En las intersecciones de las calles 512 y 175 de Melchor Romero -a pocos kms. de la ciudad de La Plata- se alza un puente, verde enrejado, que une las áreas que conforman al Hospital Dr. Alejandro Korn: el sector general y el neuropsiquiátrico. Este último, presidido por la directora asociada de psiquiatría Cecilia López Santi, coordina 22 salas, de hombres y mujeres, conectadas por largos caminos de tierra, bordeados de viejos eucaliptus. Durante el día, los 1200 pacientes deambulan por el campo seco intentando pasar un día más de su larga estadía en el manicomio: la falta de actividades les produce sedentarismo permanente, lo cual hace que fumar sea su único pasatiempo y el cigarrillo su mejor compañero.
A pesar de ser un espacio dedicado al cuidado de la salud, el hospicio gasta más tiempo y dinero en fomentar este vicio que en tratarlo: compra cigarrillos de la suma del presupuesto anual que recibe del Ministerio de Salud. La última partida del 2010 fue de un total de 36.000 pesos, equivalente a 200.000 cigarrillos, que cubrieron los meses de julio a diciembre. La marca elegida fue Rodeo y la operación se concretó, no por licitación como la mayoría de los insumos que se adquieren, sino de forma directa.
El jefe de las salas de subagudos “Dr. Alejandro Korn” e “Ingenieros”, Néstor Di Carlo, reconoció que “es cierto que en un lugar donde se supone que debiéramos tratar las adicciones comprar un cigarrillo es contradictorio. Pero están encerrados, qué hacen además de fumar, tomar mate y charlar con sus compañeros… nada. El hábito se va formando cada vez más y más”. En este sentido, el integrante de la Asociación Argentina de Psiquiatría (AAP) y diplomado en Salud Mental, Dr. Carlos David Silva, aseguró que “el no ofrecer alternativas a esta adicción es excluir a una población especialmente vulnerable orgánica y socialmente a su derecho a la salud y a sus cuidados elementales, siendo que la población que padece trastornos mentales severos tiene mayor morbi mortalidad que el resto de la sociedad”.
Desde 1995, el hospital Dr. Alejandro Korn expende cigarrillos a los pacientes, a pesar de que la ley provincial 11.241, vigente desde un año antes, no lo permite. En su artículo 1º establece que “queda prohibido en todo el territorio de la Provincia de Buenos Aires, fumar y expender cigarrillos y demás productos derivados del tabaco, en los efectores de Salud del Sub-Sector Público, en áreas destinadas a prácticas o acciones del fomento, protección, recuperación y rehabilitación de la salud”.
Sin embargo, es evidente que quienes participan en el proceso de la aprobación de las órdenes de compra de cigarrillos, que realiza el hospital Dr. Alejandro Korn, parecen desconocer la normativa.
Entre los pedidos de halopidol, sábanas y elementos de higiene personal, que llegan al sector de Almacén y Depósitos, figura el tabaco para los pacientes, requerido por los trabajadores de las salas. Luego, desde la Dirección General se firma la primera autorización, pues es el Director quien decide si va a efectuarse o no la compra. De ser así, el Director Administrativo, encargado de manejar y autorizar los fondos, da el visto bueno. Una vez que el expediente está caratulado, es enviado al área de compras donde, en caso de licitación se lleva a cabo el llamado, y de ser directa, se contacta al proveedor, para después volcar la información por sistema informático y que, por último, la Dirección General de Administración del Ministerio de Salud constate los datos para establecer si es viable o no la operación.
Escasez, falta, carencia, ausencia son palabras que resuenan a lo largo y a lo ancho de toda la institución: no hay personal que realice las tareas que les competen ni hay presupuesto para un programa de actividades, no existen políticas de externación que permitan la desmanicomialización, los pacientes no poseen vestimenta adecuada y es notoria la falta de mantenimiento de las instalaciones. Pero lo que sí sobra en el neuropsiquiátrico “Dr. Alejandro Korn” son los cigarrillos y las ansias de fumar.
Tabaco y trastornos mentales: ¿dos términos indisociables?
La carencia en materia de políticas institucionales, tanto para tratar el tabaquismo como para crear espacios de esparcimiento y aprendizaje para los pacientes, se debe a la naturalización de la conducta adictiva que lleva a considerar que las personas internadas no pueden prescindir del tabaco, o al menos así lo creen quienes trabajan a diario en el hospital Alejandro Korn. “El hábito de fumar está vinculado con la institucionalización. El enfermo mental, y sobre todo internado, está limitado en su capacidad para tener elementos que le permitan reconocer el consumo de tabaco como una enfermedad”, afirmó Cecilia López Santi, directora asociada de psiquiatría del Korn.
Al respecto, la Dra. Nancy Ordozgoiti, jefa de la sala de subagudos “Ingenieros”, consideró que “es positivo que se crea que se pueda dejar pero no hay que desconocer que los receptores de dopamina, que son los afectados en los pacientes psicóticos, tienen selectividad por la nicotina. No es para ellos tan fácil dejar el cigarrillo”.
En la misma línea, la Directora Asociada de Psiquiatría, agregó que el no fumar “es una pauta más que pueden cumplirla si es que están en un lugar donde se demande que cumplan eso. Dentro del hospital, en una sala no se les pide nada. Más que pedirle, no se espera. No se espera que estén limpios, que estén arreglados, que se bañen, que se laven las manos si las tienen sucias, que cumplan la dieta. Pero todo eso sí se espera en los centros de rehabilitación. Por eso ahí se da y en el otro no”.
Sin embargo, esta no es la única perspectiva respecto del tabaquismo y las personas con trastornos mentales. Hay quienes sostienen que el enfermo mental no es más propenso al cigarrillo, sino que lo es aquella persona que no tiene ningún tipo de actividad, de proyecto de vida ya que son las condiciones ambientales las que vuelven a una persona más propicia a una adicción.
El estudio español Consumo de tabaco y patología psiquiátrica establece que en quienes padecen trastornos mentales la probabilidad de dependencia tabáquica es mayor, existiendo una relación directamente proporcional entre la intensidad de la clínica psiquiátrica y la gravedad de la dependencia. Además, informa que el consumo de tabaco puede poseer algunas características diferenciales en tal población; sin embargo, en general responden a las mismas intervenciones que son útiles para el resto de la sociedad, pudiendo requerir que éstas sean más intensivas.
Por su parte, el Dr. Pedro Damián Gargoloff, residente de psiquiatría del hospital, contrarresta la postura institucional al afirmar que “si bien es muy difícil lograr el cambio de hábito en pacientes psiquiátricos con enfermedades severas, hay algunos programas que han demostrado que se puede, pasa que se necesita mucho recurso y logística, pero poder se puede. Los datos hablan que se puede”. Asimismo, el Dr. Carlos O. Margot, delegado de la AAP en La Plata, no duda que “¿por qué el paciente fuma?, porque no tiene nada que hacer: si lo ocupamos va a fumar menos. De ninguna manera fuma porque está internado, fuma porque no tiene nada que hacer y en ese caso le tenemos que dar una tarea: pintar, jugar al fútbol, aprender un trabajo de carpintería”. Entre las hojas ocres que cubren el césped, miles de colillas, esparcidas por todo el predio, pasan desapercibidas. Basta con cruzar la garita del guardia, para ver a los pacientes, sin distinción de edad ni sexo, fumar un cigarrillo tras otro. Paquetes de Rodeo y Baltimore -de $1,75- sobresalen de los bolsillos y, ya vacíos, están tirados por el suelo. La adicción a la nicotina se hace evidente, además, porque tanto la dentadura como las uñas de los internos están teñidas de un color amarillento.
Como afirmó uno de los miembros del hospital Korn, es contradictorio fomentar un vicio en un sitio creado para la atención de la salud, sumado a que cuenta con una sala específica para el tratamiento de adicciones en la cual el tabaquismo no es contemplado como una de ellas. Queda al descubierto que para este nosocomio la dependencia del tabaco para “loco” tiene que ver con su condición y no con una enfermedad, sin atender a aquéllos que sostienen que con un programa adecuado sería posible un hospital libre de humo.
Celina Villarreal y Melisa Marchese,
Estudiantes de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata
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