“Honestidad brutal” Abordaje clínico de la desmentida familiar | Topía

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“Honestidad brutal” Abordaje clínico de la desmentida familiar

 

“¿Y si la envenenamos a mamá?”

 

parece un juego pero es fuego
y quema y quema y quema
igual si es buena
no vale la pena sufrir
pero reconozco que el veneno
te ayudó a vivir, a vivir
ya estoy bailando, baby
ya estoy bailando, baby
ya estoy bailando, baby
no vale la pena  

“Veneno”, del disco Honestidad Brutal

Andrés Calamaro, 1999

 

En los últimos años se han visibilizado, “han salido del placard” no solamente las diversidades sexuales, sino también ciertas problemáticas antes ocultadas: adicciones, violencia y maltrato familiar, abuso sexual.

Las consultas se han facilitado, sin embargo los padres y maestros siguen consultando por el problema de conducta del niño o del adolescente. El malestar familiar no es motivo de consulta, hay que detectarlo.

A través de una viñeta clínica, planteo la utilidad de implementar la entrevista familiar durante el proceso diagnóstico de niños y adolescentes, para descubrir con rapidez la dinámica familiar por la que no consultan. Agiliza el diagnóstico y permite elegir mejor el dispositivo terapéutico a implementar.  

Después de la primera entrevista de admisión, a la que concurrieron madre e hija, se decidió citar a toda la familia, constituida por ambos padres y Cecilia, quien es hija única.

Cecilia, de doce años, está sentada entre su madre y su padre. Es con él con quien está muy unida y recostándose mimosamente en su hombro.

La madre cuenta que están cansados de los problemas de Cecilia, desde los cuatro años la atienden, con neurólogo por haber tenido convulsiones, y después con psicopedagoga, y no ha mejorado, empeora. No se hace responsable de la tarea escolar ni de su higiene personal, le tiene que estar encima dice, se dedica exclusivamente a ella, pero no le hace caso. El padre es el que trabaja muchas horas como remisero, para proveer el dinero.

Y por sobre todo enfatizan que Cecilia falta el respeto. El gesto de la madre es de mucha irritación pero a su vez el tono de su relato de estilo obsesivo, irrita a quien la escucha.   Reiteran ambos padres que la hija es una maleducada.

La madre intenta poner límites, pero no es sostenida por el padre. El se muestra poco comprometido con la consulta, con una actitud débil pero descalificatoria y con un lenguaje que revela pobreza simbólica.

Mediando la entrevista se hace un silencio tenso.

Cecilia, mientras, abandona su quietud para empezar a hacer gestos burlones intentando desacreditar lo que escucha. Y de repente mirando al padre dice -¿y si la envenenamos a mamá?- y como respuesta recibe un franco guiño de ojo de él; y ambos sonríen.

La madre, sacude la cabeza, y casi gruñendo dice que no le gusta ese jueguito.

El padre comenta que es solo un chiste, intentando calmar a su mujer. -Yo no lo hubiera contado, porque a ella no le gusta-.

Sin embargo, Cecilia lo trae, mostrando cómo son en familia.

Esta escena tiene una gran fuerza dramática dentro de su bizarría. Como sentimiento contratransferencial genera algo de lo siniestro.

Desde los cuatro años hasta la actualidad nada cambió, dicen. Y deben tener razón. Cecilia sigue siendo la nenita de papá, pero con la picardía de su pujante pubertad.

Ambos padres dicen hacer grandes esfuerzos para educarla, sin resultados. 

En la escuela, tiene un rendimiento bajo, pero suficiente como para pasar de grado y no hay quejas sobre su comportamiento. En la casa es irrespetuosa con sus padres y no incorpora reglas de convivencia, horarios, cuidado de los objetos (remarca la madre que tapa el inodoro con cantidades de papel higiénico y escribe todas las paredes de la casa), tampoco asume sus tareas escolares

Si la educación implica reconocer reglas de convivencia, el lugar de diferencia generacional, el tránsito por la trama edípica con la orientación hacia su resolución, ¿qué vemos en esta familia?

Casi en una escena fellinesca se despliega el intento de consumar el drama edípico: Cecilia y su padre unidos en complicidad para matar a la madre.

Es en forma de chiste, dicen ambos. Pero el chiste refleja un contenido de la dramática incestuosa. Entonces la falla en educación dónde está. Es que Cecilia no aprende o por el contrario aprende una regla de educación para el afuera, donde se comporta como en la sociedad se espera y otra con sus padres.

Hay un doble discurso evidente. La educación de la que hablan ambos padres, queda francamente desmentida por la complicidad del padre con la hija, que anula el lugar de la madre. También queda anulada la diferencia generacional.

Cecilia se comporta más adecuadamente en ausencia de sus padres, al estar con otros adultos y también con pares; en cambio con la terapeuta insinúa algunas actitudes similares a las que tiene con sus padres, de matiz transferencial: no respeta el tiempo de la entrevista, intentando retirarse antes, y le dirige gestos de fastidio.

Es decir, ella también muestra una “doble educación” internalizada.

Este funcionamiento se evidenció en una de las primeras entrevistas diagnósticas. La presencia de todo el grupo familiar lo hizo posible. Difícilmente alguno de los tres hubiera relatado este “jueguito familiar” entrevistado individualmente.

El chiste, siguiendo a Freud, abre camino a la exteriorización de la tendencia hostil, elude limitaciones y abre fuentes de placer que habían devenido inaccesibles, por la represión, generando ahorro de carga.

En este caso, es la expresión gestual, sonrisas y guiños, donde toma la forma de chiste, mientras lo verbal desnuda el contenido. Se trata de la hostilidad asociada con la clara connotación sexual edípica, matar a la madre y quedarse unidos padre e hija.

El chiste es posible en presencia de otro en quien produzca efecto risa, nadie se ríe de su ocurrencia si no media la compañía del otro. Es un fenómeno vincular, de binomio o grupo más numeroso. La deficiencia de función paterna se refleja en los lugares simétricos que ocupan padre e hija. Son compinches que formulan el “chiste”

En la clínica, es importante detectar el funcionamiento vincular que permite el chiste en este caso, para pasar después a reconocer su función de desmentida.

Desmentida, entendida como la coexistencia de dos pensamientos simultáneos y contradictorios, efecto de una escisión a nivel yoico. Cecilia diría: yo sé que debo respetar a mi madre y a mi padre, y al mismo tiempo puedo seducir a mi padre y anular a mi madre. Como dos realidades coexistentes y que se excluyen sucesivamente.

Para que funcione el mecanismo de desmentida hace falta uno o más cómplices. Es el acompañamiento del padre, que aporta desde la realidad (apoyando a la “honestidad brutal”) este doble discurso, que expresa a su vez Cecilia en un doble comportamiento.

En esta familia no funciona la legalidad, no la sustentan ni el padre ni la madre. Cuando Cecilia debiera desarrollar la confrontación generacional propia del tránsito por la adolescencia, contando con padres firmes para oponerse y sostenerla, se encuentra con esta posición endeble de ambos adultos.

En la cultura actual hay una valorización de la “honestidad brutal” en el lenguaje, y es en la jerga popular y especialmente en los jóvenes donde más ha penetrado y se despliega. 

Cecilia habla con esta “sinceridad” plena, podríamos decir que toma el estilo de la época. Pero el padre dándole su aval en vez de marcar un límite, la deja a Cecilia sumergida en este desborde. La intrusión materna de la que Cecilia intenta defenderse no es acotada, dada la ineficacia del padre.

En el abordaje clínico de niños y adolescentes es muy fructífero detectar este tipo de funcionamiento familiar, la dinámica de pareja parental con sus dificultades en la que resultan entrampados los hijos, las huellas de transmisión generacional no elaboradas que pueden precederla, como se tramitó la filiación de la hija.

Los mecanismos intersubjetivos familiares tienen una tenacidad que tiende a perpetuarse. Su detección y abordaje es posible a través de dispositivos vinculares aplicados en etapas diagnósticas y terapéuticas. Como objetivo terapéutico se trata de poder desarticular esas complicidades en pos de favorecer el desasimiento de los padres y la transición hacia la autonomía de la hija.

Se abre el camino a decidir luego el dispositivo terapéutico más específico con la hija, que podrá ser individual o en grupo de pares, muy fructífero para este grupo etario. El abordaje terapéutico de la pareja de los padres no siempre es posible por la pertinaz resistencia de ellos, quienes se suelen mantener firmes en que consultaron por la hija y no por ellos.

 

Susana Ragatke

Psiquiatra-Psicoanalista

susana.ragatke [at] topia.com.ar

 

Bibliografía:

 

Bianchi Graciela K. de: “La realidad como producción vincular”, en Rev. de la Asociación Arg. De Psicología y Psicoterapia de Grupo. TXVIII. 1995.

Freud S.: “El chiste y su relación con el inconsciente”, en Obras Completas, Vol I López Ballesteros, 1905.

Missenard A., Rosolato G., Baranes J. J., Kaës R., Lo negativo, Amorrortu, Bs. As., 1991.

 

 
Articulo publicado en
Noviembre / 2010