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La pornografía del cyborg

La otra cara de Victoria

 

“Durante la penetración, la mujer debe mantenerse lo más rígida posible. El movimiento corporal podría ser interpretado como un signo de excitación por parte del optimista esposo.”[1] Así aleccionaba la sociedad victoriana a las esposas. Los varones eran aterrorizados desde el siglo XVII con los efectos nocivos de la masturbación: “Era considerada un derroche que enfermaba, estaba severamente perseguida. En este sentido el combate contra la masturbación fue uno de los principales esfuerzos en la guerra librada por asegurar la correcta y medida privacidad (…) ya que la vida privada debía mantener las apariencias que la burguesía capitalista, en su primera época, dictaba para la vida pública. Ambos mundos necesariamente tenían que coincidir.[2] Era consecuencia de la unión de capitalismo y calvinismo, que glorificaba el trabajo, la austeridad y el enriquecimiento personal como los caminos para ganar la eternidad. Así producción económica y salvación religiosa se combinaban para la transformación de Inglaterra.

Orgía de consumo. Pornografía, pospornografía y consumismo

¿A qué nos referimos cuando hablamos de pornografía o decimos que algo es pornográfico?

Éste es uno de esos términos o “conceptos” que hablan más del sujeto clasificador que de los objetos o sujetos que son clasificados. En este sentido la socióloga Raquel Osborne señala que existen tantas definiciones de pornografía como personas deseen proponer una, de este modo “se habla de obscenidad, erotismo, pornografía o indecencia para referirse a las mismas cosas, dependiendo de quién use estos términos." Algunas definiciones apuntan al contenido del material: toda representación - texto, imagen- de sexo explícito no simulado, destinada a ser consumida por el público. Otras más en términos funcionales: el material que apunta a estimular la fantasía con el fin de provocar reacciones corporales y emocionales de placer sexual. Hasta llegar a afirmaciones que develan el carácter polisémico y moralizante del término como la del escritor francés Alain Robbe-Grillet: “la pornografía es el erotismo de los otros”. El intento de distinguir entre “erotismo” y “pornografía” ha sido una tarea controvertida a lo largo de la historia del cine. Dependiendo del censor o el ente calificador, determinado film ha sido permitido, prohibido, censurado o calificado como “X” o “condicionado”. ¿Las películas “El imperio de los sentidos” (Nagisa Oshima), “Calígula” (Tinto Bras) y “Emanuelle” (Just Jaeckin) son eróticas o pornográficas? Hacerse esta pregunta en la actualidad puede llevarnos a una respuesta obvia; pero ¿qué habrían respondido distintos sectores sociales en la década del 70, cuando fueron estrenadas? Sin dudas, la respuesta nos lleva a darle crédito a la irónica frase que postula que la pornografía de hoy no es más que el erotismo de mañana.

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