La acción efectiva del trauma psíquico del acoso o abuso sexual y la seducción perversa ha sido ampliamente estudiada en el campo del psicoanálisis. Tempranamente Sigmund Freud en sus estudios sobre el papel de la herencia y la sexualidad en la etiología de la neurosis (1896) comentó que la seducción adulta puede tener consecuencias negativas en el normal desarrollo de la sexualidad infantil, hasta el punto de desembocar en neurosis histéricas, obsesivas y psicosis. Aún más, en desarrollos posteriores, el mismo Freud sostiene que ni siquiera es necesario que ocurra un evento fáctico de transgresión sexual para que se presente una afección psicopatológica. Basta una teorización imaginaria del niño realizada sobre su sexualidad y la de los adultos para que aquella actúe como desencadenante de las más profundas decepciones y desencantos con la sexualidad posterior.
Las situaciones de acoso sexual en el trabajo se afincan en tácticas de dominación y sojuzgamiento que se promueven en la organización del trabajo y que implican la violencia y el hostigamiento por motivos de género y que terminan por desarticular y menoscabar la integridad de las trabajadoras
Tanto en la traumatización fáctica -como en el caso del acoso o abuso sexual- como en la imaginaria -con el drama del Edipo- en ocasiones solo se puede comprender lo traumático o la vivencia lesional a posteriori (Nachträglichkeit), momento temporal donde la experiencia abusiva o imaginaria encuentra los caminos anímicos para irradiar todo su potencial desarticulador del psiquismo con una fuerza y representación que solo logró ser demorada o reprimida.
En materia de las situaciones de traumatización fáctica sexual, que es lo que preocupa mayormente en este escrito, aquellas tienen un correlato nosológico diferenciado que debe ser descrito para comprender la acción efectiva del trauma en la vida psíquica.
Respecto a la traumatización por acoso sexual en trabajadoras, a los clínicos y las clínicas del trabajo les interesa analizar, comprender e intervenir en el impacto o malestar subjetivo de la violencia sexual que experimentan las mujeres en sus trabajos; además de promover medidas que permitan proyectar su erradicación.
Es que los clínicos y las clínicas del trabajo comprenden que las situaciones de acoso sexual en el trabajo se afincan en tácticas de dominación y sojuzgamiento que se promueven en la organización del trabajo y que implican la violencia y el hostigamiento por motivos de género (harassment gender in workplace o assédio de gênero) y que terminan por desarticular y menoscabar la integridad de las trabajadoras. En un pasaje de la obra Los Lazos de amor: psicoanálisis, feminismo y el problema de la dominación (1998) la célebre psicoanalista y feminista norteamericana Jessica Benjamin sostiene que el hombre que realiza una acción violenta hacia la mujer elige la ruta de reafirmación de su poder creyendo que ella no existe, que es más débil o amenazante que él y que, por tanto, la debe objetivar como una cosa adscrita a su control y castigo masculino. Todo este fenómeno de deshumanización femenina en el trabajo no siempre logra ser pesquisado en procesos investigativos y judiciales. Las trabajadoras terminan enfrentándose a la crudeza y desidia del entramado judicial que tiende a dejar en la impunidad o a negar la legitimidad de sus denuncias.
En ese escenario, los clínicos y las clínicas del trabajo consideran que las vivencias de acoso y abuso sexual en el trabajo asumen en gran medida un criterio de realidad fáctica, esto es, que efectivamente ocurrieron y fueron significados como tal por las trabajadoras que lo padecieron y denunciaron, más allá si la investigación judicial pudo comprobar o no su emergencia. Las declaraciones de acoso sexual y hostigamiento de género merecen un lugar en el abordaje clínico y en las actividades que se realicen en las instituciones para la promoción de la erradicación de la violencia sexual.
Las palabras, quejas y sufrimiento de las trabajadoras víctimas de este tipo de violencia en el trabajo son consideradas en la clínica del trabajo como parte de un “relato honesto” (Valverde, Ruiz, Llor, 2013) y que cumplen criterios de credibilidad y validez discursiva al apartarse de la fabulación y la mentira.
Las trabajadoras terminan enfrentándose a la crudeza y desidia del entramado judicial que tiende a dejar en la impunidad o a negar la legitimidad de sus denuncias
A pesar que las investigaciones sobre validez y credibilidad de relatos de acoso o abuso sexual en mujeres adultas son escasas (Maffioletti y Huerta, 2004), más aún lo son los estudios de aquellas vivencias en el contexto laboral, otros estudios tienden a prestar fuerza a la credibilidad y la validez al relato honesto entregado por las mujeres trabajadoras que denuncian o declaran experimentar o haber experimentado ese tipo de violencia. En una publicación realizada el año 2017 por el Centro Regional de Derechos humanos y justicia de género “Humanas” respecto a la percepción de las mujeres sobre su situación y condiciones de vida en Chile 2017, el 88, 2% de las participantes señaló sentirse mayormente discriminadas en su trabajo y que la discriminación les causaba al 71,7% de ellas un malestar cotidiano significativo. La percepción sobre el aumento de la violencia hacia ellas se elevó al 77.4%, mientras que un 88.9% de las participantes declaró haber vivido algún tipo de acoso sexual, lo que pudiera explicar su percepción desfavorable sobre la reducción de la violencia hacia la mujer en el País. Por otro lado, los indicadores reportados por la Dirección Nacional del Trabajo (DT) sobre las cifras de denuncia de acoso sexual en el trabajo han ido en incremento desde el año 2016, ubicándose en la actualidad en una cifra cercana al 300% (La Nación, 2018)
Las estadísticas muestran el gris panorama que sortean las mujeres y que algunas orientaciones teóricas y técnicas porfiadamente intentan disimular o negar. Cobra en este contexto mayor seriedad que los clínicos y las clínicas del trabajo asuman que los relatos aportados por las mujeres víctimas de acoso y abuso sexual, al momento de develar la situación y en su proceso terapéutico, son mayormente honestos y ciertos. En la clínica del trabajo pierden fuerza aquellas creencias que sugieren que las mujeres que denuncian acoso sexual buscan engañar al clínico del trabajo o perjudicar al entorno laboral. Lo que en realidad buscan las mujeres es terminar con su vivencia de sufrimiento y malestar a causa de la experiencia de violencia y hostigamiento sexual. Están hastiadas de soportar los efectos desagradables de una organización del trabajo que promueve y facilita su traumatización sexual.
La clínica del trabajo enseña que en algunos casos de acoso o abuso sexual en el trabajo los efectos de la traumatización pueden presentarse desbordantes y/o silentes
La clínica del trabajo enseña que en algunos casos de acoso o abuso sexual en el trabajo los efectos de la traumatización pueden presentarse desbordantes y/o silentes.
Entendemos en nuestro grupo por efectos desbordantes a las respuestas al estrés agudo y su correspondencia con toda una serie de irrupciones vegetativas y psicosomáticas que denuncian la presencia de un malestar que desborda la capacidad del aparato psíquico. Este es el caso de los conocidos ataques de pánico.
Las reacciones silentes no necesariamente implican una irrupción que desborda al aparato psíquico, sino más bien que refuerza un pacto de tolerancia y de normalidad en el sufrimiento (Dejours, 2009). Existe una transacción entre el sufrimiento y la búsqueda de la normalidad. En muchos casos, se tiende a ocultar el dolor en beneficio de aparentar normalidad. Tales son los casos de las afecciones psicosomáticas y los conocidos Trastornos por estrés post-traumáticos. Toda la serie de reacciones quid pro quo se ubica bajo la denominación de lo que nuestro grupo ha definido como el “malestar mudo”, que corresponde a un sufrimiento que se siente, pero que se reniega, hasta al punto que se le obstruye el acceso a la palabra.
Por lo visto anteriormente, tanto los efectos desbordantes y silentes de las experiencias de traumatización en lo sexual tienen consecuencias negativas en la vida anímica de las mujeres trabajadoras. En las situaciones de traumatización sexual en el trabajo las consecuencias pueden observarse en inhibición del deseo sexual, desvalorización personal, interrupción de la menstruación, anorgasmia, disminución de la motivación laboral, aumento de las sensaciones de persecución, fobias e inclusive episodios de micro-psicosis, trastornos del sueño, ideaciones suicidas, interés en terminar anticipadamente el contrato de trabajo, miedo a retomar las funciones de trabajo, dolores somáticos como cefaleas, síndrome del colon irritable, agotamiento crónico, entre otros.
Desde la clínica del trabajo resulta necesario procurar los respaldos atingentes a las mujeres que han sido afectadas por el acoso sexual en sus trabajos, sean estas dolencias desbordantes o silentes.
En el primer caso, la labor de los clínicos y las clínicas del trabajo se deben enfocar en la prestación de Auxilios Psicológicos Contingentes -orientados a las necesidades de apoyo, guía y contención inmediata de las mujeres sufrientes-, mientras que en el segundo caso la labor debe orientarse a la producción narrativa y la representación del malestar y su denuncia -orientadas a vencer el malestar mudo y subjetivar la acción defensiva de las víctimas hacia la denuncia y la interrupción de la violencia-.
Aquella actuación bivariada en los casos de acoso sexual en el trabajo, permite que los clínicos y las clínicas del trabajo ayuden a dirigir la potencia de la vivencia traumática hacia los caminos anímicos y de interacción social que les faciliten a las mujeres victimizadas irradiar toda su fuerza en la representación de la experiencia -pasar del silencio tortuoso a una especie de malestar declarado- y terminen por articular acciones que tiendan a la erradicación del acoso sexual en sus trabajos. En esa tarea la clínica del trabajo debe fomentar la acción solidaria de sus compañeras y compañeros de trabajo en beneficio de la protección y el cuidado; velando porque las consecuencias del acoso sexual que sufren individualmente las mujeres se resuelvan colectivamente. Las acciones preventivas del colectivo de trabajores y trabajadoras pueden evitar que se cronifiquen y naturalicen estas prácticas de violencia laboral.
Referencias
Centro Regional de Derechos humanos y justicia de género “Humanas” (2017), “Percepciones de las Mujeres sobre su situación y condiciones de vida en Chile 2017. Duodécima encuesta nacional”, pp. 1-63.
Benjamin, J (1998), Los lazos de amor. Psicoanálisis, feminismo y el problema de la dominación, Buenos Aires, Paidós.
Dejours, C (2009), Trabajo y sufrimiento. Cuando la injusticia se hace banal, Modus Laborandi.
Freud, S (1896), “La herencia y la etiología de las neurosis” en Obras completas, Vol. III, Buenos Aires, Amorrortu.
Diario La Nación (2018), “Dirección del trabajo: aumentan denuncias de acoso sexual y laboral”, Santiago, Chile.
Valverde, M; Ruiz, J; Llor, B (2013), “Valoración de la credibilidad del testimonio: Aplicación del modelo Reality Monetering”, Rev. Internacional de Psicología, Vol.12, N° 2, pp. 1-29.
Maffioletti, F; Huerta, S (2004), “Aportes a la evaluación pericial de víctimas en delitos sexuales”, Rev. Unidad especializada en delitos sexuales y violentos N° 43, Santiago, pp.169-186.