Hace muchos años un joven colega en formación me solicita una recomendación para iniciar un análisis, diciendo “pasame el dato de alguien que no me interprete mi orientación sexual”. Él había salido del closet, quería potenciar sus procesos en la vida, y estaba prevenido respecto de algunas posiciones en el campo “psi” sobre este tema. Decido derivarlo a una analista de confianza de la cátedra de género. En otro caso, también hace muchos años más, llega a mí una mujer de mediana edad que se estaba separando con enorme dificultad de un compañero violento padre de sus tres niñes. Ella refiere con dolor y enfado, que en un análisis anterior se había sentido violentada (re-violentada) y conducida por su analista a “adaptarse a su rol de esposa y madre”, y advierte que en este nuevo análisis ello debía ser una materia saldada. Tomo nota de la instalación en la transferencia de su “feminismo espontáneo”(Dio Bleichmar, 1985, p 207) Como estos ejemplos podría citar muchos más y también actuales.
Los diálogos de psicoanálisis y genero priorizan incorporar la dimensión política de las subjetividades