Esto me enseñaron
Hay que apartarse de los compañeros
en la estación.
Hay que salir de la ciudad a la mañana,
con la campera abrochada;
buscar un cuarto,
y cuando llegue algún compañero,
no abrirle. No abrirle la puerta.
Al contrario,
Hay que borrar todas las huellas.
Bertolt Brech
Milenarismo: Hace mucho tiempo la humanidad dio a luz una creencia, una esperanza por la cual debería llegar el triunfo del bien sobre el mal. Pelea que sería la última y definitiva, como consecuencia de la misma el mal desaparecería para siempre. Además, los humanos que trabajasen para el mal serían barridos de la faz del mundo. A partir de ese momento, la tierra toda sería transformada y la comunidad de elegidos viviría en armonía entre sí y con el cosmos. Universo armonioso, que habrá perdido todo lo malo. No será, entonces, una reforma, una mejora en las condiciones de vida, sino la perfección en el aquí y ahora. Es, en suma, una esperanza que se transformó en una escatología.
Estas fantasías no eran otras que la expresión, venida de la antigüedad de judíos y cristianos, cuando por distintos motivos y en distintos tiempos históricos, ambas comunidades fueron perseguidas por el reinado de turno. Se trataba de establecer una profunda diferencia entre ellos y el poder. Por ejemplo, en Libro de Daniel, en el capítulo siete, escrito, aproximadamente, alrededor del 165, a. C. se propone el reino futuro que incluirá a toda la tierra. Fantasías como estas sirvieron a los primeros cristianos para reafirmarse en su doctrina, cuando eran perseguidos por el poder romano. Y son las que sirven a toda la edad media para sublevarse contra el poder representado por la iglesia.
Así aparecen los ricos que renuncian a sus beneficios y se hacen pobres voluntarios. Su ideal es fundamentalmente místico, esperan que la oración y la renuncia voluntaria a la riqueza (voto de pobreza) unirá a la humanidad.
En el otro extremo el milenarismo de los pobres que venían del campo o de la ciudad, desesperados ante tanta hambre y muerte. Consecuentemente fueron más agresivos, más anárquicos y cuestionaron a fondo las instituciones y poderes de la época. El Apocalipsis era su manifiesto revolucionario.
“Daba sus consejos al atardecer, cuando los hombres habían vuelto del campo y las mujeres habían acabado los quehaceres domésticos y las criaturas estaban durmiendo. (...) Los daba a esa hora en que se prenden las fogatas para espantar a los insectos y preparar la comida, cuando disminuye el vaho sofocante y se levanta una brisa que pone a las gentes de mejor ánimo para soportar la enfermedad, el hambre y los padecimientos de la vida”. (1)
Fin de la historia: Mucho se ha hablado del fin de la historia, en sí mismo no es un concepto novedoso. En última instancia, describe un punto de llegada del desenvolvimiento del hombre. Muestra cómo una civilización se considera de avanzada y propugna su forma de gobierno como la mejor posible. Ese punto para Francis Fukuyama ha llegado con el desarrollo capitalista de occidente y su democracia. Es decir, que estas dos cuestiones aunadas hacen que no exista la posibilidad de aspirar a otra forma mejor de gobierno, la democracia, y, por lo tanto, es imposible otro modelo de desarrollo económico que no sea el capitalista. Nos encontramos con una forma de “finalismo” en el desarrollo histórico. El hombre ha llegado a la cima de sus aspiraciones de desarrollo social y económico, dado que el tríptico libertad, democracia y capitalismo son necesarios para avanzar en sentido económico, político y cultural.
Un hombre vinculado a la derecha más recalcitrante conservadora norteamericana, casi desde los despachos del Departamento de Estado, produce esta teoría que informa del agotamiento de las otras alternativas viables para la civilización.
No es la primera vez que existen estas producciones, hubo otras (en realidad, siempre hay otras), solo que parecían más vinculadas a la estrategia de la guerra o de la dominación, más que a la filosofía. Por ejemplo la teoría del dominó, predominante durante la guerra de Vietnam, pretendía demostrar por qué no se podía perder la guerra dado que, a posteriori, el comunismo se apropiaría, uno a uno, de los países del sudeste asiático, como bien sabemos la misma estaba equivocada, mejor dicho, no se cumplió. Dado que, por ejemplo, varios países de la zona siendo comunistas o teniendo gobierno populares entraron en contradicción entre sí y, por lo mismo, guerrearon varias veces entre ellos (Guerra chino-vietnamita, guerra civil en Camboya, invasión vietnamita a Camboya, etc. Guerras que, por supuesto, estaban enmarcadas en los conflictos ideológicos- políticos entre la URSS y China).
Estamos, entonces, en palabras de Fukuyama en una instancia donde: “El fascismo puede volver, pero por un corto tiempo. ¿Por qué? Si llega a enraizarse en un país, va a haber un período horrible de guerras y de situaciones muy densas. Al final, la gente verá que no existe mejor alternativa que la democracia. Y volverá lo que tenemos, como una instancia superadora: se comprobará la tesis del fin de la historia” (2). Observemos que ya no se dice este sistema es mejor que otro, sino, que es el destino final, la encarnación teleológica del bien al cuál los seres humanos arribamos.
Nótese, por último, que los enemigos del capitalismo vienen, según Fukuyama, como propuestas antiguas que ya han sido vencidas por esta unidad de democracia y capitalismo. Hacia delante no hay nada nuevo. Solo puede retornar un pasado que, más rápido que temprano, será derrotado por esta ecuación que no es ideológica sino “natural en el hombre” (sic). No encontramos, pues, con que el género humano ha encontrado lo esencial de su ser, al menos en su modo de producción y en su forma de gobernarse. Se arriba a un “estado natural del hombre” (sic), anhelada unidad de hombre y naturaleza.
Hay que borrar lo previo, anularlo y hacerlo desaparecer. Como ya la biblia narra el asesinato de Abel por Caín. Abel era nómade, pastor, por lo tanto lo anterior a la agricultura. Caín era agricultor y herrero, la tecnología de punta de la época, entonces asesina lo previo y “bárbaro”. Caín destruye, convencido, lo que ya no tiene lugar en el desarrollo histórico.
Nuestro Caín Fukuyama considera posible que Abel sea el fascismo, pero anula absolutamente al comunismo, no le da posibilidad histórica, casualmente al único intento de conceptualizar sobre la expropiación de los medios de producción y su consecuente socialización.
“Hablaba de cosas sencillas e importantes, sin mirar a nadie en especial de la gente que lo rodeaba, o, más bien, mirando, con sus ojos incandescentes, a través del corro de viejos, mujeres, hombres y niños, algo o alguien que sólo él podía ver. Cosas que se entendían porque eran oscuramente sabidas desde tiempos inmemoriales y que uno aprendía con la leche que mamaba. Cosas actuales, tangibles cotidianas, inevitables, como el fin del mundo y el Juicio Final, que podía ocurrir tal vez antes de lo que tardase el poblado en poner derecha la capilla alicaída. ¿Qué ocurriría cuando el Buen Jesús contemplara el desamparo en que habían dejado su casa? ¿Qué diría del proceder de esos pastores que, en vez e ayudar al pobre, le vaciaban los bolsillos cobrándole por los servicios de la religión?” (3)
Mito burgués: La burguesía con su triunfo, concluida su revolución ideológica, política, cultural y científica trató de sellar la impronta de una edad media como tiempo oscuro, sin ciencia, bárbaro, azotado por tantas calamidades que era mejor cerrar y olvidar. Subtexto: antes de nosotros la peste, hemos llegado al mejor desarrollo humano. Con esa capacidad estratégica que la caracteriza, la burguesía esencializa, al decir de Barthes, su visión del mundo la hace verdad última y absoluta.
Al mismo tiempo simplificó, en su saber y transmitir la historia, las profundas e insistentes luchas que los pueblos llevaron adelante indignados por la Luxuria y Avaritia de los representantes de dios en la tierra.
Hombres de pasiones encendidas, levantiscos, quizás por que la vida no era un valor tan preciado como hoy día, los hombres medievales tenían una comprensión o relación con la violencia y la sublevación más próxima y aceptada.
El mundo europeo medioeval tenía un poder central monolítico en la iglesia católica, poder superior que dirigía los destinos de toda la Europa cristiana y son sus representantes los que son asesinados, denunciados, burlados, en términos de hoy “escrachados” por los habitantes pobres de las distintas comarcas.
Actos de fe secularizados: el iluminismo, como tantos otras teorías, en sus deseos de transformar el mundo hace honor a la teleología que viene del fondo de las religiones: paz universal, destino y mejoramiento del hombre, es decir un sentido que se despliega en las coordenadas temporo-espaciales de la historia del hombre y que va en busca de un fin. Ya no es el reino de dios, sino que la fantasía milenarista se seculariza y pasa a ser patrimonio de la filosofía. Kant dijo, claramente, que la historia tenía un fin, una meta: el logro del bien, que une la felicidad humana y la moral más perfecta.
“Los vaqueros y los peones del interior lo escuchaban en silencio, intrigados, atemorizados, conmovidos, y así lo escuchaban los esclavos y los libertos de los ingenios del litoral y las mujeres y los padres y los hijos de unos y otras. Alguna vez alguien –pero rara vez porque su seriedad, su voz cavernosa o su sabiduría los intimidaba- lo interrumpía para despejar una duda. ¿Terminaría el siglo? ¿Llegaría el mundo a 1900? El contestaba sin mirar, con una seguridad tranquila y, a menudo, con enigmas. En 1900 se apagarían las luces y lloverían estrellas. Pero, antes ocurrirían hechos extraordinarios”. (4)
¿Qué es, entonces, lo escatológico?: Las escatologías son parte del bagaje religioso y filosófico que han tratado de capturar el juicio final, la muerte, el cielo y el infierno; eran un saber último donde se resuelve si hay un destino último para el hombre y el mundo orgánico. En última instancia una cuestión que se debate entre un cosmos organizado, sea cual sea ese orden, y el caos. Remite a las innumerables luchas entre el Bien y el Mal, puede ser mencionado, también, como combate entre la luz y la oscuridad.
Es curioso que el diccionario de la Real Academia Española haga la siguiente definición: “Conjunto de creencias y doctrinas referentes a la vida de ultratumba. Tratado de cosas excrementicias”. Aparece no consignado el sentido revolucionario que las visiones escatológicas, en sentido filosófico, tuvieron en las creencias y acciones revolucionarias de los hombres. Así se pierde el Sade revolucionario y surge la devaluación hacia el Sade pornográfico.
A lo largo de la historia los predicantes errantes, denominados milenaristas, que anuncian un orden nuevo, parten del sufrimiento y dolor de las condiciones actuales de los pueblos en y a los cuales predicaban. En sus letanías las insistencias eran contra los clérigos que eran venales, corruptos, libertinos, indignos de dios.
No hay que ver tanto la perfección y felicidad que prometen sino la injusticia y desigualdad que ellos denuncian, la que registra el derrumbe del mundo conocido, solo en la lucha entre el opresor y el oprimido tales profecías podían hacer carne en el pueblo, siempre el sustento del reclamo: un mundo más justo para las inmensas mayorías pobres y desposeídas. Lo que sucede en la tierra será lo que producirá cambios en el cielo. No hay cambio y reclamo del Bien si no se palpa el Mal en su forma más cruel: desigualdad, abuso, y provecho de pocos de los bienes de todos.
Claro que siendo rebeldes creyentes, caían, una y otra vez, en los manejos del poder que realizaba la iglesia. Era una rebelión constante que pocas veces pudo transformarse en una revolución, pero que lograba mantener una esperanza por la cual luchar, más allá de los fracasos y traiciones.
“Pero, antes, ocurrirían hechos extraordinarios. Un silencio seguía a su voz, en el que se oía crepitar las fogatas y el bordoneo de los insectos que las llamas devoraban, mientras los lugareños, conteniendo la respiración, esforzaban de antemano la memoria para recordar el futuro. En 1896 un millar de rebaños correrían de la playa hacia el sertón y el mar se convertiría en sertón y el sertón en mar. En 1897 el desierto se cubriría de pasto, pastores y rebaños se mezclarían y a partir de entonces habría un solo rebaño y un solo pastor”. (5)
De rebeldes y organizaciones: Muchos se agrupaban en organizaciones secretas, los sueños y las visiones estaban a la orden del día y cobraban absoluto valor de verdad. El mundo por venir era ese que, a través de esas “visualizaciones”, y de las revelaciones del sueño, enviaba indicios, señales. Valía la pena dar la vida a ellos. Entregarse de cuerpo y alma.
El medioevo fue una época pródiga en rebeldías contra la iglesia romana, las acusaciones de los pueblos estaban centradas en la lujuria y avaricia de los religiosos, es decir que el uso inmoral de la riqueza, su pompa, el gasto irritante, era fuente vitalizadora para la rebelión.
Muchos de estos movimientos convocaron a muchos nobles y a una multitud de pobres. Otros fueron reconocidos fundamentalmente como movimientos de pobres. Fueron estos los más insistentes y significativos.
Los distintos grupos que, una y otra vez, se alzan contra la Iglesia comparten, entre sí, algunos de estos ítems: 1) Esperan el Gran día. 2) Debe sobrevenir un cataclismo, paso necesario hacia un universo radicalmente diferente. 3) Producido el mismo sobrevendrá una salvación colectiva. 4) La salvación será en el aquí y ahora terrestre. 5) Esta salvación será para una colectividad, el resto se perderá devorada por las fuerzas del cataclismo.
Es, sin duda, una guerra cósmica, es decir una lucha entre el orden y el caos. Remite a la guerra entre estas dos fuerzas que pelean incesantemente por el domino del universo y del mundo. La guerra cósmica es tanto terrenal como espiritual. El milenarismo cristiano tenía una designación precisa que establecía con la segunda venida de Cristo el establecimiento de un reino mesiánico de mil años antes del Juicio Final. Como se observará el número mil, delata siempre una preocupación, un antes y un después de la humanidad. Cada nuevo milenio tiene tras de sí una fantasía antiquísima de un cambio absoluto, desconocido, donde vendrán tiempos de culpas y penitencias, es decir premios y castigos para buenos y malos.
“En 1898 aumentarían los sombreros y disminuirían las cabezas y en 1899 los ríos se tornarían rojos y un planeta nuevo cruzaría el espacio.
Había, pues, que prepararse. Había que restaurar la iglesia y el cementerio, la más importante construcción después de la casa del Señor”. (6)
Fantasía y revolución: Esta fantasía de transformación del mundo se encuentra presente en cada uno de los movimientos, tanto religiosos en principio, como en los revolucionarios de toda la historia occidental. Es posible rastrear en las organizaciones secretas milenaristas, el comienzo de organización secreta, típica de los movimientos revolucionarios, que culmina con la organización en células de los grupos revolucionarios marxistas y de liberación nacional. Los milenaristas tenían una comprensión clara de enfrentarse a una organización enemiga muy poderosa a la cual era muy difícil destruir.
Es cierto que las relaciones entre revolución, creencia, creación colectiva, y fe están muy lejos de ser articuladas y organizadas. Algunos grupos al hacer predominar la fe sucumbieron al efecto religioso, desde donde se apoyan, casi naturalmente, los fundamentalismos actuales son, sin duda, culto del fanatismo. Otros grupos más centrados en concepciones ateas y por lo tanto materialistas, han visto erguirse cultos a la personalidad. Es decir que los riesgos del sustento de la fe y los movimientos de masas revolucionarios son contradictorios y complejos.
Ha habido, a lo largo de toda la historia, distintos aprovechamientos de la fantasía milenarista (Síganme, no los voy a defraudar), que la hacen frágil como parte del bagaje ideológico político de una revuelta popular. Pero, al mismo tiempo, sin una apoyatura en la concepción de que “hoy el Mal reina” (pobreza, desempleo, marginación) y que “debe lucharse por el Bien”, es muy difícil que una revolución se sostenga y triunfe.
Por lo tanto, el fin del milenio es bueno para rescatar parte de aquella energía de los anarquistas medioevales para no sucumbir a la desazón que indica que todo es imposible de cambiar. Es decir, ideales de aquél viejo Bien que tanto ayudó a sobrevivir a los judíos y a los primeros cristianos, cuando eran perseguidos sistemáticamente por el poder. Ese Bien que servía para la lucha y era una palanca, en el espíritu y las acciones de los hombres, para atacar el Mal.
Reduccionismo y simplismo, es verdad. Que la creencia ha sido usada tanto en forma reaccionaria, como revolucionaria, también es cierto, pero no existió ningún grupo o clase que no haya usado algo de esta base para intentar transformar el mundo.
El fin de la historia de Fukuyama lo estamos viendo en todo su esplendor, invita a la pasividad, a dejar en manos del Departamento de Estado norteamericano o de los fondos de inversión internacionales los destinos de la gente. Pero también nos quiere convencer que allí esta el Bien. Que para la mayoría es aceptar y padecer el orden “supremo del dios mercado” que los ricos organizan. Es aceptar la cosmovisión de “los de arriba”.
No es el destino que los antiguos rebeldes, pobres e ignorantes, de la baja edad media querían para los hombres.
César Hazaki
Psicoterapeuta.
cesar.hazaki [at] topia.com.ar
Citas
(1), (3), (4), (5) y (6): Vargas Llosa, Mario: La guerra del fin del mundo. Ed. Seix Barral, Argentina, 1981.
(2): Diario Clarín: “Reportaje a Francis Fukuyama”. 15-9-98.
Bibligrafía consultada:
Anderson, P.: Los fines de la historia, Ed. Anagrama, Barcelona, 1996.
Baudrillard, J.: La ilusión del fin, Ed. Anagrama, Barcelona, 1995.
Cohn, N.: En pos del milenio, Alianza Ed., Madrid, 1981.
Cohn, N.: El cosmos, el caos y el mundo venidero, Ed. Crítica, Barcelona, 1995.
Duby, G.: Año 1000, Año 2000. La huella de nuestros miedos, Ed. Andrés Bello, Chile, 1995.