Hace muchos años un joven colega en formación me solicita una recomendación para iniciar un análisis, diciendo “pasame el dato de alguien que no me interprete mi orientación sexual”. Él había salido del closet, quería potenciar sus procesos en la vida, y estaba prevenido respecto de algunas posiciones en el campo “psi” sobre este tema. Decido derivarlo a una analista de confianza de la cátedra de género[2]. En otro caso, también hace muchos años más, llega a mí una mujer de mediana edad que se estaba separando con enorme dificultad de un compañero violento padre de sus tres niñes. Ella refiere con dolor y enfado, que en un análisis anterior se había sentido violentada (re-violentada) y conducida por su analista a “adaptarse a su rol de esposa y madre”, y advierte que en este nuevo análisis ello debía ser una materia saldada. Tomo nota de la instalación en la transferencia de su “feminismo espontáneo”(Dio Bleichmar, 1985, p 207) Como estos ejemplos podría citar muchos más y también actuales.
Los diálogos de psicoanálisis y genero priorizan incorporar la dimensión política de las subjetividades
En los últimos años se ha popularizado el uso de la expresión “psicoanálisis con perspectiva de género” y difundido preguntas tales como ¿Es el psicoanálisis patriarcal, es heteronormativo, es binario? Sucede hoy que muchas personas buscan psicoanalistas con formación en género, diversidad sexual e identitaria. Así también, jóvenes profesionales y no tan jóvenes, del campo “psi” valoran formarse en esta línea, buscan estudiar, supervisar, hacer sus propios análisis con analistas de trayectoria que tengan incorporada esta mirada. Es decir, no se trata solo de popularidad sino que este enfoque logró alcanzar a mucha gente que sufre y que espera ser escuchada sin sesgos de género u orientación sexual. Esta sensibilidad no es en absoluto un fenómeno nuevo tal como podemos ver en los ejemplos citados, sino que se encontraba acotada a ciertos ámbitos, el de especialistas, en la academia y/o en la militancia, y hoy por hoy se expandió, veremos por qué.
¿En qué se basan estas expresiones populares, psicoanálisis con perspectiva de género, psicoanálisis no patriarcal, no heteronormativo? ¿Cuáles son los puntos de partida de las búsquedas de analistas que puedan escuchar con esta especificidad? Se basan entre otras cosas en la articulación del fenómeno social del feminismo (o mejor deberíamos decir de los feminismos) y otros movimientos sociales como el LGBTTTIQ+[3], sus modos de manifestación actual y los diálogos con los psicoanálisis (cabe aquí utilizar el plural).[4] Expresiones que tienen su punto de partida en las transformaciones sociales que interpelan fuertemente al psicoanálisis, y que como analistas no solo estamos en la posición de interpretar las fantasmáticas de quienes nos consultan, sino también de incorporar en nuestra teoría y práctica una relación de no exterioridad de lo social. Es decir, desde el psicoanálisis se ha tomado en consideración lo social, para pensar su naturaleza, sus modos de funcionamiento en sus diferentes manifestaciones, como por ejemplo los fenómenos de masa, la figura del líder, los mecanismos psíquicos puestos en juego allí. Es la aplicación del psicoanálisis, de su modelo explicativo, a un campo en particular que no es el de la clínica, y así sucede con otros temas que se han planteado relevantes a la investigación psicoanalítica. También se ha definido el psicoanálisis mismo desde su origen como profundamente social, en tanto que se adviene humane en relación al Otre, al pasaje por las instituciones sociales, fundamentalmente la familia, aunque no exclusivamente ella. Pero la dimensión histórica social en tanto tal ha quedado en la teoría psicoanalítica en una relación de exterioridad, de mera influencia, en cuanto a la consideración del impacto de esta dimensión en la teoría misma, en especial frente al predominio de lecturas estructuralistas. Motivo por el cual planteamos como centrales los movimientos de deconstrucción desde la tensión singular - social, que viene realizando el enfoque de género.
El movimiento social en las calles, barrios, territorios, dan la fuerza que se requiere para hacer estallar las relaciones de poder asimétricas que hacen parte del padecimiento subjetivo. Esa puja no se resuelve solo con papers y disertaciones desde la academia, sino claramente en las calles e instituciones con distintas estrategias.
En este sentido vale que pensemos los diálogos entre psicoanálisis y género, como establecido entre dos campos disciplinares que llevan escritas unas cuantas páginas por varias décadas. El movimiento social de mujeres, del cual los Estudios de Género son su parte académica, entra en relación al psicoanálisis tempranamente. Es importante tomar nota que este diálogo se inicia con la fundación misma del psicoanálisis por Freud. Inclusive señalar que el movimiento social de mujeres precede al nacimiento del psicoanálisis. Según refiere Badinter (1993) la primera expresión del movimiento social de mujeres en el siglo VII en Europa, está asociada a las “Las Preciosas”, con su apogeo entre 1650 y 1660. Mujeres de Francia e Inglaterra que se orientaron a hacer trastabillar significaciones tradicionales sobre los roles femeninos y masculinos, el matrimonio, el amor y la sexualidad, seguidas por algunos varones que si bien fueron escasos en número tuvieron importante repercusión social. Esta referencia es solo por citar un hecho histórico de relativa magnitud, dentro del contexto y lugar de surgimiento del psicoanálisis. Por lo cual existe feminismo antes que psicoanálisis, y existieron y existirán tantas feministas espontáneas en la historia de la humanidad, como la señalada en el ejemplo inicial de este texto, que tal vez no se reconocen a sí mismas como feministas pero que denuncian y luchan durante sus vidas contra existencias injustas e inequitativas a causa de su género y/o orientación sexual e identitaria. Subjetividades en búsqueda de algunas respuestas posibles a sus padecimientos que se toparon en reiteradas ocasiones con más violencia, incluso desde el campo psi.
No es por casualidad que estos debates de psicoanálisis y género que se vienen dando hace varias décadas tomen mayor difusión ahora que el movimiento feminista adquiere una presencia renovada en lo social
Los estudios de género (estudios feministas, feminismo teórico, denominación según países) se inician como estudios de la mujer, en la década del 60, en un ambiente académico de resistencia (Bellucci, 1992). Con frecuencia podemos notar, incluso en el medio intelectual, una errónea equiparación entre estudios de género y el movimiento social de mujeres, el feminismo popular en sus diferentes corrientes. Los aportes del psicoanálisis en diálogos con los estudios de género tienen una producción compleja y rigurosa, y en este registro se continua trabajando desde la capitalización de la experiencia que se tiene hasta el momento. El movimiento social en las calles, barrios, territorios, dan la fuerza que se requiere para hacer estallar las relaciones de poder asimétricas que hacen parte del padecimiento subjetivo. Esa puja no se resuelve solo con papers y disertaciones desde la academia, sino claramente en las calles e instituciones con distintas estrategias. No puede darse de modo tibio, requiere de acciones más o menos disruptivas, siempre bajo formas no violentas, pero no exentas de malestares. No es por casualidad que estos debates de psicoanálisis y género que se vienen dando hace varias décadas tomen mayor difusión ahora que el movimiento feminista adquiere una presencia renovada en lo social. Se trata de dos espacios diferentes y necesariamente entrelazados, diremos tal vez que sean sororamente entrelazados, cada vez más como una expresión de deseo. El movimiento político de mujeres, de diversidades, necesitan a su vez los argumentos, las producciones del espacio intelectual para seguir avanzando en la conquista de mejores condiciones de vida. Es más, muchas mujeres, psicoanalistas, militantes, circulan alternadamente por esos espacios. Muchas de ellas, elles, que provienen de los barrios y estratos alejados de las esferas centrales de la ciudad, accedimos y acceden hoy a las universidades y espacios de formación justamente por los movimientos de ampliación de derechos sociales, de género, educativos, emprendidos y sostenidos desde diferentes grupos, organizaciones y sectores sociales en los cuales continuamos trabajando. Por lo cual sostenemos que es falso el antagonismo que se plantea como existente entre los espacios militantes y académicos, sin negar por ello las diferencias y los procesos de conflictividad presentes y persistentes.
Pensar los diálogos entre psicoanálisis y género como dados en la intersección de dos disciplinas, nos permite ver aspectos en común y en divergencia. Un punto compartido es que parten del terreno fundamental del sufrimiento humano, el padecimiento de las mujeres, los varones, las disidencias sexuales e identitarias. Otro aspecto para ambos, es que se plantean lecturas críticas del pensamiento heredado, de los saberes tradicionales que tratan de explicar y responder a esos padecimientos subjetivos. En esa línea avanzan en la búsqueda de la superación de los límites del cientificismo, la racionalidad y la objetividad como únicos marcos válidos (Benjamin, 1988)(Flax, 1995). Género y psicoanálisis tienen una propuesta transformadora, se cuestionan el orden social existente y se posicionan allí críticamente. Cuestionan y se comprometen de modo activo en un horizonte de transformación social y/o subjetiva, produciendo distintas herramientas y dispositivos para la intervención.
Asimismo, poseen una profunda diversidad epistemológica, en cuanto a sus objetos de estudio, metodologías y objetivos. Lo cual no impide que el diálogo sea fructífero, muy por el contrario, esta diversidad es vital para mantener vivos ambos discursos y no caer en dogmatismos. Justamente los impensados inherentes a cada disciplina pueden ser señalados con mayor facilidad desde afuera de su propio sistema lógico, desde un discurso otro, por ello es tan importante la desterritorialización en sentido epistémico y político. La transformación, el avance de estos discursos, radica en el contacto con la alteridad. Este es un aporte del psicoanálisis con perspectiva de género, poder pensar la alteridad en su positividad (Fernández, 1993). Existe la tendencia a pensar lo diferente como adverso, negativo, y se trata aquí de darnos cuenta de las oportunidades que brinda la alteridad. Con frecuencia se transmite respecto del psicoanálisis una concepción de totalidad en su funcionamiento, que puede ser un método suficiente en si mismo para lograr su deconstrucción incluso sin salir de sus propios esquemas lógicos. Desde el psicoanálisis con enfoque de género sostenemos que los vectores para su deconstrucción se hallan en el diálogo con otros campos de saber y acción.
Siguiendo estas ideas, es interesante plantearnos la necesidad de no idealizar la alteridad, de no invertir los términos. En relación a aquello que ha sido considerado como “lo otro” y por tanto desjerarquizado, por una inversión de términos luego es considerado superior. Este es un problema al interior de los discursos, del psicoanálisis, del feminismo y de la vida en general. No se trata de plantear desde ya que con la teoría de género se superan todos los impases inherentes al psicoanálisis, o bien que el psicoanálisis se constituye en el mejor de los discursos de modo total, que el psicoanálisis viene al lugar de señalar las verdades al mundo de modo unilateral. Esto que estamos puntuando que sucede a nivel de las disciplinas, es justamente lo que desde la lectura de género señalamos en el campo intersubjetivo. Como las mujeres que han sido ubicadas como lo otro, vulneradas o violentadas en la historia de la humanidad, en el riesgo de este mecanismo de inversión pueden ser consideradas como un género mejor para nuestra cultura, cuando hasta el momento los varones representaban los simbólico y las vías al progreso de la humanidad. No se trata de idealizar al oprimido, a lo otro, a las mujeres, a las disidencias, a los discursos de género. Necesitamos poder ver la complejidad de las problemáticas. Son mecanismos y posiciones que refuerzan los dualismos, los binarismos, que justamente nos orientamos a deconstruir.
En función de avanzar en este pensamiento complejo, podemos señalar a modo de ejemplo algunos aspectos de esa diversidad epistemológica. El psicoanálisis recorta el inconsciente como su objeto y esta es su mayor ruptura respecto de los paradigmas de conocimientos anteriores. La perspectiva de género aborda la dimensión socio-histórica de las subjetividades sexuadas y vuelve a traer a este campo la relación entre historia y estructuras de un modo novedoso. El diálogo existente entre psicoanálisis y género justamente conduce a establecer los puentes entre las formaciones del inconsciente y las formaciones histórico sociales (Fernández, 1994). Acorde a objetos de estudio diferentes, cada una de estas disciplinas ha establecido metodologías específicas, para el psicoanálisis su base es la clínica y la dimensión singularisima, para los estudios de género es la relativa a las ciencias sociales que intenta acercar el enfoque cualitativo de la investigación a los números duros de las estadísticas, para poder hacer aportes propositivos. Aun para dos paradigmas tan diferentes la tendencia es enunciar formulaciones muy específicas al tiempo que generales acerca de lo humano y contribuir a propuestas transformadoras en diferentes niveles de la tensión entre lo micro y macro.
Respecto de los objetivos que se proponen, en revisión de los casos singulares en estudio y los abordajes, podemos ver las coincidencias o los antagonismos en sus orientaciones. Tomemos para pensar el caso de la problemática de la violencia basada en el género. Los objetivos serán diferentes se trate de un espacio clínico, desde el ámbito privado y liberal del ejercicio del oficio de analista, o bien en abordajes desde las instituciones del Estado, desde una intervención comunitaria, con un psicoanálisis ampliado hacia las organizaciones sociales, o bien en la determinación de políticas públicas fundamentales en el tema. La práctica del psicoanálisis en este sentido incorpora marcos normativos y protocolos propio de las profesiones del campo de la Salud Mental, no puede erigirse exclusivamente por sus propios sentidos lógicos, respecto de su posición y teoría, y por exterioridad a todo discurso otro, por ejemplo, en el caso de riesgo de vida o integridad de la salud de las mujeres vulneradas por la violencia. Podríamos decir aquí que no se trata solo de una cuestión normativa (lo cual no es en absoluto una cuestión menor!) sino que a un discurso tan potente como el psicoanalítico no le es pertinente, ni conveniente cerrarse sobre sí mismo. Por lo cual, parte del diálogo entre psicoanálisis y género, implica la incorporación de un enfoque de derechos en el tema.[5]
Las históricas posiciones del diálogo en psicoanálisis y género pueden resumirse de forma esquemática en dos modos opuestos, con matices pero que a los fines de este artículo podemos sintetizar así. Una posición desde un psicoanálisis diremos más hegemónico, ortodoxo, con aún muchos representantes activos, de no diálogo, de rechazo y desconfirmación del campo de género. Es una posición extrema que remite a la histórica actitud por parte de un psicoanálisis que no se reconoce a sí mismo como conservador, pero que ha tendido a leer el fenómeno del feminismo y posteriormente de los estudios de género, como un síntoma meramente neurótico, sin ninguna traza de verdad en sus planteos, demandas y denuncias, desconociendo el impacto que tiene la falta de derechos y condiciones inequitativas de vida en las subjetividades. Esta posición es insostenible en la actualidad, en este escenario de enormes transformaciones de los imaginarios sociales y de marea verde[6], sin quedar como conservadores o como los dinosaurios del psicoanálisis. El rechazo y desconfirmación de lo producido desde el campo de género se recicla, posiblemente, y a riesgo de extinción, es una redefinición estratégica para estos sectores habilitar alguna especie de diálogo, está por verse la autenticidad del mismo. Por lo pronto, algunos de los movimientos de este sector conservador se enfilan a seguir sosteniendo “ustedes no entendieron a Freud, a Lacan”, podemos situar esta tendencia como una más de la cultura patriarcal, el mansplaining[7] de sectores intelectuales dentro del psicoanálisis.
Un segundo enfoque reúne posiciones de diálogo fecundas de muy larga data. Estos recorridos poseen deconstrucciones de la teoría psicoanalítica en sus diferentes escuelas y nuevas propuestas. Existen dos orientaciones del trabajo hecho en este sentido. Uno, el psicoanálisis de orientación francesa en diálogo con el feminismo de la diferencia (Luce Irigaray, Julia Kristeva, Silvia Tubert) y otro, el enfoque que incorpora la categoría género como un concepto que echa luz sobre múltiples dimensiones del psiquismo y la subjetividad, que de otra manera quedan opacas (Nancy Chodorow, Emilce Dio Bleichmar, Jessica Benjamin) la orientación anglosajona, la propuesta intersubjetiva[8]. En este sentido existen hace tiempo diálogos, formulaciones, interrogantes, revisiones de teoría, producciones en nuevas direcciones, que potencian a un psicoanálisis en rigurosidad en su producción, ético en sus intervenciones, sensible a los cambios sociales y las nuevas demandas que ello trae, dispuesto a alojar el padecimiento humano en sus distintas formas de manifestación.
El psicoanálisis se constituye en un instrumento sutil, complejo y de inigualable valor en el campo de la subjetividad, que se ha podido revisar y reconfigurar a sí mismo. Coincidimos con Mitchell (1974) quien ha propuesto en tiempos de confrontación, una visión de acercamiento entre psicoanálisis y feminismo “no podemos permitirnos el lujo de subestimarlo”. Esta autora encuentra que el psicoanálisis es una vía posible de análisis de la sociedad patriarcal. Por ello las feministas desde el inicio se referenciaron a Freud. El enfoque de género actual en psicoanálisis propone otros movimientos a seguir, el de la exploración de los efectos de la sociedad patriarcal en la teoría misma y la producción en nuevas direcciones.
Los diálogos de psicoanálisis y genero priorizan incorporar la dimensión política de las subjetividades, en apertura a lo histórico social. Se trata de un movimiento que va hacia la deconstrucción de las marcas patriarcales en la teoría. Esto nos conduce a otra cuestión, que podamos ver qué sucede en la práctica del psicoanálisis, en los consultorios y en la transmisión que se hace del mismo. Porque no siempre lo deconstruido en la teoría pasa a ser efectivo de forma directa en las prácticas cotidianas del oficio de analista. Como un recaudo de suma importancia, nos planteamos que los aportes del feminismo teórico en esta materia permitan una imprescindible escucha política a la vez que no se traduzcan en militancia en los análisis con nuestros pacientes. Varias generaciones de analistas actuales han obtenido a través del movimiento feminista y el LGBTTTIQ+ instancias de liberación de padecimientos, mandatos y opresiones sociales y subjetivas, por lo cual requieren trabajar los bordes finos entre análisis y militancia, las lógicas pertinentes a cada espacio.
En cuanto a las marcas patriarcales que señalamos, se trata de poder ver cómo el psicoanálisis que ha cuestionado y subvertido el dispositivo de la sexualidad (Foucault, 1977), una vez que se ha instalado culturalmente junto a otros discursos, corre el riesgo de quedar siendo parte de ese mismo dispositivo. Por ejemplo, respecto de la pasivación de las mujeres y el lugar dado a la maternidad. Como el psicoanálisis freudiano ha señalado el lugar patógeno de la moral sexual burguesa y a la vez ha propuesto la maternidad como una vía hacia la normalización de las mujeres. Lo cual se sigue reproduciendo hasta nuestros días, tal como lo muestran las últimas investigaciones de la clínica psicoanalítica en este tema (Reid, 2019). Como ha descentrado la sexualidad del campo de la biología a la vez que no se ha desprendido por completo de la tendencia heteronormativa y binaria. Por lo cual, no hay un solo Freud en Freud.
Una de las críticas actuales al psicoanálisis al igual que a la teoría de género es el binarismo sexual. Las producciones de los discursos posmodernos, posestructurales deconstruccionistas, las teorías posfeministas, los discursos queer, sostienen fuertemente esta crítica (Benjamín, 1993). Interpelan desde otras experiencias vitales, sexualidades y corporalidades y hacen producir al psicoanálisis y genero de otra manera. La categoría género sigue siendo central para nuestro pensamiento, sigue siendo productiva, disruptiva y es necesario cuestionar su oposicionismo binario para continuar intentando superar los impases que se van visibilizando.
La producción de teoría y práctica psicoanalítica con enfoque de género en nuestro país comienza hacia finales de los años 70 (Tajer, 2000, 2019). Esta línea es relevante y sistemática y se distingue en ello de lo que sucede en otros países de la región, por lo cual se está generalizando el empleo de la denominación “Escuela argentina de psicoanálisis y género”[9]. El uso de esta denominación nos permite comenzar a abrir otros vectores de análisis, como la mirada poscolonial en psicoanálisis (Tort, 2016) (Tajer, 2017, 2019), lo cual implica poner en visibilidad dos temas. Primero, al interior del campo del psicoanálisis poseen mayor difusión las producciones eurocentradas en tanto que lo producido en nuestro medio aun siendo novedoso y relevante, posee una difusión más restringida, aún en el contexto local. Es más, ante la realización de un estado del arte coherente, muchas deconstrucciones y producciones de la línea nacional son elaboraciones anteriores a lo producido en el exterior, o trabajos que fueron elaborados en forma simultánea, (tal vez sin contacto entre si, ya que la posibilidad de difusión masiva a nivel global, a través de las tecnologías de comunicación es relativamente reciente, pero insistimos en que no se trata justamente de esa disponibilidad material). La segunda idea, tiene que ver con que la disímil prioridad dada a los discursos provenientes de otras latitudes se relaciona con la aplicación de paradigmas eurocentrados tanto en la teoría como en la práctica del psicoanálisis a realidades y subjetividades locales. Esta es una cuestión que abre a pensar un sin número de confusiones, errores en la apreciación de casos singulares y problemas en la consideración de una dimensión ética.
Una de las claves para poder pensar seriamente un psicoanálisis con enfoque de género, para quienes desean acercarse al tema, es tomar la posta de este diálogo, reconociendo y revisando los puntos que han sido planteados y las preguntas ya habitadas por otres. Planteos que sentaron las bases para un psicoanálisis ya existente, más actual, plural, humano, sensible e inclusivo. Es decir, contamos actualmente con interrogantes y ensayos de respuestas en esta línea, algunas parciales y otras más sistemáticas, y siempre en estado provisional.
Parte de los fundamentos para este necesario estado del arte radica en que uno de los problemas que acontecen en la actualidad es que se formulan preguntas (en notas, papers, artículos, incluso libros!) que ya han sido planteadas y abordadas con solvencia por representantes de este enfoque.
Algunas nuevas producciones del psicoanálisis predominante en nuestro medio, en especial freudolacaniano, se dirigen a abordar problemáticas relacionadas con el género, resonando desde lo que irrumpe masivamente en lo social y no puede ser ya negado, pero se realizan sin entrar en un real diálogo con el campo de los estudios de género y el psicoanálisis de este enfoque. Se trata en general de una articulación desde las propias categorías y en una lectura clínica, a lo sumo y en el mejor de los casos tomando como interlocutores/as algunas producciones de orientación filosófica realizadas en países centrales. Esto es un punto muy básico a tener en cuenta, al interior del medio intelectual y de la construcción de conocimiento en un área. El otro problema que podemos señalar dentro de esta misma lógica, es que se ignora también en qué punto del debate estamos respecto de los temas venideros. Es muy llamativa esta ausencia de trabajo sobre el estado del arte en la materia, en especial desde algunos representantes de las instituciones psicoanalíticas más clásicas, se trata aquí de otro modo de la operatoria de la desconfirmación dentro de este campo de saber/poder.
Podemos preguntarnos ¿Quién se detiene a escuchar, leer, revisar y aun a criticar si no valora ese texto escrito, esa palabra sostenida? Allí hay una cuestión, la de las valorizaciones/ desvalorizaciones de los discursos de otres, que nos preceden, aun dentro del psicoanálisis. Para no caer en la ilusión del autoengendramiento, hay un trabajo de reconocimiento por hacer, para que se pueda habilitar a pensar las divergencias y las tareas que quedan por emprender para las nuevas generaciones de analistas. Cuestionando a quienes fueron referentes para seguir pensando un psicoanálisis complejo, desterritorializado y sensible. Pudiendo entender que no estamos en soledad con estas grandes tareas, que ocasionan momentos angustiantes en tanto conmueven nuestras bases teóricas y prácticas fundamentales, a la vez que resultan en procesos verdaderamente liberadores.
De esta manera podemos plantearnos la posibilidad de establecer una relación de filiación a estos debates, en el sentido específico de insertarse en un universo simbólico que nos antecede. Para decirlo de otra manera, no creer fundar una pregunta o un campo cuando este ya tiene existencia hace largo rato. Se trata en este caso de hacer un trabajo de herencia y escogencia. Y esto es parte de lo que en psicoanálisis no se puede desconocer. ¡Aunque no nos guste esa herencia! Porque como nos propone Derrida (2003) “escoger la herencia es seleccionar, filtrar, interpretar, transformar, no dejar intacto, indemne, no dejar a salvo, reinterpretar, criticar, desplazar, intervenir activamente para que una transformación ocurra, un acontecimiento” (p.12). Y añade “la mejor manera de ser fiel a una herencia es serle infiel, es decidir no recibirla literalmente como una totalidad sino más bien pescarla en falta, captar su momento dogmático”.
La cuestión de una relación simbólica de filiación en un campo de saber no es unidireccional, no se trata solo de una tarea para colegas que se acercan ahora al debate, o para nuevas generaciones de analistas, y mucho menos un mandato, el que deban reconocer a los “popes del área”. Lo que nos transmite un psicoanálisis con enfoque de género, es que se trata de un reconocimiento mutuo (Benjamin, 1988). La posibilidad de quienes llegan, de tomar nota de que ya hay mucho trabajo valioso realizado, que existe un extenso estado del arte. Y para quienes estamos hace más tiempo tratando de habitar, articular y transferir estos desafíos, nos vemos en la oportunidad de reconocer la riqueza que traen otres, de reconocerles, de valorarles las preguntas sobre aquello que damos por sentado y las reflexiones que aportan otras miradas, que pueden con aires nuevos, de modo entusiasta y desprejuiciado acercarnos quienes se interesan ahora en este campo. Es una muy valiosa oportunidad mutua, de reconocimientos en múltiples direcciones, como sujetos activos y productivos. Para seguir pensando y desarmando en esta sintonía, los esquemas que se muestran insuficientes para abordar una realidad sumamente compleja y en continua mutación.
Llegados a este punto, nos interesa de modo fundamental retomar el tema de la formación de analistas en la época actual. Recordemos al respecto las recomendaciones de Freud. En “¿Pueden los legos ejercer el análisis?” (1926) discute sobre esta formación y descarta la necesariedad del discurso médico como único y esencial. En cambio, propone, en primer lugar, el análisis didáctico y la formación específica en lo que él llama una escuela superior psicoanalítica (que no existe aún en su contexto histórico, pero sí las hay múltiples en el nuestro). En segundo lugar, a la psicología de lo profundo que es lo esencial de nuestro campo, debe sumarse una formación amplia en una introducción a la biología, los conocimientos de la vida sexual, los cuadros clínicos de la psiquiatría, y conocimientos de disciplinas otras como historia de la cultura, mitología, psicología de la religión, ciencia de la literatura, agregando que sin una buena orientación en estos campos el analista quedaría inerme frente a una gran parte de su material. Es clara la posición de Freud en este tema, nuestros recursos y herramientas se basan en el diálogo con otros campos. Por lo cual posteriormente a Freud, desde el psicoanálisis se ha avanzado a entrar en contacto con el arte, filosofía, antropología, lingüística, matemáticas, topología, óptica, lógica, entre otras, pero se ha resistido muy fuertemente el diálogo con otras ciencias sociales, en particular con la categoría género. ¿Cual es la razón de esta resistencia?
Según Dio Bleichmar (1992) frente al concepto de género parece repetirse el mismo fenómeno de reacción que experimentó Freud al descubrir la importancia de la sexualidad en la causación de la neurosis. Podemos sostener hoy que la incorporación de la dimensión política de la subjetividades sexuadas sigue siendo resistida pero esta resistencia se resquebraja en su legitimidad.
Si el psicoanálisis nos ha permitido acceder a verdades de otro modo inaccesibles para la mayoría de nosotres, si ha descentrado la razón y el discurso científico para siempre, también nuestro psicoanálisis, el que ejercemos a diario, debe tener la sensibilidad y potencia de escuchar las verdades que nos traen otros discursos, otras experiencias de vida, otras corporalidades. Escuchar para descentrar al psicoanálisis de las categorías lógicas donde reproduce un discurso generizado inherente a la cultura patriarcal. Romper los propios sistemas heredados, para escoger en lo que hoy se mantiene vivo y desechar lo que ya no permite seguir avanzando, escoger para transformarse. Ese es nuestro desafío de cada día. Un psicoanálisis con enfoque de género que se orienta a reconocer el valor de lo excluido, lo abyecto, lo denigrado, en fin… lo otro.
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Alejandra Lo Russo
Licenciada en Psicología. UBA. Psicoanalista. Postítulo de Formación Docente, orientada a la capacitación de profesionales (Ministerio de Salud y Educación) Master en Ciencias Sociales (FLACSO/CEDES). Docente desde 1998, Jefa de Trabajos Prácticos. Cátedra Introducción a los Estudios de Género. Prof. Titular. Dra. Tajer. Facultad de Psicología. UBA. Investigadora Formada del Equipo UBACyT. Coordinadora del Programa de Actualización en Género y Subjetividad, Docente del Curso Virtual Aportes de los Estudios de Género a la Clínica Psicoanalítica. Secretaria de Posgrado. UBA. Supervisora Externa Red de Psicologxs Feministas, desde 2016.
Notas:
[2] Cátedra Introducción a los estudios de Género. Facultad de Psicología. UBA. Mi colega, la Lic. Maria Isabel Barrera.
[3] La comunidad LGBTTTIQ+ representa a personas Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transgénero, Travestis, Transexuales, Intersexuales, Queer.
[4] Consideramos fundamental hablar de psicoanálisis en plural, ya que la definición de un campo de saber no es solo una operatoria epistémica sino política. Circunscribir un territorio de saber dejando por fuera otros, hasta el punto de desconfirmar su existencia como ha sucedido hacia el enfoque de género desde los sectores del psicoanálisis más hegemónico (me refiero aquí a las versiones psicoanalíticas que circulan por las instituciones más tradicionales) implica un acto dogmático, no ingenuo, y con ulteriores intereses. Existen “los psicoanálisis” en plural, aquí proponemos un enfoque abierto a las transformaciones sociales y a su propia deconstrucción. En este texto hablaremos de “psicoanálisis” para referirnos de modo amplio e inclusivo a las diferentes escuelas y en específico según orientación cuando sea necesaria realizar la aclaración.
[5] Señalemos aquí algunas leyes que cambian el paradigma de abordaje respecto de género y diversidad sexual e identitaria, Ley de salud mental, Ley de Protección Integral Para Prevenir, Sancionar, Erradicar la Violencia Contra las Mujeres, Ley de parto humanizado, Ley de identidad de género, matrimonio igualitario, protección integral de personas trans, entre otras
[6] Marea verde refiere a la movilización masiva por el debate del año 2018 por la despenalización del Aborto en Argentina. Se ubica en el contexto de importantes movilizaciones feministas a partir del año 2015, cuando se inicia la acción por el primer “Ni Una Menos”, contra los femicidios y violencia machista, que luego se extendió globalmente a muchos otros países.
[7] Mansplaining es un término basado en la composición de las palabras man (hombre) y explaining (explicar) refiere a la acción de explicar algo a alguien, especialmente un varón a una mujer, de forma paternalista. Es una acción que incluye la subestimación de las capacidades de la otra persona, ya que no se reconoce que la persona que está recibiendo la explicación puede saber tanto o más sobre el tema que la persona que lo está explicando.
[8] Resulta difícil ubicar autoras tan productivas en dos únicas líneas teóricas u orientaciones, y se podría cuestionar la demarcación que proponemos, pero no es el fin de este artículo trabajar al detalle esas diferencias entre autoras sino dar unas claves generales.
[9] Eva Giberti, Ana María Fernández, Mabel Burín, Irene Meler, Martha Rosenberg, Débora Tajer, Juan Carlos Volnovich, Facundo Blestcher, Irene Fridman.