Este año se cumplen los 100 años del nacimiento de Enrique Pichon Rivière. Fue el pionero del psicoanálisis, los abordajes grupales, familiares, la psicología social, la psiquiatría en la Argentina. Este texto de su discípulo Vicente Zito Lema, autor de Conversaciones con Enrique Pichon Rivière (1976), es nuestro homenaje.
Tú que viniste desde la otra orilla del océano,
como ola, movido por el azar,
como deseo, todavía sin palabras;
El siglo estrenaba sus luces y los viajes
duraban todo un verano
en la cubierta del barco,
o todo un universo, y los monstruos en la bodega,
y la tormenta allí,
la gran tromba marina que estalla en pedazos
los cristales del cielo,
y desnuda a los ángeles,
y los arroja del regazo de Dios
al ruedo de la vida; junto a los hombres,
humildes, sin eternidad,
junto a ese niño que pisa el muelle de Buenos Aires
y mira la transparencia de la bóveda celeste
como quien busca la clave del misterio
que deberá descifrar;
No temas, déjate llevar por ese tren de
humo blanco
hasta lo más profundo de la foresta,
es la aventura primera que te abre sus brazos enjoyados;
Tu cuerpo poco sabe de un sol sin gasas, áspero,
tu lengua es un lamento de bárbaros franceses
en el silencio de la tierra sabia y roja;
Corre/trepa/nada,
esos crueles animales desgarran el corazón
al que no anda de prisa,
el veneno arrima espuma a los labios,
¡ten cuidado!
Y no te detengas en el medio de las aguas turbias,
los fantasmas sin piedad devoran cada lágrima;
recuerda, escucha las campanas del alba,
has nacido para llenarte de aire limpio, ese aire
dorado de marzo,
y poner boca abajo los escondrijos familiares;
eres un hombre de luz,
ve y siéntate sobre el vientre de tu madre blanca,
o en el más ancho y carnoso de esa vieja india guaraní,
con ella navegarás por los esteros del Iberá
hasta el mundo de las leyendas, sepia tus costas y
delicado el musgo,
donde la tristeza es apenas lluvia,
y la muerte nada más que arena sin tiempo,
música de antiguas danzas,
el origen de los sueños;
Lejos ha quedado la temprana estrella,
es un astro de la noche el que ahora gira,
brilla y cae en lo hondo del horizonte;
Belleza inmaculada. Belleza inútil
sin los ojos de los hombres;
¿Es tuya esta nueva quietud o la provocan
los vapores
sospechosos del delirio?
¿Ese cuerpo extraviado entre las sombras, preso
de las mil sombras,
ese cuerpo del castigo, ciego y seducido,
que arrancó la máscara al enigma
y durmió a su lado y besó sus
fríos labios, es tu cuerpo?
¿O es otra vez la leyenda y la tristeza de la lluvia,
la vieja tristeza de ese día sin nombre y con lluvia
que cae y cae sobre tu cuerpo
tan cansado, casi sin voz, casi de piedra?
Duerme, ha sido largo el viaje,
y la faena tan ardua que pidió los
mantos de un guerrero;
vienes de engendrarte; tus naves están
quemadas;
No hay retorno; donde había aguas
crecen las plantas gruesas del misterio;
Estás solo; entre el dolor de la demencia
que disfraza los abrazos de la muerte
y una razón que borró tus huellas de las
sábanas del placer;
Te has convertido en tu propio padre;
dulce y maligno padre, como todo padre
hieres y reparas,
te iremos a buscar entre la selva de la infancia,
el alma sigue siendo el único espejo,
y la inocencia el fugaz instante que dura mil años
y no conoce las pesadillas;
¿De qué materia están hechas las pesadillas?
¿De la oculta fecalidad
que se revela sin palabras?
¿Del crimen de amor que se comete
sobre la cama del matrimonio,
bajo la mirada del crucifijo?
¿De la carne que nos arranca a dentelladas
el lobo que vela?
¿De hielo o de fuego?
¿Tus pesadillas son los indios que
quemarán la casa familiar?
¿Tu casa de madera y paja en la lanza de los malones,
en la cresta del viento?
¿O es tu pesadilla la urna gigante y sin
flores para las miles de muertes con que
murió el país en los últimos años?
¿Y tu pena? Padre dulce y maligno que
abres la mañana;
Padre de tantos que no conociste y ni siquiera
imaginaste
en tu mejor borrachera,
¿Cuál es tu pena?
¿La derrota de tus padres entre sequías y
langostas es tu pena?
¿Como castillo de la tarde ante la marea
el derrumbe del gran sueño de todos
es tu pena?
¿Sin duelo porque los sueños vuelan
es tu pena que enferma?
-Oh, sí, nos enseñaste que la pena enferma,
que nuestra locura nace de las penas
como vuestra salud nacerá de la
victoria de la vida-
Vamos, padre amigo; vamos, padre severo
que reprochás de nosotros
la poca prisa en mover el mundo,
para que haya plenitud de luz
donde hubo tinieblas;
Deja en ti una buena sonrisa,
ahí van ellos:
La mujer / tu madre de vestido largo.
El hombre / tu padre con traje de noche.
Suben por los riachos cubiertos de rosas,
confunden sus voces entre los pájaros a coro,
se besan sobre los remolinos de las nubes calientes;
Oh, sí, la selva es el lecho,
y la gracia del ángel que consuela
del reino perdido
junto a las brumas de Marsella;
Hombre de luz, tú que arrancaste de la noche
anterior al pensamiento
los demonios de la poesía,
y pusiste alas donde sólo hubo la sangre ritual
del cuerpo castrado,
no dejes que enmascaren tu rostro;
Tú que velaste todos los incestos
para que la culpa tuviera su lugar
en el paraíso
rechaza el himno que te rechaza tal como eras,
que nadie te convierta en estatua de sal;
llévanos de la mano al prostíbulo de Goya,
donde leíste a Freud sentado en un cajón
de manzanas
entre perfumes y olores del sexo en movimiento,
y fundaste el socialismo
sin prejuicios
ni censura en la boca fundadora,
con la fresca alegría de un hereje;
¿Por qué no acompañamos tu deseo
hasta las barrancas del Paraná?
¿Entramos en la casa roja de madame Safó
para ver como le enseñas buenos modales
a las muchachas polacas?
Están aburridas, se saben agrias,
ellas quieren ser pálidas y bellas,
bañadas en la leche de sus madres;
Los hombres olvidan que el amor que
compran es un espejo
con la otra cara de la muerte;
Lo que en el nombre del padre no está permitido
tu necesidad le abrió la puerta de calle;
bebe otra vez tus duros alcoholes,
desnúdate ante nuestros ojos, vienes
de nadar en nuestro
peor naufragio;
Allí, entre los desechos del alma,
junto a los escombros de un mundo que cae,
allí, frágil, lánguida, pequeña y humana,
como una ráfaga de luna,
como una bailarina sorprendida en el aire,
ha quedado a tu lado,
enamorada y sin cadenas en el paisaje de los días,
la diosa verdad;
Llueve, hace años que llueve en el país
y en nuestro corazón;
Te veo, estás otra vez en el muelle;
¿Cuál es el viaje?
Ni siquiera tú, que sabes tanto,
lo sabes;
pero allí vamos, a tu lado soltando amarras;
Desde la mar gruesa y sin faros,
desde el país que hierve en salvajuras,
subiendo;
desde las tristezas, las derrotas y las muertes
y el silencio de la razón
y el grito de la poesía, subiendo;
desde las músicas y las danzas,
desde los viejos sueños que soñamos nuevos, subiendo;
Desde la vida, desde lo que fluye muy profundo
en un derroche de vida,
hacia el cielo que está en la tierra,
en espiral y a fondo,
subiendo / subiendo.
Siempre subiendo...
Vicente Zito Lema