Introducción
Desde mi egreso de la universidad hasta la actualidad, me he preguntado por el lugar del psicoanálisis en la salud pública -de igual modo que por la relación entre individuo y sociedad-. La respuesta a esta pregunta termina de anudarse a partir de mi viaje de rotación a Paris[1], bajo la siguiente sorpresa: la pregunta acerca de si es posible un psicoanálisis en salud mental no tiene demasiado sentido de ser respondida, sino que su sentido sólo se alcanza al de-construirla. Es decir, al plantearse una especie de arqueología del saber en esa pregunta. Y esto me lleva hacia la encrucijada en la cual nace el psicoanálisis, y que es la práctica liberal. Cada vez que vemos la frase "Psicoanálisis y Salud Mental", vemos condensarse en esa "y" una revolución, la francesa, que deja por separado al psicoanálisis respecto de la revelación de los movimientos de la Salud Mental de que todo acto clínico es en última instancia un acto político. Sin embargo encuentro que el índice de que el liberalismo ya se encuentra allí jugado, como tercero, es que aún hoy el psicoanálisis participa de la ilusión de que se podría estar al margen de la sociedad, ubicando su mito de nacimiento en un por-fuera-de la cultura. Es esto lo que llamo "Teoría de la Marginalidad del Psicoanálisis", la cual tiene efectos que es preciso reconocer.
Encrucijada del Psicoanálisis y el Liberalismo
Esta pregunta acerca del lugar del psicoanálisis en salud pública, es la que me llevó a querer saber qué era ser un psicoanalista en el "Sector Francés".
Las conclusiones son que el sector francés se encuentra fuertemente amenazado por políticas neoliberales, y que el psicoanálisis se encuentra en una situación de igual complejidad. Pareciera sin embargo que un origen común aunara destinos que aparentaran diversos. Para comprenderlo es preciso adentrarnos en la historia y la actualidad de la salud pública y del psicoanálisis en Francia.
En el país de la gran Revolución Liberal, el sistema de salud es sumamente particular porque se halla tensionado por fuertes contradicciones al intentar históricamente hacer convivir la práctica liberal con la cobertura social. De hecho en 1930, ante la emergencia de las políticas de asistencia médica gratuita y los intentos de regulación de su práctica, los médicos se organizaron para defender su autonomía e intereses materiales: reclamaban libertad para rehusarse a atender a los desposeídos, libre elección del lugar de ejercicio profesional del médico, pago conforme a la intervención y no mediante una suma fija. Opuestos desde fines del siglo XIX a integrarse al sistema colectivo del seguro de enfermedad obligatorio, los sindicatos se agruparon en la Confederación de Sindicatos Médicos Franceses (CSMF) y en 1927 adoptaron la "Carta de la Medicina Liberal"[2].
Ahora bien, para comprender qué sucedió con esta tensión primero tenemos que pensar qué es el Liberalismo y cuáles han sido las trampas intrínsecas a sus posibilidades.
Los espejismos del liberalismo
En contra del absolutismo, el liberalismo se propuso poner en primer plano los derechos individuales del hombre, quien sería libre por esencia y autónomo en relación a las imposiciones del Estado y del colectivo. La función del Estado, de hecho, es la de protegerlo de él mismo y de sus pares, garantizando su libertad. El único límite consiste en no afectar la libertad y el derecho de los demás. A su vez, en contra del vasallaje absolutista, plantea el derecho a la propiedad privada como fuente de desarrollo e iniciativa individual, y como derecho inalterable que debe ser salvaguardado y protegido por la ley. Esto tuvo -entre otras- las siguientes consecuencias:
- La oposición entre Individuo y Sociedad/Estado: ya que los derechos son individuales. La libertad -esencialista- y autonomía del hombre, supone que estos derechos limiten al Estado y a los pares. Sabemos que, en última instancia, la noción de autonomía tiene un origen claramente ligado a la instalación del capitalismo, que se traduce como libertad mercantil. Después de todo, los derechos del hombre son gestados por una minoría que Raffin caracteriza como: adulto, varón, occidental, propietario-burgués[3].
- La noción del otro como peligroso: En su operatoria instala a un gran disciplinador de la modernidad en adelante: el miedo; la invención del Estado y de la Comunidad -y en ella del semejante- como esos otros de los cuales hay que protegerse porque son peligrosos. Según Foucault (2007, p 86- 87), “el liberalismo participa de un mecanismo en el que tendrá que arbitrar a cada instante la libertad y la seguridad de los individuos alrededor de la noción de peligro…. No hay liberalismo sin cultura del peligro”[4].
- La libertad, entendida como esencia del hombre, coloca al individuo como autónomo e independiente de la política, de la cual puede participar pero como una exterioridad. La subjetividad liberal se constituye sobre la paradoja de poder participar de la política pero desde la creencia de estar por fuera de ella, es decir, desde la excepción.
- La oposición entre público/colectivo/coactivo y privado/individual/libre.
Esto es muy diferente de la perspectiva de los derechos humanos, colectivos, que descentrándose del individualismo que antagoniza con la sociedad, nos invita a pensar que se trata de “los derechos del otro, y míos en cuánto yo soy el otro del otro”[5]: pensar que si el otro no tiene garantido sus derechos, ello supone que yo tampoco lo tendré, restablece el lazo social, la solidaridad y la cooperación, que tiene su dimensión tanto singular como colectiva, rompiendo con la concepción del otro como amenzante de mi libertad.
Ahora bien, la política pública de sectores, queda definitivamente desarticulada a partir de la sanción en 2009 de la llamada Ley Bachelot o ley HPST[6], una ley propiamente neoliberal que implica una encubierta privatización de la salud pública. Pero que se apoya en una especie de irónico sarcasmo de la historia: para justificar una supuesta ley de "salud colectiva", parte de la crítica a los principios liberales antedichos que restringían la "accesibilidad" de las personas a la salud. Propone todo el tiempo la incorporación de principios de "solidaridad" y "cooperación" -los cuales rehuyera el liberalismo-...ahora con el sector privado, ya no individual sino corporativo.
Lo interesante es que esta propuesta neoliberal viene a instalarse en las grietas que deja el modelo liberal. El derecho a elegir el lugar de práctica, ha llevado a una ley que obliga a la redistribución de la oferta, y al mismo tiempo, es la negativa a atender pobres, el punto más fuerte del cual se toma Sarkozi, para justificar la implementación de una ley que sólo refuerza la dimensión de lo privatista, al obligar a la atención de los mismos. La negación de lo público, reforzó lo privado.
Me genera de preguntarme qué tan públicas son las instituciones y los reclamos que se hacen en defensa de la salud pública, cuando todo el sistema se ha asentado históricamente en un modelo liberal. Hay una línea de tensión no resuelta entre el derecho colectivo y el individual, entre la práctica profesional liberal y la pública (semi-liberal).
"Algo del psicoanálisis puro se está perdiendo": Teoría de la Marginalidad del Psicoanálisis
Desde ya que esto no es indiferente a la situación del Psicoanálisis en salud pública.
En los años '60, plantea la psicoanalista Susana Elkin[7], la política de sectores estuvo fuertemente ligado al psicoanálisis y, según piensa, su actual degradación está asociada a un retroceso en el psicoanálisis, causado por el avance de las terapias cognitivo-conductistas, la industria farmacéutica y los intereses económicos que se juegan más aún hoy día en cuanto a reducir la inversión en salud pública. El Ministerio de Salud lleva adelante una política de promoción de las psicoterapias y las neurociencias, tendientes a la "rehabilitación" y "reinserción" social de los pacientes, todas formas de adaptacionismo, según plantea. Y es entonces que dice una frase que me da una pista: "Algo del psicoanálisis puro se está perdiendo".
Es entonces que le pregunto qué sería lo "puro". En ese momento responde que en verdad es cierto que muchos analistas desde hace mucho tiempo han mantenido una posición de estar más allá de las cuestiones sociales/institucionales, y que si bien muchos se han abocado a la relación entre psicoanálisis y sociedad, han tenido que hablar públicamente en los mismos términos que los otros para no caer en el desprestigio de resultar practicantes de un psicoanálisis "impuro". "Precisamente la vuelta de lo real viene de la sociedad", termina concluyendo, que es la que rechaza hoy al psicoanálisis[8]. Imaginemos entonces que quienes sostuvieron los comienzos de la política de sector son quienes se encontraban frente a una inhibición de poder hablar de esa nueva encrucijada, entendiendo que adaptar su modo de hablar, es empobrecer y soslayar aquello más novedoso que podría interpelar sus prácticas.
Freud y el Liberalismo
Ahora bien, ¿qué es lo "puro" del psicoanálisis? Esta pregunta me recondujo a un texto de Freud, "Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica" (1919 [1918]). Allí Freud plantea que la neurosis en un futuro, será reconocida como un problema de Estado y que este ofrecerá una atención gratuita masiva:
"Cuando suceda, se nos planteará la tarea de adecuar nuestra técnica a las nuevas condiciones (...) Haremos probablemente la experiencia de que el pobre está todavía menos dispuesto que el rico a renunciar a su neurosis; en efecto, no lo seduce la dura vida que le espera, y la condición de enfermo le significa otro título para la asistencia social (...) Y también es muy probable que en la aplicación de nuestra terapia a las masas nos veamos precisados a alear el oro puro del análisis con el cobre de la sugestión directa, y quizás el influjo hipnótico vuelva a hallar cabida, como ha ocurrido en el tratamiento de los neuróticos de guerra. Pero cualquiera que sea la forma futura de esta psicoterapia para el pueblo, (...) sus ingredientes más eficaces e importantes seguirán siendo los que ella tome del psicoanálisis riguroso, ajeno a todo partidismo"[9].
Freud es extremadamente honesto: plantea que el psicoanálisis se ha gestado en la práctica liberal de consultorio privado, con personas de alto nivel intelectual y económico[10], y que la incorporación a la atención pública gratuita, necesariamente comportará una modificación de la técnica. En este punto no niega el terreno de origen del psicoanálisis: no olvidemos que en la Viena de Freud, el liberalismo era sumamente apreciado por el pueblo judío, ya que representaba una medida de protección contra las persecuciones habituales -les permitió, por ejemplo, obtener el derecho a ingresar a las universidades, y luego incluso obtener cargos docentes-[11]. De hecho, el mismo Freud se reconocía como "un viejo liberal"[12], y es por ello que no debe sorprendernos que varios de los principios del Liberalismo, hallen, a su modo, expresión en sus obras[13].
Precisamente a causa de su honestidad, Freud no oculta algo que leo como una ambigüedad: el "oro puro del análisis" queda circunscripto al consultorio privado, el cual sería el "psicoanálisis riguroso, ajeno a todo partidismo". El pasaje a lo público implicará así la "impureza", y la dificultad quizás insalvable de realizar un análisis "propiamente dicho" ("riguroso"), lo cual sólo sería posible sustrayéndose de ese Estado -construido como amenazante de la libertad de la que sí se gozaría en el consultorio privado-.
Del "partidismo" que menciona Freud es fácil sustraerse, pero mucho más complejo y trabajoso es sustraerse de la ideología, la cual requiere como primer punto para producir una distancia crítica, el reconocerse atravesado por ella. ¿Por qué no? La respuesta es sencilla, pero me llevó mucho tiempo construirla (tan trabajosa es la ideología): porque la ideología es cultura, y el psicoanálisis iría en contra del mismo psicoanálisis, si considerara que puede sustraerse de la cultura. Ahora bien, cabe agregar dos dificultades más aún, para terminar de salirnos del sentido común de la fe en la teoría de la marginalidad del psicoanálisis: una, que esta cultura del liberalismo conlleva latente la lógica mercantilista que se oculta y mantiene subyacente, enmascarada por los ideales filosóficos del liberalismo, y la segunda dificultad, es la de comprender que no es posible estar en la cultura sin ideologías: una vez identificada sólo nos resta elegir en qué perspectiva cultural nos ubicaremos.
Volviendo a la situación de Francia, me pregunto entonces si no existiría, como para los médicos, una no-dicha "Carta del Psicoanálisis Liberal". ¿No hay acaso una recurrencia, también en el plano del psicoanálisis, de ese reclamo de los médicos de tradición liberal, de defender lo público paralelamente al derecho a negarse a la función pública en razón del derecho individual? ¿Cómo puede defender su lugar en lo público aquel psicoanalista que siente que hablar de lo público no está visto como "verdadero" psicoanálisis? ¿Qué tipo de lugar ha forjado desde su inclusión en instituciones públicas, a la fecha? ¿Es un lugar de excepción?
La "pureza"/"oro" del psicoanálisis pareciera basarse así en la sustracción de lo público, y en consecuencia de los dictados de las políticas y de sus efectos subjetivantes. ¿Cómo podría un psicoanalista trabajar en lo público desde esta concepción, las más de las veces sabida y no sabida al mismo tiempo, en un sí pero no, que evita el conflicto de tener que asumir una posición ética?
Esta a la que llamo "Teoría de la Marginalidad del Psicoanálisis", es sumamente difundida y halla diversas expresiones, de las cuales si tenemos tristes ejemplos en nuestro país, se debe, pienso, al hecho de que nuestras lecturas provienen fundamentalmente de Francia. Muchas veces pensamos en francés una práctica argentina, que difiere notablemente, empezando por el hecho de que tenemos un sistema público de salud basado en el derecho colectivo a la salud.
Así, muchos psicoanalistas sostienen directamente que este se gestó al margen y así debe mantenerse. Es la negación de la dimensión de lo político propia del liberalismo. Pero otros, y estos me interesan más aún, niegan la negación de lo político: es la renegación propia del neoliberalismo. Es, a mi criterio, el caso de Eric Laurent, cuando plantea que el psicoanálisis debe "darse una política". Parece una postura política, sin embargo vemos los indicios de la teoría de la marginalidad, en la medida en que parte de la idea de que el psicoanálisis no tiene política y por ello habría que "dársela", desde una exterioridad. En "El delirio de normalidad", dice:
"Precisamente la terapéutica pasó del campo de aplicación de la Psiquiatría al campo de la Salud Mental que con sus nuevas normas de definición de la salud, es la inscripción de la antipsiquiatría en normas burocráticas cuya definición, en el nuevo estilo de gestión del mundo, trata de extraer un saber clínico a los especialistas para volver a ponerlo en un campo definido por administrativos, consumidores y usuarios enmarcados por una orientación política. Hemos pasado de la definición de una terapéutica como saber clínico a la definición de normas sociales que en la Organización Mundial de la Salud están definidas de manera nueva"[14].
Laurent toma a la "Antipsiquiatría", pero olvida lo esencial de los movimientos de la Salud Mental -a la cual pertenece aquella-, a saber, la enseñanza insoslayable de la dimensión política de la clínica, la función de instrumento que poseía aquella psiquiatría que generó su saber en el contexto de instituciones cerradas, ejerciendo un poder que le era delegado por un poder jurídico que al servicio de la burguesía requería disciplinar a la sociedad en la necesidad de conservar el sano juicio del orden mercantil-contractual liberal. Las clínicas, y el psicoanálisis no es la excepción, se gestan en condiciones de encierro (apoliticidad). No olvidemos, además que el individualismo que propone el liberalismo, contraponiéndolo a lo colectivo, circunscribe en el individuo patologías que no pueden pensarse sin su contexto institucional-social. La ilusión que se plantea en la frase de Laurent, es la de que habría habido un saber clínico "puro" que se malversó políticamente en el neoliberalismo, precisamente, como si antes no hubiese habido política: es el escotoma liberal de la historia del psicoanálisis.
La política que se han dado entonces los psicoanalistas, según plantea Laurent, ha sido la de seducir al discurso amo de la salud, y ello supuso el aceptar "hablar de salud mental" y realizar "psicoanálisis aplicado" (a anorexias, toxicomanías, crisis, etc.). Pienso que esta política reproduce la misma perversión de la política neoliberal, enmascarando intereses privados en un lenguaje "social"; de modo que vemos realizarse la paradoja de que cuanto más se niega el atravesamiento político más somos actuados por esas políticas, reproduciéndolas. Por otra parte, si vamos al texto citado de Freud, allí mismo sitúa que la técnica psicoanalítica se ha fundado sobre la histeria y que precisamente es necesario adecuarla a las neurosis obsesivas y a las fobias, lo cual nos invita a pensar que el trabajo con las diferentes patologías ya supone diferentes aplicaciones. Creo que la designación de "aplicado" participa de la misma ilusión de que existiría un psicoanálisis "puro" y otros que serían aplicados e impuros.
El "estado de excepción" del Psicoanálisis
Existe un cierto horror en los psicoanalistas, a saber que el psicoanálisis no es "excepcional", la excepción a la regla... Pensar que el psicoanálisis tiene un contexto de cuya encrucijada emerge, es tan horroroso para los psicoanalistas, como para los católicos lo es pensar que Jesús fuera hijo de la carnalidad de José y María, y no hijo de una concepción inmaculada de un espíritu santo. Y por supuesto que no es algo que sólo suceda en este ámbito, sino que también sucede en otras clínicas, que se han constituido como dispositivos de subjetivación, tendientes a escotomizar la dimensión institucional-social de sus campos de saber y hacer, en tanto se gestaron en las condiciones de un liberalismo que centraba en el individuo toda fuente de razón y autonomía respecto de tales determinantes.
Según Agamben, el "estado de excepción" supone que un soberano se convierte en garante de la ley, pero actuando por fuera de ella: “Estar-fuera y, sin embargo, pertenecer: esta es la estructura topológica del estado de excepción”[15]. Es una fórmula conocida en psicoanálisis, la de la excepción que funda la regla[16]. Si entendemos que las clínicas se gestan en un contexto liberal, tendremos que pensar qué modos latentes de subjetivación pueden aún persistir al interior de las mismas y en nuestra formación.
Estar en las instituciones y sin embargo no pertenecer a ellas es algo del orden del hombre entendido y subjetivado como "soberano de sí mismo", es decir, una concepción del hombre no como siendo constituido por la regla sino como limitado por las reglas[17].
No es otra cosa que aquello que algunos, como es el caso de Basaglia[18], Amarante y otros, han denunciado: “Mi impresión es que el psicoanálisis es una técnica y, a la vez, una teoría que no tiene nada que ver con la psiquiatría institucional. Es una ciencia completamente marginal que no entra, no puede entrar en la lógica de los debates estos, nuestros encuentros. Yo pienso que el psicoanálisis como psicoterapia puede ser útil para resolver los problemas de algunas personas que tienen dinero y una cierta cultura. Sobre la relación entre las angustias personales y la lógica global de la organización social, y sobre lo que el psicoanálisis puede hacer a este nivel, yo personalmente no sé qué decir”[19].
Podríamos hacer mayores análisis sobre esta frase pero me interesa señalar que este estado de excepción, al menos en las instituciones, otorga al psicoanalista un lugar de initerpelabilidad, ya que sus reglas del juego se piensan siempre al margen de cualquier terceridad -mientras que esta idea es la que demuestra que la terceridad ya se encuentra allí agazapada en una ilusión de existencia por fuera de la cultura-. Sabemos que no hay un Otro del Otro, sabemos a partir de la lingüística incluso, que no existe un metalanguaje, ni metapuntos de vista.
Esto no pocas veces ha conducido y conduce a una especie de "banalidad del mal", cuya diferencia con el concepto de Hanna Arendt, es que es efecto de una cierta teoría de la marginalidad que muchas veces tiende a situarnos en un estado de excepción cultural -en relación a pacientes, instituciones, leyes y colegas-. Y esto supone que aún en lo más específico del diálogo entre dos personas, se juega un escotoma discursivo.
Tomaré una pequeña viñeta clínico-institucional, para ejemplificar: Al interior de un monovalente privado, realizo entrevistas con un paciente llamado "alcohólico", internado por la familia a raíz de un último episodio de consumo que presuntamente le hubiera ocasionado, por el "disgusto", una isquemia a la madre. Llevaba 5 años seguidos de internaciones, una tras otra, diciendo que en verdad ninguna le había servido. Su problema era el de una gran inhibición al tener que relacionarse con otros, lo cual lo llevaba a alcoholizarse; siendo por ello que le propongo que podamos ir charlando de estos malestares en el transcurso de su incursión por los centros de día en los cuales él había pensado podía asistir cuando tuviere el alta.
Un día, sin embargo, lo encuentro abatido: ha discutido con su madre y se ha "decidido" a realizar una internación de no menos de 6 meses en una granja para adicciones, la cual le generaba un importante estado de ansiedad, debido a que sabía el modo de trabajo que tenía. Comienzo a preguntarle qué sucedió con todo aquello que venía pensando en relación a su tratamiento y qué pasa que cuando habla con su madre deja caer todo aquello que tímidamente iba construyendo. Al cabo de un momento, como un descubrimiento, me dice indignado "¿Y por qué soy yo el que tiene que internarse si yo no quiero??". Le propongo que no se precipite y nos tomemos un poco más de tiempo para pensar estas cuestiones. No iba a haber más tiempo, porque ese mismo día llamaría a la madre para decirle que no se iba a internar. Esto desencadena un embrollo institucional: la madre amenaza a la clínica y a mi persona, con denunciarnos por dificultar la internación. La clínica inmediatamente arremete contra mí para que apoye la decisión de la internación. "Mi familia tiene cabeza de internación. Cualquier cosa que pasa, piensan en eso", me había dicho. A su vez venía de un ciclo de internaciones de las cuales no se constataban efectos terapéuticos. "Tengo las obras completas de Freud", me decía aludiendo a todos los psicólogos que tuvo. "Todos y ninguno", le respondía yo. Una fobia no diagnosticada sobre la base de la posición subjetiva de esta persona, la hacía pasar por un diagnóstico de alcoholismo crónico. El psiquiatra concluye la discusión diciéndome que la clínica no va a arriesgarse a una recaída de este paciente, que su cronicidad da la pauta de que ello va a suceder y que probablemente deba pasarse la vida en instituciones. Fue el final de mi participación en esta institución.
Lo que me interesa señalar es que hacer que este paciente pensara sobre los efectos devastadores que la palabra de la madre tenían sobre los frágiles intentos de espontaneidad propia, necesariamente confluían con la planificación que él venía haciendo de su tratamiento, lo cual se relaciona a las instituciones y a la ley que le otorga esta facultad de consentimiento y participación activa. Interrogar el goce de su madre en él, necesariamente interrogó la dimensión institucional y legal. Esto, a su vez, repercute posteriormente en que la institución interpele mi lugar en ella. Una psicóloga y psicoanalista, coordinadora de lo psicólogos, me dice que cuando aparecen "estas cosas de la ley, las internaciones, ahí nosotros no sabemos mucho, más bien nos corremos, le dejamos al médico eso. Nosotros vamos y trabajamos con la palabra". La palabra acá es una que no tiene peso, profundidad, ni consecuencias, y que incluso aunque enuncie el contexto institucional, legal y fantasmático en el cual se encuentra intersectada, debiera de ser escotomizada. Entonces, la intervención clínica de la especificidad psicoanalítica más específica de interrogar el deseo materno, necesariamente no podía ser separada de la dimensión institucional en que se encontraba no sólo el paciente sino también, y fundamentalmente, el analista. La teoría de la marginalidad sin embargo reclamaría para que un analista pueda mantener su estado de excepción, cercenar la escucha más específica, y el lugar del propio analista en la cultura, dando por resultado más que la independencia institucional, un pleno sometimiento y una maldad sorprendentemente banal cometida por omisión.
Reflexiones para el camino
Pienso que no son la política y las instituciones lo que degradan al psicoanálisis, sino la creencia de que este puede existir por fuera de ellas. Ilusión heredada del Liberalismo, que propugnaba la libertad individual de decisión como más allá de toda determinación colectiva, institucional, política e ideológica, y una racionalidad transparente.
Cuánto más se ha considerado la institución como exterioridad y a lo público como aquello que amenaza la singularidad, mayor ha sido el grado de alienación en aquello mismo que se quería evitar. Más vulnerable es aquel que rehúsa pensar su lugar y, sobre todo, su implicancia en tales atravesamientos, tanto los actuales como aquellos que fundamentan el hoy.
Dos ideas fundamentales me quedan en claro. Una, es que trabajar en SM es no ignorar que toda forma de clínica es política, y toda política tiene una dimensión enunciada y una latente, las cuales son una construcción histórico-social. Trabajar en SM es, entonces, asumir una posición íntima, social, profesional, deseante y política acerca de nuestra praxis, que puede ser cualquier cosa menos una cómoda y no ingenua ignorancia del lugar que se ocupa en un sistema público de salud[20].
La otra, es que el desafío para el psicoanálisis de hoy es poder pensarlo en las encrucijadas institucionales, en los resquicios, en las nuevas presentaciones de su lógica más allá de las ritualizaciones del dispositivo, que más que del orden de la especificidad del psicoanálisis pertenecen a una identidad esclerosada que mortifica el pensamiento y detiene la dialéctica de su reinvención. Después de todo -y es la hipótesis de este trabajo- el Psicoanálisis nación[21] de una encrucijada histórica.
Del mismo modo que las fobias y neurosis obsesivas significaron para Freud, modificaciones de la técnica, y así como las neurosis de guerra generaron su concepción del más allá del principio del placer, se puede esperar que del re-conocimiento de las fuerzas sociales que nos atraviesan, así como de las aplicaciones en los variados contextos institucional-sociales, se desprendan nuevos esclarecimientos que lo enriquezcan.
La empresa no es tampoco una novedad, es por ello que también es preciso recuperar la experiencia y teorizaciones de los psicoanalistas argentinos, ya que para toda una generación en nuestro país, el psicoanálisis puro era lo que otros llamaban psicoanálisis impuro.
Rosario, 23 de Noviembre de 2013
Bibliografía
· Stolkiner, A. (2010). Derechos Humanos y Derecho a la Salud en América Latina: la doble faz de una idea potente. Medicina Social, 5, 89-95.http://www.medicinasocial.info
· Stolkiner A.(2013) Ética, Subjetividad y Derechos Humanos. Presentación en la Mesa de Bioética y Salud Mental Congreso Mundial de Salud Mental de la World Federation for Mental Health.
· Vélez, R. J.. La Viena de Freud, su contexto histórico, político y cultural. Revista Colombiana de Psicología, del Dpto. de Psicología de la Universidad Nacional de Colombia. 1992.
[1] Rotación realizada en Sainte-Anne y otros efectores del sector 16, dentro del programa de rotaciones libres de la Residencia Interdisciplinaria en Salud Mental (Baigorria, Santa Fe), en Marzo y Abril de 2013.
[2] En 1898, la ley sobre accidentes laborales dio origen a la cobertura de los riesgos profesionales. Ante las iniciativas sociales de Bismarck y las presiones del movimiento obrero, Francia extendió la cobertura del riesgo de enfermedad al conjunto de los asalariados por medio de las leyes de 1928 y 1930, relativas a los seguros sociales obligatorios
Ahora bien, aquel movimiento de resistencia a las políticas sociales (la Confederación de Sindicatos Médicos Franceses), se tradujo posteriormente en la creación, en 1940, de la Orden Médica, que fijaba las reglas de la profesión. Afianzada en esta voluntad de independencia, la Orden consiguió salvaguardar sus conquistas frente a los poderes públicos y a los organismos de seguridad social instaurados inmediatamente después del segundo conflicto mundial.
Después de 1945 aumentan los reclamos de seguridad social para todos, y el resultado es que actualmente la cobertura se compone de tres seguros: la Cobertura Universal contra Enfermedades (CMU), el seguro por enfermedad, y la Ayuda Médica del Estado (AME). La ley del 31 diciembre de 1970 creó el Servicio Público Hospitalario (SPH), que se basaba en la instauración de una carta sanitaria dividida en sectores y en la articulación de los establecimientos de salud públicos y privados. Con la ley del 31 de julio de 1991, se crean las Agencias Regionales de Hospitalización (ARH), las cuales tenían ahora la cualidad de realizar un plan de salud teniendo en cuenta la especificidad del territorio en el cual brindan su servicio.
[3] Stolkiner, A. Derechos humanos y derecho a la salud en América Latina: la doble faz de una idea potente. Medicina Social, 5, pág. 1 http://www.medicinasocial.info
[4] Stolkiner A.(2013) Ética, Subjetividad y Derechos Humanos. Presentación en la Mesa de Bioética y Salud Mental Congreso Mundial de Salud Mental de la World Federation for Mental Health, pág. 13.
[5] Reflexión de Luis Eduardo Duhalde, secretario de Derechos Humanos en la Argentina desde 2003 hasta su muerte en 2012., citada en Ibíd., pág. 12.
[6] Ley del 21 de Julio de 2009 portando la reforma del hospital, y relativa a los pacientes, a la salud y los territorios", también conocida como ley “Hospital, Pacientes, Salud y Territorios” (HPST).
[7] Entrevista realizada en Abril de 2013, en París, en el marco de la rotación en Sainte-Anne, realizada desde la RISaM a la cual pertenecía. Inédita. Susana Elkin es psicóloga y psicoanalista argentina, que desempeña sus tareas en el Centro Médico Psicológico, dentro del sector 16.
[8] Como ha pasado con una asociación de usuarios y familiares que les ha declarado la guerra.
[9] Freud, S. Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica. Amorrortu Editores. Tomo XVII, pág. 163. 2001.
[10] Más arriba dice incluso que es a partir del trabajo sobre casos de histeria que se erige la técnica del psicoanálisis, y que las fobias y neurosis obsesiva requieren para su abordaje de ciertas modificaciones de esa técnica.
[11] Un publicista y rabino, Joseph Samuel Bloch, por ese entonces decía en relación al liberalismo, que “más que una doctrina, más que un principio conveniente, era el asilo espiritual del judío, su puerto seguro, su derecho a la libertad, su diosa protectora, la reina de su corazón”, referido por Peter Gay: Freud, una Vida de Nuestro Tiempo. Paidós, Barcelona, 1990., pág. 40, citado en Vélez, JR (1992), pág. 180.
[12] Vélez, RJ. 1992, pág. 179.
[13] La crítica al oscurantismo religioso, principal enemigo de los derechos de los judíos en la Viena de Freud, halla expresión y análisis en "El Porvenir de una Ilusión"; la noción de "progreso" y la "Razón" se encuentra en su concepción del psicoanálisis como ciencia; el legalismo liberal encuentre su lugar en "Tótem y Tabú" (con su hipótesis histórica del padre de la horda humana primitiva) y en "El Malestar en la Cultura" (con su concepción del nacimiento de la sociedad y la cultura a partir de la constitución del derecho de la comunidad, como opuesto a la violencia del individuo).
[14] Eric Laurent. Dossier: El delirio de Normalidad. Revista Virtualia. N° 19.
[15] Agamben, (2004). Estado de excepción, pág. 75.
[16] Es el caso del padre de la horda humana primitiva que imagina Freud, cuyo asesinato constituye aquel acto de excepcionalidad a partir de cual se funda la ley; que en las fórmulas lacanianas de la sexuación se representa como "existe al menos uno no atravesado por la función de la castración"; y en la lógica representado en la paradoja del "nombre que nomina el conjunto de los nombres" o "la lista que contiene el conjunto de las listas existentes".
[17] Lo cual marca la diferencia entre moral, como serie de normas exteriores a un sujeto, y ética como apropiación de algo de ese orden legal. Si decimos que la modernidad se esfuerza en instalar la idea de que las normas son límites a la libertad, más que la materia misma que inventa la libertad, tendríamos que pensar que hay una fuerte tendencia hacia la moralización de la existencia -en las formas que fuere-.
[18] “¿Qué hizo el psicoanálisis por el enfermo mental del manicomio en el curso del siglo? Tuvo mucha importancia en la literatura, en el arte, en la historia del pensamiento humano, pero nunca entró en el manicomio. Es más: los médicos psicoanalistas siempre tuvieron dos modos distintos de curar, uno en el manicomio y otro en la tranquilidad del consultorio". Basaglia, F. La condena de ser loco y pobre. Editorial Topía. Buenos Aires. 2009, pág. 70.
[19] Basaglia, F. La condena de ser loco y pobre. Editorial Topía. Buenos Aires. 2009, pág. 71.
[20] Cf. Rodríguez Costa, L. Ensayo "Los Tres Tiempos de la Salud Mental". Inédito. 2012.
[21] Dejo el lapsus calami, quise decir "nació".