Propuesta.
Para el desarrollo del tema voy a proponer, el análisis de una narración del Inca Garcilaso de la Vega. A través del análisis de la misma, trataré de inferir los mecanismos que el poder, saber mediante, fueron puestos en juego por el español y las consecuencias patógenas que tuvieron en el psiquismo nativo.
La narración del Inca GARCILASO DE LA VEGA.
"Un conquistador, apellidado Solar, avecindado en Los Reyes (Lima), tenía una heredad en Pachacamac. El capataz español que miraba por ella envió, por intermedio de dos aborígenes, diez melones, fruto de las primeras semillas plantadas en esta tierra, y una carta, advirtiendo a los nativos al entregársela que no comieran ningún melón pues si lo hicieren, ésta lo habría de decir. A media jornada uno de los aborígenes quiso saber a qué sabía la fruta del amo. El otro, temeroso, dijo que no debían hacerlo porque la carta lo diría. El primero puso la carta detrás de un paredón; así, al no ver lo que se disponían a hacer, no podría decir nada. Garcilaso recuerda que los aborígenes del Perú no sabían lo que eran las letras. Imaginaban que las cartas que los españoles se escribían unos a otros eran una suerte de mensajeros y espías que decían de palabra lo que veían por el camino. Comido el primer melón decidieron que era conveniente emparejar las cargas y para ocultar su delito comieron un segundo melón. Llegados a la localidad de los Reyes presentaron los ocho melones al encomendero. Este, luego de leer la nota, preguntó por los melones que faltaban. Dado que negaron la falta, les señaló que mentían pues la carta decía que fueron diez los melones y que "habían comido dos". Al ver que el amo les dijo lo que habían hecho a escondidas, no supieron contradecirlo y salieron diciendo que con mucha razón llamaban a los españoles con el nombre de Viracochas, "pues alcanzaban tan grandes secretos".
El problema de la escritura.
Freud decía en 1930 en "El malestar en la Cultura": "... la escritura es el lenguaje del ausente". Esta ausencia en un comienzo, es temporaria. Posteriormente, la complejización del psiquismo, produce ausencias más radicales; y ésta es saldada por la escritura que consistió en una apropiación creciente de la palabra oída. Los Incas estaban en un nivel fundado por la lógica entre totémica y mítica, en el cual son suficientes los pictogramas. En este nivel, leer, es lectura con la presencia del objeto, no hay texto sustituto. Tal el caso de los aborígenes de la narración que nos ocupa. El paso evolutivo siguiente, consiste en leer no ya un objeto, sino sus huellas. Es la lectura en ausencia, y ya dejó su marca la pérdida. Tal el caso de los conquistadores que envían la carta. Los aborígenes de la narración, estarían en un pensamiento, en donde se van intrincando dibujo y escritura, pero escritura no con letras como las entiende el español, sino letras equivalentes a los rasgos visuales del objeto graficado. Los objetos tienen existencia en tanto son percibidos, no hay marca para significar ausencia. La agrupación de letras remite a rasgos del objeto y a la posibilidad de la identificación. Al número, este proceso le está prohibido (los 2 aborígenes sin nombre en la narración, son sólo cantidad).
El problema del iniciador.
¿Serían los españoles los iniciadores esperados, como producto de la complejización anímica necesaria del Inca? ¿Un fenómeno necesario y no contingente? ¿Traumático? -aunque no deba serlo necesariamente-. ¿La plasmación social de un proceso evolutivo del psiquismo? ¿El encuentro en el exterior, -ahí la desgracia- de un corruptor y no el maestro esperado? Freud mencionó fragmentariamente el concepto de iniciador (1905,"Fragmento de análisis de un caso de histeria"; 1908, "El creador literario y el fantaseo"; 1910, "Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci"; 1918, "El tabú de la virginidad"; 1928, "Dostoievsky y el parricidio"). Con la complejización de los ideales, se generan intrapsíquicamente, funciones que se relacionan con un iniciador. Este conduce al Yo, de un tipo de configuración simple a otra más elaborada. Anterior al vínculo interpersonal, se presenta como relación del Yo con las representaciones y solo luego, por proyección, busca plasmarse en el mundo. Las representaciones del iniciador son preconcientes. Es una transacción entre los deseos edípicos y narcisistas por un lado; y la imposición cultural de inscribirse en ámbitos exogámicos por el otro. Existen iniciadores laborales, del lenguaje comprensivo, de la sensualidad (masturbación, secretos del sexo o la actividad erótica), iniciadores de la actividad sexual, intelectuales. El Conquistador blanco, esperado, es tomado como ideal (desmentida mediante). No puede ser reconocido como un extranjero invasor, como sucedió por ejemplo con los mayas y los aztecas. Con el predominio de la desmentida, el proceso de iniciación queda interferido. En lugar del iniciador esperado, puede ponerse un salvador; y a veces el salvador puede sustituirse por un corruptor social (como sucedió en el caso que estudiamos). En los ideales, se advierte la eficacia de la marca cultural y de las condiciones dominantes. Pero para que esto sea operativo, requiere de la disposición psíquica previa que genera, los ideales esperados en la exterioridad.
Las Contradicciones.
¿Cómo podemos producir, desde el ejercicio despótico del poder, efectos dañinos en la mente de las personas.? Para dar respuesta a este interrogante, me voy a referir al tema de las contradicciones, D.Maldavsky, (1982). En éstas hay una aceptación aparente de las normas consensuales, pero de hecho, ya sea a través del discurso o de actos, estas normas son en verdad cuestionadas. Suelen decir una cosa y hacer otra, o decir cosas opuestas simultáneamente. Tiene vigencia aquello de "haz lo que yo digo pero no lo que yo hago". Podemos considerar los siguientes tipos de contradicciones.
a) Contradicción orgánica: Suele darse en personas hiperactivas, exigentes y sobre adaptados, D. Maldavsky, (op.cit). Nunca se cansan, o mejor dicho no hay registro del cansancio propio ni ajeno. Hasta que súbitamente se enferman somáticamente. O inducen a la enfermedad ajena y de esta manera se sostienen en un equilibrio precario a costa de la descarga en una mente ajena. Hay contradicción entre el llamado corporal a la suspensión del sobreesfuerzo vía síntoma, y la promesa ilusoria de mayores triunfos y goces si continúa. Contradicción entre auto conservación y narcisismo.
Expresiones discursivas coloquiales de estas contradicciones son por ejemplo: El riñon del gobieno, El pulmón de la institución.
b) Contradicción lógica: Hay una oposición entre una afirmación específica y una más amplia. Contradicción entre dos registros perceptuales, por ejemplo lo visto y lo oído. Cuando el que detenta el poder da un mensaje desde el discurso o desde sus actos y a la vez los desmiente. Entonces surge la duda ¿dónde está la verdad? ¿a quién se le debe creer? O bien órdenes opuestas entre el gobernante y el contexto, lo que muestra la realidad y lo que dicen los medios de difusión. ¿A quién creerle?. Se puede reforzar con un impedimento a cuestionar la contradicción. Para ello se puede poner en práctica el recurso más sencillo de hacer callar al interlocutor, a partir del uso autoritario de la posición asimétrica. Otra medida más sofisticada, consiste en el desvío del pensamiento. En este recurso hay una aparente respuesta a la pregunta que pudiera hacerse a quien ejerce el poder, pero en realidad se lo desvía hacia otro tema. En la contradicción lógica, ambos términos contradictorios están presentes, y es posible contrastar la contradicción. Sin embargo, a veces, un término se presenta bajo la forma de un recuerdo de una frase dicha en otra oportunidad y opuesta a lo dicho actualmente. O hay oposición entre lo dicho por el emisor y el mensaje que da en los hechos, a través de algún gesto o de actos que lo contradicen. Por ejemplo proclamar la honestidad y protagonizar hechos corruptos. O contradicción entre las normas morales que pueden proclamarse en público, y las que verdaderamente se ponen en práctica en privado, o públicamente. En la narración hay contradicción entre lo visto y lo oído, un papel que no tiene significado para el aborigen y lo éste dice según el amo español.
c) Contradicción semántica: Se afirma experimentar un afecto o un deseo, pero la actitud correlativa es opuesta a lo que se afirma. Por ejemplo, "te ordeno que seas feliz". Son exigencias que imponen una sanción al incumplimiento y el que exige, sufre si el exigido defrauda el anhelo del primero. El castigo es inocular culpa por el incumplimiento. Con ello el que ordena queda en la posición de víctima y ésta en la posición de victimario, con lo cual se induce la confusión.
d) Contradicción pragmática: Son órdenes contradictorias, paradojales que se refuerzan en el ambiente con otras dos órdenes: prohibición del comentario, prohibición de alejarse del campo. Por fin todos estos mecanismos, pueden ser reforzados con discursos demagógicos y fascinantes, que apelan a los afectos y a la adhesión al líder. Con ello tratan de convencer de la "irracionalidad" de creer en lo que se ve, de creer en los sentimientos o en la forma de pensar convencional. Sólo se debe creer al líder, que es el dueño de la verdad. En el caso que nos ocupa, el predominio es el de la contradicción pragmática. Una orden prohíbe otra estimula a través dela seducción.
Una interpretación posible de la narración.
Nos encontramos ante dos tipos de lógicas. La del poderoso, que ostenta su certeza acerca de sus verdades, y la de quién padece el desamparo. Desamparo producido por la dependencia de la palabra oral contradictoria y palabra escrita imposible de comprender. Palabra del conquistador que no concuerda con las necesidades vivenciales. No le da un nombre, sólo un número (2 indios, 10 melones) con lo que promueve la ignorancia. No le da espacio para la identificación, y el desarraigo queda marcado por el andar del Inca (de Pachacamac a los Reyes). Hay un poderoso, el español (¿un loco para el nativo?), de cuya palabra se depende para ser. La palabra le da sentimiento de sí, júbilo o futilidad. El amo es inflexible en su función desconocedora, sólo le interesan los números, las ganancias. Suprime el significado que sus actos tienen en el ánimo del otro; y el Inca anhela un encuentro imposible con esas palabras. Que vienen desde el ideal, pero que no llegan y sólo son desamparo y descrédito. El blanco dice que "mentían...", que "habían comido dos..." El ideal no cree, y no hay posibilidad de contradecirlo ni de rectificar. Sólo le cabe al Yo dejarse morir por falta de amor y de amparo ético (¿o sumirse en la droga?). La droga puede ser la menor distancia que suprime el acto psíquico necesario (pero inútil) que reclama una identificación con el amo. El acto adictivo (el impulso irresistible de comer los melones) intenta sustituir la identificación que el blanco no le da. Este enmudece ante el reclamo, y el Yo del aborigen se siente víctima de la desestimación, en lo anímico de ese dios loco todopoderoso (Viracocha). En el movimiento del nativo, mandado (es el carretel del juego -Freud, "Más allá del principio del placer", 1920), se ve espacialmente la expulsión de que es objeto de la memoria blanca. No queda en ésta marca alguna. El nombre del nativo es sólo un número, tachado no por represión, sino por expulsión del Yo del blanco. Queda el nativo en un estado de no muerte y no vida, en que su cuerpo se doblega ante el castigo; cuerpo que es sólo doble imperfecto de su espíritu indomable. Desafiante y hasta vindicatorio. Espíritu que sólo seudoaprende (¿seudo evangelización?). A esta agonía eterna accede con la droga, el alcohol, la promiscuidad, el hambre y los golpes. No hay proyecto identificatorio, no hay posibilidad de tener un nombre. ¿Qué posibilidades quedan? La libido narcisista no encuentra su objeto, y en vez de consumarse en un acto identificatorio, que le dé el ser; se consume en actividad autoerótica (droga). La libido estancada, dispone a la enfermedad psicosomática (¿cólera?).La única manera que le queda al nativo para sentirse con algún valor, para su ideal español, ya no es con su nombre que le da cualidad, sino como cantidad. Y esa cantidad termina por refrendar la agonía, reclamante, muda, desafiante, lastimera y lastimante, vengativa y triste hasta el infinito. El destino se vuelve implacable. La nostalgia de la muerte una forma de vida. Nostalgia de la muerte como expresión del conocimiento de ser sólo una cifra, insignificante, resto de un pasado glorioso y despojado de vigencia. El horizonte del nativo, sumido en la adicción, está poblado de poderosos y calculadores, que lo suprimieron de su memoria. Un olvidado que anhela una identificación, y en el que la adicción como recurso tóxico, contiene el resto del melón anhelado y a la vez, la supresión vengativa del deseo identificatorio. La vida del aborigen carece de encanto, porque deriva de la falta de significado anímico que le debe el blanco. Encanto y alegría de vivir se hace encarnadura con significatividad. Ambos invisten el mundo exterior. Pero despojado de ambos, se vuelve caótico, no hay proyectos. Sólo magnitud pulsional que amenaza con catástrofes, proyectadas en el porvenir. Se produce una secuencia de euforia narcisista tóxica por la droga, dolor orgánico que permite la conexión con el mundo sensible; aturdimiento tóxico y entrega a la muerte por falta de amor. Todos con estallidos de afecto. A la vez obstinación por morir y no morir, perpetuando el dolor como recurso para mantener el vínculo con el mundo sensible. Pero la esperanza de que alguien fije su mirada a este acto, se pierde en la indiferencia. No hay quien le dé significatividad y lo inscriba en su memoria. El llamado, no concluye en la introyección de una huella mnémica en la mente blanca. Concluye en una supresión de todo recuerdo. El hambre y la droga, a pesar de que lo matan, le producen dolor, y con ello la existencia del mundo sensible, y la posibilidad de ser recordado. Cuando esta alternativa queda suprimida, no queda esperanza, sólo la alucinación como milagro que le proporciona la tabla de salvación. Salvación identificatoria denegada una y mil veces. Medida extrema, y vana, para preservar la existencia.
Conclusiones, ideas, problemas, de 1492. Aperturas, interrogantes para pensar en el umbral del milenio.
a)El Inca, con su lógica entre totémica y mítica, sufre una regresión anal primaria ante el infortunio. Se evidencia por el desplazamiento motriz (es mandado de un lado a otro) y por la paranoia. El pensamiento totémico implica una identificación hombre-animal (eran vistos como bestias iletradas). El relato, muestra un indio inculto, pero los líderes políticos e intelectuales fueron ejecutados. Y con ello, los iniciadores capaces de conducir la posibilidad de desarrollo.
b)El español, como iniciador esperado, aunque corrupto incluye el concepto de "lo nuevo". Esto es, la capacidad psíquica de una intelección que antes no tenía. Está generada por el incesante pujar pulsional. La función anímica genera contradicciones y diferencias, y luego las proyecta y capta en el mundo sensible. La creación de "lo nuevo", frente a lo ya dado, genera cada vez que muestra su eficacia, un desgarrón, una catástrofe, a la manera que describe Freud en "Sobre la conquista del fuego" (1932). Es que los dioses, que son los procesos pulsionales, quedan postergados porque sólo así puede accederse a una conquista anímica y cultural. Y luego regresan, como catástrofe anunciada, proyectada y hecha venir desde la instancia paterna. Este pensar, es capital en el desarrollo de la cultura, y da tramitación anímica a los procesos pulsionales.
Esto nuevo, puede sufrir las siguientes vicisitudes:
1.Ser aceptado, como una complejización inevitable que tiene que ver con el ser, y conquistado para asimilarse al Yo (como hizo el Inca Garcilaso).
2.Puede ser rechazado, pero no por ello lo nuevo deja de producirse. Queda fuera del Yo, exiliado, y no se accede a lógicas más complejas. El ser, entonces, tiene una falla en su identificación primaria y con ello queda fracturado; el narcicismo se desmorona (¿sucederá algo semejante en el ser nacional indígena, no integrado, que rechaza con violencia supresora al blanco, mensajero de lo nuevo?). El aborigen desestima al blanco y éste al aborigen, cada uno con violencia expulsa al otro. La salida, sería aceptar al iniciador, al blanco con su pensamiento, dejarse fecundar por su marca que complejiza las propias estructuras.
c)En la narración, el Inca Garcilaso marca una oposición entre el número y la letra. Las letras confieren un nombre, y con él, la posibilidad de acceder mediante la identificación, a la condición de sujeto. El número interfiere esta posibilidad. Y el nativo es un número. El blanco es un especulador (piensa en números, saca ganancias y extrae diferencias a costa del aborigen), un aventurero que vino a "hacerse solo", una "posición", un desmentidor de su padre. Es su propio padre; Yo y padre se condensan. Pero, ¿no es el español también un número para sus semejantes cultos? ¿Un bárbaro iletrado despojado de su riqueza material e intelectual; y que encuentra en el aborigen a su doble? ¿Un desmentidor del juicio de autobservación, que afirma que ciertos actos le son perjudiciales pese a su carácter placentero? ¿Un adicto al dinero, un adicto al nativo que es su droga, porque lo calma? Los melones del cuento, mestizos de simiente española y tierra americana ¿no representarían al gran mestizaje que se dio en América, donde vienen y se transforman las adquisiciones culturales de la humanidad? Pero el conquistador necesita desmentir su propia adicción, para mantenerse en lugar de ideal, en un goce autoerótico. Está sostenido por el aborigen en posición de auxiliar; de doble (enfermo, drogadicto, un mero número). Doble que puede volver desde lo siniestro, como droga y cólera, como violencia y corrupción hacia los países "civilizados".
Aquello que durante la conquista, fue sepultado como iletrado, vuelve. Vuelve como furia que unifica y marca.
Pasaron más de quinientos años.
Muchas cosas cambiaron. Otras parecen repetirse.
Estamos en la era de la globalización.
O sería mejor decir de ¿globalizadores y globalizados?.
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