Melindra, la madrina y las mandarinas Irene Tolkachier
-¡Ay madre¡ ¿Dónde habrás puesto los visones?
La vieja Paulina, arrastrando las chancletas se asomó por la puerta de la habitación de Melindra, preguntándose que le ocurría a su hija.
- Madre, madre, no hallo los visones.
- ¿Qué decís, las colas negras esas? No sé por ahí deben estar, me parece que las puse con naftalina, del año pasado que no las usas.
- Si, cuando vino el excelentísimo señor Jefe de Gobierno a dar por inauguradas las obras que..
- Ah, lo del baño nuevo, sí, me acuerdo.
- En breves instantes pasará el chofer a recogerme y debo apresurarme.
- ¿Llamaste a un remis? .-Seguro que cobró, pensó Paulina.
- Entretanto buscas las pieles, yo repasaré la alocución que he de pronunciar …” la desinteresada obra que con grandeza nuestras autoridades han tenido la deferencia de…
- ¿Qué festejan, che?
- Madre, no interrumpas, hazme el favor…”enalteciendo nuestra institución con su destacada presencia…
- Mmm... apesta el olor que tiene esto, ¡las encontré¡
- Permíteme, debes airearlas…tal vez abrevie, veinticinco hojas el año pasado, con veinte estará bien…” presencia que en ésta oportunidad…”.
- Melindra, teléfono.
- Aló, si, preparándome para el evento, sí, el champagne. Si, doce copas, el bufe´frua estará a las once, no, nada más, adío…”y en este solemne acto impondremos el nombre de nuestra madrina: Conchita Rosales Almidona y Pitoastegui…Deberíamos haber previsto cinta de pegar…los niños tan propensos a importunar, a reírse por nada…otra vez el teléfono…
- ¿Olguita?, Si, ah faltaba eso, bien, cien mandarinas, si, una para cada uno, ¿las cáscaras, ah, ¿pueden escupir las semillas?. Las repartiremos cuando las autoridades se retiren del establecimiento.
Melindra, parada frente al ropero se acomoda los bucles, y con un gesto tan solemne como su discurso, envuelve el cuello con la estola, mira satisfecha cómo cuelgan las colitas sobre su pecho, entre ellas asoma redonda la escarapela. Destaca blanco, el guardapolvo
Paulina la acompaña hasta la puerta, ahora arrastra el changuito de las compras, murmurando: - no sé para que gasta en remis si la escuela le queda a dos cuadras.
La mañana comienza en Barracas, olor a basura, vestigio que perdura de lo que fue una curtiembre. Charcos, perros hambrientos, algún fugitivo flaco y rotoso huyendo del cercano hospicio, ponen “el marco adecuado a la presencia del excelentísimo Sr. Ministro de Educación y su comitiva, que descubrirá la placa que conmemora el centésimocuadragésimonoveno natalicio de quien fuera la madrina benefactora de... y en la cabeza dorada de Melindra suenan aplausos, mientras que cien pares de ojos devoran la única comida del día, las mandarinas, que esperan bajo el palco oficial la partida de “los ilustres visitantes”.