El saco | Topía

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El saco

 

Pasé mi vida tratando de adivinar cómo era mi papá. Cuando era chico jugaba al basketball y me lo imaginaba  ahí mirándome. Me rompía todo por meter pelotas en la canasta, para que él estuviera contento. Lo veía, alentándome.
Cuando fui creciendo, distintas personas me contaban... lo que yo hubiese querido vivir, un abrazo, una canción tocada en la guitarra, una lectura de algo que él hubiera escrito. Me contaban como lo querían... y así de a poquito yo también lo fui queriendo. Aunque a veces, también me enojaba con él y le decía: “Viejo que hiciste, por qué no te cuidaste?” 
Ahora escucho todos los noticieros y los programas políticos que encuentro en la radio AM. Es un modo de seguir lo de él.
¿Sabés una cosa? Mi pena se hace soportable porque la transformo en relato. Si hablo, si te cuento de mi papá, él vive, vive en mí,  luego en ti, y en todos los que me escuchan. Y yo quiero tener a mi papá, vivo.
Por eso quedé emocionadísimo cuando Pedro me buscó.
 Él estuvo preso con mi padre. Quería contarme que lo había conocido en esa circunstancia. El deseó con todo su corazón que él hoy estuviese con nosotros.
Cuando vio que había quedado un montoncito de ropa de él,  después de una sesión de tortura de la que mi padre no volvió, se quejó de que tenía mucho frío, para que la guardia lo autorizara a usar alguna de esas ropas que allí estaban. Finalmente, logró que le permitieran ponerse el saco de mi padre.
Buscaba salvar algo de esa ropa, algo de mi padre. Pedro lo usó un poco y después lo guardó. Lo guardó en la cárcel, en todos los cambios de celda y de lugar que le tocaron y  lo siguió guardando. Y hoy, treinta años después, me lo acaba de dar.
          Ese saco  cobijó a mi padre. Lo abrigó. Lo cubrió. Lo tuvo. Vivió con él vaya saber cuantas alegrías, cuantas diversiones y cuantas luchas. Sé que estuvo con él en esos momentos negros, pero seguramente también estuvo en otros, quizás de amor, de pasión, de esperanzas,  de regocijo, de luz.
De esa forma, Pedro guardó un trozo de la vida de mi papá. 
Cuando me lo pongo, siento a mi papá. Me lo puedo imaginar hoy, que ya soy un hombre, con su tamaño de adulto. Puedo fantasear todo lo que mi imaginación me permite Podría dirigir una película en la que él es el protagonista. Trabaja, toma mate, jugamos a la pelota, vamos a los partidos de basket, charlamos mucho, le pregunto todo lo que quiero y él a veces me rezonga. Me dice que tengo que terminar mis estudios, que le gusta mi novia, qué está contento conmigo.  Por un ratito, con el saco lo tengo .
En la re-creación del que fue mi papá,  surge la vida, su vida, mi vida. Esa vida que  no nos dejaron vivir.

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Articulo publicado en
Septiembre / 2009