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¿Que se juega en psicoanálisis?

 

Relataré brevemente tres situaciones:

La primera, una mujer joven consulta a un analista pero se le dificulta hablar sobre su padecer,  en las primeras entrevistas se queja de que el consultorio parece una oficina y que no se siente cómoda  sentada cara a cara en un ambiente tan formal. Que le parece que el analista no sabe nada comparado con otro famoso y que debiera tener sillones de cuero y un gran escritorio.  Después dice que consultó a este analista porque el famoso debe ser muy caro.

La paciente sigue angustiada y no logra hablar sobre lo que la trae. El analista le pregunta sobre que la haría sentir más cómoda. En las siguientes entrevistas la paciente dice que ve al analista incómodo y le propone que se siente en diagonal a ella. Luego dice que ella se va a sentar en el diván y el analista en otra silla que en su sillón. La paciente lo mira al analista y le dice que el aún no está del todo cómodo como para desempeñar bien su tarea y se le indica que se siente en el suelo sobre unos almohadones. La paciente entonces también se sienta en unos almohadones pero señala que deben ser rotados.

A partir de ahí la paciente habla de una historia de profundos abusos emocionales por parte de su madre, decidió cortar ese vínculo pero se siente desvalida y no puede dormir por eso lleva a su hija a su cama aunque piensa que eso está mal. Tiempo después permite que su hija vuelva a su habitación pero le pide prestado uno de sus peluches para poder dormir con él.

Segunda situación: Un espacio institucional en que niños de 8-9 años usan chipotes para  golpear en distintas direcciones tanto a los adultos que coordinan la actividad como a los otros niños, no lastiman y producen risa cada movimiento es acompañado de sonidos. Luego atan con cintas engomadas a uno de los adultos, lo encintan de la cabeza a los pies a excepción de la nariz (por pedido del adulto) para continuar respirando. Se aseguran que quede completamente inmovilizado en el piso. Los otros dos coordinadores caen muertos al suelo por los disparos de los niños. Los niños debaten entre ellos que hacer con los adultos y sus objetos (celulares, etc.) consideran la posibilidad de hacer entrar a los padres (que están afuera) para que vean lo que han hecho, pero concluyen que sus progenitores no están aún preparados para semejante escena.

Luego de varios encuentros en que los adultos fueron atados, pegados, enredados y atrapados los niños piden ser atados con una correa, como si fueran perros, cada uno con su nombre. Piden ser cuidados, que se les dé de comer, se los hace dormir en un lugar apropiado para perros, se los acaricia, se juega con ellos y se los lleva a pasear con la correa.

Tercera situación  Una mujer de 25 años con retraso mental es atendida por una analista amiga. La joven se presenta muda  e inmutable. Responde con monosílabos y luego un no me acuerdo. La analista con sus pies bajo el escritorio intenta pisarla y ser pisada. La joven se entusiasma, la analista también y relata la partida incorporando a un observador imaginario que hace referencia a los nombres de los participantes y a sus movimientos. Se agregan hinchadas que alientan fanatizadas. La joven festeja cada vez que logra pisar a la analista y finalmente le gana.

En otros encuentros la analista imita algún sutil movimiento de la joven mientras ella permanece en silencio, al advertir la mímica de la analista la joven responde con gestos para ver si pueden ser reflejados por la analista, esto resulta divertido para ambas.  La joven comienza a recordar.

La analista comienza a hacerse la dormida, cierra los ojos y ronca, la joven la llama y la analista cuando despierta repite el mismo dialogo y los mismos gestos como habiendo perdido la memoria. La joven le aclara risueñamente que eso ya había pasado.

Bueno hasta aquí el relato de estas experiencias en donde el jugar parece tener un lugar relevante. No me preguntaré si esto es o no psicoanálisis pues me parece una pregunta retórica. La pregunta que me hare en relación a estas situaciones es como pueden ser entendidas y hasta donde el o los psicoanálisis como plantea Hugo Vezzetti nos puede ayudar para poder pensarlas.

Partiré de mi experiencia personal, cuando hace ya bastante tiempo comencé a trabajar como analista de niños, allí advertí la poca preparación que había obtenido en la universidad. Lo primero que me sorprendió es que para esos niños no era obvio que yo fuera  psicoanalista, psicólogo o terapeuta ni que ellos fuesen pacientes y/o analizantes. Esa ruptura de un “imaginario psi” fue muy significativa, al principio creía que los niños en el mejor de los casos jugaban porque aún no se podía trabajar sobre el lenguaje verbal (otro aspecto del imaginario psi que subyacía). Pero con el paso de los años y trabajando con adultos advertí que lo que supuestamente era un dificultad con los niños, ponía de manifiesto lo que se disimulaba con algunos adultos o bien en algunos momentos difíciles de los tratamientos. El problema ya no era a mi entender que los niños no hablaran sino que algunos  adultos no jugaban, es decir que usaban el lenguaje verbal para no decir nada, nada en lo que estuvieran involucrados es decir hablaban para no jugar ni jugarse.

Desde esta perspectiva comencé a pensar que el psicoanálisis de niños replantea a todo el psicoanálisis, hipótesis que puede leerse en Winnicott y que viene siendo desarrollada localmente por Rodulfo.

A mi entender no hay en la vida de los adultos, una actividad tan trascendente, seria y significativa  como el jugar en los niños.

Confrontarnos con el jugar y no me referiré a la significación del jugar, sino al jugar como un hecho con el que nos encontramos cuando atendemos a un niño. Ese hecho, el del jugar, es el que nos permite pensar que hay una subjetividad en juego.

Freud en “Más allá del principio del placer” defiende la hipótesis de que todo juego tiene un significado. No se ocupa todavía del jugar como hecho subjetivo. Cuando observa al Fort-da concluye que es una reacción a la perdida. El habla de un primer juego, pero sus seguidores lo transforman en EL JUEGO y así establecen que el primer juego es una reacción a la experiencia de pérdida.

Así repetir un juego, por ejemplo el juego de arrojar se explicaría como un intento de dominar la indeseable pérdida sufrida pasivamente. Para Freud no era concebible que el niño en ciertas condiciones, deseara y aún buscara el no estar con su madre o sea, un pequeño, que desee ir y venir y no sumergirse en su madre. Freud no llega a advertir las consecuencias de que los niños gozan arrojando cosas en presencia de su madre y como parte de un jugar con ella.

Freud piensa que un juego se justifica por su significado inconsciente y no lo considera como actividad ni como condición de todo significado.

Si observamos analíticamente a los bebés y a los niños se modifica la imagen que heredamos de Freud en cuanto al jugar. Jugar es el acontecimiento que funda la actividad subjetiva. No necesita del soporte de la significación. No es una práctica reactiva producto de la frustración. No está originariamente conectado con la angustia. Este punto indecible que es el acontecimiento según Badiou esta sustraído de todo cálculo. Su pasar no se sostiene en la lengua, es lo que no es, paradigma paradojal, que la lengua no pueda discernirlo, decidirlo ni nombrarlo no significa que no pueda ser generado. Un acontecimiento forma un múltiple indiscernible, indecidible innombrable y genérico.

El jugar está conectado con una alegría violenta, por ejemplo un bebé chupando, agarrando, golpeando, no tiende a la restitución de un estado anterior. Produce deferencias a través de la repetición.

La significación del jugar no es tan importante como la función del jugar, no es una actividad entre otras, es la corriente principal para ser y devenir una subjetividad.

Esto implica a la vida sexual temprana y la referencia a los juegos sexuales no es solo un uso del lenguaje sino que tiene sus raíces en la experiencia corporal. En la sexualidad lo que no se juega deviene traumático.

La cuestión del lenguaje, es la cuestión del juego del lenguaje.

Más que una experiencia de placer, el jugar conlleva el placer de tener una experiencia, aún cuando sea mala.

La palabra es positiva, liberadora y reveladora solo y únicamente relativa a una zona de juego de donde emerge, tanto desde la dimensión intrapsíquica como intersubjetiva.

Para Winnicott jugar no es un hecho más, es el hecho capital de la existencia en su emerger. La forma originaria de subjetivarse, mucho antes de decir yo, el niño lo hace al jugar.

Tradicionalmente se pensó que primero estaba la necesidad de alimento y luego el deseo de jugar. La observación de Spitz sobre el hospitalismo en la década del 40 rebate esa idea. Cuando un bebé no se alimenta es porque falla el encuentro con el jugar con el pecho o con el biberón. La necesidad del otro es la necesidad de jugar con otro.

El deseo de jugar es espontaneo, incondicionado, impredecible e irreductible. El humano necesita eso innecesario que es jugar, el no quedarse quieto.

Según Jose Valeros, psicoanalista argentino, cuando el jugar se despliega en el análisis pero el analista tiene una segunda intención que es la de intervenir fuera de la zona de juego, esto es perjudicial para el progreso del análisis. El jugar no debe ser disociado de las intervenciones del analista. Las intervenciones eficaces son las que se presentan espontáneamente en el analista como resultado y en la medida en que juega  el papel que consciente e inconscientemente el paciente le asigna en el jugar. Se trata de una interpretación dramática en el jugar, no es una formulación discriminada del juego que el analista introduce bajo la apariencia de estar jugando. El analista debe jugar de verdad el juego del analizante. Un niño frente a una intervención hecha fuera de la zona de juego dijo: “no digas estupideces, yo no pensé eso, no tenía esa intención, no quiero que hables esas cosas.” Reclama que no ha sentido aquello a lo que alude el analista. Dentro del jugar no hay extrañamiento.

Si el analista no acepta lo transferido por el analizante, del modo y por el tiempo que el paciente necesita, el proceso analítico se detendrá. La aceptación de la transferencia del paciente requiere del analista un proceso de despersonalización. En este sentido el principal aporte del analista es tolerar y elaborar las emociones que le provoca la relación con el paciente y de haber resistencias a este proceso así concebido, estas corresponden al analista. Es en la dinámica del jugar donde el inconsciente se presentifica, se lo conoce, se lo experimenta y se lo elabora.

Jugar por parte del analista no es una cuestión de técnica ni de artificios, mucho menos significa superficialidad, liviandad o ironía. El jugar para ser útil debe ser genuino. La pregunta que nos surge no es tanto ¿Cómo se juega? sino ¿Cómo se logra el estado mental de juego? O ¿Como se logra estar analista? al decir de Fernando Ulloa.

Cuando el analista no puede jugar, el camino que lo puede conducir a ello es la tarea de comprender el impacto emocional que lo transferido tiene sobre él. Solo la comprensión de su respuesta afectiva le permitirá tomar la distancia adecuada para posibilitar el jugar.

Winnicott afirma que jugar es hacer y qué se diferencia del pensar como actividad mental disociada. De la misma forma advierte que jugar es diferente que actuar como actividad somática disociada, como el agieren Freudiano o el acting en Lacan. Jugar es un hacer, que no es ni solo actuar, ni solo pensar. Es una experiencia de integración del psique-soma

El principal problema del analista es no actuar, no reaccionar y al mismo tiempo sostener lo transferido, sostener el jugar. Al respecto, Lacan en el Seminario 8 dice “si el analista no va al grano con su paciente” “si no lo toma en brazos o no lo arroja por la ventana” “es por estar poseído por un deseo más fuerte” que precipitan “esas vacilaciones calculadas de su neutralidad  que pueden valer más que todas las interpretaciones”. A este deseo Lacan lo llama deseo del analista, Bion lo nombra como deseo de mantener la disposición analítica.

Winnicott al respecto,  en su artículo sobre “El odio en la contratransferencia” menciona las dificultades que la madre tiene con el niño y el analista con el paciente, la principal es que tanto el niño como el paciente no son producciones mentales y tolerarlos siempre representa una pesada carga y afirma que si en la mayor  parte de los casos no son arrojados por una ventana es porque también se los quiere. Será tarea de los padres y del analista lidiar con la ambivalencia que la crianza y el análisis supone.

Retomare las situaciones del comienzo en donde se manifiesta el jugar. La primera sobre la paciente incomoda e incomodada, a la que se le dificultaba hablar de los abusos maternos y que necesito incomodar y acomodar al analista, hasta que este estuviera en condiciones, lo suficientemente cómodo como para  poder atenderla.

En segundo lugar los niños desatados y desplazados de otros espacios que atan e inmovilizan a los adultos para considerar las condiciones de confiabilidad del espacio. Evalúan que sus progenitores aún no están en condiciones de percibir su trabajo elaborativo. Paso seguido se hacen domesticar por los coordinadores pero incluyendo el cuidado, alimentación, higiene, sueño y mimos.

Por último, la joven que no podía recordar una historia familiar opresiva, encuentra que el pisar y ser pisada es una forma de conexión con el otro, para competir y para apasionarse y que aunque el otro pueda quedarse dormido y olvidarse todo, ella puede ser testigo y dar testimonio de lo sucedido para que el tiempo no se inmovilice.

En síntesis esta es una apelación a que los analistas no excluyamos al jugar de nuestra experiencia.

   

 

 
Articulo publicado en
Noviembre / 2012