singularidad de la historia del sujeto pasa a ser parte de “grupos homogéneos de comportamiento” al que corresponde determinados “actos médicos y determinado remedio”, que expone a los sujetos a obedecer órdenes de vigilancia y seguridad colectiva. ¿Control, evaluación, técnicas del poder puestas en práctica para predecir, evaluar, calcular, medir el sufrimiento psíquico?
El discurso científico legitima las relaciones de dominación, desubjetiviza al sujeto paciente reduciéndolo a un objeto de investigación, diagnóstico y tratamiento del Saber supuesto.
En nuestra institución circula un folleto que marca la tendencia que existe en estos tiempos a tratamientos concretos que se diferencian de “abordajes explicativos globales” aplicados a todo terreno, tal como define el folleto al Psa.
Estas terapias basadas en investigaciones científicas, empíricamente comprobables, se expresan en “guías de tratamientos eficaces”.
En inicios de este año, específicamente en febrero, siguiendo la tan conocida estrategia de instrumentar cambios en vacaciones, el Dtor. de Salud Mental de turno, convoca a confeccionar y consensuar una Guía de procedimiento. Quienes concurrimos nos encontramos con algo ya construído donde el consenso consistía en aceptar lo ya hecho e incluir en los ítems establecidos, “el arte de nuestro saber hacer” cotidiano como profesionales en instituciones públicas, según el decir del funcionario ante el cuestionamiento de los allí presentes.
Es verdad, el arte del Psa. no se separa de los desenlaces, es una reflexión sobre el fin, entonces podíamos preguntarnos ¿ Estos procedimientos estarían ligados a políticas sanitarias que promueven terapias milagrosas que manipulan a gran escala temores y esperanzas de unos ciudadanos, teleorientados a lo que se denomina ataques de Pánico, ADD, bulimia-anorexia, diferentes productos que aparecen de acuerdo a la demanda en la góndola del “Super DSM IV” para satisfacción del “usuario consumidor”?
¿Debíamos demostrar al amo de turno la eficacia del psicoanálisis en la clínica? ¿Por qué aún con un sistema de Salud Mental fundamentalmente sostenido por analistas se considera ineficaz el trabajo realizado en nuestra institución, tal cual se escucho decir a un asesor?
El reemplazo de una praxis por otra no es ingenuo. Se valorizan patrones psicológicos de normalidad que no dependen de Inconsciente alguno. Se intenta abolir el conflicto y la singularidad de la experiencia. La clínica se articula así a criterios de rentabilidad y el psicoanálisis es entendido como largo y costoso, desconociendo que la subjetividad no es mensurable, ni asimilable a ningún sistema neural. Pero no nos engañemos esto no finaliza con bajar de la página Web la Guía, pues los funcionarios cambian, las políticas no y los embates son múltiples y variados. No renunciamos a responder a la subjetividad de nuestra época, pero tampoco dejamos de leer las demandas de los funcionarios cuando proponen discutir el tipo de asistencia realizada por la institución en vez de los recursos necesarios.
Por otra parte, la progresiva comercialización de los programas de salud basado muchas veces en ganancias para gigantes laboratorios supranacionales o en negociados inescrupulosos, mafiosos y corruptos, solo aparecen dentro del panorama político cuando los hospitales se cierran. Recordemos la situación del Hospital Moyano, que puso sobre el tapete, los graves problemas que perduran respecto de sus mecanismos de atención, que cristalizan la cronificación de los pacientes, bajo un dispositivo asilar y custodial. O lo que sucedió en el Hospital Francés donde se intentó rematar y reprivatizar sus servicios de salud luego de un metódico trabajo de vaciamiento que lo llevo a una quiebra fraudulenta. Retorno a lo más oscuro de la política que nos advierte que el aparato represor aún no ha desaparecido.
La conjunción de intereses, de quienes resisten las reformas, el afán y voracidad de las corporaciones que sólo se preocupan por el mantenimiento de mezquinos intereses que por encima de todo, perjudica la transformación de un sistema de atención perimido e iatrogénico. Entonces ¿deberemos como Groucho Marx pensar que “la política es el arte de buscar un problema, encontrarlo, diagnosticarlo mal y, después aplicarle mal los remedios equivocados”?
Todo Estado supone un montaje jurídico e impone una lógica para garantizar la legalidad, en el cual el mandato de las figuras afines representa a un mandante, ausente que se hace presente en la escena en que la ley se pone en juego, ¿cómo pensar al Estado como garante de la ley si se constituye en mera institución técnica al servicio de compromisos económicos y políticos?
Postergada, aún hoy, a 6 años de su promulgación, la Ley de Salud Mental sigue sin cumplimentarse en su totalidad, evidenciándose la gran brecha que existe entre los discursos y las acciones concretas. Seguimos reclamando la adecuación de los recursos existentes para la transformación del modelo hospitalocéntrico hacia un nuevo modelo de Salud Mental orientado hacia la asistencia ambulatoria, así como la creación de los dispositivos intermedios para la reinserción social y laboral de los sujetos.
No aplicar una Ley basada en el consenso democrático y plural, sostenida en el trabajo interdisplinario e intersectorial, sin hegemonía de ninguna disciplina, manifestando que en estos 6 años “algo ha cambiado”, dicho por el Ministro de Salud, es un interrogante. Pero que el cambio sea retrotraernos a una norma de facto reglamentada en el gobierno del dictador Onganía para llamar a un Concurso en un Servicio de Salud Mental, es una respuesta política.
Resistencia que aparece en diferentes lugares del poder sobre todo en lo que hace a que los psicólogos podamos ejercer cargos de conducción que creo nos enfrenta una vez más a ser participes activos de una escena que la legitimice.
Parafraseando a Bauman, los compromisos políticos “líquidos” basados en la administración especializada de la vida de los sujetos, constituye a éstos en números eficaces para dar o denegar. Es así que los acuerdos establecidos en diferentes gestiones para la designación como rentados de profesionales ad-honorem, que es una lucha permanente en nuestra institución, se escurren como el agua. Ya que los sujetos (profesionales) son para el sector de Hacienda solo “papeles” y los presupuestos signados para los mismos desaparecen hacia, vaya uno a saber que lugar recóndito de nuestro Estado Salud. Y entonces vuelta a girar en la rueda de negociaciones burocráticas sosteniendo desde nuestro lugar que esos “papeles” tienen nombre, trayectoria, compromiso con la asistencia institucional pública y gratuita.
Encontramos así, disfrazados por oropeles repúblicanos y democráticos los rasgos del discurso del amo. El Psa. que no controla ni dicta conductas, deplora que el político legisle a escondidas, sobre relaciones que comprometen muy profundamente a nuestras sociedades y nos supone el análisis práctico de las resistencias culturales, políticas representado por los discursos hegemónicos y sobre todo en las formas de su saber científico.
Freud analizó los diferentes tipos de resistencias pues “ella misma hace hablar al psicoanalisis”, por lo tanto será necesario abrir la polémica, reflexión y debate, en espacios que nos vinculen con otros actores sociales y otros discursos, haciendo escuchar nuestra posición ética acerca del padecimiento subjetivo.
Estar mal en la Cultura, malestar institucional, la incapacidad para reunirnos, unificarnos, puede ser la tragedia pero también la oportunidad. No tenemos que hacer un drama de ello, pues la inmovilidad, también abre al movimiento, da a pensar y a agitarse.
Siendo tributarios de Freud no podemos dejar de tomar partido en forma activa para impedir que en nombre de cualquier universal se aplaste la particularidad. Se trata de una posición ética que haga valer los derechos del sujeto de no ser aplastado por una universalización y uniformación basado en el control social del marketing, para desestimar el malestar que él mismo provoca.
Como analistas debemos velar por el por venir de nuestra institución y de la Salud mental en general. No podemos encerrarnos en supuestos ideales de analista, emtendido como abstinencia política, debemos participar, ser sensibles a las diferentes formas de segregación entendiendo que nuestra función no es sólo denunciar, criticar sino poner en acto nuestro decir como analistas en una institución pública.