El concepto de “ocio represivo” fue desarrollado por Juan José Sebreli a fines de los años ’60 en el libro Mar del Plata, el ocio represivo. Sebreli nació en Buenos Aires en 1930. Es sociólogo, historiador y crítico literario argentino. Su trayectoria intelectual se inicia con el existencialismo sartreano para luego pasar por el marxismo y llegar a sus posiciones actuales de apoyo al liberalismo. Participó en las revistas culturales Sur y Contorno. Publicó, entre otros libros, Tercer mundo mito burgués (1971), Fútbol y masas (1981), La saga de los Anchorena (1985), El asedio a la modernidad (1991), El vacilar de las cosas (1994), Escritos sobre escritos, ciudades bajo ciudades (1997) y El Olvido de la Razón (2006).La actualidad de Mar del Plata, el ocio represivo nos lleva a recordar algunos conceptos. Este texto fue publicado en un contexto histórico caracterizado por el mundo de los ‘60 donde se vivía “un momento histórico de liberación universal”. En nuestro país el “Cordobazo” inicia el fin de la dictadura de Onganía y la apertura a nuevas formas de lucha social, gremial y política.En este libro Sebreli se apoya en los pioneros trabajos de Henri Lefevbre sobre alienación y vida cotidiana para hacer una aproximación al tema del ocio y las vacaciones, siendo la continuidad necesaria de Buenos Aires, vida cotidiana y alienación (1964). Para ello sitúa la ciudad de Mar del Plata como una réplica de Buenos Aires creada a instancias del desarrollo de la industria inmobiliaria y advierte sobre la deformación y manipulación de la necesidad de ocio y goce erótico que realiza la industria del turismo desviándola hacia la maquinaria de consumo. Este ocio al que denomina “represivo” es complementario del trabajo alienado y de la alienación de la vida cotidiana en Buenos Aires.El concepto de “ocio represivo” es un derivado de la teoría de la “desublimación represiva” de Herbert Marcuse desarrollada en Eros y Civilización. La “desublimación represiva” es una “liberación de la sexualidad en modo y bajo formas que disminuyen y debilitan la energía erótica. Cuando los elementos sexuales son introducidos en la publicidad comercial, en el cine, en la televisión y, en el caso que nos interesa aquí, en la industria del turismo, no significa que el erotismo haya extendido su dominio, sino que se lo ha convertido en mercancía, en valor de cambio, al servicio de los grandes intereses de la sociedad capitalista”. Desde la perspectiva de Marcuse, a pesar que la sexualidad se extiende sobre dimensiones y relaciones antiguamente prohibidas; la supuesta “liberación sexual” no es más que, “desublimación represiva”, ya que la sexualidad queda restringida al sexo genital. Lo que parece liberación es dominación encubierta.
Vamos a transcribir algunos fragmentos del capítulo XIII: “El mito de las vacaciones”
“El principio de realidad, del que habla Freud, sobre el que se funda la civilización, adopta según acota Marcuse, la forma específica del principio de rendimiento (Eros y Civilización), considera al hombre como mero instrumento para el rendimiento económico, exige la represión del principio del placer, entendiendo por tal no sólo el placer sexual sino todo tipo de hedonismo, porque éste implica tiempo restado al trabajo productivo. El goce es gratuito, lujoso, superfluo, asocial, no productivo, anárquico. Más aún, los placeres del ocio deben ser sacrificados a la disciplina del trabajo, no sólo porque éste debe ocupar la mayor parte del tiempo del individuo, sino porque también el tiempo que resta debe regirse por una moral del rendimiento, único medio de hacer aceptable la vuelta al trabajo, no se puede ser esclavo solo por etapas. El ocio no puede ser libre porque entonces mostraría la esclavitud del trabajo. El placer sexual, por su parte, debe ser subordinado del mismo modo a la reproducción de la especie, y toda búsqueda del placer fuera de esta función social, es calificada de depravación. Existe una contradicción insoluble entre el placer y el trabajo. La represión sexual está indisolublemente ligada a la necesidad de trabajo alienado, de explotación capitalista; por lo tanto, la liberación sexual está ligada a la liberación del trabajo alienado y de la explotación capitalista.”“La imperiosa necesidad de las vacaciones en las clases medias asalariadas y en la clase obrera de las sociedades industriales, responden a una auténtica necesidad de liberación, lo cual no quiere decir de ningún modo que esas vacaciones sean en realidad una auténtica liberación. Como recuerda Paul Nizan: ‘la libertad de los caminos y de los mares es totalmente imaginaria: el principio de los viajes se parece a la libertad porque se la compara con la horrible esclavitud de la vida que precedía al mar’.”“La falsa libertad se extiende en la misma medida en que se extiende la opresión real. La dosis de ocio y placer otorgado, sirve para reprimir un ocio y un placer mayores que pondrían en peligro a la sociedad basada en el trabajo forzado. En tanto el tiempo libre en la sociedad de clase depende directamente del tiempo de trabajo, el ocio para el asalariado no puede ser sino evasión, es decir, una nueva forma de auto-engaño. Ya Marx había advertido, como lo recuerda Karel Kosik (Dialéctica de lo concreto) que el tiempo libre no se identifica con la diversión organizada que es parte integrante de una enajenación histórica. La creación de un tiempo libre como dimensión cualitativamente nueva de la vida humana, presupone, no sólo la reducción de la jornada de trabajo, sino también la creación de una sociedad libre.”“La sublimación de los instintos eróticos impuesta por la sociedad represiva es sustituida por lo que Marcuse llama acertadamente la ‘desublimación represiva’, represiva porque no es conquistada libremente por el individuo conciente, sino impuesta, controlada y manipulada por la propia sociedad de opresión a los fines de su propia supervivencia.La ‘desublimación represiva’ tiene un carácter menos liberador y desalienador que la propia sublimación.”“Pero en la etapa del capitalismo tardío que Freud no llegó a entrever, el conflicto entre principio de placer y principio de realidad parece resuelto a la manera burguesa: el principio de realidad otorga ciertas concesiones con tal de que éste se subordine totalmente a aquél y abandone todo intento de rebelión. El ascético humanismo del trabajo de la época de la acumulación primitiva del capital es sustituido ahora por el humanismo del ocio, la nueva religión-opio de la época del capitalismo avanzado. La civilización, que hasta ahora descansaba en la represión del ocio y del erotismo, es decir de la exigencia humana del placer, parecería basarse ahora, por el contrario, en el ocio y en la satisfacción del erotismo. Lo que ocurre es que el capitalismo monopolista no sólo explota el trabajo del proletariado, sino también su ocio, manipulando sus necesidades eróticas, excitándolas mediante la publicidad, organizando y administrando su aparente satisfacción, y quedándose con las ganancias. Las actividades deportivas, el cine, la publicidad, la televisión, las revistas ilustradas, la música comercial, la semiología en general de las mass media, la moda y costumbres actuales, entre ellas el contacto de los cuerpos en los bailes a media luz, el semidesnudo en las playas, dan la sensación de un triunfo completo de los impulsos eróticos, del surgimiento de una nueva cultura erótica. Normas, imágenes y comportamientos modelos parecen una inmensa afirmación de la libido. En realidad es fácil advertir que ese aparente erotismo de la vida actual carece de toda posibilidad de saciedad y se vuelve por eso mismo obsesional. El sexo en sí mismo no es un artículo de consumo; por ello debe servir de soporte y estimulante a otros deseos que tengan un valor de cambio en el mercado: el vestido, los artículos de belleza, el automóvil, los lugares de diversión, el turismo, el cine, las revistas ilustradas. El acto sexual es sustituido cada vez más por vagos impulsos sin porvenir, creados por las imágenes, apariencias y fantasmas de los medios de comunicación.”“De este modo la sublimación represiva ejercida en el tiempo del trabajo se complementa con la ‘desublimación represiva’ en el tiempo de ocio; ambas, lejos de contradecirse, se acondicionan recíprocamente, se armonizan, y la defensa del sistema se ve de ese modo reforzada. La desublimación es la compensación de la sublimación. Una proporción cada vez más creciente de desublimación en el ocio debe acompañar a la sublimación cada vez más creciente en el trabajo. Contra el cansancio, la depresión, el envejecimiento prematuro, la excitación, la fealdad, que provocan el trabajo alienado, el mal alojamiento y la ciudad insalubre, la sociedad capitalista ofrece como remedios, como “antídotos”, las vacaciones turísticas, es decir, la consumición de un producto que ofrece muchas ventajas al que lo vende, pero muy pocas al que lo compra.”“El placer, el bienestar y la salud física rechazados en la vida cotidiana pueden, aparentemente, ser sólo proporcionados por las mercancías de la industria del ocio, que ofrecen en realidad un goce de sustitución, imaginario, cosificado, un simulacro de goce. La ‘desublimación represiva’ se confunde con la consumición. Al consumir, el hombre no satisface sus propias necesidades, sino la necesidad del mercado interno del sistema.”
Carlos Barzani
* Artículo basado en el libro de Sebreli, J. J.: Mar del Plata, el ocio represivo, Ed. Tiempo Contemporáneo, Bs. As., 1970.