Relataré dos sucesos. El primero de ellos transcurre en Alemania. En los diarios aparece una información que relata la apertura de una discoteca en el almacén de ropas y cabellos de las prisiones de Auschwitz. Este hecho, en su siniestra realidad, nos habla de la levedad y frivolidad de nuestra época. Unos empresarios decidieron, según el “totalitarismo de mercado”, transformar ese almacén de la muerte en un lugar para bailar y divertirse. Es imposible imaginar que a alguien se le haya ocurrido semejante iniciativa. Sin embargo ocurrió. El pretender que olvidemos tiene las características de la frivolidad y el narcisismo ante el malestar de la actualidad de nuestra cultura. Su resultado es el racismo, la exclusión y la marginación que padecen las dos terceras partes de la población mundial. Es decir, el predominio de una derecha conservadora que se denomina neoliberal.
El segundo suceso ocurrió a muchos kilómetros de Alemania. En un subterráneo de Buenos Aires una persona mayor entregaba papeles a cada uno de los pasajeros. Uno de ellos era Héctor que viajaba hacia la reunión de nuestro Consejo de Redacción. Cuando lee el papel su sensación de sorpresa y alegría fue imposible de contener. En letras muy grandes había una frase que decía: “ Creo que a nosotros nos ha tocado la terrible misión de asistir al crepúsculo de la piedad, y que no nos queda otro remedio que escribir deshechos de pena, para no salir a la calle a tirar bombas o a instalar prostibulos. Roberto Arlt (1900-1942)”. Esa noche, en nuestra reunión, nos acompañó la frase de Arlt. Hay muchas formas de transmitir la memoria. Esta es una de ellas. También de resistir.
Luis Formigo