La sociedad argentina se sacude al compás de la crisis a la que los grupos económicos mundiales la vienen sometiendo desde hace ya muchos años. La misma va desde la urgencia de organizarse para tratar de subsistir defendiendo derechos y necesidades del pueblo, hasta tratar de entender críticamente las fuerzas económicas y sociales que se mueven en ella.
Esta tormenta perfecta de desintegración institucional, lucha entre monopolios, desocupación, crisis de representación política, corrupción, depresión económica, incautación del patrimonio de la gente a través del corralito bancario ha movido y ligado a muchos sectores de la ciudadanía, desde este diciembre último, hacia propuestas que han renovado las esperanzas. Ese espíritu de transformación tiene como uno de sus ejes, en la ciudad Buenos Aires, la participación de los ciudadanos en las asambleas autoconvocadas.
Un poco de historia: la desobediencia civil al estado de sitio y el derrocamiento del gobierno De La Rua, que hace más de dos años pergeño la ilusión en la ingeniería política y mediática de Chacho Alvarez para derrocar al menenismo, es el punto de inflexión donde se rompen tanto la creencia en la representación política en instituciones absolutamente viciadas y vaciadas, como el concepto de indiferencia individual a la política.
La mayoría de las capas medias de la ciudad votaron a la Alianza con la expectativa de salir del estancamiento y de la corrupción del menenismo. La convicción que transmitió la Alianza era que la caída del menennato permitiría la renovación política a través de nuevos representantes que traían consigo una nueva forma de hacer política con transparencia y honestidad. Es decir intenciones que podían ser llevadas a cabo con una técnica muy cara a los políticos y a los medios de comunicación: la ingeniería política, la cuál se trataba de hablar de la gente por los medios y seguir haciendo política contra ella. Otra manera de seguir durmiendo con el enemigo.
Con la ruptura y decepción con esta ingeniería política y la profunda crisis que la misma ayudó a construir surge la respuesta: el dispositivo de las asambleas autoconvocadas.
Ciudad, asamblea y clase media: Con euforia, al principio, las asambleas convocaron a mucha gente y, lentamente, con el correr de pocos meses vieron decaer a muchos de sus participantes, pese a ello las fuerzas instituyentes que de allí surgen están abonando un nuevo proceso difícil de predecir, en el mismo las asambleas tienen potencias como dificultades grandes a vencer. Mencionaremos algunos:
Potencial ejercicio de un contrapoder eficaz que vaya haciendo suya la posibilidad de ejercer un control de gestión de todos los ámbitos: salud, educación, políticas de distribución y asignación de partidas presupuestarias, etc.
Potencialidad para generar una forma organizativa de la que participen en pié de igualdad todas aquellas personas con ganas de actuar en política.
Potencialidad de romper la nunca clara relación entre los punteros barriales, los centros de gestión municipal, y tantos otros lugares que hacen al funcionamiento institucional de la ciudad. Es decir desenmascarar las específicas y concretas relaciones de los partidos peronista y radical en la trama del barrio.
Potencialidad de renovar el interés por la res-pública. Propuesta antagónica al “no te metas”, “acá nada va a cambiar”, “la política es una mierda”, etc. Frases, éstas, que demuestran cómo el esquema de privatización tanto de la vida pública como privada triunfó en la actitud y en la cabeza de la gente.
Así las instituciones como la escuela, el hospital, la biblioteca, la plaza, el o los clubes, las asociaciones vecinales, pasan a ser eje de interés y apoyo a la política como práctica valorizada.
Es decir que el concepto de res-pública estaría, en este intento renovador en demostrar y practicar que la democracia está en la reunión de las asambleas, la calle, el barrio, la plaza y no en las instituciones políticas y de servicios del estado.
Potencialidad para sacar el conocimiento y las técnicas de su entramado burocrático y llevarlo a la calle. Así tanto docentes de la universidad como de otras áreas vinculadas al saber pueden asesorar proyectos y propuestas. Lo que permite una transmisión rápida y eficaz del conocimiento que salta los cercos de intereses y conveniencias para vincularlo a las necesidades de la gente.
Potencialidad de romper con los modos hegemónicos de pensamiento neoconservador. Es decir dejar de tener la cabeza tomada por la lógica del individualismo, para lo cual es necesario producir pensamiento propio, comunitario, diferenciado de la tan terrible alianza del pensamiento único y el discurso medíatico a su servicio. Pensamiento y acción que no sólo exprese ideas renovadoras, sino que genere una cultura no sólo de resistencia sino que avance en mostrar los positivos aspectos de las políticas que las personas, los ciudadanos, pueden crear diferenciada a las que los grupos monopólicos proponen.
No debemos olvidar que la acción política se gana, muchas veces, primero en la cabeza y los deseos de la gente. Por lo tanto los valores que puede generar una cultura política producida por la gente tienen enorme importancia.
Los sectores medios produciendo nuevos sentidos pueden romper con esa captación privatizadora e individualista que habitó en sus cabezas como sistema de creencias y cultura política tiene, todavía, un enorme peso
Veamos ahora algunas dificultades:
Dificultad para aceptar que los tiempos políticos son más largos y distintos a los deseos tanto de los participantes de las asambleas como de las grandes mayorías de la ciudad que tienen los mismos intereses pero que no se movilizan.
Por su propia estructura de clase, muchas de las personas que participaron de las asambleas se retiraron por no aceptar que la experiencia de la democrática directa es trabajosa y, muchas veces, puede no verse un sentido final. Asimismo aquellos que no quieren o no pueden participar de las mismas pueden caer en un estado de escepticismo donde se convenzan de que con las asambleas tampoco pasa nada.
Dificultad para sostener toda la protesta: En la ciudad, aún hoy, pese a la enorme crisis movimientos centrales y aglutinantes están ausentes, como tales, del proceso de cuestionamiento y rebelión. Podemos mencionar, sin ir más lejos, que tanto el movimiento obrero, como los estudiantes universitarios y secundarios parecen no poder encontrar el protagonismo de momentos históricos anteriores.
Dificultad para elaborar la velocidad de la crisis: es tan grande y tan diversa la cantidad de asuntos que requieren la atención de las asambleas que hace difícil batallar en tantos frentes diferentes sin correr el riesgo de entrar en un proceso de desgaste hasta de sus militantes más entusiastas.
No siendo producto o la creación, las asambleas, de un movimiento o partido su proceso de encontrar formas creativas a la participación política y las políticas concretas es, necesariamente, más lento cuando el movimiento social no está en la calle.
La democracia y la lucha: la dura lucha es, en primera instancia, para obstaculizar e impedir la impunidad con que el poder intenta despojar a los habitantes argentinos de sus bienes y necesidades tanto económicos como simbólicos. Este movimiento social novedoso requiere de la democracia como un arma indispensable para su desarrollo. La democracia que se establece dentro de su propio seno que, claro, que no es la misma democracia declamada la entente de partidos del establichsmen político el que siempre se interesó por ganar la representación de la gente para luego operar con ella de acuerdo a sus propios intereses.
El original modelo de la asamblea barrial autoconvocada pone patas para arriba todas las jerarquías políticas habituales y tradicionales. Se trata de empezar y sostener una práctica ciudadana que vaya generando una cultura de resistencia eficaz contra los embates del poder. A diferencia de los años setenta no existe hoy un movimiento nacional que permita generar la ilusión de una rápida y eficaz unidad de sectores. No se trata de hoy encontrar nuevas razones para legitimar al peronismo, que fracasó ya entonces como ahora. Se trata de aceptar que todavía no existe un gran frente, una coalición, un movimiento que incluya a la mayoría de los sectores que cuestionan el poder. Es necesario entender que el proceso de alianza de las capas medias, sin la presencia por ahora de los estudiantes ni los obreros, es con el movimiento piquetero. Alianza que es un salto necesario pero difícil para las capas medias ciudadanas, dado que durante mecho tiempo los desocupados fueron exclusivamente vistos como aquellos marginales que venían a robar a la ciudad.
Podemos sintetizar diciendo que las asambleas barriales son, en estos momentos, el espacio sostén de las nuevas experiencias democráticas en la ciudad, que las mismas irán creciendo en propuestas más audaces si el movimiento social puede convocar a estudiantes, obreros y desocupados de la ciudad en un conjunto mayor: movimiento, frente, que pueda expresar y sintetizar intereses políticos más amplios.
Nada de esto podrá ser posible si las prácticas democráticas se envilecen o se pierden. El modelo de la asamblea que va ajustando participación y delegación tiene mucho para desarrollar y decir mientras los grandes gigantes de los movimientos sociales: obreros, empleados, estudiantes no parecen decir clara y firmemente presente.
PD: Se pone una nota reconociendo el aporte de todos los companieros del consejo de redaccion de topia que con sus aportes permitieron este articulo. Asimismo se sugierre a los lectores en nota revisar los articulos de Yago Franco, Enrique Carpintero y Hector Freire en topai revista.
César Hazaki
Psicoanalista
cesar.hazaki [at] topia.com.ar