Los procesos de subjetivación son objeto del psicoanálisis tanto como el psicoanálisis objeto de ellos. Entendemos que la necesidad impostergable de desarrollar una tecnología que incorpore lo histórico-politico representa una revolución paradigmatica para el psicoanálisis.
"En un país como Argentina, donde Memoria es una política social de resistencia y por ende, una forma de subjetivación, la reflexión psicoanalítica sobre los procesos de subjetivación tiene una historia y potencia propias. Y en esto vemos un empuje vital para afrontar quizás uno de los mayores desafíos que enfrenta el psicoanálisis en el siglo XXI: su reformulación a partir de la reincorporación de la dimensión de una historia antes relegada a un papel secundario, imaginario, y que parecía sólo introducir distorsiones para la visibilización de sus “verdaderos” objetos de estudio.
Resumen: lo que nos proponemos en este artículo es poder dar cuenta de un fenómeno de la práctica sumamente recurrente y extendido: el poder fetichista de fascinación que produce la noción de consumo tanto en profesionales como, paradójicamente, en aquellas personas que se presume tendrían un consumo problemático, a punto tal que perdamos de vista la subjetividad de la persona con la que trabajamos en favor del recurso omniexplicativo del consumo, que nos lleva a dejar al margen nuestras propias herramientas profesionales a la hora de construir diagnósticos y estrategias de intervención, y nos sumerge en la subjetivación histórico-política de mercado según la cual todos los males y bienes, todas las felicidades e infelicidades y toda salud y enfermedad, depende de objetos de consumo.
Es notable el hecho de que no tenemos internados por consumo compulsivo de tablets, de Netflix, videojuegos, redes “sociales”; y ni hablar de la permanente ingesta de azúcares y grasas saturadas y trans que parecen no requerir atención por salud mental
La población joven que nos interesa tomar para pensar las crisis subjetivas durante la pandemia es una que se suele encontrar en el centro de las prácticas públicas, pero en los márgenes de sus conceptualizaciones: se trata de aquella que ha sufrido formas sostenidas de desamparo psíquico y social, cuyos efectos se relacionan a las actuaciones compulsivas, la ruptura de lazos y que, además, se encuentra estigmatizada mediante formas de subjetivación que hacen a figuras de peligrosidad y exclusión.
Una ganancia de la palabra juventud como diferenciación respecto de adolescencia tiene que ver con que los desarrollos en torno al proceso adolescente no dejan de basarse en la práctica clínica de consultorio con jóvenes de clase media o media alta en sociedades moderno-occidentales
Presentamos un fenómeno psíquico e institucional paradojal: las crisis de desamparo, que se producen como resultado de una experiencia de cuidado efectivamente prodigada a una persona que ha experimentado graves formas de desamparo psíquico y social y que se encuentra en una situación actual compulsiva de exposición a riesgos de muerte.
Para entender qué sucedió en la crisis de desamparo debemos primero entender cuál es el padecimiento de Cortázar y cómo configuró su psiquismo como efecto de ello.
Desde mi egreso de la universidad hasta la actualidad, me he preguntado por el lugar del psicoanálisis en la salud pública -de igual modo que por la relación entre individuo y sociedad-. La respuesta a esta pregunta termina de anudarse a partir de mi viaje de rotación a Paris[1], bajo la siguiente sorpresa: la pregunta acerca de si es posible un psicoanálisis en salud mental no tiene demasiado sentido de ser respondida, sino que su sentido sólo se alcanza al de-construirla. Es decir, al plantearse una especie de arqueología del saber en esa pregunta. Y esto me lleva hacia la encrucijada en la cual nace el psicoanálisis, y que es la práctica liberal. Cada vez que vemos la frase "Psicoanálisis y Salud Mental", vemos condensarse en esa "y" una revolución, la francesa, que deja por separado al psicoanálisis respecto de la revelación de los movimientos de la Salud Mental de que todo acto clínico es en última instancia un acto político. Sin embargo encuentro que el índice de que el liberalismo ya se encuentra allí jugado, como tercero, es que aún hoy el psicoanálisis participa de la ilusión de que se podría estar al margen de la sociedad, ubicando su mito de nacimiento en un por-fuera-de la cultura. Es esto lo que llamo "Teoría de la Marginalidad del Psicoanálisis", la cual tiene efectos que es preciso reconocer.
El Jurado compuesto por Janine Puget, Juan Carlos Volnovich, Emiliano Galende, Vicente Zito Lema y Enrique Carpintero dictaminó por mayoría de votos los ganadores del Tercer Concurso Libro de Ensayo de la Editorial y la Revista Topía - 2010. El primer premio fue para Masa y Subjetividad de Cristian Sucksdorf (libro publicado por la editorial Topía). La segunda mención fue para La Excultura de Luciano Rodríguez Costa.
EDITORIAL: La cólera neofascista y la trama corposubjetiva en la que se desarrolla el miedo. Enrique Carpintero
DOSSIER: LA POTENCIA DE LA ALEGRÍA EN TIEMPOS DE CÓLERA Cristián Sucksdorf, Tom Máscolo y César Hazaki Además escriben:Ariadna Eckerdt, Juan Duarte, Mabel Bellucci
Trotsky y el psicoanálisis. Helmut Dahmer
ÁREA CORPORAL: Signos de identidad. Tatuajes, piercings y otras marcas corporales. David Le Breton
TOPÍA EN LA CLÍNICA: EL PSICOANÁLISIS A DISTANCIA TRAS LA PANDEMIA. Eduardo Müller, Marina Calvo, Lucía Plans y Agostina García Serrano
Carla Delladonna (compiladora), Rocío Uceda (compiladora), Paulina Bais, María Sol Berti, Susana Di Pato, Marta Fernández Boccardo, Romina Gangemi, Maiara García Dalurzo, Bárbara Mariscotti, Agustín Micheletti, María Laura Peretti, Malena Robledo, Georgina Ruso Sierra