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Ojos bien cerrados

 

El far west: desde hace pocos años un nuevo tema viene recorriendo las aulas del primer mundo: la violencia escolar y los niños que matan niños. Hechos donde uno o dos jóvenes o niños entran a las escuelas y disparan a sus compañeros y profesores en forma indiscriminada y serial en distintos lugares de Estado Unidos. Tal es la gravedad del problema que en los jardines de infantes de Miami, los padres firman un reglamento donde explícitamente se prohibe que los niños lleven armas a la escuela, tanto de verdad, como de juguete.
Estos nuevos problemas que se han originado en el primer mundo no tienen necesariamente que ver con la pobreza y la marginación. Esto que en las sociedades postindustriales aparece como un fenómeno nuevo cuyas causas parecen difíciles de entender y explicar. Y que las mismas van más allá de la situación económica, es decir que estas fallas en la dificultad de vivir en comunidad aparecen donde, en términos generales, la situación económica está mejor resuelta que en ninguna otra parte del mundo. Debemos decir que, luego, el fenómeno se expande por todo el mundo sin que nadie sepa bien cómo. Francia, por ejemplo, dice que hay 225.000 incidentes de violencia en la escuela secundaria por trimestre, en una estadística del año lectivo 1999 - 2000.
Rambo I: Estados Unidos es el país con mayor cantidad de gente presa del mundo. Además tiene aproximadamente ochocientas milicias que funcionan como ejércitos paralelos. Estas milicias paramilitares reúnen aproximadamente cuarenta mil hombres con armas sofisticadas y alta tecnología, todos estos grupos son antisemitas, anticomunistas, antinegros, pregonan la vuelta al viejo oeste y la libre portación de armas. Todas las milicias, de alguna u otra forma, están vinculadas a la Asociación Nacional del Rifle, entidad muy poderosa dentro de EE.UU. Son fuerzas de reserva para la defensa del orden social, iguales, dado el caso, a los paramilitares colombianos o la contra nicaraguense. Cruzados, mano de obra preparada para cuando llegue el momento, con vínculos oscuros con las distintas agencias de seguridad del país. Fue de una de estas milicias de donde salió el autor y sus cómplices del atentando que dinamitó el edificio del FBI en Oklahoma, como recordarán, la voladura fue una venganza a la matanza del rancho de Waco donde uno de estos grupos resistió al FBI y fue masacrado.
Rambo II: Por si esto fuera poco cada pocos meses algún adolescente, o un grupo de ellos, penetra en alguna escuela y dispara a mansalva sobre niños y profesores. Esto ocurre en escuelas, no está de más aclararlo, que no son de los barrios pobres o marginales. Todo lo contrario, allí van los hijos de las clases pudientes, o de clase media del país más poderoso del mundo.
Veamos: desde 1998, en los casos más relevantes, hubo sesenta y seis víctimas que se dividen de la siguiente manera: treinta y un muertos por los ataques, entre los que se cuentan niños, profesores y padres de los atacantes; treinta y un heridos víctimas de los ataques y por último dos de los atacantes luego de consumado el hecho se suicidaron. Como consecuencia de estos ataques hay niños detenidos que serán juzgados cuando sean mayores de edad, lo que demuestra la novedad y magnitud de estos fenómenos. Es decir que hay pocos antecedentes y no se conocen todavía las figuras legales que se pueden aplicar dado que, hasta ahora, se considera a los niños inimputables judicialmente.
¿Qué sucede con estos niños? ¿Cómo pensar estos hechos? Si vienen de la cultura hegemónica, del modelo triunfante de la guerra fría y el mundo bipolar. Si el capitalismo neoliberal es su estratégica visión y expansión hacia el mundo. Recordemos que este momento de la sociedad norteamericana es de gran desarrollo, no hay casi desempleo, con lo cual hay que diferenciarlo de lo ocurrido en Inglaterra en 1993, cuando dos niños de diez años secuestraron y mataron a otro de cuatro años en un momento de gran desocupación1. Primer asunto: atacan directamente la comunidad educativa donde estudian. Lugar por excelencia de socialización y adaptación a la sociedad en la que viven.
Si pensamos el afán destructivo, el festín de pulsiones mortíferas con que se lanzan a la acción estos niños podemos ver cómo han perdido, o han fallado, las contenciones psíquicas y sociales de los mismos. Con lo que, al mismo tiempo, informan del fracaso o las fallas que las mismas instituciones, tanto las familiares como las educativas, tienen.
Segundo: la mayoría de estos chicos han avisado, prometido, sugerido, que iban a realizar él o los actos asesinos que luego llevan a la práctica. Algunos de ellos han pedido y solicitado, cómplices. Nadie les creyó.
Rambo III: De todos estos casos tomaremos el que ocurrió el día 20 de abril de 1999: ese día dos jóvenes de 18 años uno, y de 17 el otro, entraron en una escuela de Denver y mataron a 13 alumnos y a un maestro. Luego de consumada la matanza se suicidaron. Escondían sus armas dentro de sus impermeables negros parecidos a los que usaban los jerarcas nazis.
Los jóvenes tenían una gran admiración por Hitler. Este pacto con lo siniestro, esto de ser la infantería de la muerte, los hizo ponerse al servicio del orden social extraído del libro "Mi lucha" de Adolfo Hitler. Ese ideal, tan caro al nazismo, era la única e indivisible unidad del pueblo alemán por la voluntad y en contra de los postulados modernos de la razón que la Revolución Francesa consolida.
En este movimiento, en esta lucha, para limpiar la inmundicia del mundo, ellos creen ser los elegidos para llevarla acabo. Los impermeables que rechazan el agua, esa armadura de cuero que hemos visto tantas veces en el cine, son una buena metáfora de una caparazón para impedir que algo entre.
Los colores, las armas, los gestos ritualizados y militarizados parecen los recursos mágicos por excelencia. Imbuidos por estas cualidades especiales, que ellos creen tan especiales: ser nazis, se lanzan a ocultar límites, fracasos, frustraciones, humillaciones. En síntesis pasan del sentimiento de víctimas a los actos del verdugo.
Restaurar el orden social perdido parece la desenfrenada búsqueda que sólo saciaran con sangre. Lugar social que sólo encontrarán después de muertos.
Estos Rambos que parecen demostrar, como decíamos en otro lugar, que: "...durante la infancia y juventud se excitaron viendo películas y seriales televisivas, donde destrozar y devorar, matar y aniquilar era lo sexual y humanamente más valioso y atractivo"2. Mientras esto ocurría los adultos se retiraban hacia el conformismo, la indiferencia y el consumo.
Muchos estudios del surgimiento y desarrollo del nazismo hablan de cómo la inseguridad o la amenaza de catástrofe social ya real, ya temida, afectaba a las capas medias llevándolas hacia la derecha extrema y fascista. Estos jóvenes que transforman sus amenazas internas en actos sociales terribles reconstruyen en el ámbito personal algo de ese miedo y terror de los niños criados entre guerras, sólo que en una condición social de excelencia económica, en una sociedad sin enemigos y en paz. Si unos crecieron sin adultos, millones de padres murieron como soldados en el frente con hambre y terror; éstos otros parecen recrear una condición similar, solo que los padres parecen estar saciados y mirando para otro lado, su ausencia parece más vinculada al egoísmo y conformismo de nuestra época. Si aquellos fueron huérfanos de padre, éstos tienen padres que parecen estar todo el tiempo mirando para otro lado.
Rambo IV: En el caso que nos ocupa, estos jóvenes que no pueden constituir una figura paterna que los ordene y organice se vuelcan hacia el modelo del padre de la horda, al siniestro protopadre que pide el cuerpo y alma de cada uno para su propio beneficio.
Constituido Hitler, para estos jóvenes, en ese padre poseedor del cuerpo y el alma de todos los alemanes, que creía podía construir un imperio que durara mil años, es decir que vencería a la muerte y al tiempo. Vivido como ese padre inmortal que todo lo puede, ese señor de la vida y de la muerte que pide el sacrificio de sus súbditos, demuestra que algunos niños y jóvenes se hallan tan huérfanos de figuras parentales, o que las que tienen son tan débiles y frágiles, como las que tenían la mayoría de los niños y jóvenes alemanes después de que Alemania perdió la Primer Guerra Mundial.
El desarraigo, la pérdida de sentidos, la indiferencia vincular que estos jóvenes muestran es tan amplia y abarcadora como sus urgentes necesidades de construir una sociedad, una en que ellos puedan vivir, sólo que salida de sus pulsiones destructivas y autodestructivas termina devorándolos. La generación de este siniestro padre, esta búsqueda totalizante y totalizadora, es la demostración sin atenuantes del fracaso de los vínculos indiferentes que la cultura hegemónica propugna y promueve. Porque el asesinato serial perpetuado por niños o jóvenes como hecho habitual y sintomático, eso siniestro que no debería haber pasado, es una cruel muestra de "los huevos de la serpiente" que anidan dentro de la cultura norteamericana. Estos hijos de la sociedad postindustrial demuestran que mucho más "algo está podrido en Dinamarca".
Creemos que ese conformismo, ese culto al sí mismo de las sociedades del capitalismo financiero, postindustriales son las maneras hegemónicas, el marco vincular, donde estos fenómenos se producen. Pero no se puede omitir que en esa cultura los ejércitos paramilitares y la Asociación Nacional del Rifle están allí para promover la justicia por mano propia y todas las ideas y acciones que estos dos jóvenes llevaron adelante. Las patologías de estos jóvenes encuentran allí identificaciones e instrumentos (armas de todo tipo) para llevar a cabo estas matanzas.

 

César Hazaki
Psicoanalista
cesar.hazaki [at] topia.com.ar

Notas:
1.  Vasen, J. C.: ¿Postmocositos? Lugar Editorial, Buenos Aires, 2000

2.  Hazaki, C.: “¡Hola mi amor!” . Topía revista, Las trampas de Narciso, n°14, agosto-octubre 1995
 

 
Articulo publicado en
Agosto / 2001