Este texto es un adelanto del ebook de descarga libre de próxima aparición: Contigo a la distancia. La clínica psi en tiempos de pandemia de Alejandro Vainer (compilador). También será uno de los ejes de trabajo del Seminario “Nuevos caminos de la terapia analítica. El giro del psicoanálisis” que dictarán Enrique Carpintero y Alejandro Vainer.
Digámoslo de entrada: el trabajo online en la clínica psicoanalítica llegó para quedarse; el psicoanálisis se ha globalizado. Por ello creemos necesario reflexionar una práctica donde lo virtual reemplaza a lo presencial en el marco de una pandemia que transformó la clínica a distancia en teletrabajo.
Si hacemos un breve recorrido histórico sobre la práctica clínica del psicoanálisis debemos decir que ésta empezó con una innovación técnica: el abandono del hipnotismo y la introducción de “la asociación libre”. Luego aparecen los cambios al ampliar su campo de acción: el trabajo con niños, con pacientes psicóticos, con obreros que sufrían de impotencia en el Policlínico de Berlín. En esa época Freud escribe Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica (1918), lo cual significaba la posibilidad de aplicar el saber psicoanalítico fuera del contexto tradicional del diván y las cinco sesiones semanales. En un ya clásico texto de Otto Fenichel (1897-1946) sobre Problemas de técnica psicoanalítica éste dice: “nosotros podemos y debemos ser elásticos al aplicar todas las reglas técnicas, todo está permitido si uno sabe por qué. No son las medidas externas, sino el manejo de la resistencia y la transferencia, lo que guía el criterio para estimar si un método es o no un análisis. (El subrayado es nuestro)” Cómo no podía ser de otra manera, los cambios de época fueron atravesando una práctica que debe dar cuenta de los procesos de corposubjetivación determinados por la cultura. Si en los inicios y mediando el siglo pasado se trabajaba con cinco sesiones por semana esto fue variando significativamente. Lacan es apartado de la IPA (Asociación Psicoanalítica Internacional) por sostener la necesidad de sesiones de corta duración en un encuadre más flexible de los que aconsejaba la ortodoxia. En los ´60 y ´70 se extiende el enfoque psicoanalítico al trabajo en grupo, con familias, parejas, etc. Estas circunstancias llevan a modificaciones no solo técnicas sino teóricas en el interior del psicoanálisis. De esta época es la famosa frase con la que se descalificaba cualquier innovación: “esto no es psicoanálisis”. Dado lo breve del artículo no vamos a profundizar en estos aspectos, pero podemos decir que en estos cambios se ponían en juego no solo cuestiones teóricas y clínicas sino poderes institucionales y políticos.
Nuestra mirada clínica se encuentra con una subjetividad efecto del actual malestar en la cultura cuya historia social y política es soporte de la historización del aparato psíquico. Su resultado es poner en cuestionamiento el dispositivo clásico para implementar Nuevos Dispositivos Psicoanalíticos.
Es en los ´90 donde se va dando un cambio importante que comenzamos a denominar “El giro del psicoanálisis”. Allí planteamos que debemos dar cuenta del giro que ha dado el psicoanálisis como consecuencia de las transformaciones en la subjetividad y los nuevos paradigmas de nuestra cultura. Esto implica no solo nuevas manifestaciones sintomáticas, sino también un escuchar diferente del sujeto en análisis. Nuestra mirada clínica se encuentra con una subjetividad efecto del actual malestar en la cultura cuya historia social y política es soporte de la historización del aparato psíquico. Su resultado es poner en cuestionamiento el dispositivo clásico para implementar Nuevos DispositivosPsicoanalíticos. Donde lo “nuevo” refiere a aquello que fue excluido de la historia del psicoanálisis ya que su oficialización trajo la exclusión de aquellas prácticas que cuestionaban lo instituido. Pero con “nuevo” queremos plantear la necesidad de modificar algunos conceptos que son insostenibles con la complejidad de nuestra práctica. Esto ha llevado a que muchos analistas hayan realizado dispositivos con encuadres novedosos en los que se establecen reglas necesarias (encuadre) donde se instaura un artificio (dispositivo) cuyas condiciones propicias permiten escuchar el inconsciente. De esta manera pueden poner en evidencia modos de funcionamiento de la psique que difícilmente movilizarían un análisis clásico. Ello determina que ya no se puede seguir sosteniendo la, ya antigua, oposición entre psicoanálisis y psicoterapia. En este sentido el psicoanálisis “puro” se ha transformado en un psicoanálisis vulgar, un psicoanálisis del barro, un psicoanálisis especializado y adaptado a nuevas formaciones sintomáticas. Un psicoanálisis que no está identificado solamente con el dispositivo diván-sillón; lo cual lleva a que el terapeuta se implique con el barro de una subjetividad atravesada por el estar-mal de la cultura. Es desde ese barro que el analista va a modelar, como un artesano, el dispositivo pertinente a las posibilidades del paciente y la situación.
En este sentido, no vamos a mencionar todas las puntualizaciones que planteamos para caracterizar “el giro del psicoanálisis”. Diremos que, por un lado, el paradigma de la represión sexual, en el que se ha desarrollado nuestra práctica, ha trocado en el predominio del trabajo con la pulsión de muerte; en especial la que aparece en los pacientes límites con síntomas con conflicto o por carencia. Esto implica dar cuenta de ese vacío que nos constituye: el desvalimiento originario. Vacío que habla de nuestro límite, pero también de nuestra potencia en la alteridad que significa el otro -como dice Freud: “el otro humano” (nebenmensch)-. De allí que consideramos a la clínica psicoanalítica como un espacio que permite desarrollar la potencia de ser. Por otro lado, nuestra época propone nuevos procesos de corposubjetivación que ponen en cuestionamiento la sexualidad heteronormativa y patriarcal. En este sentido vivimos en un momento de transición donde el patriarcado sigue siendo la estructura familiar dominante pese a que han surgido nuevas formas de familia que han provocado su crisis: monoparentales, monoparentales extendidas, homoparentales, unipersonales, familias ensambladas, etc. Además, tenemos que destacar que la pandemia aceleró un cambio de época que afirma nuestra perspectiva. Las teorías e investigaciones ligadas al género y la sexualidad, la importancia de la imagen en la construcción de subjetividad y el nuevo espacio que ha generado Internet, el cual permite interacciones y encuentros que quiebran las distancias exteriores y las fronteras regionales plantean nuevos desarrollos en la teoría. En este sentido la complejidad no deviene solamente de las demandas que aparecen en nuestra práctica, sino también de nuevos puntos de vista científicos, técnicos y culturales.
En la sociedad del capitalismo tardío la subjetividad está hegemonizada por una cultura que aísla a los sujetos y los encierra en el narcisismo. Cómo dice el filósofo Byung-Chul Han en La sociedad del cansancio: “el campo neoliberal de trabajos forzados se llama teletrabajo”. Que, como veremos, no está exento el terapeuta. Sin embargo, no coincidimos con la idea de este filósofo cuando sostiene que los sujetos se “autoexplotan” ya que este planteo hace desaparecer el poder de los sectores dominantes para generar una cultura del sometimiento; este se logra, ya no solo con medidas represivas, sino desde el interior del sujeto: el cuál cree que elije libremente cuando en realidad sus elecciones están condicionadas por una cultura basada en el consumismo y el “sálvese quien pueda”.
El teletrabajo cansa, al estar todo el día en la computadora; pero fundamentalmente con la falta de contactos sociales, de abrazos, de relaciones cuerpo a cuerpo. En definitiva, de generar un espacio donde no hay cuerpo: es pura virtualidad. Además, se destaca por la desaparición de los rituales ya que se están perdiendo las estructuras temporales fijas; esos rituales que llevan a que hoy predomine una comunicación sin comunidad. Al tomar las necesarias medidas contra el virus se aceleró la desaparición de estos rituales que llevó a una ruptura con la comunidad. Los rituales que quedaban como ir al analista, al futbol, a un concierto, a un cine, a cenar con amigos ya no están o requieren de tantos cuidados para realizarlos que se tiñen del miedo que nos rodea. Algunos pacientes me manifiestan que extrañan cuando llegaban temprano a la sesión en el consultorio y esperaban la hora tomando un café pensando lo que iban a decir en sesión. Como señala Han en La desaparición de los rituales: “Los rituales son procesos de incorporación y escenificaciones corpóreas. Los órdenes y los valores vigentes en una comunidad se experimentan y se consolidan corporalmente. Quedan consignados en el cuerpo, se incorporan, es decir, se asimilan corporalmente. De este modo, los rituales generan un saber corporizado y una memoria corpórea, una identidad corporizada, una compenetración corporal. La comunidad ritual es una corporación. A la comunidad en cuanto tal le es inherente una dimensión corporal. La digitalización debilita el vínculo comunitario por cuanto que tiene un efecto descorporizante. La comunicación digital es una comunicación descorporizada.”
Sin embargo, lo virtual de esta comunicación produce efectos terapéuticos que debemos continuar investigando. La pregunta es a qué sujetos y con qué formaciones sintomatológicas. Si buscamos la definición de la palabra “virtual” encontramos varias acepciones de este término: 1) “aquello que tiene virtud para producir un efecto, aunque no lo produce en forma presencial, frecuentemente en oposición a efectivo o real; 2) adj. Implícito, tácito; 3) Que tiene existencia aparente y no real; 4) Que está ubicado o tiene lugar en línea, generalmente a través de internet. La palabra viene del latín virtus (“fuerza” o “virtud”), y es un adjetivo que, en su sentido original, hace referencia a aquello que tiene virtud para producir un efecto, pese a que no lo produce en forma presencial. El concepto, de todas formas, está actualmente asociado a lo que tiene existencia aparente, opuesto a lo real o físico. Este término es muy usual en el ámbito de la informática y la tecnología para referirse a la realidad construida mediante sistemas o formatos digitales. Es decir, hablar de presencia de lo virtual es un oxímoron.
la clínica a distancia se transformó en un obligatorio teletrabajo. Todos los pacientes fueron atendidos desde ese dispositivo y muchos terapeutas comenzaron a acumular horas de trabajo sin hacer un diagnóstico previo de las posibilidades y los límites de aquellos que ingresaban en el dispositivo online.
Los trabajos pioneros del tratamiento terapéutico a distancia fueron los primeros análisis telefónicos. Ésta era una opción para tratamientos que se interrumpían por un viaje o enfermedad y se continuaban a través del teléfono. Luego con el desarrollo de la tecnología aparecen los tratamientos online. Estos tratamientos lo practicaban algunos analistas y en determinadas situaciones. Se comenzaron a hacer algunas teorizaciones de la modalidad específica de este dispositivo terapéutico. Una de ellas es la que plantea Ricardo Carlino: el predominio de una “presencia comunicacional” donde hay una efectiva sensación de contacto y de encuentro comunicacional. Pero llegó la pandemia. Ya no se empezó a hacer este trabajo ante determinadas circunstancias, sino que, de un día para otro, los terapeutas y pacientes comenzaron a usar esta modalidad en forma masiva. Lo presencial se ubicó en un lugar secundario y el uso del Zoom o el Skype se generalizó. Dicho de otra manera, la clínica a distancia se transformó en un obligatorio teletrabajo. Todos los pacientes fueron atendidos desde ese dispositivo y muchos terapeutas comenzaron a acumular horas de trabajo sin hacer un diagnóstico previo de las posibilidades y los límites de aquellos que ingresaban en el dispositivo online. Esto es lo que queremos destacar.
Estos tiempos se presentan en una subjetividad donde predomina lo negativo. Por ello venimos planteando que el trabajo con la pulsión de muerte es el paradigma de la práctica analítica en la actualidad. Esto lleva al giro del trabajo con la pulsión sexual a los efectos de lo desligado y lo no ligado de la pulsión de muerte en la violencia destructiva y autodestructiva, la sensación de vacío, la nada. Por ello creemos que seguir afirmando que el psicoanálisis cura por la palabra es una simplificación. De esta forma se deja de lado lo característico de su práctica clínica; la cual se define por interpretar el deseo inconsciente, trabajar con la transferencia, las resistencias y lo resistido. En este sentido un paciente no se cura porque habla. No es una conversación entre dos personas. Tampoco una terapia catártica, sugestiva o moral. Es un sujeto que realiza el acto de hablar en transferencia a otro que escucha desde la contratransferencia las causas de sus dificultades. Es decir, es un acto terapéutico donde la palabra es pulsional. De esta manera en todo tratamiento aparecen signos lingüísticos y no lingüísticos que tiene sus propias significaciones que son necesarias escuchar. Desde esta posición delimitamos el trabajo clínico donde encontramos, como señalamos anteriormente, dos cuestiones fundamentales: la falta de cuerpo y, por lo tanto, la desaparición de los rituales. Sin pretender ser sistemáticos vamos a puntualizar, desde diversas viñetas clínicas, algunos interrogantes que nos plantea esta modalidad de trabajo. Que ha llevado a la globalización del psicoanálisis.
1º) La imagen en la pantalla, tanto del terapeuta como del paciente, esta descorporizada. No hay cuerpo. Además, es una imagen mediatizada por una pantalla que produce una interferencia. Lo mismo ocurre con la voz y sus diversas modulaciones mediadas por el micrófono. Lo que se produce es un juego imaginario en las determinaciones de la contratransferencia-transferencia que en algunos pacientes produce efectos, pero que en otros aumenta la resistencia. Los pacientes que empecé a atender directamente en la modalidad online me recuerdan regularmente que en algún momento nos vamos a conocer.
2º) Aquellos pacientes cuyos síntomas de lo negativo son importantes no es conveniente atenderlos por la modalidad online. Por supuesto, tampoco aquellos que están atravesando una situación en crisis. Una paciente me decía que temía entrar en una crisis ya que no estaba mi presencia como terapeuta. Por lo tanto, ¿quién la iba a contener?
3º) Durante el transcurso del tratamiento aparecen una serie de inconvenientes técnicos que obstaculizan el trabajo y que no son interpretables, aunque aumentan la resistencia. Conexiones que se interrumpen y no siempre se reanudan; imágenes pixeladas; voces que se entrecortan y se escucha mal. Estas situaciones, para dar algunos ejemplos, alejan la posibilidad de la asociación libre ya que requiere un sostenido esfuerzo de atención del terapeuta que le produce un gran cansancio. Además, limita la visión del paciente. Uno de ellos me dijo que hace semanas tenía rosácea; no lo podía ver a través de la pantalla.
4º) El acuerdo que se establece entre paciente y terapeuta, que llamamos un encuadre. Aquí podemos incluir la forma de pago de los honorarios, horarios, interrupciones del zoom, interrupciones del paciente, quien realiza la llamada para comunicarse por el zoom, traer sueños para trabajarlos, el lugar donde transcurre la sesión. Estas situaciones necesariamente adquieren una gran flexibilidad en la que, muchas veces, resulta difícil discriminar si es producto de una situación real o una resistencia. Durante una interpretación, antes de terminar lo que estaba diciendo, el paciente se pone de pie para sacar al perro de la habitación. Cuando le manifesté su resistencia a escuchar lo que interpretaba lo confirmó con una sonrisa.
5º) El hecho de que la sesión transcurra en su casa lleva, por diferentes circunstancias, a cambiar de lugar; a veces a otra habitación o se tiene que ir a un auto estacionado en la vereda o a una plaza. Ese espacio no es compartido, al contrario, le pertenece al paciente de allí que muchos lo transforman en una trinchera difícil de atravesar. En una entrevista con una pareja, ésta comenzó a pelearse muy fuerte. Mi temor era que llegaran a pegarse. En esa situación pude parar el pasaje al acto, pero la respuesta fue muy clara: en nuestra casa nos peleamos de esta manera. Evidentemente esta situación es muy diferente a la que podemos encontrar cuando se repite en la transferencia.
6º) Como decíamos al inicio, ante la imposibilidad de establecer rituales no hay corporeidad. Por lo tanto, desaparece, en algunos pacientes, el anclaje de las intervenciones terapéuticas. De allí que queda descartada la posibilidad del silencio prolongado pues se puede confundir con una interrupción del wifi; es decir, el paciente se encuentra con la angustia de no estar presente ante este otro imaginario.
7º) Una gran importancia en el trabajo online es que el paciente debe tener una capacidad de poder resignificar lo que dice el terapeuta; caso contrario se aumentan las resistencias que impiden sus efectos terapéuticos. Aunque el concepto de “resignificación” no aparece en el diccionario de la Real Academia Española (RAE), la inclusión del prefijo “re” nos permite afirmar que el término hace referencia a “volver a significar” a partir de la experiencia del propio paciente. Con la idea de resignificación nombramos el hecho de darle una nueva significación a lo expresado por el terapeuta.
8º) Otro aspecto a destacar es la paradoja que se da en esta comunicación virtual, ya que aparece con un peso determinante lo real que sucede detrás de la pantalla, tanto para el paciente como para el terapeuta. Esta circunstancia, en general, se elide del trabajo terapéutico.
Esta circunstancia con lleva dos peligros que pretendemos destacar. Por un lado, la uberización del terapeuta que cree que elije libremente cuando en realidad es exigido por la búsqueda de la eficiencia. Por otro lado, transformar la clínica psicoanalítica en un psicoanálisis evanescente. Un psicoanálisis hibrido donde la presencia del otro es reemplazada por una imagen mediatizada por la pantalla.
Para finalizar con estas breves puntualizaciones, que no pretenden agotar todas las situaciones que se dan en el trabajo online, pretendemos mostrar las posibilidades y los límites de la clínica psicoanalítica a distancia. Aunque nuestro objetivo es diferenciar, cómo decimos al inicio, cuando éste fue una elección ante determinadas circunstancias del trabajo terapéutico y en la actualidad. La pandemia lo transformó en teletrabajo: es obligatorio para todos los pacientes, en especial en la práctica privada. Esta circunstancia con lleva dos peligros que pretendemos destacar. Por un lado, la uberización del terapeuta que cree que elije libremente cuando en realidad es exigido por la búsqueda de la eficiencia. Por otro lado, transformar la clínica psicoanalítica en un psicoanálisis evanescente. Un psicoanálisis hibrido donde la presencia del otro es reemplazada por una imagen mediatizada por la pantalla. Reflexionar como psicoanalistas acerca de la complejidad que nos plantean estas cuestiones es necesario para dar cuenta de las particularidades del proceso de corposubjetivación en la actualidad de nuestra cultura.
Buenos Aires, 2021.
Bibliografía
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------------------------------------ El erotismo y su sombra. El amor como potencia de ser, editorial Topia , Buenos Aires, 2014.
------------------------------------- (comp.) El año de la Peste. Produciendo pensamiento crítico, ebook, editorial Topía, Buenos Aires, Agosto 2020.
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--------------------- “Reflexiones actuales sobre psicoanálisis a distancia”, revista de la Sociedad Argentina de Psicoanálisis, Nº18, año 2014.
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----------------------- “Psicoanálisis y Salud Mental”, revista Topía Nº 72, noviembre de 2014.