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Editorial: El exceso de realidad produce monstruos

 

La Parusía en el primer milenio

En la Edad Media la Parusía significaba el regreso de Cristo en la tierra. Este volvería para expulsar al Demonio y para juzgar tanto a los vivos como a los muertos. Los humanos del occidente cristiano en el siglo X imaginaban el milenio como un paso a la salvación, salvo para aquellos que no creyeran en el cristianismo. Como afirma el historiador Georges Duby nadie dudaba de un más allá de lo visible. La angustia en relación con el mundo dominaba la civilización del fin de siglo. La gente compartía un sentimiento generalizado de impotencia ante el miedo a las epidemias, la extrema pobreza y la violencia. Pero lo que importaba era el miedo al más allá ya que la cólera divina se podía manifestar en diversos azotes. Por ello los páganos, musulmanes y judíos eran infieles que debían ser convertidos, exterminados o excluidos.

Los historiadores han establecido que no es cierto que en los años finales del primer milenio se vivió con una permanente preocupación por el fin del mundo. Esta idea fue precedida en algunos siglos y de ahí tomaron forma los milenarismos del segundo milenio. Lo importante era asegurarse la gracia del cielo. Esto explica el poder extraordinario de la Iglesia y los servidores de Dios en la tierra. Estos eran los que tenían derecho a mandar, hacer justicia, proteger y explotar al pueblo. Eran considerados los representantes de Dios en la tierra y su dominio era a través del miedo.

 

Los monstruos de la ciudad

Las fantasías de este fin de siglo -es necesario aclarar nuevamente- en el mundo occidental y cristiano tienen un espacio privilegiado : la ciudad. En el pasado fue el lugar de la civilidad. Hoy es el de la pobreza, la marginación, el miedo, la inseguridad, la polución y la soledad.

A comienzos del siglo XIX sólo el 3 por ciento de la población mundial estaba urbanizado para el año dos mil más de la mitad de la población habitará en las grandes ciudades. Como plantea Eric Hobsbawn este proceso que comenzó en la década del sesenta va a llevar que en pocos años 19 de las 25 ciudades más pobladas estarán en los países en desarrollo.

Nuevamente el miedo a la pobreza, la marginación y la violencia ha llevado a que el otro es visto como un enemigo. El miedo encierra al sujeto urbano en la soledad y el aislamiento ocasionando la ruptura de los lazos sociales. Este miedo ha permitido que el actual capitalismo globalizado determine que la vida social responda a las necesidades de la fuerzas monopólicas que lo controlan. Los derechos de los ciudadanos como salud, educación y vivienda se convierten en simples mercancías y el Estado en una empresa más cuyo único objetivo es que nada perturbe los movimientos del mercado que sólo benefician a los que más tienen.

La globalización es una amenaza para las ciudades. El planeta se va convirtiendo en un conglomerado de grandes ciudades donde se exiben las miserias y riquezas. En este espacio urbano toman forma los monstruos que habitan al sujeto. Por ello las fantasías del próximo milenio no aparecen en el cielo sino en la tierra. Mejor dicho en la imaginación de los seres humanos que, por sus características, se parecen al cielo que imaginaban los habitantes del siglo X.

 

El muro para los excluidos

En las décadas del cincuenta al setenta no había conversación referida a los llamados países del "socialismo real" que no se mencionara la existencia del muro de Berlín. Todas las semanas los diarios hacían referencia a algún incidente ocurrido en el famoso muro. Los mismos sirvieron de argumentos para centenares de películas y novelas. Cuando en 1989 se derrumbó algunos quedaron des-encantados otros confirmaron lo que, durante mucho tiempo, venían sosteniendo : el socialismo nunca existió. Este se realizó sobre la base de un social autoritarismo que reemplazó "la socialización de los medios de producción" por una estatización en manos de una burocracia policial. Su consecuencia fue el stalinismo y las barbaries cometidas en nombre del socialismo. Por lo tanto no es extraño que antiguos dirigentes sean, en la actualidad, nacionalistas, mafiosos o ultraliberales.

Hoy existe un nuevo muro que nadie nombra : el muro para los excluidos.

El proceso de globalización capitalista se realizó a expensas de millones de personas, tanto en los países desarrollados como subdesarrollados, que quedaron en la pobreza y la exclusión. Esta situación llevó a construir en la frontera entre México y EEUU un muro utilizando los mayores adelantos tecnológicos : radares, censores, rayos lazer, helicópteros y una guardia fronteriza fuertemente armada. Como los stalinistas, los más importantes empresarios del planeta tienen sus razones : mantener una ilusión. Si nos sacrificamos, en algún momento, todos podemos acceder a las riquezas que se producen. Todos podemos ser propietarios. Un solo dato es suficiente para demostrar su falacia : si el mundo consumiera en la misma proporción que EEUU se necesitarían siete planetas para abastecerlo.

 

La ciudad de utopía

Siguiendo el ejemplo de las famosas utopías como Cristianápolis y la Sociedad del Sol, que combinaron el ideal de Tomas Moro de una sociedad total regida por la justicia, con las aspiraciones científicas de Bacón, un grupo de multimillonarios decidieron crear la ciudad ideal. Estos -según relata el periodista Manuel Vicent- son un grupo de diez grandes empresarios canadienses, británicos y norteamericanos que están buscando tierras para desarrollar el sistema liberal en su más absoluta pureza. Esta ciudad ideal estaría en una isla cerca de Singapur y en varios terrenos de América del Sur. Su plan es fundar un Estado guiado, exclusivamente, por la iniciativa privada. Esta ciudad estaría regida por la utopía -como señalé en otro artículo "la utopía de la felicidad privada"- donde los servicios públicos estarán a cargo de empresas particulares, no habrá impuestos y los individuos actuarán en sus negocios con libertad total. Ellos están convencidos que la humanidad se divide en los empresarios creadores de riquezas y los parásitos que se aprovechan de los bienes colectivos gracias a los impuestos de los primeros. Su consigna es "fin de la explotación del capital". La empresa se llama Laisser-Faire City y el momento de funcionamiento se ha fijado para el 1° de enero del año 2000.

 

Un mundo donde se condena el fracaso y no la injusticia

El miedo a los desarrollos científicos y tecnológicos comenzó cuando aparecieron las armas atómicas, luego los problemas ecológicos, la manipulación genética, los transplantes, las neurociencias y, últimamente, la clonación. Todos necesitan de la ciencia y la tecnología. Nadie desea volver al pasado lo que se teme es no saber como enfrentar lo imprevisible de estos cambios. Como dice un personaje en la novela "Leviatan" de Paul Auster "Por muy disparatadas que creamos que son nuestras invenciones, nunca pueden igualar al carácter imprevisible de lo que el mundo escupe continuamente. Esta lección me parece ineludible ahora. Puede suceder cualquier cosa. Y de una forma u otra, siempre sucede".

Al plantearse los avances científicos y tecnológicos como una amenaza se esconde la ideología. De esta manera un pensamiento llamado postmoderno pretende ver en el progreso la consecuencia de todos los desastres eludiendo que los desarrollos científicos y tecnológicos son un proceso que se dirige con fines privados cuyos resultados afectan al conjunto de la población.

En este sentido aquellos que reemplazan fuentes de trabajo conjuntamente con una economía que se apoya en el capital financiero ha determinado que el trabajo deje de ser un valor fundamental. El miedo es quedar descartado del proceso económico. Hoy es necesario tener dinero porque ninguna profesión u oficio dan garantías. Esta es una contradicción nueva en la historia de la humanidad la cual lleva a la incertidumbre y el miedo. Por ello el mundo de este fin de siglo es el de un sujeto solo, abandonado a si mismo y obligado a estar sin referencias conocidas. Un mundo donde, como plantea Eduardo Galeano, el código moral no condena la injusticia sino el fracaso.

 

Se padece un exceso de realidad

El 20 por ciento de los argentinos, ocho millones, sufren palpitaciones, hipertención, ahogos, ataques de pánico, dolores de cabeza y de espaldas como resultado de un sentimiento de indefensión física y social. Su consecuencia es desarrollar cáncer, infartos y ataques cerebrales. Este porcentaje se duplica entre los padres de desaparecidos durante la última dictadura militar. El 18 por ciento de los trabajadores usan drogas o alcohol para soportar la amenaza de pérdida de trabajo sin distinción de profesiones poco o muy calificadas. El 20 por ciento sufre de stress post traumático por las mismas causas (Informe del Equipo Argentino de Trabajo e Investigación Psicosocial EATIP).

Podría seguir con la estadísticas sobre la alta tasa de suicidios, accidentes, adicciones, depresiones, etc. Esta situación hace evidente el aumento de patologías graves cuya demanda debemos dar cuenta en nuestra práctica como psicoanalistas. La misma determina que el paradigma de la clínica actual es el trabajo con lo negativo. Es decir el trabajo con el accionar de la pulsión de muerte : los efectos de lo real en detrimento de la fantasía. El exceso de realidad que produce monstruos.

 

Civilización y barbarie

El título central del próximo número, que aparecerá en marzo del último año del siglo, será "Civilización y barbarie". Estas son la características que tiene el sujeto. En él conviven fuerzas que lo llevan a reconocerse en el otro humano y otras que tienden a aniquilarlo y, por lo tanto, a destruirse como sujeto.

En diferentes momentos de nuestra historia se propuso la consigna "civilización o barbarie" para cometer, en nombre de la civilización, las mayores barbaries. Al plantear este malestar en la cultura Freud se pregunta : "He aquí, a mi entender, la cuestión decisiva para el destino de la especie humana : si su desarrollo cultural logrará, y en caso afirmativo en que medida, dominar la perturbación de la convivencia que proviene de la humana pulsión de agresión y autoaniquilamiento". Este el desafío del próximo milenio.

De esta manera debemos reconocer que el ser humano jamás va a tener certidumbre alguna. La única que tiene es que se va a morir y no sabe cuándo. Por ello su preocupación por el tiempo. Pero como esta idea no la puede soportar prefiere buscar a alguien que lo quiera, un buen trabajo o construir un mundo que valga la pena ser vivido. Esta es una estrategia de nuestro deseo. En este sentido es necesario tener en cuenta que si "los sueños de la razón producen monstruos", como escribió el genial pintor Francisco Goya, debemos construir una razón de los sueños para luchar contra los excesos de realidad que padecemos. Esta es una tarea de todos y, para lograrla, nada mejor que recordar un antiguo refrán anónimo : "Unicamente los peces muertos nadan con la corriente".

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Articulo publicado en
Noviembre / 1998