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Aníbal Quijano y el pensamiento crítico latinoamericano

 
Columna

En los tiempos que corren, que bien podrían llamarse la era de las Ciencias Sociales, son sólo cuatro las teorías originales que pueden contabilizarse como aquello que Latinoamérica le ha legado al pensamiento mundial. La Teología de la Liberación. La Pedagogía del Oprimido, la Teoría de la Marginalidad que fractura la Teoría de la Dependencia y, más recientemente, la Perspectiva de la Colonialidad del Poder. La formulación de ésta última por el sociólogo peruano Aníbal Quijano radicaliza la historia intelectual del pensamiento crítico latinoamericano y mundial al tiempo que cambia la orientación de los movimientos sociales y la lucha política.

Quijano afirma que en 1492 no existía Europa y, por lo tanto, no existían los europeos. Europa no existía porque fue América la que inventó a Europa y no fue, como quieren hacernos creer, Europa la que “civilizó” a América. Cuando los europeos llegaron a estas costas no existía Europa y tampoco existían los blancos y los indios. Esto es: no existía el concepto de “raza”. Esas categorías étnicas “blanco”, “indio”, “negro”…categorías que unificaron civilizaciones internamente muy diversas acabaron convirtiéndose en la matriz cultural del sistema mundial. De modo tal que la instalación de la categoría de raza fue el hecho decisivo: resultó ser el más perfecto instrumento de dominación social inventado en los últimos 500 años.

Con la maniobra de racializar a los pueblos en función de las diferencias biológicas no solo se puso en marcha un fenomenal aparato de discriminación negativo basado en el fenotipo de las personas sino que se habilitó el racismo epistémico en el sentido que el patrimonio de las razas subordinadas, sus valores, sus producciones, sus sistemas de creencias, quedaron desacreditados e inferiorizados.

En el inicio fue la invención de la raza y la invención de la raza permitió establecer una jerarquía colonial que otorgaba a los blancos -más tarde llamados “europeos”- el control y el aprovechamiento del trabajo de las otras razas. Sobre el cimiento de la raza y de la racialización se apoyó la explotación del trabajo y el patrón colonial que fundó y organizó el camino del capitalismo que ha llegado triunfante hasta nuestros días.

En el siglo XIX, cuando América se independizó de las metrópolis europeas, cuando aparecieron nuestras patrias, no hicieron otra cosa que reemplazar a la colonia conservando el ideario colonial; antes que deshacer la colonialidad, los estados nacionales reprodujeron y reforzaron el patrón colonial para garantizar la explotación del trabajo, claro está, pero también para preservar la colonialidad del saber. Antes que deshacer la colonialidad, los estados nacionales postularon e idealizaron el “crisol de razas americano”.

Así, la instalación de la categoría raza incluyó, inevitablemente, su par agregado: el eurocentrismo del orden mundial, porque desde el inicio de la colonización y la conquista, los futuros europeos asociaron el trabajo no pagado, el trabajo esclavo, con las razas dominadas, las razas inferiores. La inferioridad racial de los colonizados implicaba que no eran dignos de recibir un salario como forma de pago. De modo tal que, la racialización de la mano de obra contribuyó generosamente a la construcción de un mundo centrado en Europa. El trabajo asalariado como acuerdo entre capitalistas y clase obrera masculina de origen europeo (blancos) pudo darse solo a costa de los trabajadores no asalariados (“negros”, “indios”). Pero hay algo más; ese pacto de caballeros que salvó a los hombres blancos pobres de caer en la esclavitud los liberó del trabajo doméstico… y ese trabajo doméstico cayó inexorablemente sobre los esclavos y las mujeres. La subordinación de las mujeres fue el precio que los varones colonizados pusieron para poder conservar cierto control sobre sus sociedades. Para eso fue necesario domesticar a las mujeres en las metrópolis y luego sobreexplotar a las mujeres de las colonias.

La Revista Topía que ha dedicado este número al pensamiento crítico, rinde homenaje a quién instaló la Colonialidad del Poder como concepto definitivo, fábrica invisible que produce capitalismo y subjetividades que le son funcionales.

Aníbal Quijano murió el 31 de Mayo.

Juan Carlos Volnovich

 

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Articulo publicado en
Julio / 2018