Mientras la sociedad empezaba a sentir los efectos de una política económica que disminuía su nivel de vida, la clase media se sentía desalojada de un espacio de ascenso social como era la Universidad. La idea “cientificista” - como se la denominaba en esa época- dejaba paso a un cuestionamiento de las teorías hegemónicas como el funcionalismo sociológico, el conductismo y el psicoanálisis kleiniano. Fue la época en que se organizaron grupos de estudio privados, ante el vaciamiento de la Universidad, que introdujeron los debates que llevaban adelante Althusser, Levy Strauss, Lacan y Foucault en Francia. También se conocieron las experiencias de la antipsiquiatría que realizaban F. Basaglia en Italia y R. Laing y D. Cooper en Inglaterra. Así como, el pensamiento psiquiátrico sobre Comunidades Terapéuticas de Maxwell Jones, E. Goffman en EEUU y F. Fanon en Argelia. El libro “El miedo a la libertad” de E. Fromm fue un Best Sellers de esos años. Los intelectuales se encontraban influidos por la ideas de libertad y justicia social de los primeros años de la Revolución Cubana, las grandes manifestaciones pacifistas en EEUU contra la guerra de Vietnam y el Mayo Francés de 1968.
En el “campo de la Salud Mental” la burocracia sanitarista en el Instituto Nacional de Salud Mental consintió el Plan de Mauricio Goldenberg para la Capital Federal que proponía la formación de servicios de Psicopatología en los hospitales generales y Centros de Salud Mental. Además, no impidió la creación de Comunidades Terapéuticas en los hospitales psiquiátricos. Obviamente, esta política se llevaba a cabo mientras se favorecían a las clínicas privadas y se mantenían los manicomios. Pero esta situación llevó a que se realicen experiencias de Comunidades Terapéuticas y Centros Comunitarios que fueron más allá de lo que la dictadura permitía.
En este clima político se sucedieron permanentes huelgas y manifestaciones en todo el país, que fueron violentamente reprimidas con muertos, heridos y centenares de detenidos. El 29 de mayo de 1969 se realizó un paro activo en la ciudad de Córdoba que tuvo como consecuencia una rebelión de los obreros y estudiantes con el apoyo de los sectores medios. Estos lograron controlar la ciudad hasta el otro día, en que debió intervenir el ejercito[1]. Aunque provocado, el Cordobazo había sorprendido a todo el mundo: nadie lo esperaba. Era el principio del fin de la dictadura de Onganía. Comenzaba un mito. El Mayo del 68 en Francia había tenido su replica en Córdoba. De esta manera se inauguró un nuevo período en la luchas sociales y políticas al crearse las organizaciones de base y clasistas. Las formas en que se metaforiza el Cordobazo dependerán de la interpretación política que se realice. Su importancia se debe a la carga simbólica de un acontecimiento que llevó a crear un imaginario donde era posible la transformación de la sociedad. La idea dominante iba a ser que la política era la fuerza que daba sentido a cualquier práctica.
El Cordobazo marcó un antes y un después en la salud mental. A partir de ese momento se transformaron las luchas ideológicas y teóricas. La política tomó el centro de la escena. Fue el fin de una época y el comienzo de otra.
La implicación de los llamados “Trabajadores de Salud Mental” cambió cualitativamente a partir de ese hecho. Pensamos que esa denominación (TSM), fue uno de los emergentes de los sucesos de mayo del 69. El identificarse como parte de los trabajadores, más que como profesionales de la salud mental. El “ser trabajadores” permitió pensar en que el cambio social y político eran posibles. Y la pregunta de los TSM era ¿se apoyarán los cambios o se irá contra ellos?. De esta manera se acrecentaron las reflexiones sobre la sociedad, la política, violencia, agresión, etc.
Los TSM siguieron con atención y una implicación pública, impensable previamente a los acontecimientos de mayo. Por ejemplo la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires (APBA) y la Federación Argentina de Psiquiatras (FAP) tomaron medidas activas en relación a los acontecimientos políticos.
En la APA, “El cordobazo” tuvo consecuencias duraderas. Para ese momento –como planteamos anteriormente- la institución atravesaba una crisis de crecimiento por el aumento considerable y constante de sus miembros. Comenzaba el debate acerca de la estructura interna de la Asociación, y sus relaciones con el “afuera” del consultorio. Pero en este momento lo social y lo político tomaron una presencia insospechada en relación a los años anteriores. Se publicó la primera solicitada y, en cierto sentido, algo cambió al decir de una de sus fundadoras, Marie Langer: “En ese entonces el Instituto de Psicoanálisis se adhirió a la huelga general, declarada contra la represión violenta de obreros y estudiantes, y Jorge Mom, como presidente de la Asociación, hizo pública nuestra protesta. Desde entonces un número significativo de analistas aborda el tema social abiertamente y de una nueva manera”.[2]
Ante la creciente represión realizada por la dictadura, en la que mueren varios estudiantes de diferentes lugares del país, la APA realizó su única “huelga” y publicó una declaración de repudio a la represión desatada por la dictadura que aparece en diferentes diarios del país.[3]
Mientras la Confederación General de los Trabajadores (CGT) realizaba una huelga general la APA decretó un día de duelo en la institución por los estudiantes asesinados. Además recomendó que los analistas realizaran un paro en sus propios consultorios. Este consistía en que el terapeuta esperaba a sus pacientes en su consultorio y le explicaba las causas por las que no atendía. Sin embargo no todos realizaron la huelga.[4] Esta inédita medida fue producto de un debate interno en el que un grupo de analistas sostenían la implicación del psicoanálisis en la problemática social y política. Este no era un grupo homogéneo, ya que participan de diferentes pertenencias institucionales, teóricas y políticas.
A fines de julio de ese mismo año se celebró el Congreso Internacional de la IPA en Roma. Los analistas Armando Bauleo y Hernán Kesselman adhirieron, como miembros fundadores, en el grupo Plataforma Internacional, el cual realizó un “Paracongreso” que cuestionaba la política oficial de la IPA no solo en relación a la formación de los analistas, sino también en cuanto a la necesidad de un compromiso con la luchas que se realizaban en diferentes países del mundo. No puede desligarse este hecho del clima comprometido surgido en Europa a partir del Mayo Francés de 1968. Marie Langer diría años después: “El Congreso estaba cargado con todo el clima del 68; para nosotros, los argentinos, no sólo estaba lo que sabíamos del 68 en el mundo: llevábamos con nosotros el cordobazo junto con la perplejidad frente al asesinato de Vandor, líder sindical dispuesto a pactar con los militares, ocurrido apenas un mes antes, en desafío abierto al gobierno militar”[5].
De esta manera a partir de la iniciativa de A. Bauleo y H. Kesselman se formó la filial argentina del Grupo Plataforma con 11 analista de la APA. La situación social y política en el país tenía diferentes perspectivas en el interior de la institución. Por ello se convocó a una Jornada interna que se realizó el sábado 20 de setiembre. Su título: “Violencia y Agresión”. Este era el tema propuesto para el 8° Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis que se iba a realizar a fines de 1970 en Porto Alegre, Brasil.
En el debate apareció una nueva divisoria de aguas entre los miembros de la institución. Para un grupo se trataba de pensar lo social y lo político dentro del psicoanálisis y de la institución psicoanalítica. Para el otro grupo, se imponía considerar la dimensión política y social de los psicoanalistas.
El presidente Jorge Mom abrió la jornada con un discurso de conciliación de ambos grupos. Proponía pensar la violencia y la agresión desde el psicoanálisis, pero a la vez insinuaba una autocrítica de la actitud “neutral” de la APA a lo largo de su historia. Luego se reunieron en pequeños grupos operativos para discutir la temática. Las ideas surgidas en cada Ateneo mostraron la creciente y agresiva discusión entre ambos sectores de la institución. Psicoanalistas pensando desde esquemas psicoanalíticos lo social, enfrentados a quienes comenzaban a incluir lo social y lo político dentro del psicoanálisis. La supuesta neutralidad del analista como “pantalla de la proyecciones” del paciente, y sin compromiso social estaba en jaque. En uno de los grupos se dijo: “¿No ocurrirá que la “desideologización” que se considera paradigma de no-prejuicio del analista es al final de cuentas una ideología al servicio del no-cambio? Se corre el riesgo de extrapolar y pretender que el psicoanálisis explique todos los fenómenos sociales”. El nuevo grupo Plataforma era el que llevaba la voz cantante de la inclusión de lo social dentro del psicoanálisis.
En noviembre de 1969, Gilou García Reinoso presentó en la APA su trabajo: “¿Violencia y Agresión? o bien ¿Violencia y Represión?”, surgido a partir de la candente temática de la violencia y de cómo incluir lo social en el psicoanálisis. El extenso trabajo abordaba la pregunta: “¿De qué manera abordo, incluyo, pienso, conceptualizo, la violencia y la agresión en mis teorías, en mi práctica?”. Revisó las teorías primero, y cerró el trabajo con un material de un grupo terapéutico, en el cual se mostraban las reacciones ante una sesión en un día de huelga posterior a “El Cordobazo”, en la que la analista igualmente atendió.
Se avecinaba el Congreso, y para muchos analistas el tema del Congreso en Brasil, en octubre de 1970, fue decisivo en los hechos que sucederían. Lo que pasó es que para no molestar a la dictadura instalada en Brasil desde 1964, se había cambiado el tema de “Violencia y Agresión” por “Corrientes actuales en el pensamiento psicoanalítico”.
La versión de los hechos que aparece en Cuestionamos 2 dice [6] que la APA se opuso a este cambio de tema, y que concurrió con un relato oficial con el mismo título que el tema del congreso, pero en él sus autores cuestionaban un psicoanálisis “adaptativo” o “asimilado” al sistema social.[7]
En cambio, Gilou García Reinoso recordó que la APA no se opuso al cambio de tema, y sostiene: “Para mí empezó todo en el momento en que había ese Congreso en Brasil. Un congreso cuyo tema original era Violencia y Agresión, que era un tema muy kleiniano. Entonces los brasileños mandaron decir que no había condiciones políticas para tratar ese tema por la dictadura. Empezaron a dividirse las aguas en la APA, porque Diego García Reinoso y Eduardo Pavlovsky, tomaron la voz cantante para decir que si no había condiciones para hacer ese tema en Brasil, había que cambiar de lugar. Y la mayoría dijo que había que cambiar de tema. Y ahí ya fue una cosa muy pesada. .... nos indignó. Teníamos la sensación que la ética se había ido al carajo.”[8]
Más allá de las diferencias en las versiones, la APA siempre había tratado de guardar una aparente neutralidad, no sólo frente a los pacientes, sino en la sociedad. Neutralidad que rozaba la complacencia con el sistema. Esto había sido puesto a prueba con el Cordobazo. La solicitada y la huelga habían ido demasiado lejos para una institución que, durante toda su historia bajo estas categorías analíticas siempre cuidó de sí misma. Pero había algunos analistas que ya no acordaban defender a “la gran familia” por sobre todas las cosas.
Luego de estos y otros hechos los grupos Plataforma y Documento dejarían la APA. Se publicarían los dos tomos de “Cuestionamos”. Las enseñanzas de Lacan se expanderían. La política sería protagonista. Se dividirían diferentes grupos con oposiciones insalvables. La violencia se expandería año a año. La década del 70 estaría con todo su fuego.
Pero esa ya es otra historia...
[1] Uno de los dirigentes sindicales cordobeses más importantes de esa época fue Agustín Tosco. Este relató a los periodistas los hechos que se fueron sucediendo en esa jornada: “El comercio cierra sus puertas y las calles se van llenando de gente. Corre la noticia de la muerte de un compañero, era Máximo Mena del sindicato de Mecánico. Se produce el estallido popular, la rebeldía contra tantas injusticias, contra los asesinatos, contra los atropellos. La policía retrocede. Nadie controla la situación. Es el pueblo. Son las bases sindicales y estudiantiles que luchaban enardecidos. Todos ayudan. El apoyo total de toda la población se da tanto en el centro como en los barrios...El saldo de la batalla de Córdoba –El Cordobazo- es trágico. Decenas de muertos. Cientos de heridos. Pero la dignidad y el coraje de un pueblo florecen y marcan una página en la historia argentina y latinoamericana que no se borrará jamás.” Tosco. Escritos y discursos, selección de trabajos por Lannot, Jorge, O; Amantea, Adriana y Sguiglia, Eduardo, editorial Contrapunto, Buenos Aires, 1988.
[2] Memoria, historia y dialogo psicoanalítico, Folios editores, Buenos aires, 1984.
[3] “Frente a los hechos que enlutan al país, la Asociación Psicoanalítica Argentina, institución científica cuya tarea fundamental es el esclarecimiento de las motivaciones de la conducta humana, asume la responsabilidad de alertar a los poderes públicos ante el gravísimo peligro que entraña la incomprensión de la situación actual.
Es preciso comprender que los movimientos juveniles siempre expresan necesidades y anhelos que importa atender y respetar.
La juventud que es nuestra prolongación y trascendencia requiere, para su desarrollo individual y colectivo, las condiciones óptimas de libertad y dignidad humana.
La represión violenta e indiscriminada que ya ha costado vidas, tiende a crear condiciones irreversibles de desorganización y caos que pueden servir de pretexto para mayores excesos de poder. En estas condiciones la fuerza anula las potencialidades del país y se torna autodestructiva” 28 de mayo de 1969, Presidente, Dr. Jorge M. Mom.
[3] Memoria, historia y dialogo psicoanalítico, Folios editores, Buenos Aires, 1984.
[4] Algunos analistas que participaron de la misma recuerdan: “Muchos de los que no hicimos la huelga nos apañábamos en no perturbar el encuadre analítico. Pero en realidad creo que era por el temor que teníamos a mostrar una ideología con los pacientes, como si esto pudiera evitarse. En ese momento éramos muy sometidos a nuestros propios analistas didactas. La solicitada fue firmada por la Comisión Directiva. Creo que nuestros analista didácticos nos metieron su propia ideología en esto.” relata Sofía Bekman. Por otro lado Juan Carlos Volnovich nos dice: “Lo de la huelga fue un disparate total: ¡una huelga en el consultorio privado!. Se obedeció de acuerdo al analista didacta de cada uno. Era una medida medio loca pero si tu analista y tu supervisor adherían vos también. Pese a ser una época de mayor implicación de los psicoanalistas, tengo la impresión que todo llegaba muy atenuado a la APA”. Entrevistas realizadas por los autores.
[5] Idem cita 20
[6] “En el terreno de la producción científica nuevos acontecimientos enmarcaban y permitían retomar el proceso desde otro ángulo. En octubre de 1970 había sido convocado en Porto Alegre el 8º Congreso Psicoanalítico Latinoamericano. El tema original ‘Violencia y Agresión’ fue cambiado, por decisión de la mayoría de las Asociaciones concurrentes, por el menos urticante de ‘Corrientes actuales en el pensamiento psicoanalítico, con el voto en contra de la Asociación Psicoanalítica Argentina(subrayado nuestro). Las cúpulas de las asociaciones brasileñas, por cuya iniciativa se había efectuado el cambio de tema, tenían cargos oficiales que perder y su miedo expresaba su grado de compromiso con el régimen de terror policíaco local. La Argentina concurrió con un relato oficial que fundamentaba desde una formulación teórica la direccionalidad de la práctica social del psicoanálisis que realizaba la institución. Pero un grupo de psicoanalistas didácticos hizo pública su decisión de no participar del congreso: ‘Yo pienso que no se puede tergiversar un punto de urgencia en psicoanálisis sin falsear todo el campo. El punto de urgencia surgido en Colombia fue Violencia y Agresión. El cambio significa que el sistema imperante en Brasil impide que se pueda tratar oficialmente en un congreso científico un tema psicoanalítico(...) (Surge un) nuevo punto de urgencia. (...) El tema elegido (cambiado) nos parece entonces como una transacción, como un síntoma’ (Intervención de D. García Reinoso en el debate sobre el relato oficial de la APA a dicho Congreso)”. Braslavsky, Manuel y Bertoldo, Carlos “Apuntes para una historia reciente del movimiento psicoanalítico argentino” en Cuestionamos 2, Editorial Granica, Buenos Aires, Argentina, 1973.
[7] Allí sus autores proponían que “una corriente actual redescubridora debe postular que la crisis del psicoanalista ha de convertirse en un objeto preferencial de investigación psicoanalítica”. Culminaban diciendo: “Los autores del presente trabajo entienden que esta corriente redescubridora (la propuesta por ellos), que incluye cuestionamientos en todos los órdenes del psicoanalista, del psicoanálisis, de su ubicación en la crisis moderna, permite más que las pertenencias a áreas geográficas o a escuelas, enfocar las corrientes profundas del pensamiento psicoanalítico” Baranger, Madeleine; Baranger, Willy; Campo, Alberto y Mom, Jorge, “Corrientes actuales en el pensamiento psicoanalítico”, ficha interna de la APA, 1970.
[8] Entrevista realizada por los autores.